lunes, 22 de julio de 2013

Olympia – Mistra – Corinto – Vrahati



“En Corinto el Señor le dijo a Pablo: ¡sigue hablando, no te calles!” (Hch 18, 9)

¡Buenos días! Un saludo a todos, hoy lunes y en el ecuador de la peregrinación. Saludamos de forma especial a todos los que nos mandan mensajes y comentarios en el Blog o por teléfono. No podemos contestar a todos, ya que tenemos el tiempo justo para realizar pequeñas impresiones del día. Un saludo a Juan y Auxi, a Inmaculada y José Miguel, Pedro Becerro, Pilar Porras, a Inmaculada e Isidro y a Clara, que nos siguen a diario y nos envían sus comentarios, pero un abrazo muy grande a Manolo Carretero y a su madre Angelines. 


Comenzamos la mañana en los restos arqueológicos de Olimpia, en una mañana propicia, pasamos por el gimnasio, el templo de Hera, el templo de Zeus, donde se encontraba la escultura de Fidias, una de las siete maravillas del mundo antiguo. No sólo se desveló el sentido estético en las obras maravillosas, sino también en el paisaje. En el paisaje de Olimpia se respira el sosiego, es como un jardín retirado en un rincón del Peloponeso, que se suaviza casi con una suave sonrisa de verdor, bajo las cimas de Arcadia.

La entrada al estadio fue espectacular, donde corrimos los casi doscientos metros de distancia. ¡Cuántos años de gloria y anhelos! Como fue el caso de Teógones de Tasos, que después de varios triunfos y numerosas estatuas, fue proclamado héroe sanador.



Después visitamos el museo de Olimpia, donde pudimos disfrutar de los restos encontrados en el lugar. Frontones de esculturas, trigrifos, metopas, esculturas exentas, ofrendas a los dioses, etc. ¡Cuánta belleza! Destacan dos enormes frontones, que Pausanias atribuyó al escultor Alcámanes. Las veinte figuras que lo componen representan el combate de Teseo con los Centauros, donde se ondulan los troncos con una audaz fogosidad. Así, como de improviso nos encontramos con la escultura exenta del dios Hermes y el pequeño Dionisos, de la mano de genial Praxíteles. La mejor firma del autor es la belleza y perfección, casi como un pequeño temblor de vida.

No pudimos de recordar a Pablo, que como un observador fino de lo cotidiano, muchas imágenes usadas en las cartas vienen sobre todo de la cultura urbana griega de la gran ciudad. Así es como habla del atletismo, de la construcción civil, de las paradas militares, de las luchas en los estadios. Es cierto, Pablo no estuvo en Olimpia, pero en Corinto se celebran también unos juegos famosos, los ismicos, también panhelénicos. En el libro del peregrino, hicimos memoria recordando esos juegos Olímpicos que paralizaban las guerras, comparando la carrera del estadio, con la carrera de la fe.

 “¿No sabéis que, en las carreras del estadio, todos corren, pero solamente uno alcanza el premio? Corred de tal manera que lo alcancéis. Los atletas se abstienen de todo con el fin de obtener una corona corruptible, mientras que nosotros aspiramos a una corona incorruptible. Yo, pues, corro, no como a la ventura; lucho, no como quien azota el aire, sino que disciplino mi cuerpo y lo esclavizo, no sea que, después de enseñar a los demás, quede yo descalificado.”
I Corintios 9,24-26

En el autobús, la terna del día: Amancio, Alfredo y Mamen, junto con la ambientación e introducción de José Manuel, ayudaron a la oración. Coloco algunos párrafos, para poder orar juntos:

Yo esperaba con ansia al Señor:
Él se inclinó y escuchó mi grito;
afianzó mis pies en la roca
y aseguró mis pasos.

“Anunciar el Evangelio no es para mí un motivo de gloria, es una obligación que tengo, ¡y pobre de mí si no lo hiciera! Merecería recompensa si hiciera esto por propia iniciativa, pero si cumplo con un encargo que otro me ha confiado ¿dónde está mi recompensa? Está en que, anunciando el Evangelio, lo hago gratuitamente, no haciendo valer mis derechos.
Siendo como soy plenamente libre, me he hecho esclavo de todos, para ganar a todos los que pueda. Me he hecho judío con los judíos, para ganar a los judíos; con los que viven bajo la ley de Moisés, yo, que no estoy bajo esa ley, vivo como si lo estuviera, a ver si los gano. Con los que están sin ley, yo, que no estoy sin ley de Dios pues mi ley es Cristo, vivo como si estuviera sin ley, a ver si también a éstos los gano.
Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles. He tratado de adaptarme lo más posible a todos, para salvar como sea a algunos. Y todo esto lo hago por el Evangelio, del cual espero participar.”        
 (I Corintios 9, 16-23)


Por la tarde nos dirigimos a la nueva ciudad de Esparta, y allí visitamos la ciudad medieval de Mistra. Se inició la ciudad como una fortaleza de los Francos en la cuarta cruzada. Pero la ciudad será conquistada por Miguel VIII Paleólogo, que la instituirá como la capital de reino de Morea. La fortaleza fue ampliada por nuevas murallas y los siglos XIII y XIV se construirán un número importante de monasterios e iglesias, como la catedral de Demetrio, monasterio de Vrontohirón, etc. Allí será coronado el último emperador Bizantino, Constancio XI, que rindió la ciudad al sultán otomano Mahomet II. 

Además de la belleza de las iglesias y sus pinturas, allí floreció una ilustre escuela filosófica, liderada por Gemistio Pletón. Con la invasión de los turcos huirán a Florencia, donde darán vida a corrientes humanísticas, que serán la base del Renacimiento.




Mañana:
23 julio, martes. Corinto – Micenas – Nauplia – Epidauro – Atenas
 
“Pablo se recomía por dentro al ver una ciudad poblada de ídolos” (Hch 17,16)
 
Salida hacia Corinto. Visita de los restos del Templo de Apolo y otros restos arqueológicos. Panorámica sobre la fortaleza AcroCorinto. Museo de la Antigua Corinto. Traslado a Micenas, ciudad fundada por Perseo desarrolló en el segundo milenio una de las civilizaciones más importantes del mundo. Homero la llama “rica en oro”, y hace rey de ella a Agamenón, que fue el jefe de expedición contra la ciudad de Troya. Visita del área Arqueológica, con la Puerta de los Leones, las murallas, el recinto de las Tumbas Reales y el Tesoro de Atreo también llamado “Tesoro de Agamenón”. De camino hacia Epidauro parada en la pintoresca ciudad de Nauplia Epidauro fue el centro
medicinal más importante de Grecia, dedicado al dios Asclepios (Esculapio). Visita a su famoso y espectacular teatro del s. IV a.C. Regreso a Corinto. Parada en el famoso canal de Corinto, de 6 kms., que une el mar Egeo con el mar Jónico. Si el tiempo lo permite, nos acercaremos hasta los restos del antiguo puerto de Cencreas, donde Pablo se embarcó. Alojamiento en Atenas


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