martes, 17 de diciembre de 2013

La comunidad de Corinto




Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, locura para los gentiles; más para los llamados, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios  (I Cor. 1, 23)
Ante le división de la comunidad de Corinto por seguir a tantos misioneros y líderes, afirma que Cristo es el único camino, el único maestro, el único Señor. Pablo argumenta que  su fuerza radica en la “sabiduría de la cruz”. En lo débil, en lo pequeño, en la sinrazón y en el escándalo, es como se expresa Dios, sobrepasando las condiciones del pensar humano. Es en la cruz donde se manifiesta el inmenso amor de Dios a los hombres.


Procedente de la sinagoga, pero también de la cultura greco-romana, ambas con un fuerte sentido comunitario y asociativo. El mundo judío de la diáspora era muy fuerte, pero más abierto y muy  receptivo de la filosofía y la cultura helenista, Filón de Alejandría, Flavio Josefo o la traducción de Septuaginta, muestran esa apertura. Pero dentro de los núcleos urbanos antiguos, debido a las fuerzas disgregadoras y desarraigo propio cualquier ciudad, no sólo económico y social, sino también religioso; había una mixtura de credos y cultos, de oriente y de Egipto, con una clara decadencia de los dioses de la mitología, que ni el culto al emperador, había podido mitigar. El helenismo vivía también una época del vacío, el escepticismo se apoderó de la médula cultural y filosófica, era un mundo a la espera. Las capas más cultas se inclinaban fuertemente al monoteísmo o, cuando menos, a una especie de universalismo religioso;  y las inferiores, ponían su acento en los cultos mistéricos con gestos y cultos exteriores, como el bautismo y el alimento sagrado. Todo esto tendía hacia una interiorización que también había contribuido el derecho romano. Aunque, de forma aún más directa en la preparación al cristianismo influyó la superación práctica de la diversidad de dioses, gracias a las ansias de unidad que se manifestaban en todos los ámbitos culturales del Imperio romano.


Corinto fue destruida por los romanos en el año 146 y se mantiene en ruinas hasta que fue reconstruida por César como una colonia de itálicos. Será la capital de Acaya y sede del procónsul romano. En este momento tendrá un papel importante en el comercio Mediterráneo, ya que muchos comerciantes intercambiaban sus productos, para evitar el rodeo en barco por el Peloponeso. En  época de Pablo, era una ciudad rica y floreciente, en base a su mano de obra barata y esclavista y con sus dos puertos y un canal que comenzó Nerón, pero que nuca se llega a concluir. Era una ciudad de contrastes, con una población procedente de todos los rincones del imperio, pero la desigualdad entre las diferentes capas de ricos y pobres era escandalosa.  En ella, celebraban los juegos Ísmicos, de los más importantes de Grecia, en honor a Poseidón. La ciudad era también un importante centro intelectual y religioso, destacaba por la adivinación y los cultos mistéricos. También, el desenfreno, el placer y la buena vida, eran algo cotidiano. El dinero y el placer privaban por encima de todo. Todavía más, al residir allí el santuario de Afrodita, con toda una prostitución sagrada a su servicio, la ciudad era una gran “meretriz”, alabando en la antigüedad el “vivir a lo corintio”.  La religión popular del paganismo encontró cobijo en una mística extática de ritos desenfrenados y orgiásticos que traducían su pretensión de comunicarse con lo divino. Además circulaba una filosofía sofística y  ecléctica, basada en el relativismo y en la persuasión. Pero afloraba la primera pregunta por el sentido del más allá y el destino, la búsqueda de lo divino era una constante y ésta, unía a griegos, judíos y cristianos.

