La ceniza se empezó a imponer a todos los fieles en el
siglo IX, cuando empezó a decaer la práctica de la
penitencia
pública (ordo paenitentium). Se conservó la fecha tradicional, es decir,
el miércoles anterior al primer domingo de Cuaresma. Así mismo, se vio que era
el día más adecuado para inaugurar el gran ayuno cuaresmal. Con la imposición
de la ceniza comienza la cuaresma, como un signo de conversión ante la
llamada de Dios. También la ceniza, acudiendo a los textos de la Sagrada
Escritura, es símbolo de la fragilidad del hombre que es como un el vaso de
arcilla moldeado por Dios (Gen 2,7; Rom 9,20-23; 2 Cor 4,7); también, puede
expresar la caducidad física o moral del hombre. De este modo, el miércoles de
ceniza se convirtió en un día de especial intensidad y significado en la vida
de la comunidad cristiana
Debemos remontarnos a las celebraciones
penitenciales de Israel, cuando el pueblo se veía sometido a una desgracia,
como una epidemia o una catástrofe; el culto marcaba una manifestación de
llanto, oraciones colectivas y ayuno, cubriéndose con un saco y ceniza.
Posteriormente, se hace confesión pública de los pecados, clamando a Dios por
el perdón que llega con el cese de la desgracia. Este ayuno, a veces es
criticado por los profetas, ya que se pide que esté lejos de todo formalismo y
deberá estar acompañado de obras de justicia (Jer 14,12; Mt 6,16). "¿Es
éste acaso el ayuno que me agrada, el día en que el hombre se mortifica?
¿Doblar como un junco la cabeza, acostarse en el saco y la ceniza? ¿A eso
llamáis ayuno, día agradable al Señor? ¿No sabéis cuál es el ayuno que me
agrada? Abrir las prisiones injustas, soltar las coyundas del yugo, dejar
libres a los oprimidos, romper todos los yugos; repartir tu pan con el
hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que veas desnudo y no
eludir al que es tu propia carne" (Is 58,5-7).
La ceniza utilizada el miércoles, está realizada
preferentemente, con las palmas usadas en el domingo de Ramos del año anterior,
también se suele utilizar madera de olivo. El rito se remonta posiblemente al
siglo XII, es por todos conocido, el sacerdote impone la ceniza a cuantos se
acercan a recibirla, mientras dice una de estas dos fórmulas: “Acuérdate que
eres polvo y al polvo volverás” (Gn 3, 19) o “Convertíos y creed el
Evangelio” (Mc. 1, 15). La primera recuerda más la caducidad humana, la
segunda quiere subrayar la conversión interior a la Buena Noticia y al Reino
anunciado por Jesús. Esta celebración, al menos nos recuerda cuatro cosas: La condición
caduca y frágil de la condición humana, como nos recordaba el filósofo,
somos seres abocados a la muerte; en segundo lugar, la existencia pecadora y
limitada del ser humano, el mal está ahí, tal vez en el propio corazón del
individuo; en tercer lugar, la mirada hacia el Padre, la ayuda, la oración,
para superar esta condición limitada; por último, la vida y la resurrección,
el individuo está abocado a la gloria y a la nueva existencia, ese puente que
tendió Jesús con su muerte y resurrección. Todo esto apunta hacia la Pascua,
allí se empleará el símbolo del agua que limpia y resucita y da vida.
Añadir leyendaViacrucis de Matisse , capilla del Rosario, monjas dominicas de Vence |
La
conversión, metànoia, no sólo es un cambio de pensamiento, también de
corazón y de vida. Incluye al menos tres realidades, un cambio religioso, un
cambio ético y un cambio intelectual. La conversión es poner a Dios en el
centro de la existencia humana, y desde esa realidad actuar en la vida. En esa
conversión interviene mi libertad, es un don de Dios, que puede vivir en
nosotros a través de su palabra, de su vida, de su muerte y resurrección. Esto
nos lleva a un cambio, a liberarnos de aquellos dioses que esclavizan y
no liberan al hombre, que son necesarios, pero no deben ocupar el centro de la
vida: dinero, placer, poder, etc. En esta conversión moral, debemos someter nuestro
interés más inmediato a la justicia. La fe nos lleva a un cambió en la forma de
ver las cosas, buscar con profundidad y serenidad la verdad de la existencia.
