viernes, 20 de junio de 2014
miércoles, 11 de junio de 2014
Parroquia de la Purísima. Subida al Monte Carmelo. Pentecostés
Subida al Monte
Carmelo.
Un grupo de Adultos
de la Parroquia de la Purísima ha realizado un recorrido urbano exterior e
interior desde San Benito a la Iglesia del Monte Carmelo.
Unas doscientas personas de los
grupos de adultos de la Parroquia de la Purísima, realizaron un recorrido
urbano desde San Benito al Monte Carmelo, parando en la Purísima y en la
Veracruz. Como si fueran las cuatro esquinas del mundo y desde nuestra realidad,
el camino al Monte Carmelo quiere simbolizar el ascenso hacia el misterio y
hacia Dios, desde la quietud, el amor, la humildad, la limpieza de corazón,
tomados de la mano de la obra de San Juan de la Cruz. El santo de Fontiveros,
va describiendo los pasos de la “subida” a la santidad, por las “noches” del
sentido y del espíritu, hacia la unión con el Amado, en la fusión inefable de
la “llama viva”. Así desde la belleza intocable de la poesía del místico, casi
sin tocarla, como esa flor única, ese itinerario urbano quería describir la
experiencia de la fe de cualquier cristiano que busca a Dios, en y con su
comunidad parroquial. Me viene a la mente aquel poema que Pedro Casaldáliga
realizó y dedicó a Gustavo Gutiérrez se titulaba “preguntas para subir y bajar el Monte Carmelo”
Si el Señor es Pan y Vino
y el Camino por do andáis,
si al andar se hace camino
¿qué caminos esperáis?
El camino es el símbolo de la
encarnación de Dios, es Dios que acompaña al hombre que viene a su encuentro, el que se pone a
caminar con nosotros. Desde este abajamiento de Dios y desde nuestra realidad
parte el camino de subida. Así en San Benito, lugar de partida recordamos a
Santa Teresa de Jesús y su Libro de la
Vida y Camino de Perfección. En tiempos recios, se necesitan amigos fuertes
de Dios para sustentar a los flacos. Es buena compañía.
Estáse ardiendo el mundo…. Y no es tiempo de tratar con Dios asuntos de
poca importancia
El camino siguió hasta la iglesia
de la Purísima, el grupo en la capilla del Perpetuo socorro en oración hizo
memoria. Memoria de fe, de las experiencias vividas en más de treinta años en
los grupos de adultos. Memoria de la alegría vivida y de las ausencias de los
que nos han acompañado en el camino. La memoria es para recordar que el
fundamento de mi libertad es Dios, es quien me libera y me indica el camino, el
que me llama y me guía. Es necesario hacer memoria, ya que una cadena de
creyentes que se remontan a Jesús de Nazaret nos han precedido y nos han
transmitido el agua fresca de la fe. En medio de la vida y sus afanes sabemos
en quién puedo confiar, sé de quién me puedo fiar, sé en quién puedo apoyarme.
Desde allí, el grupo marchó a la
Veracruz y junto a las monjas se rezó la oración de vísperas, junto a la
exposición del Santísimo. La contemplación, tiene su punto culminante en la Eucaristía,
es el signo querido por Jesús, que quiere mediar entre el signo del amor de
Dios y la comunidad de los que se acuerdan de Jesucristo y su ministerio
Pascual. En ella se intenta introducir a todos en esa comunión de amor que
viene de Dios. Aquí recordamos los versos de San Juan:
Que bien sé yo la fonte
que mana y corre,
aunque es de noche.
Aquesta eterna fonte
está escondida
en este vivo pan
por darnos vida,
aunque es de noche.
Aquesta viva fuente
que deseo,
en este pan de vida
yo la veo,
aunque es de noche.
El grupo subió por la calle de arriba dejando a un lado la plaza de la
fuente y cruzó Carmelitas para llegar a la iglesia del Monte Carmelo. Allí se
realizó la última oración dedicada al Espíritu Santo. En este domingo los
cristianos celebramos la fiesta de Pentecostés, no es sólo la fiesta del
Espíritu Santo que se vive en la liturgia o en cada sacramento. Es la fiesta de
la iglesia de Jesús que vive de su Espíritu. Cada vez que un cristiano confirma
su fe, es su fiesta de Pentecostés. Así el próximo viernes día 13 a las OCHO de
la tarde nuestra comunidad celebramos la
confirmación de un grupo de jóvenes presididos por don Carlos nuestro obispo.
