martes, 24 de diciembre de 2013
martes, 17 de diciembre de 2013
La comunidad de Corinto
Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos,
locura para los gentiles; más para los llamados, un Cristo, fuerza de Dios y
sabiduría de Dios (I Cor. 1, 23)
Ante le división de la comunidad de
Corinto por seguir a tantos misioneros y líderes, afirma que Cristo es el único
camino, el único maestro, el único Señor. Pablo argumenta que su fuerza radica en la “sabiduría de la cruz”.
En lo débil, en lo pequeño, en la sinrazón y en el escándalo, es como se expresa
Dios, sobrepasando las condiciones del pensar humano. Es en la cruz donde se
manifiesta el inmenso amor de Dios a los hombres.
Procedente de la sinagoga, pero
también de la cultura greco-romana, ambas con un fuerte sentido comunitario y
asociativo. El mundo judío de la diáspora era muy fuerte, pero más abierto y muy
receptivo de la filosofía y la cultura
helenista, Filón de Alejandría, Flavio Josefo o la traducción de Septuaginta,
muestran esa apertura. Pero dentro de los núcleos urbanos antiguos, debido a
las fuerzas disgregadoras y desarraigo propio cualquier ciudad, no sólo
económico y social, sino también religioso; había una mixtura de credos y
cultos, de oriente y de Egipto, con una clara decadencia de los dioses de la
mitología, que ni el culto al emperador, había podido mitigar. El helenismo
vivía también una época del vacío, el escepticismo se apoderó de la médula
cultural y filosófica, era un mundo a la espera. Las capas más cultas se
inclinaban fuertemente al monoteísmo o,
cuando menos, a una especie de universalismo religioso; y las inferiores, ponían su acento en los
cultos mistéricos con gestos y cultos exteriores, como el bautismo y el
alimento sagrado. Todo esto tendía hacia una interiorización que también había
contribuido el derecho romano. Aunque, de
forma aún más directa en la preparación al cristianismo influyó la superación
práctica de la diversidad de dioses, gracias a las ansias de unidad que se
manifestaban en todos los ámbitos culturales del Imperio romano.
Corinto fue destruida por los
romanos en el año 146 y se mantiene en ruinas hasta que fue reconstruida por
César como una colonia de itálicos. Será la capital de Acaya y sede del
procónsul romano. En este momento tendrá un papel importante en el comercio
Mediterráneo, ya que muchos comerciantes
intercambiaban sus productos, para evitar el rodeo en barco por el Peloponeso.
En época de Pablo, era una ciudad rica y
floreciente, en base a su mano de obra barata y esclavista y con sus dos
puertos y un canal que comenzó Nerón, pero que nuca se llega a concluir. Era
una ciudad de contrastes, con una población procedente de todos los rincones
del imperio, pero la desigualdad entre
las diferentes capas de ricos y pobres era escandalosa. En ella, celebraban los juegos Ísmicos, de los
más importantes de Grecia, en honor a Poseidón. La ciudad era también un
importante centro intelectual y religioso, destacaba por la adivinación y los
cultos mistéricos. También, el desenfreno, el placer y la buena vida, eran algo
cotidiano. El dinero y el placer privaban
por encima de todo. Todavía más, al residir allí el santuario de Afrodita,
con toda una prostitución sagrada a su servicio, la ciudad era una gran
“meretriz”, alabando en la antigüedad el “vivir a lo corintio”. La
religión popular del paganismo encontró cobijo en una mística extática de ritos
desenfrenados y orgiásticos que traducían su pretensión de comunicarse con lo
divino. Además circulaba una filosofía sofística y ecléctica, basada en el relativismo y en la
persuasión. Pero afloraba la primera pregunta por el sentido del más allá y el
destino, la búsqueda de lo divino era una constante y ésta, unía a griegos,
judíos y cristianos.
