martes, 28 de junio de 2016

La frágil dignidad humana

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Juan Antonio Mateos Pérez

SALAMANCArtv al DÍA 

 

Haz de la religión un arma inaccesible para los que indebidamente se apoderan de ella y cuyo propósito es utilizar la religión para fines propios.
Ali Shariati

Todas las religiones tienen el mismo potencial para desarrollar versiones de teologías progresistas y liberadoras, capaces de integrarse en las luchas contrahegemónicas en contra de la globalización neoliberal.
Boaventura de Sousa Santos

Escribimos estas líneas en el “Día Mundial de los Refugiados”, un necesario recuerdo a pesar que las instituciones europeas viven de espadas a esta realidad trágica. Un día para hacer visible esta realidad, aunque las ONGs del mundo, así como los Medios de Comunicación, han venido denunciando la ausencia de ayuda y cierre de fronteras, dónde miles de personas se desplazan huyendo de una muerte segura buscando un lugar de paz y acogida para ellos y sus hijos. En este 2016, cada día para muchos ciudadanos, ha sido el día de los refugiados, que ven impotentes como las instituciones europeas siguen con su política de disuadir a estas personas en vez de darles la protección y la ayuda que necesitan. Una política vergonzosa que descansa sobre un pacto entre la CEE y el gobierno de Turquía, donde a cambio de fuertes sumas de dinero y que los ciudadanos turcos viajen a Europa sin visado, se comprometieron frenar y a recoger a los refugiados expulsados. Así están las cosas en Europa, la pregunta es qué pasará en Kenia y en los numerosos campos de refugiados de la pobre África.
Llevamos cinco años de horror en Siria y la comunidad internacional no se ha tomado en serio la protección de la población civil. Se pide desde los diferentes organismos de ayuda como Amnistía Internacional (AI), Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), Save the Children y Oxfam Intermón, que tomen medidas para acabar con la impunidad por los crímenes de guerra y lesa humanidad cometidos por ambas partes del conflicto. Las cifras abruman si pensamos que detrás de ellas hay personas que sufren, 250. 000  han perdido la vida, más de 11 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus casas. Unas 500.000 personas están sitiadas dentro de Siria, subrayamos también la utilización de la tortura masiva (el día 26 de junio es el Día Internacional contra la Tortura), crímenes de guerra, así como el desplazamiento de cientos de personas hacia Europa y otros países, nunca visto desde la Segunda Guerra Mundial.
En España hay 16.400 peticiones de protección internacional pendientes de resolución, en el 2015 lograron el estatuto de refugiado sólo 220 personas y en el 2014 no concedió por razones humanitarias el estatuto a ninguna persona. Los acuerdos de nuestro país con la CEE, donde se comprometía para este año a la acogida de cerca de 16.000 refugiados no se ha cumplido, la pregunta es ¿dónde están estos refugiados? Parece un insulto a la conciencia, ya que se trata de humanidad y justicia. Los diferentes ONGs españolas promueven la campaña Hospitalidad, basada en una cultura de solidaridad e inclusión con las personas inmigrantes y refugiadas. Piden alzar la voz y pedir a los representantes políticos protección y acogida YA. En diez puntos recogen la petición, subrayando que salvar vidas debe ser prioritario, así como abrir vías legales y seguras para dar alternativa a las personas refugiadas e impedir el negocio lucrativo de las mafias, cumplir la reubicación, hacer efectivo el reasentamiento, conceder asilo, respetar la dignidad y los derechos, reforzar la ayuda humanitaria, contribuir a la paz, posibilitar la integración y crear hospitalidad.
