sábado, 6 de septiembre de 2014

Toda mi esperanza radica en tu misericordia




Campos de refugiados de Irak, foto de Unicef
Tarde te amé, repite sin cesar San Agustín en sus Confesiones, una de las grandes obras de la Literatura Universal. Una obra que a pesar del paso del tiempo, sigue siendo muy actual, en ellas se refleja su angustia, su búsqueda de sentido, su vida nos apunta una respuesta profunda a las preguntas y perplejidades del hombre de hoy, del hombre de todos los tiempos. La compone después de ser nombrado Obispo de Hipona, en su madurez, en una vida no exenta de contradicciones y controversias, en el descubrimiento de la fe de la mano de San Ambrosio y la lectura de las cartas de San Pablo y sobre todo, de la reposada experiencia de la oración. Sus confesiones, no sólo son la confesión de sus pecados, sino una alabanza a Dios y una auténtica búsqueda de la verdad. … «A ti la alabanza y la gloria, ¡oh Dios, fuente de las misericordias! Yo me hacía cada vez más miserable y tú te me hacías más cercano»
No busco en estas reflexiones hacer un estudio sobre las Confesiones, sino centrarme en esas palabras de san Agustín, la esperanza y la misericordia, tomadas del libro X. San Agustín hace un vínculo entre esperanza y misericordia. La esperanza, no sólo opera en la esencia y la libertad humana, sino también en la relación hombre- mundo. Un mundo que se nos presenta abierto y no determinado, como un proceso, como una tendencia hacia algo, inacabado e incompleto. Al igual que el ser humano, que busca su verdadero ser, su Ítaca, su lugar en el Cosmos en palabras de Marx Scheler, o mejor, “donde nadie ha estado todavía”, según Bloch. Es un caminar que transciende el horizonte del mundo, a la espera de un futuro que no sólo puede ser realización del hombre. Es una esperanza en el perfeccionamiento del ser humano, y en una transformación del mundo. Agustín quería ir más allá de los apuntes de Bloch, un transcender sin transcendencia, sino el hombre está llamado a una esperanza transcendental. Mantener la esperanza de las víctimas, es una forma de mantener la pregunta por Dios.
La esperanza del hombre y la ilimitada misericordia de Dios, chocan una y otra vez con la experiencia de las duras realidades del mundo y con la experiencia, a menudo trágica, de la guerra, las injusticias, la violencia, torturas, etc. Puede que alguien piense en otros sufrimientos no provocados por el hombre, devastadores terremotos y tsunamis; sequías e inundaciones; epidemias como la peste, el cólera, etc. Hoy mismo, día de san Agustín, que estoy escribiendo estas líneas, Juan Goytisolo escribe su columna en el País titulándola “En qué siglo estamos”. En él habla del cinismo político y la barbarie, del fanatismo religioso de Bachar el Asad, que da a escoger a la comunidad internacion
Foto tomada de nydailynews
al ente lo malo y lo peor. Más de un millón de personas han huido de sus hogares en Iraq septentrional y central a medida que los extremistas musulmanes sunitas del autodenominado Estado Islámico; pienso en los 2500 muertos palestinos en la franja de Gaza y lo cientos de desplazados. Pero el calor y el descanso del verano no nos puede hacer borrar otras realidades de nuestro mundo: 2500 muertos y cientos de desplazados en Ucrania; o bien, una nueva epidemia en África, el Ébola, que ya ha provocado más de 20000 muertes y sigue extendiéndose desde Ginea a Liberia, Sierra Leona, Nigeria, el Congo, convirtiéndose ya en una auténtica pandemia.
¿Dónde está Dios ante tanta barbarie?, pero sobre todo, ¿dónde está el hombre ante tanta violencia? ¿En qué medida es compatible esta historia de sufrimiento con la misericordia de Dios? ¿Y con su omnipotencia? El mal y el sufrimiento han sido una de las mayores críticas a la religión desde la antigüedad, el planteamiento es conocido: O Dios no es bueno, o no es omnipotente. En cualquiera de los casos, si diluía la posibilidad de la existencia de Dios. Las respuestas a esta aporía era o bien la teodicea, justificar a Dios ante el mal, o entender el mal presente en el mundo como algo necesario para la armonía del cosmos. Para muchos esto no sólo es insuficiente, sino no se tiene en cuenta a las víctimas y se comete una nueva injusticia.