Cuando llega Pablo a Corinto se pone
en contacto con la sinagoga judía, en este ambiente se encuentra con Áquila y
Prisca, se hospeda en su casa y trabajará
en su taller de confección de tiendas. Parece que se hacen cristianos en Roma,
huidos de ella por el edicto de Claudio. Desde aquí debió acudir semanalmente a
la sinagoga a transmitir el mensaje cristiano a los judíos como a los paganos
iniciados y “temerosos de Dios”. Pero el anuncio del crucificado tuvo que ser
un escándalo para muchos judíos piadosos, un condenado a la muerte más infame
de la cruz, no puede ser el Mesías.
Esta oposición, le hace abandonar la
sinagoga, no sin algún resultado,
algunos se adhieren a Pablo. En esta
segunda fase, Pablo se dirige fundamentalmente al mundo pagano. En ésta
nueva iglesia local que se está iniciando, la mayoría de sus miembros
pertenecen al estrato más humilde de la sociedad, pero con una minoría de la
sociedad más acomodada de la ciudad. Era un grupo muy heterogéneo, muy
socializado en la ciudad y en los cultos, muchos
lazos les ataban a su antiguo paganismo…: las relaciones familiares, el trabajo
cotidiano, las amistades, el ambiente ciudadano mórbido y lascivo, el
politeísmo confuso de sus templos, el carácter emotivo de sus ritos, etc.
Las diferencias sociales y al apego al mundo ciudadano, fueron los problemas con
lo que se tiene que enfrentar Pablo, que amenazó seriamente con escindir la
comunidad. Era una comunidad que planteará muchos problemas a Pablo, una
comunidad poco preparada, con un cristianismo inmaduro y voluble, muy apegado
en las redes filosófico-religiosas de la ciudad. Pablo que no dispone de tiempo
para profundizar, va haciendo su teología al
filo del urgente cuestionario pastoral que le van formulando los
acontecimientos. Ante el aluvión de problemas y reacciones de muchos
miembros de la comunidad, Pablo vivirá momentos muy difíciles y complicados.
Donde la aflicción y amonestación, el cariño y las lágrimas, la cruz, la
esperanza, serán elementos que aparecen entreverados entre los problemas de la
comunidad que reflejan estas cartas.
Toda la teología que despliega en
esta comunidad aparece en las dos cartas, así como las noticias de Hechos, que
parece que aquí pisa en terreno firme. Parece que hacia finales del siglo I,
cuando se hace la colección ecuménica paulina, este va a unir varias cartas. Es
el caso de I Corintios, donde la carta
perdida según 5, 9 – 11, hay que buscarla y reconstruirla en esta primera (Cor.
A: 1 Cor. 6, 1 – 11; 10, 1 – 22; 11, 2 – 34; 15, 1 – 58; 16, 13 – 18) y el
resto de la carta sería tres cartas más, (Cor. B), (Cor. C) y (Cor. D). La
primera sería una seria advertencia a la comunidad; la segunda también, los
mismos problemas aunque en un estado más agudo. Esas primeras advertencias
podrían haber sido mal interpretadas, o no aceptadas. La tercera (Cor. C), es
la defensa de la misión de Pablo y su teología, frente a otros misioneros
llegados a Corinto. Por último la cuarta, sería la llamada “carta de las lágrimas2. En el contexto del
viaje para recoger la colecta, Pablo viaja a Corinto y se encuentra una
comunidad, contra él y la colecta, y desde Éfeso, les escribe esta cuarta
carta. Sin entrar en detalles la 2 Corinto, estaría también compuesta por
varias cartas, según Senén Vidal, al menos de cuatro.
En las cartas atisba que la
comunidad se ha apartado de una manera radical, de los principios que Pablo
había establecido. Aparecen divisiones, como la de los helenistas encabezados
por Apolo, y otros. Les censura de corazón y humildemente, que han abandonado
el mensaje de la cruz. Un Mesías crucificado, que actúa desde la
debilidad y el sufrimiento, con temor y temblor, pero que a la vez es fuente de
fortaleza y consuelo.
Otra de las dificultades que el
grupo tenía eran las celebraciones y sobre todo, el bautismo y la eucaristía.
Una comunidad, muy apegada a la ciudad y al mundo Helenista, donde celebraban
la cena del Señor de forma separada y por grupos sociales. Les recuerda que así
no tiene sentido celebrar, y les invita a que se esperen unos a otros, y
argumenta, el carácter único y exclusivo de estas celebraciones.
