jueves, 11 de septiembre de 2014

El Evangelio es el mensaje más hermoso que tiene este mundo. Semana de Pastoral




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La semana que viene se inicia el curso en la Diócesis de Salamanca, el inicio llega siempre con la “Semana de Pastoral”, este año tendrá lugar la octava edición que se celebrará, del 15 al 20 de septiembre. El  hilo conductor será la Alegría del Evangelio, la primera exhortación apostólica del papa Francisco, que se dio a conocer al terminar el año de la fe. El texto que trasmite la idea que El Evangelio es el mensaje más hermoso que tiene este mundo, es un documento que habla del espíritu misionero y evangelizador de la iglesia, de la inclusión social de los pobres y de la paz y el diálogo social. En ella el papa Francisco nos recuerda que la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento
Siguiendo al teólogo Olegario González de Cardedal, “Los vuelcos en la Iglesia De Ratzinger a Bergoglio” (Veritas nº 30, marzo 2014)  la exhortación, se dirige a la iglesia en su doble nivel: en cuanto comunidad de fe y en cuanto institución de este mundo. La invita a un despertar y a una conversión misionera (I Parte), a un compromiso comunitario con el mundo (II Parte), a anunciar de nuevo el evangelio como constituyente del pueblo de Dios y su gran tesoro (III Parte), a recuperar la dimensión social de la evangelización (IV Parte). Don Olegario afirma, que en el centro del pensamiento de Ratzinger estaba Dios, en el cristianismo, en la preocupación por el lugar de la fe en la conciencia crítica que la pone bajo sospecha, en la dificultad o gozo de rezar el Credo con honestidad intelectual por quienes han pasado por la Ilustración y la modernidad. Bergoglio, da por supuesto el Credo y los dogmas, quiere ir más allá, quiere mirar a los hombres concretos, subraya la misericordia, reclama el testimonio de la caridad, recuerda a la iglesia su obligación de revivir el ejemplo de Jesús buen samaritano para con los hombres caídos levantándolos del suelo y curándolos, sin antes preguntarlos ni exigirles nada, anteponiendo así la acción de la misericordia a los postulados de la moral, a las exigencias del dogma…
José Ignacio González Faus, comentando en Vída Nueva (Tres miradas a “Evangelii Gaudium”), afirma que la exhortación trata de una oferta, de un anuncio que yo también considero el más hermoso que he recibido: la revelación del amor increíble de Dios a los hombres, visibilizado en el envío y la entrega de Su Hijo. Para él, el hilo conductor de todo el texto es la igualdad o la equidad de todos los seres humanos, para ello menciona de una manera directa a los pobres y los desórdenes económicos. Pero todo ello necesita de una verdadera experiencia espiritual que tenga en cuenta el valor absoluto de cada persona, junto a la fuerza que suele brotar de toda mística auténtica.
En la misma revista, Rovira Belloso, profesor emérito de la Facultad de Teología de Cataluña, centraba su comentario, en que la exhortación se presenta como un auténtico programa del papa Francisco. Este programa pone de relieve, la renovación eclesial coincide con una Iglesia que escucha a fondo el Evangelio de Jesús y, por tanto, es fiel a su misión evangelizadora. Se habla de una Iglesia abierta y misericordiosa, de una colegialidad abierta y sinodal y sobre todo, de una parroquia, “en contacto con los hogares y con la vida del pueblo”, para que “no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en grupo de selectos que se miran a sí mismos”.
En el mismo pliego de Vida Nueva, Luis González de Carvajal, subraya que la barca de Pedro abandona el puerto y se sale a la mar abierta, utilizando la parábola de Joseph Bouchaud, ante la elección del papa Juan XXIII. El programa del papa Francisco es, en esencia, una pastoral misionera; y una pastoral misionera no espera a que la gente visite el barco, sino que va a buscarla allá donde esté. Nos presenta, una iglesia con rostro amable y acogedor para los que suban a bordo, de puertas abiertas. Dice el teólogo, que a veces nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores, la iglesia no es una aduana, es la casa del Padre. Subraya la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio. Sin renunciar a la verdad, esta misericordia se debe llevar a todos los lugares de la vida, desde el trato con persona fuera de la iglesia, al confesionario, desde las debilidades propias a los alejados.
La semana de pastoral se estructura en torno a una serie de conferencias de lunes a Jueves: Orar con Evangelii Gaudium”, Dirige D. José María Gil Tamayo, Secretario de la Conferencia Episcopal Española. Lectura bíblica de Evangelii Gaudium, Dª Carmen Yebra Rovira, Profesora de Sagrada Escritura, Fac. de Teología, UPSA. La renovación de la Iglesia en Evangelii Gaudium, Mons. Santiago Agrelo Martínez, Arzobispo de Tánger. Una Iglesia que sirve a la humanidad. Lectura de Evangelii Gaudium, D. José Manuel Sánchez Romero, Prof. Moral Social, Facultad Teología, UPSA. El viernes se presenta una mesa redonda, De nuestro Sínodo Diocesano a Evangelii Gaudium: 25 años de la vida de la Iglesia. Participan: D. Joaquín Tapia, sacerdote diocesano; M. Aurora Arregui, religiosa Clarisa; D. Antonio Samaniego, laico; D. Javier González, laico;  Dª María Paz Cuadro, laica. Modera: D. Roberto Ruano, Delegado diocesano de Medios de Comunicación Social. Además de estas actividades, todas ellas abiertas a todo el público, habrá, Comunicaciones simultáneas (es necesario apuntarse), una de ellas estará dirigida y coordinada por el obispo, don Carlos López;  una representación teatral;  una Vigilia de oración  y una comida en común.