Kant, después del terremoto de Lisboa y las víctimas provocadas, escribe sobre el fracaso de la teodicea, critica las especulaciones que van más allá de la experiencia y el conocimiento de los hombres. Pero se niega a renunciar a Dios, a pesar del mal, era la única manera de reconciliar la libertad humana y la naturaleza. Para Kant, será un postulado de la razón práctica, es la garantía del éxito de la libertad humana. Es la garantía que los verdugos no triunfen sobre las víctimas. Habermas, retoma el problema, donde la pérdida en la esperanza de la resurrección deja un enorme vacío en el sentido y en la justicia. Debemos mantener abierta esa posibilidad. Después de Auschwtiz, Adorno no se cansó de recordarnos que las víctimas son normativas, no pueden ser marginadas. El teólogo J.B. Metz, retomando esta línea sobre la normatividad de las víctimas, podemos esperar porque también las víctimas esperaron. Son las víctimas de la historia la que nos prestan su esperanza. Mantener la esperanza de las víctimas, es una forma de mantener la pregunta por Dios
En hombre religioso se agarra a la esperanza y a la misericordia de Dios. Esa misericordia se revela en la cruz de Jesús, una víctima.  La muerte de Jesús no fue un error, fue el precio de su innovación, de su rebeldía, de su disidencia. Nadie apuesta en este mundo impunemente por los vencidos, no sorprende que Él, acabara en la peor de las muertes, la cruz. En ella, un grito terrible: “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado…” En esa oración del salmo 22, en ese grito de abandono de Jesús, que no expresa su desesperación, sino también la confianza y esperanza aún en medio del más extremo abandono de Dios. Esa oración, esa queja de abandono, termina en la intervención de la misericordia de Dios.
En sus encuentros con el resucitado, como refleja el camino de Emaús, los discípulos comprendieron el camino de la salvación y que la esperanza no se agota en este mundo y en esta vida, sino que se extiende más allá de ellos, es por lo tanto, esperar contra toda esperanza.  Esta esperanza, no reprime ni suprime la libertad humana. Antes al contrario, solo la nueva justicia vuelve a dar consistencia a nuestra libertad. La justicia de Dios es su gracia, su misericordia. Esa gracia nos la subrayó de forma especial san Pablo y después san Agustín, y ahí nos quedó en la tradición religiosa desde Santo Tomás a Lutero, desde Jon Sobrino al cardenal Kasper, pasando por el Concilio Vaticano II. Ella os libera de todo miedo existencial conduciéndonos a una nueva vida, a una nueva esperanza, a una vida que nace del amor y es para el amor. En la resurrección de Jesús de entre los muertos, se selló definitivamente esta esperanza. La promesa de fidelidad de Dios fundamenta la esperanza aún en esa extrema situación carente de salida desde un punto de vista humano que es la muerte. Tal esperanzada certeza, tal serenidad no es mera teoría, como la que puede encontrarse en las distintas propuestas de teodicea. Es una afirmación y una actitud de fe, de la que sólo cabe hablar invocando desde el interior del creyente,  la misericordia de Dios.
No debe ser la esperanza y la religión, la premisa de todas las alienaciones, que proyecta al hombre fuera del mundo real. Ni instrumento  o las máscaras de las clases dominadoras, ni el suspiro de la criatura oprimida. La esperanza es una fuerza activa y activadora, nos alienta y compromete a convertirnos en testigos de la misericordia de Dios y a abogar por la misericordia en nuestro mundo. Si hay una relación entre la misericordia y la justicia, debemos realizar un mundo más justo, un Estado más justo, una sociedad con el valor de la misericordia. No se trata de tapar las desigualdades con limosnas, sino cambiar las cosas, como bajar de la cruz a las víctimas. La misericordia, es hacer justicia con pueblos enteros heridos y crucificados,  para ello se debe poner al servicio de la justicia todas las capacidades humanas, religiosas, científicas, tecnológicas...
Por la misericordia hay que arriesgar, no sólo de forma personal, sino también la propia institución eclesial, o instituciones que luchan por los derechos y la justicia. El ejercicio de la misericordia da la medida de la libertad, tan proclamada como ideal del ser humano en el mundo occidental. «Dichosos los misericordiosos», «Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia».
Mil voces gritan
en el desierto de cualquier asfalto
en la estepa de cualquier hambruna
en el erial de un corazón
en el páramo de la indiferencia
en el yermo de un desamor
en un descampado de la inconsciencia
en la soledad de un desamparo
en el despoblado de una indigencia
en el vacío de esa muerte sin razón
en el silencio de esa guerra perdida
mil voces gritan a una voz
diez veces el mismo grito:
  