Cuando llega Pablo a Corinto se pone en contacto con la sinagoga judía, en este ambiente se encuentra con Áquila y Prisca, se hospeda en su casa y  trabajará en su taller de confección de tiendas. Parece que se hacen cristianos en Roma, huidos de ella por el edicto de Claudio. Desde aquí debió acudir semanalmente a la sinagoga a transmitir el mensaje cristiano a los judíos como a los paganos iniciados y “temerosos de Dios”. Pero el anuncio del crucificado tuvo que ser un escándalo para muchos judíos piadosos, un condenado a la muerte más infame de la cruz, no puede ser el Mesías.
Esta oposición, le hace abandonar la sinagoga,  no sin algún resultado, algunos se adhieren a Pablo. En esta  segunda fase, Pablo se dirige fundamentalmente al mundo pagano. En ésta nueva iglesia local que se está iniciando, la mayoría de sus miembros pertenecen al estrato más humilde de la sociedad, pero con una minoría de la sociedad más acomodada de la ciudad. Era un grupo muy heterogéneo, muy socializado en la ciudad y en los cultos, muchos lazos les ataban a su antiguo paganismo…: las relaciones familiares, el trabajo cotidiano, las amistades, el ambiente ciudadano mórbido y lascivo, el politeísmo confuso de sus templos, el carácter emotivo de sus ritos, etc. Las diferencias sociales y al apego al mundo ciudadano, fueron los problemas con lo que se tiene que enfrentar Pablo, que amenazó seriamente con escindir la comunidad. Era una comunidad que planteará muchos problemas a Pablo, una comunidad poco preparada, con un cristianismo inmaduro y voluble, muy apegado en las redes filosófico-religiosas de la ciudad. Pablo que no dispone de tiempo para profundizar, va haciendo su teología al filo del urgente cuestionario pastoral que le van formulando los acontecimientos. Ante el aluvión de problemas y reacciones de muchos miembros de la comunidad, Pablo vivirá momentos muy difíciles y complicados. Donde la aflicción y amonestación, el cariño y las lágrimas, la cruz, la esperanza, serán elementos que aparecen entreverados entre los problemas de la comunidad que reflejan estas cartas.



Toda la teología que despliega en esta comunidad aparece en las dos cartas, así como las noticias de Hechos, que parece que aquí pisa en terreno firme. Parece que hacia finales del siglo I, cuando se hace la colección ecuménica paulina, este va a unir varias cartas. Es el caso de I Corintios,  donde la carta perdida según 5, 9 – 11, hay que buscarla y reconstruirla en esta primera (Cor. A: 1 Cor. 6, 1 – 11; 10, 1 – 22; 11, 2 – 34; 15, 1 – 58; 16, 13 – 18) y el resto de la carta sería tres cartas más, (Cor. B), (Cor. C) y (Cor. D). La primera sería una seria advertencia a la comunidad; la segunda también, los mismos problemas aunque en un estado más agudo. Esas primeras advertencias podrían haber sido mal interpretadas, o no aceptadas. La tercera (Cor. C), es la defensa de la misión de Pablo y su teología, frente a otros misioneros llegados a Corinto. Por último la cuarta, sería la llamada  “carta de las lágrimas2. En el contexto del viaje para recoger la colecta, Pablo viaja a Corinto y se encuentra una comunidad, contra él y la colecta, y desde Éfeso, les escribe esta cuarta carta. Sin entrar en detalles la 2 Corinto, estaría también compuesta por varias cartas, según Senén Vidal, al menos de cuatro.
En las cartas atisba que la comunidad se ha apartado de una manera radical, de los principios que Pablo había establecido. Aparecen divisiones, como la de los helenistas encabezados por Apolo, y otros. Les censura de corazón y humildemente, que han abandonado el mensaje de la cruz.  Un Mesías crucificado, que actúa desde la debilidad y el sufrimiento, con temor y temblor, pero que a la vez es fuente de fortaleza y consuelo.
Otra de las dificultades que el grupo tenía eran las celebraciones y sobre todo, el bautismo y la eucaristía. Una comunidad, muy apegada a la ciudad y al mundo Helenista, donde celebraban la cena del Señor de forma separada y por grupos sociales. Les recuerda que así no tiene sentido celebrar, y les invita a que se esperen unos a otros, y argumenta, el carácter único y exclusivo de estas celebraciones.
Ante tantos carismas y experiencias espirituales, han dejado de lado lo fundamental, Cristo, como fundamento y horizonte de su libertad, y con esto se han sometido a la autoridad de los hombres (1 Cor 3, 21 -23). Los carismas de la cruz, están al servicio de la comunidad y son un anticipo de la plenitud por venir, muy diferentes a los fenómenos espirituales paganos.
Había también prácticas idolátricas y desviaciones morales, que muchas veces justificaban desde una interpretación intransigente o demasiado libre, parecía que todo estaba permitido, o que “todo vale”, desde un acusado relativismo moral. Pablo aquí tiene que aclarar que la libertad cristiana, afecta a la vida del cristiano en todas sus dimensiones, hay unos principios universales, ante el mundo, ante el hombre y ante Dios, …Por tanto, ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacerlo para la gloria de Dios….