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Monseñor Santiago Agrelo, Arzobispo de Tanger.
De todos los conferenciantes, todos ellos muy interesantes, quisiera subrayar a uno de ellos, a Monseñor Santiago Agrelo Martínez, Arzobispo de Tánger y más conocido como el arzobispo de los emigrantes. Es una cuestión de cariño y afinidad, además compartimos la presencia en las tierras Bercianas, muy queridas para mí.
Mujeres acompañadas por sus hijos y emigrantes errantes, procedentes de toda África, hacen cola en la delegación de Cáritas que los franciscanos tienen en Tánger, para recibir comida y medicamentos. El dolor de la desesperación de estas personas que buscan una oportunidad mejor, es el eco que todos los días escucha Monseñor Santiago Agrelo desde su despacho situado en el primer piso de la delegación. Acaba de cumplir en junio 72 años, nació en Galicia, en Rianxo, realizó el noviciado en el convento de San Francisco de Santiago, y allí también realizó su profesión solemne. Tenía por entonces sólo 21 años. Estudió Filosofía en el Centro de Estudios que los franciscanos tenían en Ponteareas, Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, y fue ordenado sacerdote en el año 1966. En los años siguientes completó su formación especializándose en Liturgia en el Pontificio Ateneo Anselmiano de Roma. Monseñor Agrelo, siempre ha combinado lo teórico y lo práctico, ha sido profesor de Liturgia en el Instituto Teológico Compostelano, ha escrito numerosos artículos y diferentes libros. Pero también se ha dedicado y mucho, a la actividad pastoral, desde 1998 hasta que fue nombrado Arzobispo en el año 2007, llevó hasta 25 parroquias en el Bierzo, desde el Cebreiro y Piedrafita a Vega de Valcarce, donde tenía su residencia. Monseñor Agrelo busca según sus palabras, que nuestra presencia sea significativa para el mundo islámico. Para que, al vernos, puedan decir: “debe valer la pena ser cristiano”. Una presencia difícil, en unas sociedades donde está prohibido hacer cristianos y hay una auténtica falta de libertad religiosa y de conciencia. Existe libertad de culto, en iglesias casi escondidas, pero no hay libertad religiosa.
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Monseñor Santiago Agrelo, en su despacho
Monseñor Santiago Agrelo, ha participado la semana pasada en el “Congreso de la Asociación de Teólogos Juan XXIII” del 4 al 7 de septiembre, junto al obispo Pedro Casaldáliga. En él subrayó la necesidad de romper las ideologías y dar paso al evangelio, a Jesús. Estar con vosotros, es poder caminar juntos, de buscar juntos. Estoy convencido de que nadie en la Iglesia ignora la verdad expresada en el dicho: "Ecclesia semper reformanda". La reforma de la Iglesia, siempre necesaria, siempre buscada, siempre pedida, no se podrá hacer si no es junto a los pobres, si no es con los pobres, si no es en humildad y pobreza, si no es recorriendo el camino del que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza. Una y otra vez necesito recordar el pasaje que Jesús leyó en la sinagoga de Nazaret: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor”. Se me ha dado un evangelio para los pobres; si olvidase a los pobres, no sabría qué hacer con el evangelio. Se me ha dado un evangelio de luz para los ciegos; si me olvidase de los ciegos, olvidaría también que el evangelio es luz. Se me ha dado un evangelio de libertad para los oprimidos; si me olvido de los oprimidos, olvidaré que el evangelio es libertad. Se me ha dado un evangelio de gracia para los pecadores; si me olvido de los pecadores, olvidaré que el evangelio es gracia.
Ya nadie sabía qué hacer, qué palabra
decir. No quisimos romper el silencio.
Entraba la luz, nos llegaba la luz.
Pero nadie sabía qué hacer, qué palabra
decir. Cada uno miraba sus manos,
cada uno tenía sus manos mojadas de sombra.
Arriba en la abierta ventana, de cara al poniente,
seguía él mirando.
Ya nadie sabía qué hacer, qué palabra
decir. Nadie quiso mirarle la frente dorada
donde pronto la luz, como un zumo de fruta,
se haría violeta.
Cada uno miraba sus manos.
Cada uno sabía que él pronto vendría
con la tarde en los ojos abiertos
y en sus labios, temblando, la bella palabra.
Arriba en la abierta ventana,
de cara al poniente, seguía él mirando.
Y ya nadie sabía qué hacer, qué palabra
decir, de qué modo anhelar,
cómo hablar sin romper antes que él el divino silencio.
José Hierro, Interiores
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