    Preparad los caminos del hombre,
    allanad las injusticias,
    rebajad las distancias,
    devolved a cada uno su nombre,
    levantad la opresión,
    elevad los barrancos de toda violencia,
    allanad los montes de la discriminación,
    abrid los muros entre el norte y el sur,
    ¡de par en par!,
    que la vean los antiguos profetas
    y abracen los hombres de hoy:
    ¡La Paz!
Fructuoso Mangas, “Mil voces” del poemario A pie de obra. Salamanca, 2001
 
© Nichole Sobecki. Campos de refugiados Sudán. Médicos sin fronteras











 

viernes, 5 de septiembre de 2014

Bajo el sol de Estambul


Santa Sofía, Estambul

Hace unos días realicé una peregrinación y un viaje de estudios bíblicos con la parroquia de la Purísima, intentábamos ir tras las huellas de Pablo y las primeras comunidades cristianas, atravesando gran parte de Turquía. La ruta empezaba en Antioquía y terminaba en Estambul, donde estuvimos cuatro días. Sorprendentemente es la ciudad más poblada del país, aunque no es la capital, pero sí una ciudad de contrastes. Dos continentes, Europa y Asia, una población muy asiática y a la vez europea,  una ciudad musulmana con un profundo pasado cristiano. Pero también un caos de tráfico, una ciudad- comercio, con cientos de personas transitando por sus calles, con un abanico de colores, sabores y olores. Ciertos barrios, un poco abandonados, pero nos recordaba Juan Goytisolo, que la belleza del conjunto avasalla, borra la fealdad de sus partes. Como si fuera un escenario cinematográfico, se mezclan los juegos de luces, con el colorido blanco y verde, y el mar azulado siempre al fondo, rodeando la escena.
Es denominada la ciudad de los minaretes, pero a pesar del dominio musulmán, uno se puede adentrar en los restos de antiguas iglesias cristianas, e incluso, sinagogas, reconvertidas en mezquitas. Se dice que no es religiosa, según la república de Atatürk, pero la voz el muecín inunda los cuatro puntos cardinales de la urbe, a pesar del trajín comercial o administrativo de cualquier ciudad. Las pocas iglesias cristianas de culto activo, las podemos encontrar escondidas tras algún patio o una verja. Aunque, algunos viajeros como Pierre Loti, su café  sigue siendo una atracción turística, le atraía ese carácter exótico y oriental de Estambul, criticando su occidentalización.
Como en Konya, en Estambul, el sufismo está presente en su espiritualidad. La lírica musical de Mevlana  inunda el horizonte de sus minaretes, donde los derviches en la privacidad, siguen girando en su danza mística, al ritmo de las Suras del Corán y una filosofía platónica. En el sufismo, Dios se manifiesta en el interior del alma del hombre, alma que se separa del cuerpo para purificarse y llegar a nuevas cotas de perfección. Pero sobre el bosque de minaretes, de las mezquitas Azul, de Solimán, Nueva, etc, sobrecoge el pasado cristiano en el templo que Justiniano, dedicó a la Sabiduría Divina, HAGIA SOFIA.
La Madre de Dios presentando a la Sabiduría Divina
Madre de Dios presentando a la Sabiduría Divina