Nuestras sociedades neoliberales están dominadas por el concepto de autonomía individual, está tan arraigada esta idea que se ha elevado al principio de verdad. Según esta corriente política, los individuos estarían hechos así mismos, cuyas oportunidades vitales dependen de ellos mismos. Pero esta idea no es más que el producto de una ideología que refuerza el poder dominante en la sociedad, operando como un apoliticismo normativo. Es la forma ideológica de un poder muy concentrado, donde el 1 % de la élite domina al 99% de la población mundial empobrecida. Sabemos nadie en la sociedad depende realmente de sí mismo para las tareas elementales y además no existe autonomía sin condiciones de autonomía y éstas están desigualmente repartidas. Vivimos en una sociedad donde los más presionados para ser autónomos son los que están más privados de serlo. Y lo que es peor, las injusticias sociales y el más injusto sufrimiento humano, no parecen generar indignación moral ni voluntad política para combatirlos de forma equitativa y justa.
Toda esta situación nos mueve a la reflexión sobre los derechos humanos y su hegemonía global. Parece que estamos asistiendo a una fragilidad esos derechos, que están siendo utilizados para reproducir este orden o desorden del neoliberalismo reinante y operante. La mayor parte de la población no constituye el sujeto de los derechos humanos, más bien el objeto de los discursos sobre los derechos humanos. Los derechos humanos tienen una doble genealogía en occidente (B. de Sousa Santos), por una lado una genealogía abisal, que han dividido el mundo desde en sociedades metropolitanas y coloniales. El discurso sobre los derechos humanos estaba destinado a prevalecer a este lado de las sociedades metropolitanas, negando o tapando cualquier discurso emancipatorio. Lejos de desaparecer esta ideología al finalizar el colonialismo político, continúa existiendo a través del neocolonialismo, el racismo, la xenofobia, etc., donde los discursos sobre los derechos humanos han servido para garantizar esta continuidad. A este lado de la línea, tienen una genealogía revolucionaria cuyo origen están en la emancipación de la Revolución francesa y americana en base a la ley y el derecho, que se adecuaba perfectamente al individualismo burgués en auge, inherente tanto a la teoría liberal como al capitalismo.
En nuestras sociedades globalizadas, ante esa ideología que refuerza su poder,  se debe luchar por unos derechos humanos contrahegemónicos, basados en la lucha contra el sufrimiento humano injusto concebidos como una realidad amplia y abarcando la naturaleza como parte integrante de la humanidad. El siglo XX, ha demostrado su antihumanismo que ha contribuido a trivializar y silenciar tanta degradación humana causada por la dominación capitalista y por otras formas de dominio conniventes con ella, como son el sexismo y el racismo.
Otra fuente de  antihumanismo es la cultura de la llamada “muerte de Dios”, centrada en la infinita capacidad humana para transformar la sociedad, hizo a Dios una realidad superflua. Pascal se percató que sin Dios, esa capacidad era potencialmente destructiva, para él constituye la forma más elevada del pensamiento humano. Privar a los seres humanos del pensamiento de Dios equivaldría a privarles del cuidado de los demás seres humanos.
Dios y la religión parecen que están de vuelta en el siglo XXI, pero la forma en la que las religiones y las teologías conservadoras e integristas proliferan hoy vuelve a Dios tan superfluo como el Dios de la modernidad occidental. Aquí queremos subrayar una práctica religiosa y un Dios que se revela en el sufrimiento injusto de los seres humanos, en las experiencias de vida de todas las víctimas, en toda opresión y discriminación. El Dios de la misericordia, el Dios de Jesús, es el Dios que se revela contra el sufrimiento y lucha por una humanidad emancipada y justa. El retorno de Dios sólo puede vincularse con la dignidad humana en diálogo con los derechos humanos, para poder desarrollar prácticas verdaderamente interculturales y emancipatorias.
 

sábado, 25 de junio de 2016

En el nombre de Dios…

En el nombre de Dios…

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Juan Antonio Mateos Pérez
SalamancaRTV al DÍA


Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán «los hijos de Dios».
Bienaventuranzas (Mt. 5)
 
Juntos digamos «no» al odio, a la venganza, a la violencia, en particular a la que se comete en nombre de una religión o de Dios. Dios es paz, salam”
Francisco, en la Mezquita Central de Bangui



