domingo, 22 de marzo de 2015

Las mujeres junto a la Cruz: Salomé




Los evangelios sinópticos, sólo reconocen la presencia de las mujeres en la muerte de Jesús. Mateo
nombra “entre ellas” (otras podrían estar presente) a María de Magdala, a María, la madre de Santiago y José, y a la madre de los hijos de Zebedeo (Salomé) (Mt 27,55-56). Marcos menciona a María de Magdala, a María, la madre de Santiago y José, y a Salomé (Me 15,46). Lucas, que ya las había citado antes del episodio de la cruz, se contenta con decir que “sus conocidos se mantenían a distancia, y también las mujeres que lo habían seguido desde Galilea” (Lc 23,49). Juan sólo señala al pie de la cruz la presencia de la madre de Jesús, la hermana de su madre, María de Cleofás, María de Magdala y “el discípulo al que Jesús quería” (Jn 19,25-26).
En el sepulcro, Marcos menciona, a María de Magdala, a María madre de Santiago, y añade a Salomé (Mc 16,1). Ahí está Salomé, otra mujer importante que acompañó a Jesús, en la Pasión y fue de las primeras mujeres que aparecen en la resurrección. Todavía se sigue discutiendo quién era Salomé, para algunos claramente era la madre de los Zebedeos, natural de Cafarnaún. Mujer con dinero, dura, con recursos y directa a la hora de defender a sus hijos. Recordamos que pedía para sus hijos los primeros puestos y posiciones de privilegio, anteponiendo estas necesidades al propio ministerio. Mujer ambiciosa, que había logrado una posición social, le costará mucho entender lo que verdaderamente significaba el servicio.
Esto hizo que Jesús hablara de la verdadera grandeza del seguidor, el que quiera ser el primero que sirva a su hermano. Pronto lo comprendió Salomé, la verdadera justicia no es oprimir como hacen los gobernantes, sino ser el último, ayudar y servir, sobre todo a los más necesitados. No sólo ella también empezó a seguir a Jesús y es posible que apoyara económicamente la misión. A veces nos cuesta salir de nuestro propio cascarón y burbuja, centrado en nuestras ambiciones y vanidades. Tal vez lo comprendiera mejor con la actitud de Jesús a los más necesitados o a los enfermos, o bien con sus palabras, el Reino se parece a un grano de mostaza o a un tesoro escondido, o tal vez a una perla fina aún no hallada.
Salomé parece que era la mayor entre las mujeres, tenía su papel como mujer madura y se valorará su experiencia para el grupo. Solía viajar frecuentemente con los discípulos. Modelo de fidelidad, respetada y admirada por todos. Lloró ante la cruz, por Jesús y por María su madre. Ella era madre, sabía muy bien que no hay mayor sufrimiento que perder a un hijo prematuramente y más si es injustamente. Con el corazón encogido Salomé consoló a Jesús y a su madre. Tal vez en estas lágrimas aprendió e interiorizó en su corazón que el verdadero servicio es el amor y la misericordia, incluso por encima del sufrimiento y la muerte.
A veces creemos que nuestro encuentro con Dios es una mera actitud intelectual, de nuestro propio yo y de nuestro ego y posición de privilegio. Pero Salomé al lado de la Cruz, nos enseña que hay otros lugares, como son los momentos de desierto y sufrimiento, la enfermedad, la cárcel, la aflicción o en cualquier otra situación de desolación, como le pasó a Job. Cuántas mujeres y hombres de resistencia heroica encontramos hoy, mujeres en los campos de refugiados de Siria al corazón de África, desde las madres corajes de américa latina a las que luchan cada día para sacar a sus hijos adelante con unas monedas de miseria. Nos recordaba Martín Descalzo, que para muchos hombres y mujeres, todos los días son Viernes Santo. Para ellos, el mensaje es muy claro. El sufrimiento es devastador, jamás se puede desear, pero de alguna forma misteriosa puede ser ocasión de un encuentro con Dios que es a la vez aterrador y supremamente maravilloso, pues Dios es amor, y su amor es mejor que la propia vida.
Aquí ya no hay historia ni siquiera leyenda;
sólo tiempo hecho canto
y la luz que abre los brazos recién crucificada
bajo ese cielo siempre en mediodía.
(Claudio Rodríguez, El canto y la luz)



miércoles, 18 de marzo de 2015

¿Y si Dios fuera mujer?