La Sabiduría Divina está muy presente en el Antiguo Testamento, como en los libros de los Proverbios y Eclesiástico. Es la que sale de la boca del Altísimo, fundada desde la eternidad. En el libro de la Sabiduría, después de haber contemplado la Sofía, como un soplo de potencia divina y la gloria del Todopoderoso, describe las intervenciones decisivas en la historia desde la creación del primer ser humano. Las primeras comunidades cristianas de la mano de Pablo y Juan, desarrollan una cristología de corte sapiencial. Así las primeras comunidades cristianas identificarán la Sabiduría Divina y la persona de Jesucristo, donde Éste, será colaborador del Padre en la creación. Sería algo así, como una mirada de Dios hacia afuera, hacia el mundo creado, como Sabiduría Divina del mundo. Donde Dios, han entrado en el mundo no sólo para sanarlo o iluminarlo, está presente como Sabiduría desde sus inicios, ordenándola y embelleciéndola. San Agustín, nos recordaba, a cualquier sitio que mires, la Sabiduría te habla por los vestigios que ha impreso en sus obras.
Pantocrátor de Santa Sofía
Así, desde estas premisas se construye una de las obras cumbres del arte Bizantino. Representa la síntesis entre Oriente y Occidente. En ella se funden las dos concepciones del mundo y se forma un estilo nuevo, completamente original, con la simbiosis entre la cúpula, como símbolo del arte oriental, y la planta basilical, cuyo origen está en Occidente. No es la Theótokos la protagonista, ella nos presenta a un niño, el Cristo, que representa la Sabiduría Divina. El inmenso ámbito que creaba la bóveda por encima de los fieles quería representar un único Dios y una única fe para toda la humanidad.

Hoy sigue, aunque como museo, sigue  ahí, coqueteando con las imponentes mezquitas, que se inspiraron en su construcción. No sé, pero me vienen a la mente las palabras del teólogo dominico Schillebeeckx, hay más verdad en el conjunto de todas las religiones que en una sola religión aislada. Es cierto, el Islam salvaguarda mejor la unicidad de Dios, pero el cristianismo insiste más en la dimensión personal y ha sabido beber mejor del pensamiento y la razón. Cuando las religiones solo beben de su propio pozo, sin atender a las profecías que vienen de fuera, pueden terminar creyendo que la única verdad es la suya. Una religión pensada, nunca se deslizará hacia tentaciones fundamentalistas.
 
Vista de Estambul desde la torre Gálata
 

“Buscamos por doquiera el absoluto y sólo encontramos cosas”
Novalis, Himnos a la noche"
En:
 





 

domingo, 31 de agosto de 2014

“Me he aparecido a ti, para hacerte mi servidor y para que des testimonio…” (Hch 26, 16)



30, julio, miércoles: ESTAMBUL-MADRID-SALAMANCA
“Me he aparecido a ti, para hacerte mi servidor y para que des testimonio…” (Hch 26, 16)

Llegamos al último día en Estambul y de nuestro viaje. Después de la eucaristía en la catedral del Espíritu Santo, toda la mañana paseamos por la calle Istiklal, la más concurrida de Estambul y al final de la calle visitamos la torre Gálata con unas vistas excepcionales de la ciudad.
Pero primero la ambientación de la oración de la mañana:

“Me he aparecido a ti,
para hacerte mi servidor”
(Hch 26, 16)
Termina nuestra peregrinación tras las huellas de Pablo y de las Primeras Comunidades Cristianas y sigue nuestro camino de creyentes tras los pasos de Jesús. Atrás quedan muchas experiencias intensas, de las que hemos sacado luz, aliento y estímulo para nuestro camino cristiano. Y por delante tenemos la vuelta a nuestras casas y a nuestras tareas de siempre, con el compromiso de ser más fieles seguidores de Jesús. 

