"La librería Cervantes ha ocupado gran parte de
la vida cultural de la ciudad en la segunda mitad del siglo XX"
Todos nos hemos sorprendido con la noticia,
posiblemente esperada en una ciudad adormecida en el tiempo: Cervantes cierra.
La mayoría que estamos escribiendo hemos pasado muchas horas buscando y
rebuscando en las estanterías de la librería, saludando, hablando y haciendo
vida cultural. Ya no quedan librerías de fondo y Cervantes te ofrecía un gran
fondo para elegir y encontrar obras no sólo para leer, para preparar artículos,
clases, pequeñas investigaciones, etc. Era un concepto de librería diferente,
propia de mitad del siglo XXI, se podía pasar uno horas tocando las solapas de
los libros, leyendo las contraportadas, escudriñando en los anaqueles altos o
compartiendo las últimas novedades con amigos y conocidos. Decía alguien
que el placer de los libros no sólo es profundizar en su lectura, es sobre todo
físico y eso te lo da el placer del tacto. El libro es un instrumento precioso,
transmisor del saber, la cultura, la imaginación que se debe salvaguardar al
igual que la librería y el oficio de como el librero. La librería sigue siendo
uno de esos lugares que hace habitable la ciudad y que en ella se puede
superar, de alguna manera, el tiempo.
La librería Cervantes ha ocupado gran parte de la vida
cultural de la ciudad en la segunda mitad del siglo XX. Desde sus inicios en la
calle Toro, pasando por la calle Azafranal que es donde la hemos conocido casi
todos, allí se hicieron cargo la familia Sánchez Almeida, luego los hijos
Sánchez Ruipérez procedentes de Peñaranda. Todos ellos, libreros, impresores y
editores, ampliando el negocio familiar con la editorial Anaya, ampliando con
otras importantes empresas editoriales como Cátedra, Alianza, Pirámide,
Barcanova, etc., todas ellas referentes culturales de nuestro país en los
últimos años. Es curioso que el nombre de la librería más antigua de la ciudad,
cierre el mismo año que se conmemora el IV centenario de la muerte de Miguel de
Cervantes, referente cultural para cualquier hispanohablante y efeméride que se
recordará en todo el mundo.
Ahora que vivimos en la Galaxia internet donde tenemos
todo al alcance de la tecla, con los nuevos soportes digitales, se hace difícil
la existencia de una librería tradicional. Un especio no sólo para rebuscar en
las estanterías, sino para hablar e incluso para consultar los boletines de
todo tipo y estar al día. En Cervantes no sólo fuimos comprando los libros del
colegio, del Instituto, de la carrera universitaria, también obras para
preparar las oposiciones y no pocas veces se podía consultar los boletines del
Estado para informarnos de todo tipo de oposiciones del Estado. Es algo extraño
hoy en el nuevo paradigma del libro, de las librerías y de las editoriales.
Allí fuimos comprando y adquiriendo toda una biblioteca personal, a la vez que
fuimos estudiando, leyendo, preparando clases, artículos, etc.
El cierre de Cervantes, no es sólo el de una librería
esencial en la ciudad, tal vez sea el final de una época que nos resistíamos a
que llegara. No sólo se trata de la competencia del libro de papel o el libro
digital, el problema puede ser más hondo, es el del papel del libro en nuestra
cultura. Es posible que ahora no existan tantos lectores, por la competencia de
otras formas de entretenimiento más triviales en una sociedad consumista y
superficial que hace que se pierda el placer por la lectura y el aprendizaje.
Es posible decir, que las editoriales tampoco han sabido crear lectores, bien
por la calidad de esos libros, o bien por la presencia de otros medios
culturales que han relegado el libro a un segundo plano. Lo cierto es que en
nuestro país en los últimos años, se han cerrado una o dos librerías cada día.
Para los salmantinos, Cervantes no es una librería más
que cierra, es parte de nuestro ser cultural de la ciudad, en la que todos
participamos de alguna manera. El saber es un valor. El libro es un valor,
están ligados al capital humano. Cervantes es parte de ese capital del alma, de
ese capital intelectual que busca no sólo pensar, también sentir ya que nuestra
ser y nuestra sociedad tiene necesidad de humanidad. Comentaba nuestro poeta
Juan Ramón Jiménez, No es necesario leer todos los libros, no todo un libro,
sino leer de todos los libros.
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