Walter
Benjamin
En un
comentario sobre la reflexión que realicé en este blog sobre la esperanza y la
misericordia, un querido amigo, subrayando su pesimismo, comentaba para qué
sirve la filosofía, y sobre todo la pregunta se prolongaba a qué habían
realizado los filósofos, que no habían podido parar la barbarie del siglo
XX. Pero quién pudo parar la barbarie, en un siglo que el historiador
británico Hobsbawm, denominó el siglo XX como “la época de la guerra total”.
Precisamente fueron los filósofos los que dieron la voz de alarma, ante la
barbarie de esta guerra total, fría o caliente, podemos denominarlos los “avisadores
de la Historia”. El pensador Reyes Mate ha preferido la expresión “los
anunciadores del fuego” pensadores que supieron leer en su tiempo signos de
la catástrofe venidera. No eran profetas sino finos analistas. “Avisadores del
fuego” es una expresión utilizada por Walter Benjamin, con ella designa a
quienes avisan de catástrofes inminentes para impedir que se cumplan.
Siguiendo a
Michael Löwy, la barbarie moderna podía tener estas características:
Utilización de medios técnicos modernos. Industrialización del asesinato.
Exterminación en masa gracias a tecnologías científicas de punta.
Despenalización de la masacre. Eliminación de poblaciones enteras, hombres y
mujeres, niños y ancianos, con el menor contacto personal posible entre quienes
toman la decisión y las víctimas. Gestión burocrática, administrativa, eficaz,
planificada, "racional" (en términos instrumentales) de los actos bárbaros.
Ideología legitimadora de tipo moderno: "biológica",
"higiénica", "científica" (y no religiosa o
tradicionalista). Estas características se adaptan a la perfección a los
Estados totalitarios del siglo XX, tanto de derechas como de izquierdas,
donde el poder, que debería canalizar la civilización y la violencia, destapó
la cara más horrenda de la Historia. Las cuatro masacres que encarnan de la
forma más acabada la modernidad de la barbarie son: el
genocidio nazi contra los judíos y otros grupos, la bomba atómica en Hiroshima,
el gulag estalinista y la guerra norteamericana en Vietnam.
Estos
avisadores de la historia, pensadores y filósofos que dan la voz de alarma de
la barbarie que se avecina, tienen nombres muy conocidos. Resyes Mate se centra
en tres nombres: Franz Kafka, Walter Benjamin, Franz Rosenzweig. Hannah Arendt,
en sus escritos hombres en tiempos de oscuridad, amplia la lista a un
amplio abanico de pensadores: Rosa de Luxemburgo, Angelo Jiuseppe Roncalli,
Karl Jaspers, Isak Dinesen, Hermann Broch, Bertolt Brecht, Waldemar Gurian,
Randall Jarrell. Yo personalmente, incluiría en ese listado a la propia Hannah
Arendt, o a E. Bloch. Pero centrémonos en cuatro de estos pensadores.
Rosa
Luxemburgo rompe con
el concepto, de origen burgués adoptado por la Segunda Internacional, de
considerar la historia como progreso irresistible, inevitable,
"garantizado" por leyes "objetivas" del desarrollo
económico o de la evolución social. Rosenzweig denunció en el
“idealismo” de la filosofía que viene desde Jonia y llega hasta Jena la
tendencia a un totalitarismo que la convertía en potencialmente en una
“ontología de la guerra”. Benjamin dejó constancia de la ambigüedad radical del
concepto de progreso, tan fundamental para el pensamiento ilustrado. La
barbarie, en general, y el fascismo, en particular, no son lo opuesto al
progreso sino una de sus posibilidades. Esa fatal posibilidad es, para la
víctima, la norma. Kafka capta anticipadamente la reducción fascista del
hombre, donde el individuo pierde todo el valor y sólo queda reducido a mera
expresión de poder. Ve que la mitificación de la Humanidad, enmascara la
animalización del ser humano. En ese mundo, cada hombre está a solas con su
cuerpo vulnerable.
