En la anterior entrada del blog, hemos intentado subrayar,
humildemente, alguna información sobre el lugar de nacimiento de Pablo. Estas reflexiones del blog, no quieren ser un
discurso impositivo desde la seguridad del conocimiento, es más bien un saber
frágil. Es una búsqueda, no damos nada por concluido, somos conscientes que a
pesar de toda la información que tenemos, no es ésta el saber, sino lo que
podemos captar en nuestra consciencia individual. Es el diálogo con el mundo,
con el conocimiento, con la búsqueda interior de Dios, con el otro, es lo que
nos hace poner los pies en la tierra. Así nos lo recordaba Platón, que todo logos,
es diá-logos. Toda búsqueda del saber, es en parte cuestionar, es preguntar y
preguntarse, nunca un monólogo. En esa posibilidad de la pregunta, del diálogo,
se puede ir ascendiendo desde la doxa
a la episteme, desde la mera opinión
al conocimiento. Nuestro querido profesor de la Uned, Emilio Lledó nos hacía
leer con mucho acierto su obra la memoria
del Logos, en él nos hablaba del pensamiento de la memoria. Un pensamiento
contra la desmemoria, contra los hombres mudos o enmudecidos, posiblemente a
causa de la privatización del lenguaje. Muchos sólo saben recibir el
conocimiento, y a veces, aunque hablen, nada tienen que decirse. Llédó buscaba una paideía, que devolviera el lenguaje a
las personas y el significado de las palabras, de rescatar la memoria de los
que secuestran el lenguaje. Con la memoria, recuperamos el valor de las
palabras y saber así cual es nuestro lugar en el mundo, qué somos y adónde vamos.
Somos memoria, no como un almacén de datos, sino en diálogo con el mundo. Karl Rahner,
en sus escritos de Teología, nos
habla que la verdad del hombre sucede en el diálogo, en el encuentro colectivo
de la verdad. Entiende el diálogo, como el esfuerzo de reconocer como propio lo
que se presupone común tal y como está dado en el otro; y a la vez el esfuerzo
de dejar que el otro reconozca como suyo lo que es común en nosotros. En el
acuerdo colectivo del diálogo, se da una autocomprensión refleja, un momento en
el todo de la autoposesión personal-espiritual del hombre, desde cuya plenitud
histórica, podemos alcanzar, tal vez sólo con los dedos, casi rozando, esa
realidad que llamamos Dios. ¡Cuántos monólogos en nuestro mundo! ¡Nadie quiere
escuchar al otro! ¡Perdón! Permítanme unas palabras sobre esta mirada de
Ulises.
|
Séneca |
A pesar que el estoicismo era muy importante en Tarso, Pablo
no construye sobre el pensamiento estoico, su concepción es esencialmente
hebrea. Pero fue la corriente filosófica más importante y más activa. Si
queremos entender el mundo en el que Pablo vivió, debemos acercarnos a él, ya
que fue un hombre de su tiempo. No se apartó del mundo, se encontró de pleno en
esa realidad, a veces incluso, con violencia. Realizó numerosos viajes,
atravesó varias veces el Mediterráneo y en sus recorridos no sólo se encontró
con diferentes corrientes filosóficas, también con movimientos religiosos, como
los cultos de las ciudades griegas, o las religiones mistéricas y orientales.
Los estoicos, son los filósofos de la Stoa, es decir, del
Pórtico, son los discípulos y sucesores de Zenón de Citio, que enseñaba filosofía
en los primeros años del siglo III a.C., en el Pórtico Pintado (Poikilé Stoa) de
Atenas. Esté pasó a Roma, donde tendrá una importante acogida. Posidonio en el
siglo primero a. C., lo rehabilitará y le dará un impulso, con lo que supone un
renacer, siendo el pensamiento más significado de la intelectualidad romana.
Podemos encontrar ese pensamiento en el filósofo Séneca, contemporáneo de Pablo.