La religión se encuentra afectada por nuevos los desafíos de nuestra época, vivimos en plena globalización, en una sociedad líquida y postmoderna. Los problemas son universales y las religiones se ven afectadas y condicionadas por lo que ocurren en otras partes. Este nuevo horizonte plantea nuevos retos y nuevas formas de vivir la fe, donde lo local y lo universal tienden a integrarse, al igual que el yo y el nosotros.  Vivimos en era de la ciencia y desde su razón científica prima los saberes fundamentados, la filosofía que antes era ancilla theologiae, ahora se ha puesto al servicio esta razón instrumental.  La primacía de la ciencia ha generado un “cierre categorial”, que afecta no sólo a la religión, también a la filosofía, a la ética, la metafísica legitimando sólo los hechos empíricos. Dios ha dejado de ser relevante en una sociedad fuertemente impregnada por la ciencia, lo sobrenatural se diluye en “el crepúsculo de los ídolos”, en el nihilismo y en el escepticismo que se han instalado como huéspedes privilegiados de nuestra cultura. Hoy Dios resulta menos creíble que la religión, vivimos sin noticias de Dios, aunque en muchos lugares se mata en nombre de Dios.
Aunque me sienta como un extranjero en esta nueva tierra del ideario post-religioso quisiera seguir a vueltas con Dios y desenmascarar las falsas imágenes que nos hacemos de la divinidad, a veces imágenes que justifican la violencia. No tenemos más que ver las noticias y comprobar abusos y violencias que se ejercen en el nombre de Dios, cada día asistimos a “inmolaciones” y atentados que remiten a Dios. Dios es usado para justificar la violencia y la muerte. La violencia vivida en estos días con la matanza de Orlando, donde el ISIS se adjudicó su la autoría, aunque no debemos olvidar los atentados de Túnez, Kuwait, Francia, Somalia y Siria.
Hay una gran facilidad para el uso de la religión como elemento legitimador por el poder de turno ya sea religioso o no. Ya hemos hablado del chivo expiatorio y la sacralización de la víctima, el mecanismo humano de imitación, competitividad y celos recíprocos que analizó profundamente R. Girard. Jesús y su muerte en cruz, víctima inocente, desvela y termina con todos los chivos expiatorios, primando el amor y la misericordia.
Por otro lado, ha estado siempre el recurso a Dios para legitimar o deslegitimar el poder: “Dios lo quiere”, por la “Gracia de Dios”, ha sido el uso del caudillo o del monarca. Este uso de lo religioso, ha sido muy atractivo para el poder y  se han legitimado a lo largo de la historia, cruzadas, guerras, conquistas, violencias, masacres, etc.  Menos veces se ha utilizado lo religioso para denunciar los abusos y atacar el poder, en nuestra mente está Antón de Montesino y su “grito contra los conquistadores”.
Ahí está la frontera sangrienta del Islam con todas las religiones, con la ortodoxa en los Balcanes, con el hinduismo en Cachemira, con el catolicismo en filipinas y en Irak, con el judaísmo en Palestina, con el animismo en África, podemos seguir… Después del 11-S, ha servido para lanzar “el choque de civilizaciones”, visión que ha ayudado para encubrir los grandes problemas de carácter político, nacional, social histórico, etc. El integrismo y fundamentalismo árabe manipula al Islam para justificar sus actos de violencia cada vez mayores. Esto está influyendo a los más conservadores de Occidente y América, donde aparece también un fundamentalismo religioso en defensa de la “civilización cristiana”. Estos lamentables espectáculos de sangre y de violencia cuestionan lo religioso y el monoteísmo.
