sábado, 8 de febrero de 2014

La mirada de Ulises: el estoicismo.



En la anterior entrada del blog, hemos intentado subrayar, humildemente, alguna información sobre el lugar de nacimiento de Pablo.  Estas reflexiones del blog, no quieren ser un discurso impositivo desde la seguridad del conocimiento, es más bien un saber frágil. Es una búsqueda, no damos nada por concluido, somos conscientes que a pesar de toda la información que tenemos, no es ésta el saber, sino lo que podemos captar en nuestra consciencia individual. Es el diálogo con el mundo, con el conocimiento, con la búsqueda interior de Dios, con el otro, es lo que nos hace poner los pies en la tierra. Así nos lo recordaba Platón, que todo logos, es diá-logos. Toda búsqueda del saber, es en parte cuestionar, es preguntar y preguntarse, nunca un monólogo. En esa posibilidad de la pregunta, del diálogo, se puede ir ascendiendo desde la doxa a la episteme, desde la mera opinión al conocimiento. Nuestro querido profesor de la Uned, Emilio Lledó nos hacía leer con mucho acierto su obra la memoria del Logos, en él nos hablaba del pensamiento de la memoria. Un pensamiento contra la desmemoria, contra los hombres mudos o enmudecidos, posiblemente a causa de la privatización del lenguaje. Muchos sólo saben recibir el conocimiento, y a veces, aunque hablen, nada tienen que decirse. Llédó buscaba una paideía, que devolviera el lenguaje a las personas y el significado de las palabras, de rescatar la memoria de los que secuestran el lenguaje. Con la memoria, recuperamos el valor de las palabras y saber así cual es nuestro lugar en el mundo, qué somos y adónde vamos. Somos memoria, no como un almacén de datos, sino en diálogo con el mundo. Karl Rahner, en sus escritos de Teología, nos habla que la verdad del hombre sucede en el diálogo, en el encuentro colectivo de la verdad. Entiende el diálogo, como el esfuerzo de reconocer como propio lo que se presupone común tal y como está dado en el otro; y a la vez el esfuerzo de dejar que el otro reconozca como suyo lo que es común en nosotros. En el acuerdo colectivo del diálogo, se da una autocomprensión refleja, un momento en el todo de la autoposesión personal-espiritual del hombre, desde cuya plenitud histórica, podemos alcanzar, tal vez sólo con los dedos, casi rozando, esa realidad que llamamos Dios. ¡Cuántos monólogos en nuestro mundo! ¡Nadie quiere escuchar al otro! ¡Perdón! Permítanme unas palabras sobre esta mirada de Ulises.
Séneca
A pesar que el estoicismo era muy importante en Tarso, Pablo no construye sobre el pensamiento estoico, su concepción es esencialmente hebrea. Pero fue la corriente filosófica más importante y más activa. Si queremos entender el mundo en el que Pablo vivió, debemos acercarnos a él, ya que fue un hombre de su tiempo. No se apartó del mundo, se encontró de pleno en esa realidad, a veces incluso, con violencia. Realizó numerosos viajes, atravesó varias veces el Mediterráneo y en sus recorridos no sólo se encontró con diferentes corrientes filosóficas, también con movimientos religiosos, como los cultos de las ciudades griegas, o las religiones mistéricas y orientales.
Los estoicos, son los filósofos de la Stoa, es decir, del Pórtico, son los discípulos y sucesores de Zenón de Citio, que enseñaba filosofía en los primeros años del siglo III a.C., en el Pórtico Pintado (Poikilé Stoa) de Atenas. Esté pasó a Roma, donde tendrá una importante acogida. Posidonio en el siglo primero a. C., lo rehabilitará y le dará un impulso, con lo que supone un renacer, siendo el pensamiento más significado de la intelectualidad romana. Podemos encontrar ese pensamiento en el filósofo Séneca, contemporáneo de Pablo.
Séneca era cordobés, su padre era profesor de oratoria. Séneca, nos recordaba Ángel Ganivet, es español por esencia. Séneca, según María Zambrano, era un mediador entre la vida y el pensamiento, entre el alto logos de la filosofía griega y la vida menesterosa y humilde. Los estoicos no recurren a esa filosofía tan elaborada de Platón y Aristóteles, sino a otra más reducida, más conveniente. Ellos vivían algo más parecido a una religión, que a una corriente filosófica. Además de Séneca, tienen un lugar privilegiado en esta corriente, junto con Cicerón y Marco Aurelio, siendo leídos y estudiados hasta el siglo XVIII.

Teatro de Hierápolis

Estaban convencidos de que el universo puede ser reducido a una explicación racional, y que él mismo es una estructura organizada. La posibilidad que posibilita al hombre para hablar, pensar, proyectarse, que denominaban logos, estaba integrado en esa estructura del universo. Así, el individuo comparte en esencia esa propiedad de la Naturaleza cósmica, que abraza todo lo existente. Todo está tan relacionado, según los estoicos, que es posible establecer una racionalidad, un logos que posibilite al hombre a vivir de forma plena en unidad con la Naturaleza.
El hombre virtuoso, para Séneca es el que participa de la vida política, pero en un imperio, en la tiranía del poder imperial, lo mejor es retirarse a la vida privada (otium). El mayor de los bienes, según el estoicismo, es vivir según la naturaleza. Pero para Séneca, en su obra De otio, la naturaleza nos engendró para la contemplación y para la acción. Retirándose de la vida política se centra en la ciudad común, se convierte en director espiritual y diseña estrategias para dominar las pasiones.

Séneca fue un escritor extraordinariamente dotado, siempre me gustó su obra De brevitae vita, una meditación sobre la brevedad de la vida. Aunque el centro de la discusión no trata de que la vida sea breve, sino qué hacer con ella y en ella. Se trata no de vivir, sino de aprender a vivir, en ello hay que invertir tiempo y requiere toda una vida. El hombre ocioso, emplea el tiempo en sí mismo, los “ocupados” son los que invierten en la vida política. Pero el que emplea el tiempo en sí mismo, el verdadero ocioso, está libre para la sabiduría. Ésta, no es una erudición inútil, tiene una dimensión interior, privada, y pública, siempre que sirva a los demás. Sólo el sabio se convierte en persona virtuosa, ya que se crece en las adversidades, no importa el qué, sino como lo soportes. Superar las pasiones, ahí está la virtud, se consigue con el autocontrol o “ataraxia”, que da lugar a la serenidad del alma, interviniendo en ello la razón.
Boecio en el siglo VI, será realizará la síntesis entre estoicismo y cristianismo. En prisión y entre torturas, escribió su consolación de la filosofía, donde muestra que por medio de la razón, se puede alcanzar la paz del alma. En Spinoza, Pascal, Kant, se pueden encontrar huellas de la moral estoica, con vistas a la consecución de la sabiduría o de la felicidad.
 
Biblioteca de Celso, Éfeso
“¿Vivimos una hora semejante? Cuando Séneca vivía, el hombre era demasiado rico y demasiado pobre; demasiado sabio, lo suficiente para andar perdido en sus saberes. Pero más que perdido, diríamos que andaba despegado. Y más que despegado, desamparado.” Séneca vuelve sencillamente porque le hemos buscado, y no por la genialidad de su pensamiento, ni por nada que tenga que ofrecer al audaz conocimiento de hoy. Vuelve porque le hemos descubierto como en un palimpsesto debajo de nuestra angustia, vivo y entero bajo el olvido y el desdén.
                                                                 Zambrano, María, “El pensamiento vivo de Séneca”

Mystrás, foto de Juan Carlos Velasco

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