Destacamos por último, dentro de los múltiples problemas, la esperanza mesiánica. Algunos parecía que habían saltado el tiempo y la historia con su iluminismo y parecían participar ya de la plenitud, sin contar con los otros. La resurrección pertenece al mundo futuro. Pero también algunos la negaban, en un mundo cultural y filosófico dualista. Era más lógico la liberación del cuerpo, como cárcel del alma y la inmortalidad de ésta,  y no la resurrección de este cuerpo. En este sentido les invita al pensar, que el cuerpo es también sagrado, como templo del espíritu. Porque Cristo ha resucitado, como las primicias de una nueva vida, así lo atestiguan muchos y con Él resucitaremos también nosotros. Ese es el proyecto de Dios, que transforma y crea y recrea una tierra nueva y un cielo nuevo. Así, el que está en Cristo, es una nueva creación, pasó lo viejo, todo es nuevo. El crucificado es “locura divina”,  que rompe cualquier razón y saber humano.  En Él se está manifestando la tensión entre el “ya” y el “todavía no”, en nuestra vida hecha para la resurrección y la aún no resucitada. Es la auténtica libertad que, sólo en el amor, abre realmente al hombre hacia el misterio del otro.
Así, igual que las comunidades de Pablo,  hasta hoy. Los creyentes damos saltos hacia el Misterio, colgados de ese “Otro absoluto”, que camina junto a nosotros. Como un hilo invisible, como una inteligencia subterránea, que es como un ver sin ver, un sentir sin sentir, en palabras de San Juan de la Cruz. En estos dos mil años, ese habitante del Misterio, humano y divino, ha sido Cristo. El bullicio, noche, el vagabundeo incierto parece olvidarse de Él. Es significativo que dentro de nuestra intelectualidad, pensadores y artistas, pocos se digan cristianos en nuestro país. E. Bloch dirá que donde hay esperanza, hay religión. Sin esa esperanza de un hombre libre como es Jesús, el  destino de los pobres, de los que sufren de las víctimas, sería bastante cruel. Pero con Santo Tomás estamos, cuando afirmaba, que la creencia o aceptación de Dios es un acto libre de la conciencia, creyentes o no, el Otro del Misterio nos acompaña a todos. Al final de la en la última curva de la existencia humana, se correrá el velo. Como no recordar aquellas palabras de Antonio Machado en su Juan de Mairena, De uno a “lo otro”, es el gran tema de la metafísica; todo el trabajo de la razón humana tiende a eliminar el segundo término…Pero “lo otro” no se deja eliminar; subsiste y persiste…

domingo, 8 de diciembre de 2013

La mirada de Ulises: Hannah Arendt y Pablo de Tarso. El descubrimiento del hombre interior.