¿No sería más lógico pensar que el monoteísmo conduce a la tolerancia, ya que del Absoluto no hay representación, ni mente que lo alcance, siendo un misterio? A Dios nadie lo posee, por lo que siempre debemos hacerlo con aproximaciones, siempre limitadas e inadecuadas. Dios siempre es un misterio que supera al hombre. La verdad de Dios, incluso en Jesús, se nos comunica de forma limitada y finita. Esa verdad está sólo en Dios, todos somos buscadores de la verdad, no poseedores de la misma. Todas las tradiciones religiosas son destellos de la Verdad, no debemos excluirlas, ya que sólo Dios es la verdad. El insondable misterio de Dios, siempre se ha sometido a mediaciones, unas afortunadas otras muy distorsionadas de la realidad, que han hecho sufrir. Alguna de ellas todavía queda viva en ciertos grupos religiosos que no han desenmascarado los falsos dioses, provocando ataduras, prácticas religiosas violentas, y figuras opresoras de Dios.
El Dios de Jesús es un Dios con nosotros, un Dios amor que ama la paz y la misericordia. Felices los mansos, los que vacían su corazón de violencia y agresividad. Son un regalo para nuestro mundo violento, y un proyecto para todos. Recordamos aquel mandato de Jesús, amar incluso a nuestros enemigos. El amor de Jesús está en la base de su actuación y de su imagen de Dios, un amor realmente universal que alcanza a todos los hombres. Es necesario amar a los enemigos, a pesar de su rostro desfigurado, este amor es imprescindible para no caer en la deshumanización que genera odio y violencia. Amar incluso al violento no quiere decir dar por buena y justa su actuación, incluso denunciarla de manera tajante, pero su violenta actuación no debe llevar al odio que genera más violencia. Como decía Martin Luther King, ”el último defecto de la violencia es que genera una espiral descendente que destruye todo lo que engendra. En vez de disminuir el mal, lo aumenta”.
No se puede utilizar una teología del terror, debemos ir elaborando una imagen que evite los fundamentalismos por otra fundamentada racionalmente y religiosamente. No se puede justificar las guerras, justas o injustas, ni cualquier matanza o atrocidad, ya que Dios es paz, es misericordia, es liberación de cualquier sufrimiento gratuito, es diálogo y tolerancia. Dios se comunica con el ser humana, respeta su libertad, no impone, se ofrece y escucha. Dios es verdad y ésta se busca, no se posee, hay numerosos caminos que por los que se puede llegar desde la pluralidad. El Dios de Jesús, llama a la vida fraterna y a la gratuidad, lo que salva es el amor no las religiones, ya que nos enseña buscar a Dios y a nuestros semejantes. El Dios de Jesús, es un Dios que se une a nuestra humanidad y a nuestra historia, que se manifiesta no por la vía del poder, sino por la debilidad y por la vida. Conocemos su revelación en las escrituras pero no su plenitud, Dios sigue siendo un misterio y desborda a todas las religiones, incluso a la cristiana. Ante su misterio somos buscadores y en esta búsqueda debemos estar abiertos, ser acogedores, respetuosos y dialogantes.

