El viernes se publicó la noticia,
aunque era un secreto a voces, hay nuevo Párroco en la Purísima. Pero no, eran
de nuevo dos, Antonio Matilla y Policarpo Díaz. La Parroquia pasa a ser una
“Unidad Pastoral”, constituida por las Parroquias de San Martín, San Sebastián
y La Purísima. Se inicia una nueva etapa, en las personas y en el modelo de
Parroquia, son los nuevos tiempos y las nuevas necesidades. Después de un
proceso de cinco meses, el 26 de mayo de 1887, se crea en Salamanca la nueva
Parroquia de la Purísima, fundiendo en ella la de San Benito y la de San Blas,
que quedaron como iglesias filiales junto con la de Santa María de los
Caballeros. Su primer responsable y párroco se llamaba Gaspar Jiménez Repila,
que estará al frente de la comunidad hasta 1911. José Manuel llegó a la
Parroquia en el año 1967 y Fructuoso en el año 1973, juntos han estado cuarenta
y un años al frente de la comunidad. Toda una vida, toda una trayectoria de
buen hacer, de fruto, de trabajo, de anuncio de la Buena Noticia de Dios. Para
mucho de sus feligreses, como a mí, nos cuesta separar nuestra vida personal,
con la vida de la Parroquia en esos años. A mis 52 años, allí realicé todos mis
sacramentos de iniciación cristiana, mi matrimonio y he estado 34 años de
catequista. Yo no podría contar mi vida sin la Parroquia, con muchos rostros y
personas, entre ellos Fructuoso y José Manuel. Cada uno de vosotros tenéis
vuestro quehacer y personalidad, creatividad, seriedad, calidad en el trabajo,
siempre teniendo en cuenta no sólo el evangelio, sino la realidad que nos
movemos, con sus amplísimos conocimientos bíblicos y de la cultura actual.
A veces, a uno no le salen las
palabras, y lo primero que fluyen son los sentimientos. Haciendo memoria, son
muchos años con vosotros y con la comunidad y por lo tanto, muchas las
experiencias vividas y compartidas. Todas ellas fluyen en todas las direcciones
y es difícil detenerlas para hacer memoria, no sé si el tiempo es ese médico
sabio que cura y da serenidad y asume todo el pasado en el presente para proyectar el futuro. O más bien, un hechicero
que no cura, sino que infecta, y que deposita en el fondo del ser todo el dolor
existencial. O una mixtura de ambas cosas. Mi corazón está entre el médico y el
hechicero, algo así como una diferencia emocional y existencial, aunque también
recuerdo aquellas palabras de Pablo, todo
esto estará claro el día en que Dios, por medio de Jesucristo, juzgará lo que
está oculto en la vida de los hombres. Estoy dando muchos rodeos, para
expresar un profundo cariño acumulado durante muchos años, un Cáritas que nos
hace ir hacia los otros y Él. Un cariño a veces a empujones, otras como un
susurro paciente, como aquella imagen de las huellas en la playa, llevándonos
en nuestra pequeñez, casi en vuestros propios brazos.
No puedo por menos de pensar en la
Jubilación, ¿realmente cesará vuestro afán por la Misión del Reino? ¿Es cierto
que en la comunidad estará de responsable otro Pastor, pero no es menos cierto,
que formáis parte de la comunidad? ¿Cómo puede uno jubilarse de la familia?
¿Cómo puede uno jubilarse de anunciar la fe? No. ¿Cuál es el lugar de un cura
jubilado, me pregunto? Me vienen a mi corazón tantos recuerdos y conociendo
vuestro espíritu me resulta difícil contestar a esta pregunta. Recuerdo
aquel salmo: “en la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso", aunque
estaréis sin jurisdicción parroquial, no cesará vuestro anhelo por anunciar la
Buena Noticia del amor de Dios, de seguir gritando con alegría y humildad el
júbilo de vuestro corazón y sobre todo, de ser sacerdotes. Uno no se jubila de
su identidad, ni de su dinámica vital, ni de vuestra sabiduría, de vuestras
reflexiones, de vuestra lucidez, de vuestra palabra,….
Haciendo memoria, cuántos júbilos
hemos disfrutado, desde la comunión en determinadas celebraciones o actividades
como peregrinaciones, campamentos (¡ah! ¡los campamentos, donde estarán!),
convivencias, catequesis, eucaristías y comidas en común. Esa fuerza de la
comida en común habla de un Reino que está en medio de nosotros y a la vez nos
transciende, sí, hemos vivido y compartido muchos momentos de júbilo. Leí una
vez a Pedro Casaldáliga que nuestra
memoria bien vivida es nuestra esperanza bien cimentada. Ese tesoro pasado
decía Ranher es la libertad del futuro. Gracias.
Os quiero felicitar y agradecer estos
estos años de acompañamiento, de ánimo, de fuerza, de cariño, de anuncio de la
fe, de celebración, de construcción de la comunidad, de intentar transmitirnos
compasión y verdad a Jesús y a descubrir en el misterio a Dios. También pediros
perdón de todas mis rebajas, mis debilidades, de los momentos de decepción,
cabezonería, cerrazón, de mis egoísmos u otra cosa que os hubiera ofendido o a
la comunidad. Un beso y un abrazo muy grande y sigo cerca de vosotros para lo
que necesitéis. Quisiera terminar con un poema de Antonio Colinas, es el número
XXVII de sus “Llamas en la morada”, de su último libro Canciones para una música silente. GRACIAS
Sólo quisiera
escribir mis palabras con silencios:
escribir el poema sin palabras.
Sólo quisiera
musitar el poema
como plegaria del silencio
en el silencio.