En estos días el Señor se nos ha hecho especialmente cercano y hemos sentido su llamada. Como a Pablo, cuando Dios se le manifestó en el camino de Damasco, también a nosotros Él nos dice: “Me he aparecido a ti, para hacerte mi servidor y para que des testimonio de lo que has visto, y de lo que aún te mostraré”. En cada uno de nosotros queda ahora la responsabilidad de estar a la altura de lo que el Señor quiere y espera de nosotros.

La ambientación en la Catedral, pág. 111 del libro del peregrino.

Es nuestra última Eucaristía. A lo largo de trece días hemos recorrido en esta tierra muchos lugares, tratando de acercarnos a los manantiales de los que brotó la experiencia cristiana. En cada uno de ellos no nos hemos limitado a visitar las fuentes, sino que hemos tratado de beber en cada una de ellas el agua limpia y clara que sacie nuestra sed de Dios y de su Verdad.
Cerramos la rica experiencia creyente que hemos vivido en esta tierra con esta eucaristía en la que, además de expresar nuestra más viva gratitud al Señor, queremos también concretar algunos compromisos para nuestra vida futura. 


Memoria de san Andrés,
patrono de las Iglesias de Oriente

En conocer a Jesús
tú fuiste, Andrés, el primero:
Juan te señaló el Cordero,
tú lo seguiste a la cruz.
Como un reguero de luz,
a Cristo evangelizando,
tu vida se fue sembrando,
para cosechar después
gavillas de rica mies,
nuevas Iglesias fundando.
De Cristo amigo cercano,
predicas desde tu cruz.
“¡Queremos ver a Jesús!”,
llévanos tú de la mano,
como llevaste a tu hermano
de sangre y de santidad.
A las Iglesias de Oriente
llévalas hasta la fuente
por caminos de unidad.
4.“¡Sígueme!”,
la última palabra del Señor 

«Te aseguro que cuando eras más joven, tú mismo te sujetabas la túnica con el cinturón e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás tus manos, otro te las sujetará y te llevará adonde tú no quieras». Dijo esto para indicar con qué muerte iba a glorificar a Dios. Después añadió: «¡Sígueme!».
(Juan 21,1-19) 



Rema “mar adentro” Quiero aceptar tu reto,
mas siento
en la garganta
un apretado nudo
y no sé decir nada.
Oigo tu invitación,
pero no suelto amarras
y no acierto a zarpar
para ir a la mar alta.
Yo me quedo en la orilla,
que es pequeña mi barca
y son pocas mis fuerzas
para cruzar las aguas.
¿No podré ser tu amigo
si me quedo en la playa,
amodorrado y pasivo,
recibiendo los besos
de la tarde dorada?
Mas, no…
Ven a mi bote,
desenvaina la espada
y corta de un tajazo
las cuerdas
que me amarran.
(Patxi Loidi)



Certezas y convicciones

“Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará gratuitamente con él todas las cosas? ¿Quién podrá acusar a los hijos de Dios? Dios es el que absuelve. ¿Quién será el que condene? ¿Cristo Jesús, el que murió, mejor dicho, el que resucitó, el que está a la diestra de Dios y el que intercede por nosotros?
¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? Dice la Escritura: Por tu causa estamos expuestos a la muerte todo el día, somos como ovejas destinadas al matadero. Pero en todas estas cosas salimos triunfadores por medio de aquel que nos amó.
Porque yo estoy persuadido de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles ni otras fuerzas sobrenaturales, ni las cosas presentes ni las futuras, ni los poderes de cualquier clase, ni lo de arriba ni lo de abajo, en una palabra, nada ni nadie podrá separarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.” (Romanos 8,31-39)






