domingo, 5 de junio de 2016

Cultura y religión


Juan Antonio Mateos Pérez
SALAMANCArtv al DÍA

La religión implica que el orden humano sea proyectado en la totalidad del ser
Peter L. Berger

La cultura es el modo que tiene el hombre para situarse en el mundo. El ser humano aprende en el seno de la sociedad para adaptarse al medio en el que vive, pero con su inteligencia lo transforma para hacerlo más habitable: caza para alimentarse, hace fuego para calentarse, desarrolla la agricultura, construye casas, vive en sociedad, etc. Para esa transformación pensada e inteligente de su entorno necesita la cultura: el lenguaje, la técnica, la moral, el derecho, la economía, el arte, la ciencia y la religión. La cultura no es accidental en el hombre, es un atributo esencial del ser humano, es fruto y vehículo de relación y convivencia.
Cada pueblo realiza todo ese proceso de forma particular, ya que la cultura no es individual es un proceso colectivo, tanto se trate de una tribu, una comunidad, una nación. El mero hecho de vivir juntos, cada generación transmite a la siguiente una serie de pautas de conducta, una formade ser en el mundo, cada individuo se socializa en el grupo al que pertenece. En nuestro mundo hay numerosas culturas diferentes, vivimos en el planeta multicultural, pero debemos subrayar que unas culturas son más humanizadoras que otras, hacen posible un espacio más habitable. El asunto no es fácil, por un lado nos movemos con culturas en sus contextos, con normatividades locales, pero por otro no podemos renunciar a establecer una serie de valores universales. Esto no quiere decir que ciertas culturas se conviertan en el patrón desde el cual se juzgue a las demás, el diálogo intercultural es la base para crear formas compartidas de deliberación y de convivencia ciudadana.
Nuestras sociedades complejas viven en una realidad que llamamos secularización, en la actualidad no es necesario acudir a lo religioso para legitimar el poder político, la ciencia y la medicina sustituye a las novenas y exorcismos, ahora basta con un contrato social. Esto no significa que lo religioso no tenga su importancia en la sociedad y esté presente bajo nuevas formas de espiritualidad. En una época dominada por la ciencia y la técnica, no se ha podido eliminar la angustia y  la pregunta por el sentido. La religión, ha sido el proyecto más amplio para reducir el temor básico, lo que Mircea Eliade llama el terror histórico, el aparente triunfo del mal. La religión es algo más que un autoengaño y una mera ilusión. Además de reducir el terror de la historia, el terror primigenio, es el ensayo más consistente para dar sentido a los anhelos humanos.
Es cierto que lo religioso ha servido a lo largo de la historia para legitimar y justificar formas de poder. Es la crítica que le hizo la Ilustración y los grandes maestros de la sospecha, separando las dos esferas: por un lado el poder y por otro la religión. Pero lo religioso transcendió pronto ese papel instrumental, y ha contribuido a mediar entre los intereses egoístas y el interés general, evitando serias perturbaciones sociales. La religión, engloba visiones y creencias compartidas por los más variados estratos sociales, pero transciende lo social y se proyecta hacia lo infinito. El hombre requiere del sentimiento religioso para hacerse un lugar en el cosmos y de su propia identidad. La ciencia no cubre todos los anhelos, la religiosidad puede dar un sentido, aunque sea débil, en un desierto ilimitado e indemostrable.
La religión, siguiendo a Talcott Parsons o Peter L. Berger, capacita al hombre para el obrar social, ayuda a mantener la sociedad. Por otra parte,  salvaguarda el proceso de la formación de la identidad, al  preservar al individuo de desaparecer por completo en la sociedad, le posibilita el poder preservarse a sí mismo frente a la pretensión social de totalidad. Esa identidad del yo, no es vivida como unidad constante de la persona, le pone en tela de juicio, ya que el curso de la vida le sobrevienen situaciones de crisis, algunas en parte previsibles (como llegaba a la edad adulta, ejercicio de una profesión, matrimonio, jubilación, etc.) o de forma más casual y menos previsibles (enfermedades, fracaso profesional, divorcio, guerras, destierros, catástrofes naturales...).
En las circunstancias críticas de la vida la religión acompaña al hombre con sus ritos, para salvaguardar el curso vital como un contexto rítmico. Y en las situaciones límites y menos previsibles, procura salvaguardar esa conexión de la línea de vida individual mediante una interpretación religiosa de las situaciones amenazadoras, como la “cura de almas” y el reforzamiento ritual, al tiempo que intenta conectarla con el objetivo de la vida.

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