No sé, pero me viene a la mente ahora a mi querido
Nietzche, con su genialidad y su búsqueda del sentido afirmaba su rechazo hacia
las grandes convicciones, se agarraba como a un clavo ardiendo a su finitud, y
subrayaba el carácter escurridizo de la verdad. Para él, el convencido
es un “epiléptico del concepto”, es un hombre que ha perdido su libertad. Sin
caer en el escepticismo de Nietzche, el hombre que busca sinceramente la
verdad, vive en una inmensa soledad, y a veces, sólo escucha susurros de lo que
otros le cuentan.
Nuestro querido Unamuno sabía mucho de soledades, ya
que era consciente que la razón a veces se construye sobre irracionalidades,
incluso llega a producir monstruos. Racionalidad e irracionalidad se dan la
mano en la vida del hombre, él se sentía mejor desde una razón cordial, pensar
desde el corazón y sentir desde la razón, con esas dos ciudadanías, que son
Atenas y Jerusalén. San Agustín en sus Confesiones, recordaba que
buscaba a Dios fuera y lo encontró dentro de sí, nuca fue un hombre más libre
afirmaba. Esa interioridad es el ámbito en que acontece todo lo que tiene
carácter implícito e intencionado de la existencia. El Dios cristiano es el
Dios de la promesa, su revelación de forma plena, acontece el final de la
historia, hasta entonces es bueno mantener la esperanza, incluso a pesar de
todo.
Edith Stein, Teresa Benedicta de la Cruz, OCDAñadir leyenda |
Me quedo de
momento con la historia de Edith Stein, judía de nacimiento y una persona
extraordinariamente dotada para la filosofía y el pensamiento. Trabajó con
Hurssel y sus discípulos, algunos de renombre en el pensamiento, Dietrich von
Hildebrand, Hans Lipps, Alejandro Koyre, Jhon Bell, Jean Hering, o el propio
Heidegger. Muchos de ellos abrazaron el cristianismo, gracias al impacto de las
conferencias religiosas de Max Scheller, sólo Edith permaneció inamovible
trabajando en la fenomenología filosófica y en el problema de la inmanencia. En
el otoño de 1921 pasará unos días en una finca de unos amigos, la famila
Matius. Pasaba mucho tiempo sola devorando libros de la biblioteca de la
familia, un día tomó un libro de Teresa de Jesús. Según sus propias palabras: “Un
día tomé un volumen bastante recio. Se titulaba Vida de Santa Teresa de Jesús,
escrita por ella misma. Comencé a leer. Al instante me sentí cautivada, no pude
interrumpir la lectura hasta llegar a la última página. Cuando cerré el libro
dije en mi interior: ¡esto es la verdad!”. La misma mañana compró un
catecismo católico y un misalito, se puso a estudiarlos y asistió a una
eucaristía, el 1 de enero de 1922 será bautizada. Compartirá vida religiosa con
las monjas dominicas en Espira (Alemania), mientras daba clases en su colegio,
pero su vida religiosa la realizará en plenitud cuando ingrese en el Carmelo de
la ciudad de Colonia. Allí vivió plenamente la fe en Dios desde la ciencia de
la cruz. El 2 de agosto es apresada por la Gestapo y el 7 es enviada al campo
de concentración de Auschwitz, allí muere junto con su hermana Rosa. En uno de
sus escritos afirma, “Quien busca la verdad, consciente o
inconscientemente, busca a Dios”.
Lluéveme, Señor, un poco
con esta
claridad con que te llueves
sobre el
jardín incierto en la ventana.
El agua que
me cale lentamente
hasta apagar
mi llama de inquietudes,
el agua que
me embalse y me sosiegue
de presencia
de Ti, de noche tuya.
Estoy
reseco, tristemente solo,
con un gris
de sucesos
sin el
premio siquiera de una lágrima.
Ve regando
el miedo de mis ojos
con el zumo
de paz que de Ti mana,
ve llenando
mi surco, enfermo y roto
como una
llaga abierta, de tu bálsamo.
Ve
lloviendo, Señor, y desmoróname
de tanto
leve aluvión en mi esperanza
negra en la
soledad y a la par lumbre.
Derrámate
del todo, que en la lluvia
me sentiré
dormido a la apariencia
con la pena
empapada en tu alegría
sin serme ni
sentirme en los caminos.
Inúndame,
Señor, con tu ternura
y apágame a
mí mismo porque enciendas
luces más
tuyas sobre la ceniza.