Ante tantos carismas y experiencias
espirituales, han dejado de lado lo fundamental, Cristo, como fundamento y horizonte de su libertad, y con esto se han sometido
a la autoridad de los hombres (1 Cor 3, 21 -23). Los carismas de la cruz,
están al servicio de la comunidad y son un anticipo de la plenitud por venir,
muy diferentes a los fenómenos espirituales paganos.
Había también prácticas idolátricas
y desviaciones morales, que muchas veces justificaban desde una interpretación
intransigente o demasiado libre, parecía que todo estaba permitido, o que “todo
vale”, desde un acusado relativismo moral. Pablo aquí tiene que aclarar que la
libertad cristiana, afecta a la vida del cristiano en todas sus dimensiones,
hay unos principios universales, ante el mundo, ante el hombre y ante Dios, …Por tanto, ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier
otra cosa, hacerlo para la gloria de Dios….
Destacamos por último, dentro de los
múltiples problemas, la esperanza mesiánica. Algunos parecía que habían saltado
el tiempo y la historia con su iluminismo y parecían participar ya de la
plenitud, sin contar con los otros. La resurrección pertenece al mundo futuro.
Pero también algunos la negaban, en un mundo cultural y filosófico dualista. Era
más lógico la liberación del cuerpo, como cárcel del alma y la inmortalidad de
ésta, y no la resurrección de este
cuerpo. En este sentido les invita al pensar, que el cuerpo es también sagrado,
como templo del espíritu. Porque Cristo ha resucitado, como las primicias de
una nueva vida, así lo atestiguan muchos y con Él resucitaremos también
nosotros. Ese es el proyecto de Dios, que transforma y crea y recrea una tierra
nueva y un cielo nuevo. Así, el que está
en Cristo, es una nueva creación, pasó lo viejo, todo es nuevo. El
crucificado es “locura divina”, que
rompe cualquier razón y saber humano. En
Él se está manifestando la tensión entre el “ya” y el “todavía no”, en nuestra
vida hecha para la resurrección y la aún no resucitada. Es la auténtica libertad que, sólo en el amor, abre realmente al hombre
hacia el misterio del otro.
Así, igual que las comunidades de
Pablo, hasta hoy. Los creyentes damos
saltos hacia el Misterio, colgados de ese “Otro absoluto”, que camina junto a
nosotros. Como un hilo invisible, como una inteligencia subterránea, que es
como un ver sin ver, un sentir sin sentir, en palabras de San Juan de la Cruz.
En estos dos mil años, ese habitante del Misterio, humano y divino, ha sido
Cristo. El bullicio, noche, el vagabundeo incierto parece olvidarse de Él. Es
significativo que dentro de nuestra intelectualidad, pensadores y artistas,
pocos se digan cristianos en nuestro país. E. Bloch dirá que donde hay
esperanza, hay religión. Sin esa esperanza de un hombre libre como es Jesús, el
destino de los pobres, de los que sufren
de las víctimas, sería bastante cruel. Pero con Santo Tomás estamos, cuando
afirmaba, que la creencia o aceptación de Dios es un acto libre de la
conciencia, creyentes o no, el Otro del Misterio nos acompaña a todos. Al final
de la en la última curva de la existencia humana, se correrá el velo. Como no
recordar aquellas palabras de Antonio Machado en su Juan de Mairena, De uno a “lo otro”, es el gran tema de la
metafísica; todo el trabajo de la razón humana tiende a eliminar el segundo
término…Pero “lo otro” no se deja eliminar; subsiste y persiste…
domingo, 8 de diciembre de 2013
La mirada de Ulises: Hannah Arendt y Pablo de Tarso. El descubrimiento del hombre interior.
Parece lógico que después
de Sócrates, en la mirada de Ulises abordáramos a Platón, a su maestro y su
importancia en el mundo helenístico, con el que Pablo tuvo que vérselas un mundo, al que lleva la Buena Nueva de la resurrección de Jesús.