Hannah
Arendt
A la
banalización del mal, que nos recordaba Hannah Arendt, suele suceder la banalización
del conocimiento y del pensamiento. La memoria, en cuanto memoria de las
víctimas y del sufrimiento, no viene a banalizar la teoría, sino a poner de
manifiesto, que es banal sino se piensa lo impensado. En ello insistía
mucho el filósofo Adorno. Por eso, la memoria, no debe quedar al margen del
conocimiento, sino que debe funcionar como un resorte para activar la
resistencia activa. Es por lo tanto, una razón anamnética, que se deja
determinar por el sufrimiento ajeno, en palabras de J. B. Metz, sería una memoria
passionis. La memoria, no estaría a medio camino entre conocer y
comprender. La memoria es conocimiento y saca a éste de la banalización
absoluta en las que ha caído en manos de corrientes ideológicas como el
positivismo, el idealismo o la razón instrumental. Parece que en nuestras
sociedades, todo tiene que servir para algo, sino es así se deshace y pierde
valor, hasta la vida de una persona, como se ve en las dichosas fronteras del
mundo.
La
catedrática de ética Victoria Camps, intentando responder a la pregunta, para
qué sirve la filosofía, piensa que los filósofos tienen una función que
cumplir en la sociedad desespiritualizada en la que vivimos. La función de
distanciarse de la realidad para pensarla, intentar entenderla y, si cabe,
juzgarla. Es cierto, esto lo pueden hacer otras ciencias, pero la filosofía
aporta una visión global, sobre todo cuando otras ciencias lo han declarado
como irresoluble o implanteable. Vivimos en una sociedad compleja y
globalizada, donde los problemas aparecen en cualquier esquina del mundo. El
pensar del filósofo es modesto, aporético para utilizar la terminología
precisa, que lleva a veces, pero no siempre, a callejones sin salida. De ahí la
indiferencia de otros, más seguros de su ciencia y saber, sobre todo en una
época donde lo que se valora, por encima de todo, es la productividad, la
eficacia y la rentabilidad económica. Esta razón instrumental amenaza los
valores de los individuos y de las sociedades y los criterios para distinguir
lo que se debe de lo que no se debe hacer, lo que es prioritario de lo que es
secundario. Pero el pensar filosófico no es dar respuestas, sino hacer
preguntas, incluso desde la perplejidad, a pesar que muchas de ellas no tengan
respuesta. Sólo desde aquí se puede sobrevivir a una sociedad que destruye todo
lo que no es útil, un capitalismo salvaje que quiere reducir todo a un
pensamiento único. Leer y el pensar supone un caminar despacio, lento, donde
hay espacio para la reflexión e incluso para la crítica. Una sociedad de la
eficacia, no puede permitirse un consumidor lento y menos el pensar del
filósofo.
Vosotros que
surgiréis de la corriente
En que nosotros perecimos,
Recordad
Cuando habléis de nuestras flaquezas
También el tiempo oscuro
Del que habéis escapado.
En que nosotros perecimos,
Recordad
Cuando habléis de nuestras flaquezas
También el tiempo oscuro
Del que habéis escapado.
Porque
íbamos, más a menudo que de
Calzado, cambiando de países
Por las guerras de clases, desesperados
De hallar, sin indignación, solo injusticia.
Calzado, cambiando de países
Por las guerras de clases, desesperados
De hallar, sin indignación, solo injusticia.
Y sin
embargo sabemos:
También el odio contra la bajeza
Desfigura los rasgos.
También la rabia por lo injusto
Pone las voces roncas. Ay, nosotros
Que queríamos preparar el suelo para el
Amable vivir,
Nosotros no pudimos ser amables.
También el odio contra la bajeza
Desfigura los rasgos.
También la rabia por lo injusto
Pone las voces roncas. Ay, nosotros
Que queríamos preparar el suelo para el
Amable vivir,
Nosotros no pudimos ser amables.
Vosotros,
empero, cuando haya llegado
La hora
De que el hombre ya no sea lobo del
hombre
recordadnos
con indulgencia.
La hora
De que el hombre ya no sea lobo del
hombre
recordadnos
con indulgencia.
Bertolt
Brecht, A la posteridad
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