 La calle de İstiklal o avenida de la Independencia  es una de las avenidas más famosas de Estambul, concurrida por casi 3 millones de personas en un día de fin de semana. Antiguamente era conocida como Grande Rue de Péra, como el barrio de Pera donde vivían los comerciantes genoveses y venecianos en época bizantina. Se encuentra situada en el distrito histórico de Beyoğlu, y es una calle de peatones elegante de aproximadamente dos kilómetros de longitud, que aloja boutiques exquisitas, tiendas de música, librerías, galerías de arte, cines, teatros, bibliotecas, cafés, pubs, clubes de noche con música viva, pastelerías históricas, chocolaterías y restaurantes. La avenida, rodeada por la única arquitectura turca del siglo XIX, se extiende desde el barrio medieval genovés alrededor de la torre de Gálata hasta la plaza de Taksim.
Nosotros bajamos desde la plaza Taksim, todo cuesta abajo por el barrió más europeo de la ciudad. Los comerciantes ricos de la época tuvieron sus casas y las fuerzas coloniales construyeron palacetes. Todos estos estaban alrededor de una avenida que le dio una atmósfera cosmopolita que todavía sigue teniendo. Después de la fundación de la república turca el nombre del barrio fue Beyoğlu y Gran Rue de Pera fue la Calle İstiklal.


En plena calle realizamos una breve parada para visitar la iglesia de San Antonio de Padua. La construcción del edificio actual se produjo entre 1906 y 1912. Erigida en estilo neogótico, con fachada en ladrillo rojo, se trató de uno de los primeros proyectos en la ciudad del arquitecto Giulio Mongeri. En 1932 se le otorgó la categoría de «basílica menor».

 En los patios había una exposición sobre el Papa Juan XXIII, para conmemorar que había servido en Estambul. Ya en el interior, la iglesia resulta esbelta y sencilla, con planta de tres naves y hermosas vidrieras que llenan de luz y color el altar mayor. Dentro verás algunas interesantes tallas en madera cubierta de paneles de oro, un bello viacrucis y el gran Cristo crucificado que parece levitar sobre el ábside, haciendo que la iglesia resulte un lugar que invita al recogimiento y a la oración.


Al final de la calle llegamos a la torre Gálata, fundada por genoveses en la época bizantina. La torre tiene una altura de 66,9 m (62,59 m sin el remate) y consta de nueve plantas. Cuando se construyó, se convirtió en la estructura más alta de la ciudad. Se trataba de la construcción más alta de las fortificaciones que rodeaban la ciudadela genovesa de Gálata. La torre actual no es la misma que la antigua torre de Gálata, originariamente bizantina, llamada Megalos Pyrgos y que controlaba el extremo norte del mar a la entrada del Cuerno de Oro. Se encontraba en un lugar diferente y fue destruida durante la Cuarta Cruzada, en 1204. A partir de 1717 los otomanos comenzaron a usar la torre para detectar incendios en la ciudad. En 1794, durante el reinado del sultán Selim III, el techo de la torre, realizados en plomo y madera, al igual que las escaleras,  fueron severamente dañados por un incendio. Otro incendio dañó el edificio en 1831, en la que se llevó a cabo un nuevo trabajo de restauración


En 1875, durante una tormenta, el techo cónico en la parte superior del edificio fue destruido. La torre quedó sin este techo cónico. Muchos años más tarde, durante los trabajos de restauración entre 1965 y 1967, el techo cónico fue reconstruido. Durante esta restauración final en la década de 1960, el interior de madera de la torre fue sustituida por una estructura de hormigón y se comercializó y abierto al público.
Desde la torre gálata fuimos hasta el puente gálata, cruzando el Cuerno de Oro. El primer puente registrado sobre el Cuerno de Oro en Estambul, fue construido durante el reinado de Justiniano el Grande en el siglo VI, cerca de la zona cerca de las murallas de Teodosio, en el extremo occidental de la ciudad. En 1453, durante la caída de Constantinopla, los turcos montan un puente móvil mediante la colocación a los dos lados de buques a lado, de modo que sus tropas podrían moverse de un lado al otro del Cuerno de Oro. En 1503, hubo planes para construir el primer puente en la ubicación actual. El Sultán Bayaceto II solicitó un diseño a Leonardo da Vinci, que utiliza tres principios geométricos bien conocidos, el arco pulsado, la curva parabólica y arco trapezoidal, creó un solo tramo sin precedentes de 240 m de largo y 24 m de ancho puente para el Cuerno de Oro, eso suponía que habría  convertido en el puente más largo del mundo de ese tiempo si se hubiera construido. Sin embargo, el ambicioso diseño no fue aprobado por el sultán.