Toda la comunidad participará en el Pentecostés de estos jóvenes que han ido
pensando y viviendo su fe junto a la comunidad.
Juan Antonio Mateos Pérez
martes, 10 de junio de 2014
lunes, 9 de junio de 2014
Nuestra Confirmación es nuestro Pentecostés
El sábado tuvimos la última catequesis con Arina (sin h),
antes de su confirmación. Hemos hablado mucho de Jesucristo y la Iglesia, y, en
las últimas catequesis sobre el Espíritu. Por eso en esta última catequesis
decidimos hacerla en la Peña de Francia, pero ascendiendo, al menos unos
kilómetros a pie.
No sólo buscábamos un lugar especial, como la Peña, lugar de
peregrinación y de búsqueda, alejado del mundanal ruido, retiro de paz y
remanso de sosiego para respirar el
silencio absoluto, vivir y pervivir la necesidad de lo eterno como gustaba
decir a Unamuno. Nuestra catequesis desde el silencio la queríamos hacer en
camino.
Caminamos desde el “Paso de los Lobos”, en una empinada
ascensión de casi una hora. El caminar y respirar el aire fresco y frío, quería
ser un símbolo no sólo para nuestro cuerpo, también para nuestro espíritu. La
búsqueda de Dios, para muchos hombres de fe, ha sido un ponerse en camino.
Nuestra historia de salvación ha sido un constante ponerse en camino, el camino
de Dios. Dios que baja al camino del hombre, que lo acompaña, que viene a su
encuentro. Es el símbolo de la encarnación en el que Jesús se pone a caminar
con nosotros, es el Dios-con-nosotros, en nuestra historia, en nuestro corazón.
En la subida y en la bajada, no dejó de soplar un fuerte
viento. No pude, pudimos. por menos que recordar la simbología del viento, en
el Antiguo y el Nuevo Testamento con la manifestación de Dios. Al día siguiente era Pentecostés. Ya el
camino nos evocaba el acompañamiento de Dios con nosotros. Pero el Espíritu de
Dios no sólo irrumpe en el mundo, sino que también en Jesús y en cada uno de
sus seguidores, en cada uno que se lo pide y se abre al amor de Dios. Dios se
acerca y se comunica con cada uno de forma muy personal y amorosa, como un
viento fuerte o una llama que quema, o como un susurro de brisa amorosa que
envuelve. Este Espíritu está de forma muy especial en la Iglesia que vive del
Espíritu de Jesús, celebra y recuerda su vida y su muerte cada domingo y en
cada sacramento. Allí celebramos la Eucaristía, presidida por Fr. Rafael, con un
grupo numerosos de peregrinos Salesianos y otros llegados de diferentes
lugares.
Fue una catequesis, donde no sólo hubo espacio para hablar
del bautismo y de la comunión, de Jesús, de la Iglesia y del Espíritu, quería
ser un momento de interioridad y de oración.
El Espíritu de Jesús nos hace orar y nos lleva a Dios. Aquí nuestro
camino se hace oración, nuestro ser se hace oración. Los tres en el santuario
con las manos juntas, ante el crucifijo de hierro y con María al fondo, oramos con el Padre
nuestro, alabamos y dimos gracias con el Padre nuestro. Pedimos superar
nuestras vanidades y mediocridades, encontrarnos con Él en medio de nuestras
cosas y afanes de cada día, salir de nuestros individualismos y abrirnos al
aire del Espíritu, trabajar por el Reino y la justicia. Nos acordamos también
de nuestros seres queridos, de la familia personal y de nuestra familia en la
fe, nuestra querida comunidad de la Purísima.
Por último entre risas, bocadillos y algo caliente para
calentar el cuerpo y las manos (la rusa es la que más frío tenía, perece
mentira) y con algunos apuntes al natural, hablamos que lo que le pasó a los
discípulos en Pentecostés, se realiza en cada uno de nosotros cuando celebramos
el sacramento de la confirmación. El Espíritu es una gracia, un don de Dios,
por ello somos agraciados. Somos adultos en la fe y tenemos derecho, como los
discípulos a tomar la palabra en medio de la comunidad y no privarla de su
palabra. Es una persona Ungida, como Jesús, tendrá que dar testimonio en medio
del mundo, ser fermento para otros y construir el Reino y la justicia. Después
del día trece, viernes, día de la confirmación es un testigo que habla y
anuncia al Señor allí donde esté y camine.