Platón, por otro lado, es la base del pensamiento occidental, y, el
cristianismo inicial, toma muchos de sus elementos para su reflexión sobre Dios
y sobre la fe, ahí están Orígenes o san Agustín. Pero quisiéramos ir por otro
camino.
En los últimos meses, se ha
escrito mucho sobre “La banalidad del
mal”, película sobre la vida de Hannah Arendt que ha realizado Margarethe
von Trotta. Directora, actriz y
guionista del nuevo cine alemán, que con una mirada femenina y feminista, ha
intentado presentarnos los perfiles de la mujer a través de películas como Las hermanas alemanas, Locura de mujer, Rosa
de Luxemburgo, o Visión. De la vida de Hidegarda de Bingen. Todas ellas películas sobre mujeres
interesantes y de una gran alabanza y culto a su directora.
La película, más que la
vida de la filósofa analiza un hecho importante de su vida, el momento que fue
enviada a Jerusalén por la revista The
New Yorker para informar sobre el proceso contra Eichmann. Teniente coronel
de las SS, encargado del transporte de judíos a los campos de concentración y
creador de los “consejos judíos” que colaboraron en la selección de los
deportados. Fue capturado por el Mossad (el servicio secreto israelí) en Buenos
Aires en 1960. El Estado de Israel, que se había saltado todas las reglas del
Derecho Internacional al secuestrarlo en Argentina, quería mostrar a Eichmann
como un monstruo despiadado para, de ese modo, poder justificar sus
cuestionables prácticas anti-nazis.
Hannah Arendt, autora de
los Orígenes del totalitarismo, no
vio al horrendo genocida, sino a un pobre hombre, obsesionado con el
cumplimiento de las órdenes. Para colmo, contó con la ayuda de líderes judíos a
la hora de seleccionar a las víctimas que debían ser deportadas a los campos de
concentración. De ahí su obra, Un estudio
sobre la banalidad del mal, donde el mal, no se esconde en las grandes
mentes criminales, sino en la estructura insignificante de cualquier ciudadano,
insignificante y aparentemente normal, como Eichmann. Hannah Arendt, nos ha
mostrado, lo terriblemente normal que puede ser el mal, con la cotidianidad de
la vida y del individuo. Lo vemos todos los días, desde no alquilar pisos a
emigrantes, hablar mal del prójimo, la violencia verbal o física,
discriminaciones, tendencias racistas y xenófobas, etc. Lo vemos cada día en conversaciones, en
acciones cotidianas, correos electrónicos que recibimos en forma de
presentaciones, etc. No se nos olvide que detrás de todo está la libertad,
siempre podemos decir que no, lo hago o no lo hago, diga lo que digan, mis
jefes, mis amigos o mis confesores, da igual. Discernir, pensar, informarme,
son elementos necesarios para crecer en libertad.
De libertad es de lo que
quería hablar, que es el núcleo de la relación de Hannah Arendt y Pablo de
Tarso. Pero, qué relación tiene una de las mujeres más influyentes del siglo
XX, discípula de Husserl, Heidegger, K.
Jaspers, con nuestro querido Pablo. Mucho, sobre todo con ese concepto
de libertad personal e individual que tenemos, para poder decir sí o no a las
acciones que se nos presentan a nuestra voluntad.
Su tesis doctoral fue un
estudio sobre el amor en San Agustín, después
de los estudios sobre el nazismo y la banalidad del mal, realiza un profundo
estudio sobre la Condición humana, donde
aborda el concepto de la vida. Por un lado, la vida como ciclo natural
incesante vinculado con la labor, y la vida como devenir humano enmarcado en la
historia de un quién a través de la acción. La vida para Hannah Arendt, es algo
singular y subraya la importancia de aparecer ante los otros mediante el acto y
la palabra.