Parece lógico que después de Sócrates, en la mirada de Ulises abordáramos a Platón, a su maestro y su importancia en el mundo helenístico, con el que Pablo tuvo que vérselas un  mundo, al que lleva la  Buena Nueva de la resurrección de Jesús. Platón, por otro lado, es la base del pensamiento occidental, y, el cristianismo inicial, toma muchos de sus elementos para su reflexión sobre Dios y sobre la fe, ahí están Orígenes o san Agustín. Pero quisiéramos ir por otro camino.
En los últimos meses, se ha escrito mucho sobre “La banalidad del mal”, película sobre la vida de Hannah Arendt que ha realizado Margarethe von Trotta.  Directora, actriz y guionista del nuevo cine alemán, que con una mirada femenina y feminista, ha intentado presentarnos los perfiles de la mujer a través de películas como Las hermanas alemanas, Locura de mujer, Rosa de Luxemburgo, o Visión. De la vida de Hidegarda de Bingen.  Todas ellas películas sobre mujeres interesantes y de una gran alabanza y culto a su directora.
La película, más que la vida de la filósofa analiza un hecho importante de su vida, el momento que fue enviada a Jerusalén por la revista The New Yorker para informar sobre el proceso contra Eichmann. Teniente coronel de las SS, encargado del transporte de judíos a los campos de concentración y creador de los “consejos judíos” que colaboraron en la selección de los deportados. Fue capturado por el Mossad (el servicio secreto israelí) en Buenos Aires en 1960. El Estado de Israel, que se había saltado todas las reglas del Derecho Internacional al secuestrarlo en Argentina, quería mostrar a Eichmann como un monstruo despiadado para, de ese modo, poder justificar sus cuestionables prácticas anti-nazis.

Hannah Arendt, autora de los Orígenes del totalitarismo, no vio al horrendo genocida, sino a un pobre hombre, obsesionado con el cumplimiento de las órdenes. Para colmo, contó con la ayuda de líderes judíos a la hora de seleccionar a las víctimas que debían ser deportadas a los campos de concentración. De ahí su obra, Un estudio sobre la banalidad del mal, donde el mal, no se esconde en las grandes mentes criminales, sino en la estructura insignificante de cualquier ciudadano, insignificante y aparentemente normal, como Eichmann. Hannah Arendt, nos ha mostrado, lo terriblemente normal que puede ser el mal, con la cotidianidad de la vida y del individuo. Lo vemos todos los días, desde no alquilar pisos a emigrantes, hablar mal del prójimo, la violencia verbal o física, discriminaciones, tendencias racistas y xenófobas, etc.  Lo vemos cada día en conversaciones, en acciones cotidianas, correos electrónicos que recibimos en forma de presentaciones, etc. No se nos olvide que detrás de todo está la libertad, siempre podemos decir que no, lo hago o no lo hago, diga lo que digan, mis jefes, mis amigos o mis confesores, da igual. Discernir, pensar, informarme, son elementos necesarios para crecer en libertad.
De libertad es de lo que quería hablar, que es el núcleo de la relación de Hannah Arendt y Pablo de Tarso. Pero, qué relación tiene una de las mujeres más influyentes del siglo XX, discípula de Husserl, Heidegger, K.  Jaspers, con nuestro querido Pablo. Mucho, sobre todo con ese concepto de libertad personal e individual que tenemos, para poder decir sí o no a las acciones que se nos presentan a nuestra voluntad.

Su tesis doctoral fue un estudio sobre el amor en San Agustín, después de los estudios sobre el nazismo y la banalidad del mal, realiza un profundo estudio sobre la Condición humana, donde aborda el concepto de la vida. Por un lado, la vida como ciclo natural incesante vinculado con la labor, y la vida como devenir humano enmarcado en la historia de un quién a través de la acción. La vida para Hannah Arendt, es algo singular y subraya la importancia de aparecer ante los otros mediante el acto y la palabra.
La muerte sorprende a Hannah Arendt con la elaboración de su última obra inacabada, que nos habla de la Vida del Espíritu. En esta obra dedica un capítulo a San Pablo, en la segunda parte del libro, cuando habla y desarrolla la voluntad. El concepto de libertad era fundamental en su obra, no sólo la libertad personal, sino política y en ella tiene importancia la obra de Platón, en esta última obra inacabada, la centralidad de la misma, sorprendentemente es la figura de Pablo de Tarso. Es interesante el estudio sobre la “Epístola a los Romanos según Arendt”, que Agustín Serrano de Haro, realiza en la obra que dirige Reyes Mate y José A. Zamora, Nuevas teologías políticas. Pablo de Tarso en la construcción de Occidente.