El puente Gálata actual fue construido por la compañía turca STFA, muy próximo al lugar donde anteriormente existía un antiguo puente, entre Karaköy y Eminönü; se concluyó en diciembre de 1994. El puente tiene una longitud total de 490 m, un tramo levadizo móvil, con luz, de 80 m, 42 m de anchura, e incluye tres carriles para vehículos y una pasarela peatonal en cada dirección.

Después fuimos a comer a un hotel junta a la embajada holandesa, sobre la tienda de finito de Córdoba, en la calle Calle Yerebatan Cadessi, con unas vistas espectaculares de Estambul.


Por último, después de comer fuimos, como un rayo, al Museo Arqueológico de Estambul. Situado en los jardines externos del palacio de Topkapı, el museo fue fundado como museo imperial. Se inauguró en 1891 en el edificio principal bajo la dirección del pintor y arqueólogo Osmán Hamdi Bey. El museo pronto incrementó sus colecciones con fondos provenientes de todo el Imperio otomano.

La colección del museo abarca unas veinte salas distribuidas a lo largo del edificio antiguo y las cuatro plantas construidas en la década de los 90. Estas salas están divididas en las siguientes galerías:
  • Arqueología clásica: situada en el edificio principal del complejo destacan las siguientes obras: Estatua de Marsias, Estatua y busto de Alejandro Magno, Sarcófago de las Plañideras y Sarcófago de Alejandro Magno una de las piezas más importantes del museo. Este grupo de sarcófagos fue encontrado en Sidón (actual Líbano).
  • Colección tracia, Bitinias y bizantinas: Situada en la planta baja del edificio de 1991.
  • Estambul a lo largo del tiempo: Situada en el primer piso del nuevo edificio destaca el mosaico del icono de la presentación del siglo VI-VII.
  • Anatolia y Troya: En el segundo piso del edificio nuevo contiene obras de esta zona de Turquía. Se exponen algunas de las piezas del tesoro Schliemann.
  • Culturas adyacentes a Anatolia: Se muestran diferentes objetos de las zonas cercanas al sur de Turquía como por ejemplo Chipre, Siria o Palestina. Se pueden ver unos relieves funerarios sirios, el Calendario de Gézer y la reconstrucción de un mausoleo descubierto en Palmira.
  • Museo del antiguo oriente: Destaca la tablilla del Tratado de Qadesh.
  • Azulejos y cerámicas Turcas: Instalado en el Pabellón Çinilli destaca el Mihrab Karaman, mihrab azul recubierto con azulejos.
En el patio exterior se puede contemplar el Sarcófago de pórfido (siglos IV-V) en el que se enterraron los primeros emperadores bizantinos.

Y ahora…
Dios y tú
Sólo Dios da la vida,
pero tú puedes defenderla y entregarla.
Sólo Dios puede dar la fe,
pero tú puedes dar testimonio.
Sólo Dios puede dar la esperanza,
pero tú puedes devolverla a los que la perdieron.
Sólo Dios puede dar el amor,
pero tú puedes amar a los hermanos.
Sólo Dios puede dar la paz,
pero tú puedes sembrarla a tu alrededor.
Sólo Dios puede dar la fuerza,
pero tú puedes animar también.
Sólo Dios es el Camino,
pero tú puedes enseñárselo a otros.
Sólo Dios es la luz,
pero tú puedes ponerla en alto
para que todos la vean.
Sólo Dios puede hacer lo imposible,
pero tú puedes hacer lo posible.
Sólo Dios se basta a sí mismo,
pero prefiere contar contigo.
(José Luis Martín Descalzo)

Un abrazo por vuesto apoyo y cariño. Seguiremos escribiendo en este blog, al menos hasta que lleguemos a Roma, pasando por Sicilia. No estaría mal.