La muerte sorprende a
Hannah Arendt con la elaboración de su última obra inacabada, que nos habla de
la Vida del Espíritu. En esta obra
dedica un capítulo a San Pablo, en la segunda parte del libro, cuando habla y
desarrolla la voluntad. El concepto de libertad era fundamental en su obra, no
sólo la libertad personal, sino política y en ella tiene importancia la obra de
Platón, en esta última obra inacabada, la centralidad de la misma,
sorprendentemente es la figura de Pablo de Tarso. Es interesante el estudio
sobre la “Epístola a los Romanos según Arendt”, que Agustín Serrano de Haro,
realiza en la obra que dirige Reyes Mate y José A. Zamora, Nuevas teologías políticas. Pablo de Tarso en la construcción de
Occidente.
Hannah Arendt, parte la pregunta
sobre la posibilidad de elegir, como precursora de la voluntad. La voluntad es
algo propio que los hombres no sólo tienen con ellos mismos, sino dentro de sí
mismos. En su Carta a los Romanos,
Pablo nos recordaba que queriendo hacer el bien, es el mal el que se nos
presenta (7:21). No realizamos el bien que queremos, sino el mal que no
queremos. Se da cuenta, que el problema de la libertad humana, está ausente en
la filosofía griega.
El pensamiento griego, no
entró a fondo en esta cuestión clave, si realmente el hombre es un ser libre,
si existe la libertad en nuestro mundo o en qué puede consistir esta. No hay
concepto que exprese esta idea en la filosofía griega, ni proaíresis,
ni eleuthería, llegarían al fondo del
problema. El concepto de libertad griego, formaba parte de la experiencia
cotidiana, de la praxis, en el espacio político, no de la reflexión o del
pensamiento. No hay experiencia de una libertad individual, está sólo se nos
muestra en el mundo de la Polis y en la intersubjetividad ciudadana, además,
está vinculada a la acción política y no a la voluntad.
Hannah Arendt, descubre en
Pablo de Tarso, al “hombre interior”, que se topa con la voluntad de querer, de
elegir, que sólo se hace presente cuando entramos en pugna con nosotros mismos.
La ley antigua decía debes hacer, la
nueva ley de Dios que Pablo interioriza dice, debes querer. La acción del hombre se debate entre dos
requerimientos enfrentados, propios de sí. El hombre choca consigo mismo,
independientemente de lo querido y de las razones para quererlo. La voluntad
requiere decir sí a la acción en función de sus alternativas, esto equivale a
ordenar la acción a un fin. El sí al amor,
supone de inmediato un no a la maldad, pero esto se debate en una fuerte
pugna interior, que necesita de la gracia de Dios, ya que el hombre en su
naturaleza no puede por sí solo. En esta pugna o debate, entre la carnalidad y
la espiritualidad en el hombre, surge uno de los elementos propios de la
constitución humana, de su ontología, la
libertad. La voluntad, individualiza a cada hombre (en el pecado y en la
gracia), esa libertad de la voluntad no sólo depende de la acción y de las
obras, necesita ser liberada, necesita de liberación.
Sólo la gracia de Dios,
puede superar la dialéctica entre la carnalidad y la espiritualidad, la
misericordia de Dios soluciona el conflicto de la voluntad, pero sin anularla,
donde existe el pecado, sobreabunda la gracia. La voluntad no puede resolver el
conflicto ya que se estorba a sí misma, ya que los hombres no son carnales o
espirituales. Para Pablo, son a la vez, carnales y espirituales. La carne
morirá, es el espíritu quien tiene que ordenar los apetitos, y crucificar ésta en
sus deseos y pasiones, pero está más allá del poder humano. La carnalidad, sin
ser la fuente de todo mal, interrumpe la espiritualidad. La voluntad se hace
presente cuando vence la resistencia carnal, o si se quiere con otras palabras
más actuales, la resistencia interna. Ésta se logra más allá de nuestro hacer, está en
manos de Dios.
Es bueno empezar por
querer, incluso más allá de nuestra carnalidad. Pablo y sus amigos llamaron esa
actuación de Dios, resurrección, por ella se movieron y toda ella
atraviesa su obra. Esa ya sucedió en Cristo, en los creyentes sucederá en la
última venida de Cristo, vencidas todas las fuerzas cósmicas del mal y en
especial la muerte, entregará el Reino de Dios, para que Dios sea todo en
todos.
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