Hannah Arendt, parte la pregunta sobre la posibilidad de elegir, como precursora de la voluntad. La voluntad es algo propio que los hombres no sólo tienen con ellos mismos, sino dentro de sí mismos. En su Carta a los Romanos, Pablo nos recordaba que queriendo hacer el bien, es el mal el que se nos presenta (7:21). No realizamos el bien que queremos, sino el mal que no queremos. Se da cuenta, que el problema de la libertad humana, está ausente en la filosofía griega.
El pensamiento griego, no entró a fondo en esta cuestión clave, si realmente el hombre es un ser libre, si existe la libertad en nuestro mundo o en qué puede consistir esta. No hay concepto que exprese esta idea en la filosofía griega, ni  proaíresis, ni eleuthería, llegarían al fondo del problema. El concepto de libertad griego, formaba parte de la experiencia cotidiana, de la praxis, en el espacio político, no de la reflexión o del pensamiento. No hay experiencia de una libertad individual, está sólo se nos muestra en el mundo de la Polis y en la intersubjetividad ciudadana, además, está vinculada a la acción política y no a la voluntad.
Hannah Arendt, descubre en Pablo de Tarso, al “hombre interior”, que se topa con la voluntad de querer, de elegir, que sólo se hace presente cuando entramos en pugna con nosotros mismos. La ley antigua decía debes hacer, la nueva ley de Dios que Pablo interioriza dice, debes querer. La acción del hombre se debate entre dos requerimientos enfrentados, propios de sí.  El hombre choca consigo mismo, independientemente de lo querido y de las razones para quererlo. La voluntad requiere decir sí a la acción en función de sus alternativas, esto equivale a ordenar la acción a un fin. El sí al amor,  supone de inmediato un no a la maldad, pero esto se debate en una fuerte pugna interior, que necesita de la gracia de Dios, ya que el hombre en su naturaleza no puede por sí solo. En esta pugna o debate, entre la carnalidad y la espiritualidad en el hombre, surge uno de los elementos propios de la constitución humana, de su ontología, la libertad. La voluntad, individualiza a cada hombre (en el pecado y en la gracia), esa libertad de la voluntad no sólo depende de la acción y de las obras, necesita ser liberada, necesita de liberación.  
Sólo la gracia de Dios, puede superar la dialéctica entre la carnalidad y la espiritualidad, la misericordia de Dios soluciona el conflicto de la voluntad, pero sin anularla, donde existe el pecado, sobreabunda la gracia. La voluntad no puede resolver el conflicto ya que se estorba a sí misma, ya que los hombres no son carnales o espirituales. Para Pablo, son a la vez, carnales y espirituales. La carne morirá, es el espíritu quien tiene que ordenar los apetitos, y crucificar ésta en sus deseos y pasiones, pero está más allá del poder humano. La carnalidad, sin ser la fuente de todo mal, interrumpe la espiritualidad. La voluntad se hace presente cuando vence la resistencia carnal, o si se quiere con otras palabras más actuales, la resistencia interna. Ésta  se logra más allá de nuestro hacer, está en manos de Dios.
Es bueno empezar por querer, incluso más allá de nuestra carnalidad. Pablo y sus amigos llamaron esa actuación de Dios,   resurrección, por ella se movieron y toda ella atraviesa su obra. Esa ya sucedió en Cristo, en los creyentes sucederá en la última venida de Cristo, vencidas todas las fuerzas cósmicas del mal y en especial la muerte, entregará el Reino de Dios, para que Dios sea todo en todos.