Juan Antonio Mateos Pérez
Se ha escrito mucho estos días
después de los atentados de París, de solidaridad con las víctimas, de la
violencia, del fundamentalismo, de la intolerancia, etc. Pero se ha introducido
en medio de la condena y casi elevándolo al mismo nivel que el derecho a la
vida, la libertad de opinión y de prensa, la blasfemia. Todo un falso dilema,
en el que no me he sentido cómodo, ya que los atentados se han realizado contra
lo más sagrado de la persona y las sociedades, que es el derecho a la vida.
Detrás de toda esta violencia está de nuevo el fundamentalismo. Éste absolutiza
su propia verdad, su religión, su cultura, su sistema económico o político. Un
paso más del fundamentalismo es pretender imponer su propia verdad por la
fuerza. Nadie es único y absoluto, tampoco las religiones y la verdad, puede
ser compartida por todos, incluso por los no creyentes y ateos. Por eso desde
estas páginas queremos hacer un pequeño elogio de la tolerancia.
La
tolerancia consiste en soportad las actitudes y comportamientos de los demás
aunque puedan ir contra lo que consideramos correcto o incluso verdadero.
Tolerar es una virtud cívica, pero también religiosa, política, económica,
epistemológica, etc., muy útil para la ciudadanía y para la convivencia de una
sociedad como la nuestra tan plural y globalizada. Estamos subrayando una
tolerancia activa, el derecho que todos tenemos a expresar nuestras opiniones,
fe, creencias, costumbres y discrepar cuando nos parezca. Pero la tolerancia
activa incluye, el animar a los otros a discrepar, si tienen buenas razones
para ello. En nuestras sociedades plurales y diversas la tolerancia es
necesaria, pero parece imposible de alcanzar. En el plano religioso
la necesidad de tolerancia procede cuando un grupo, estima que otro está
equivocado, equivocación que juzga blasfema, desastrosa y chocante.
El valor de la
tolerancia va muy ligado a la modernidad, sus raíces se encuentran en
Erasmo, Vives, Vitoria, Montaigne, aunque su elaboración más sistemática
aparece por primera vez en Locke en su Carta sobre la tolerancia (1689),
donde hace una defensa de la libertad religiosa. Casi un siglo después, en las
obras de Voltaire son una lucha contra el fanatismo, aunque sus argumentos los
desarrolla en su Tratado sobre la tolerancia (1763). No es una
mera disertación filosófica como Locke, la obra emana del compromiso del
filósofo, para obtener la rehabilitación de un comerciante de tejidos, Jean
Calas, protestante, acusado injustamente de matar a su hijo. Los jueces han
querido complacer a una multitud ignorante y fanática. La tolerancia, antítesis
del fanatismo es el respeto del otro en su diferencia. Para Voltaire en
su lucha contra la intolerancia, exigía emplear la ironía y el humor para poner
de relieve su grotesca incoherencia. Hay que mostrar lo absurdo de los
fanatismos y condenar a un castigo en este o en el otro mundo, a los que
piensan de manera diferente a nosotros.
El filósofo Reyes Mate, nos propone
la obra incomparable de Natán el sabio, de Lessing. Está ambientada en
Jerusalén en tiempos de las cruzadas y los protagonistas son un Saladino, un sultán,
Natán un sabio judío y un Templario cristiano. Quieren la paz y acabar con las
controversias religiosas y la guerra. Cada una de las religiones pretenden la
verdad exclusiva, pero si se plantean las cosas en términos absolutos, la
guerra está servida. Natán responde con un célebre relato, la parábola de
los tres anillos, que circulaba entre los judíos medievales españoles. En
ella Natán propone las dos razones de la tolerancia moderna: Antes que judíos,
musulmanes o cristianos, todos somos hombres, y que nadie posee la
verdad en exclusiva. Es propio del hombre y también del hombre religioso
buscar la verdad, pero no poseerla. En algún sentido, todas las religiones son
verdaderas. Una religión será más verdadera, cuanto más se comprometa con los
derechos humanos, no es el único criterio de verdad, pero es uno de los más
esenciales. Si Dios ama al hombre y lo quiere rehabilitar para elevarlo hasta
su miso ser, es bueno empezar por su dignidad en la tierra.
Queríamos
subrayar otra vía de la tolerancia, nos la proponía Mahatma Gandhi. No le
gustaba la palabra, pero no encontraba otra mejor. Recordemos su lucha desde la
no violencia, que nos enseñaba a respetar la fe del otro y la nuestra,
reconociendo nuestras limitaciones. La búsqueda de la verdad, Gandhi la
relacionaba con la ley del amor. Verdad y no violencia, son como las dos caras
de la misma moneda, aunque la no violencia y el amor son el medio, la verdad es
la meta. La verdad reside en el corazón y allí es donde hay que buscarla,
no podemos obligar a los demás a actuar según nuestra manera de ver la
verdad. Tras la estela del profeta de la no violencia se deslizó Martin Luther
King, en su obra la fuerza de amar, decía que según ahondaba en el
pensamiento de Gandhi, más convencido estaba de la fuerza del amor, llegando a
entender en su profundidad el sentido cristiano del amor. Recordar también en
los años ochenta a Lech Walesa, cuando presidía el sindicato Solidaridad,
cuando decía: Sólo nos oponemos a la violencia negándonos a emplearla…No
tenemos más armas que la verdad y la fe. En Filipinas, América Latina,
Sudáfrica, han demostrado la pervivencia y la eficacia del legado de Gandhi.
Los maestros
de la sospecha nos han enseñado que a veces nuestras creencias se pueden
camuflar con otros intereses económicos, personales, de poder, que no liberan
al hombre de sus ataduras. No podemos organizar el mundo sin Dios, pues sin
Dios, el único final es la nada. Debemos tener valentía para abrirnos a la
razón, pero la misma para reconocer la dimensión religiosa del hombre. Pero, no
podemos organizar un mundo en contra del ser humano, la muerte de Dios
anunciada, tampoco ha puesto al hombre en el centro de la existencia. El no
tolerante rechaza las fatigas de la duda y el ejercicio de la razón crítica y
reniega de la contingencia histórica.
Tal vez, las
caricaturas también nos enseñen el otro lado de las cosas y los posos poco
tolerantes que aun conservamos. Más allá de la regla de oro kantiana, no
quieras para los demás lo que no quieras para ti, está el amor a los enemigos,
la economía del don y lógica de la sobreabundancia. Pero a vosotros que me
escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odien,
bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os injurian… (Lc 6, 27 –
29)
Desconfía de
aquellos que te enseñan
listas de
nombres, números y fechas
y que
siempre repiten modelos de cultura
que son la
triste herencia que aborreces.
No aprendas
sólo cosas, piensa en ellas,
y construye
a tu antojo situaciones e imágenes
que rompan
la barrera que aseguran existe
entre la
realidad y la utopía:
vive en un
mundo cóncavo y vacío,
juzga cómo
sería una selva quemada,
detén el
oleaje de las rompientes,
tiñe de rojo
el mar,
sigue unas
paralelas hasta que te devuelvan
el punto de
partida,
haz aullar a
un desierto,
familiarízate
con la locura
Después sal
a la calle y observa,
es la mejor
escuela de tu vida.
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