domingo, 19 de junio de 2016

La mirada atenta



Juan Antonio Mateos Pérez  
SALAMANCArtv al DÍA



Lo que nos salva es la mirada
Simone Weil

La ética del respeto nos interpelaría para un único compromiso: Mirar con atención el mundo que nos rodea.
J. M. Esquirol
El mirar atento tiene que ver con los ojos abiertos, es fijarse bien para darse cuenta de algunos aspectos de la realidad y poder percibir las cosas de otra manera. El mundo en el que vivimos nos induce a la mirada fácil y poco profunda, se repiten siempre los mismos eslóganes, tal vez adornados por una retórica más refinada. La mirada atenta no sólo presta atención a mirar de los ojos, es una mirada de la mente y del corazón, es un mirar lento y reflexivo, atento de las cosas pequeñas, es la mirada que nos conecta con el mundo. Ese mirar de ojos abiertos, quiere hace visible los padecimientos invisibles, inoportunos y nos hace estar más atentos a la misericordia de Dios.
Una mirada atenta es necesaria en el mar de la indiferencia de nuestras sociedades, ricas en cosas materiales, muy consumistas y que se están volviendo tremendamente inhumanas. Frente a la cultura del yo y del egoísmo, del distanciamiento total, la mirada atenta propone la proximidad, la supresión de toda distancia. La pobreza, el miedo, el dolor, la incertidumbre, la exclusión social, los inmigrantes y refugiados políticos que gritan sin ser oídos por una sociedad que se ahoga en el mar de la indiferencia. No podemos entender los sucesos impactantes de muertos y abandonados en los campos de refugiados cada semana, cada día, en medio de una sociedad que celebra la banalidad y otras juergas, enferma e instalada en la indiferencia y en el consumo. El último informe FOESSA publicado por Cáritas, subraya que las desigualdades y la pobreza de muchos no es sólo consecuencia de la crisis, responde sobre todo al modelo social con el que construimos nuestra sociedad. El informe pide, sobre todo a nuestros políticos una mayor altura de miras y recuperar para la política de lo social a los ignorados y no visibles de nuestras sociedades.
Es necesario aprender a mirar, para ver claro nos decía Saint-Exupéry, basta con cambiar la dirección de la mirada. Aprender a mirar significa mirar de nuevo, como si las cosas  aparecieran por primera vez, centrarse en lo esencial, lo sencillo y lo más humano. Nuestra mirada atenta, requiere abrir la ventana del alma, reclama que todo lo humano no me debe resultar ajeno, nos situamos con la humanidad herida desde la sim-patía. La simpatía es detenerse ante el misterio del hombre y saber mirarlo con amor, significa ser solidario, mantenerse en onda, escuchar, entender, dialogar y discernir.
La desesperación de vivir sin rumbo y a la intemperie de tantos inmigrantes, las muertes en las playas del mar mediterráneo, la falta de eficacia en la gestión comunitaria y la vergüenza de sus medidas donde se prima la expulsión, nos interpela a una mirada crítica y atenta. Las personas que sufren se quedan sin voz. La desesperación y la injusticia las dejan sin palabras, no son capaces de gritar su protesta. El grito de la desesperación nos interpela a una mirada de la misericordia, más eficaz y comprometedora. Esta mirada atenta de la misericordia no nos deja indiferentes, sino inquietos y alterados ante las injusticias, es una mezcla de asombro y de indignación. Es una mirada a tantos sufrientes al borde del camino, su mirada es mi mirada, es una mirada prójima que apela a lo más profundo del corazón.
La mirada atenta y misericordiosa se inclina para acercarse al herido, al refugiado, se compromete con su situación, toca sus heridas. No es suficiente estar informados, hay que acercarse a la cuneta y palpar el dolor y los gemidos. La mirada atenta es una mirada llena de cariño, respeto y amor, es una mirada inclinada a aliviar el sufrimiento e infundir esperanza. Esa mirada atenta que sabe mirar la vida amorosamente hasta el fondo, puede  vislumbrar las huellas de Dios.
Tal vez en esta mirada está la esencia del Evangelio como nos comentó Jesús: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. Amar al prójimo es la clave de todo lo bueno y el signo distintivo del cristiano. Juan Crisóstomo comentaba que el amor al prójimo es mejor que cualquier otra práctica de virtud o de penitencia, mejor incluso que el martirio. La espiritualidad de la mirada atenta comienza por “abrir los ojos”, germina en un corazón educado en la misericordia y se hace realidad en abajarse socorrer al herido.

domingo, 5 de junio de 2016

Cultura y religión


Juan Antonio Mateos Pérez
SALAMANCArtv al DÍA

La religión implica que el orden humano sea proyectado en la totalidad del ser
Peter L. Berger