Para celebrarlo, nos marchamos a la Alberca, no sin antes
pasar por las ruinas del convento de abajo y visitar el convento de monjas de
Porta Coeli y comprar unos dulces exquisitos. Como no recordar aquellos versos
de León Felipe:
Nadie fue ayer,
ni va hoy,
ni irá mañana,
hacia Dios
por ese mismo camino
que voy yo.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol….
y un camino virgen
Dios.
León Felipe
domingo, 18 de mayo de 2014
domingo, 11 de mayo de 2014
Imaginando los caminos de Pablo de Tarso: Anfípolis
Macedonia era un lugar de
paso obligado en los caminos de Pablo hacia occidente por donde pasaba la vía
Egnatia. Esta importante ruta fue construida por Roma alrededor del 146 a. C,
para comunicar las ciudades romanas del Adriático hasta Bizancio, cubriendo alrededor
de 1120 km. Por esta vía se pasaba por ciudades tan paulinas como Filipos,
Tesalónica, Berea, Pella, etc, así como la ciudad de Anfípolis, por la que pasa
según Hc 17,1. Llega a esta ciudad después de abandonar Filipos, sería
aproximadamente entre finales del año 49 y la primavera del año 50 d. C. Parece que no había sinagogas en esta ciudad,
ni en Apolonia, por lo que debió seguir camino hasta Tesalónica.
Era una ciudad importante
en la antigua Macedonia, situada cerca de la desembocadura del río Estrimón,
que casi la rodeaba, de ahí su nombre. Fue fundada en el siglo V a. C por
Atenas. Cuenta Tucídides que será un lugar significado en la guerra del
Peloponeso, un lugar disputado por Atenas y Esparta. Cuando es conquistada por
el rey espartano Brasidas, lo que supuso una importante derrota para Atenas.
Tucídides que no pudo impedirla, fue condenado al exilio, y allí nos legó a la
posteridad su magna obra, Historia de
la Guerra del Peloponeso. En una
nueva expedición ateniense al mando de Cleón, que fracasa de nuevo, aunque
muere junto al rey Brasidas en la batalla bajo los muros de la ciudad. Anfípolis,
conservó así su independencia, que mantuvo hasta el reinado de Filipo II, a
pesar de las nuevas tentativas atenienses, debidas principalmente al gobierno
de Calístrato.
No sólo fue importante la
participación de Tucídides en la batalla de Anfípolis, sino del ilustre
Sócrates. En ella destacó por su coraje, al salvar la vida del Alcibíades, así
lo cuenta Platón en el Banquete.
Filipo II la conquistará,
aunque no pasará inmediatamente a formar parte del reino Macedónico, conservando
una cierta autonomía institucional. Cercana al monte Pangeo, lugar donde el rey
macedonio se abastecía de oro para pagar sus campañas militares. Bajo el
reinado de Alejandro Magno, fue una importante base naval, donde salieron
varios de sus célebres almirantes. Cuenta la peregrina berciana Egeria, que
cuando caminaba por la calzada que llevó a Pablo a Tesalónica, divisó en la
ciudad la imponente estatua del León que Laomedón, almirante de Alejandro
Magno, mandó erigir como monumento funerario. Continuaba su relato Egeria, que
disfrutó de bella ciudad y de las vistas del río Estrimón.
Hace dos años, un equipo
de arqueólogos ha encontrado en la ciudad, un recinto circular que encierra un
gran túmulo, en el que se cree que yacen los restos de Roxana, esposa de
Alejandro Magno, y su hijo de 12 años. Según la leyenda, habían sido condenados
al ostracismo después de la muerte de Alejandro. Allí, Alejandro IV, de doce
años de edad, y su madre Roxana fueron asesinados. La tradición dice que las
dos víctimas fueron enterradas en Anfípolis, pero no hay evidencias hasta ahora
que lo prueben, a pesar de las excavaciones.
En el 168 a C. fue
conquistada por los romanos en la batalla de Pidna, convirtiéndola en una
ciudad libre, siendo una de las cuatro capitales en las que dividieron el reino
de Macedonia.
No se sabe mucho de los
primeros cristianos de la ciudad, parece que fue un obispado sufragáneo de la
ciudad de Tesalónica. Pero sí hay restos de importantes Basílicas de
los siglos V y VI d C., adornadas con ricos pavimentos de mosaicos y una
cuidada escultura arquitectónica con capitel con prótomes de carnero, así como
una iglesia de planta central, hexagonal, que recuerda la de la San Vital de
Rávena.
sábado, 10 de mayo de 2014
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