Séneca era cordobés, su padre era profesor de oratoria.
Séneca, nos recordaba Ángel Ganivet, es español por esencia. Séneca, según
María Zambrano, era un mediador entre la vida y el pensamiento, entre el alto
logos de la filosofía griega y la vida menesterosa y humilde. Los estoicos no
recurren a esa filosofía tan elaborada de Platón y Aristóteles, sino a otra más
reducida, más conveniente. Ellos vivían algo más parecido a una religión, que a
una corriente filosófica. Además de Séneca, tienen un lugar privilegiado en
esta corriente, junto con Cicerón y Marco Aurelio, siendo leídos y estudiados hasta el
siglo XVIII.
|
Teatro de Hierápolis |
Estaban convencidos de que el universo puede ser reducido a
una explicación racional, y que él mismo es una estructura organizada. La
posibilidad que posibilita al hombre para hablar, pensar, proyectarse, que
denominaban logos, estaba integrado
en esa estructura del universo. Así, el individuo comparte en esencia esa
propiedad de la Naturaleza cósmica, que abraza todo lo existente. Todo está tan
relacionado, según los estoicos, que es posible establecer una racionalidad, un
logos que posibilite al hombre a vivir de forma plena en unidad con la
Naturaleza.
El hombre virtuoso, para Séneca es el que participa de la
vida política, pero en un imperio, en la tiranía del poder imperial, lo mejor
es retirarse a la vida privada (otium). El mayor de los bienes, según el
estoicismo, es vivir según la naturaleza. Pero para Séneca, en su obra De otio, la naturaleza nos engendró para la
contemplación y para la acción. Retirándose de la vida política se centra en la
ciudad común, se convierte en director espiritual y diseña estrategias para
dominar las pasiones.
Séneca fue un escritor extraordinariamente dotado, siempre me
gustó su obra De brevitae vita, una
meditación sobre la brevedad de la vida. Aunque el centro de la discusión no
trata de que la vida sea breve, sino qué hacer con ella y en ella. Se trata no
de vivir, sino de aprender a vivir, en ello hay que invertir tiempo y requiere
toda una vida. El hombre ocioso, emplea el tiempo en sí mismo, los “ocupados”
son los que invierten en la vida política. Pero el que emplea el tiempo en sí
mismo, el verdadero ocioso, está libre para la sabiduría. Ésta, no es una
erudición inútil, tiene una dimensión interior, privada, y pública, siempre que
sirva a los demás. Sólo el sabio se convierte en persona virtuosa, ya que se
crece en las adversidades, no importa el qué, sino como lo soportes. Superar
las pasiones, ahí está la virtud, se consigue con el autocontrol o “ataraxia”,
que da lugar a la serenidad del alma, interviniendo en ello la razón.
Boecio en el siglo VI, será realizará la síntesis entre
estoicismo y cristianismo. En prisión y entre torturas, escribió su consolación de la filosofía, donde
muestra que por medio de la razón, se puede alcanzar la paz del alma. En
Spinoza, Pascal, Kant, se pueden encontrar huellas de la moral estoica, con
vistas a la consecución de la sabiduría o de la felicidad.
|
Biblioteca de Celso, Éfeso |
“¿Vivimos una hora
semejante? Cuando Séneca vivía, el hombre era demasiado rico y demasiado pobre;
demasiado sabio, lo suficiente para andar perdido en sus saberes. Pero más que
perdido, diríamos que andaba despegado. Y más que despegado, desamparado.” Séneca
vuelve sencillamente porque le hemos buscado, y no por la genialidad de su
pensamiento, ni por nada que tenga que ofrecer al audaz conocimiento de hoy.
Vuelve porque le hemos descubierto como en un palimpsesto debajo de nuestra
angustia, vivo y entero bajo el olvido y el desdén.
Zambrano, María, “El pensamiento
vivo de Séneca”
|
Mystrás, foto de Juan Carlos Velasco |