La cultura es el modo que tiene el hombre para situarse en el mundo. El ser humano aprende en el seno de la sociedad para adaptarse al medio en el que vive, pero con su inteligencia lo transforma para hacerlo más habitable: caza para alimentarse, hace fuego para calentarse, desarrolla la agricultura, construye casas, vive en sociedad, etc. Para esa transformación pensada e inteligente de su entorno necesita la cultura: el lenguaje, la técnica, la moral, el derecho, la economía, el arte, la ciencia y la religión. La cultura no es accidental en el hombre, es un atributo esencial del ser humano, es fruto y vehículo de relación y convivencia.
Cada pueblo realiza todo ese proceso de forma particular, ya que la cultura no es individual es un proceso colectivo, tanto se trate de una tribu, una comunidad, una nación. El mero hecho de vivir juntos, cada generación transmite a la siguiente una serie de pautas de conducta, una formade ser en el mundo, cada individuo se socializa en el grupo al que pertenece. En nuestro mundo hay numerosas culturas diferentes, vivimos en el planeta multicultural, pero debemos subrayar que unas culturas son más humanizadoras que otras, hacen posible un espacio más habitable. El asunto no es fácil, por un lado nos movemos con culturas en sus contextos, con normatividades locales, pero por otro no podemos renunciar a establecer una serie de valores universales. Esto no quiere decir que ciertas culturas se conviertan en el patrón desde el cual se juzgue a las demás, el diálogo intercultural es la base para crear formas compartidas de deliberación y de convivencia ciudadana.
Nuestras sociedades complejas viven en una realidad que llamamos secularización, en la actualidad no es necesario acudir a lo religioso para legitimar el poder político, la ciencia y la medicina sustituye a las novenas y exorcismos, ahora basta con un contrato social. Esto no significa que lo religioso no tenga su importancia en la sociedad y esté presente bajo nuevas formas de espiritualidad. En una época dominada por la ciencia y la técnica, no se ha podido eliminar la angustia y  la pregunta por el sentido. La religión, ha sido el proyecto más amplio para reducir el temor básico, lo que Mircea Eliade llama el terror histórico, el aparente triunfo del mal. La religión es algo más que un autoengaño y una mera ilusión. Además de reducir el terror de la historia, el terror primigenio, es el ensayo más consistente para dar sentido a los anhelos humanos.
Es cierto que lo religioso ha servido a lo largo de la historia para legitimar y justificar formas de poder. Es la crítica que le hizo la Ilustración y los grandes maestros de la sospecha, separando las dos esferas: por un lado el poder y por otro la religión. Pero lo religioso transcendió pronto ese papel instrumental, y ha contribuido a mediar entre los intereses egoístas y el interés general, evitando serias perturbaciones sociales. La religión, engloba visiones y creencias compartidas por los más variados estratos sociales, pero transciende lo social y se proyecta hacia lo infinito. El hombre requiere del sentimiento religioso para hacerse un lugar en el cosmos y de su propia identidad. La ciencia no cubre todos los anhelos, la religiosidad puede dar un sentido, aunque sea débil, en un desierto ilimitado e indemostrable.
La religión, siguiendo a Talcott Parsons o Peter L. Berger, capacita al hombre para el obrar social, ayuda a mantener la sociedad. Por otra parte,  salvaguarda el proceso de la formación de la identidad, al  preservar al individuo de desaparecer por completo en la sociedad, le posibilita el poder preservarse a sí mismo frente a la pretensión social de totalidad. Esa identidad del yo, no es vivida como unidad constante de la persona, le pone en tela de juicio, ya que el curso de la vida le sobrevienen situaciones de crisis, algunas en parte previsibles (como llegaba a la edad adulta, ejercicio de una profesión, matrimonio, jubilación, etc.) o de forma más casual y menos previsibles (enfermedades, fracaso profesional, divorcio, guerras, destierros, catástrofes naturales...).
En las circunstancias críticas de la vida la religión acompaña al hombre con sus ritos, para salvaguardar el curso vital como un contexto rítmico. Y en las situaciones límites y menos previsibles, procura salvaguardar esa conexión de la línea de vida individual mediante una interpretación religiosa de las situaciones amenazadoras, como la “cura de almas” y el reforzamiento ritual, al tiempo que intenta conectarla con el objetivo de la vida.