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El día 8 de marzo se celebra cada año el día de la mujer trabajadora, es una jornada de reivindicación de los derechos de las mujeres  como trabajadoras y como ciudadanas. Desde 1908, las mujeres que se encerraron en la fábrica de textil de “Cotton” en Nueva York y que fallecieron, a las últimas denuncias y reivindicaciones de estos días en manifestaciones, declaraciones en la prensa y en libros. Sigue existiendo una feminización de la pobreza y es evidente que también en la esfera pública, en el trabajo, en los sueldos, en la familia, que se acentúa en los países más pobres.
La asociación Acción Verapaz, publica estos días algunas cifras sobre esa desigualdad: Siete de cada diez personas que pasan hambre en el mundo, son mujeres, según Naciones Unidas; el 60 % de las niñas en edad escolar, no asisten a la escuela; tres cuartas partes de los analfabetos del mundo son mujeres; se calcula que el 80% de las 800.000 personas que son víctimas cada año de la trata de seres humanos son mujeres y niñas, y que la mayoría de éstas (79%) están destinadas a fines de explotación sexual; las mujeres aportan dos terceras partes de las horas de trabajo, pero sólo reciben un tercio de los ingresos y tan sólo poseen el 10% de los recursos mundiales.
Como vemos el panorama no es muy alentador, podíamos continuar, pero es el momento de iniciar la reflexión. El desarrollo del hombre y de la mujer deberá ir a la par del desarrollo social, cuyo objetivo es la búsqueda del bien común. Pero deberá tener unas bases prácticas basadas en la solidaridad, el amor,
Mujer del Congo acarreando leña. Periodismo Humano
la igualdad, responsabilidad y participación. Existe ciertamente una relación muy profunda entre el individuo y la sociedad. El peligro de la armonización acecha por ambas partes. El individuo no puede diluirse en la sociedad. Ha de seguir siendo él con sus derechos y deberes. El individuo es anterior a la sociedad. Sus derechos no pueden ser conculcados por la comunidad. Pero al mismo tiempo, el individuo no puede caer en el egoísmo. El hombre tiene que vivir un doble movimiento: el de darse y el de recibir. Es el único camino para llegar a la realización plena de su personalidad.
Algunas mujeres desde la filosofía, como Victoria Camps o Adela Cortina, critican las definiciones de lo masculino y femenino que ha mantenido la razón instrumental, proponen una “ética femenina”. Esta sería una ética de la benevolencia hacia el prójimo, una ética humana, que conjugando el universalismo con lo individual, hagan posible la paz perpetua.
Dolores Aleixandre y Magdalena Fontanals, desde la teología feminista, denuncian la permanencia de una sociedad patriarcal, que otorga al hombre el privilegio y el papel dominador en la sociedad. Esto tiene unas profundas raíces históricas, pero las sociedades las han normalizado, en la familia, en el mundo laboral y las mantiene el sistema en una exaltación de los valores masculinos, agresividad, competitividad, violencia. Los medios de comunicación son los vehículos de esa ideología, donde ni la propia Iglesia se ha podido liberar de esa mentalidad androcéntrica.
Aunque la fe no puede reducirse a ethos, hay, una íntima unión entre fe y ética. El cristiano ve la moral autónoma de la humanidad en el contexto de una práctica conforme al reino de Dios, en el que tiene puesta su esperanza. La ética, está anclada en la fe en Dios, que tiene por fundamento, una esperanza realista en un Dios que actúa en nuestra historia para liberar al hombre en su comunidad social. En el encuentro con Jesús, los ciegos son sanados, los esclavizados liberados y los pobres descubren su dignidad. Esa acción liberadora de Jesús es más relevante con las mujeres de su tiempo, que las ayudó a salir de su subordinación, pasividad e irrelevancia. Incluso en el camino de la cruz, llevó un mensaje de esperanza, mujeres de Jerusalén, no lloréis por mí...
Las mujeres de hoy, también desde la teología, no buscan que nadie les defienda, tienen su propia palabra como hemos visto. Tampoco desean seguir callando, denunciando y clamando ante la desigualdad en la Iglesia, gritan desde una voz libre y profética. Quieren el paso de una práctica teológica y eclesial, de la inclusión, que se haga real la llamada a una comunidad fraterna de iguales,  donde pueda pasar de Iglesia patriarcal, a otra de nuevo rostro, donde todos, mujeres y hombres, seriamos aceptados como iguales.
¿Y si Dios fuera mujer?
pregunta Juan sin inmutarse,
vaya, vaya si Dios fuera mujer
es posible que agnósticos y ateos
no dijéramos no con la cabeza
y dijéramos sí con las entrañas.

Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez
para besar sus pies no de bronce,
su pubis no de piedra,
sus pechos no de mármol,
sus labios no de yeso.

Si Dios fuera mujer la abrazaríamos
para arrancarla de su lontananza
y no habría que jurar
hasta que la muerte nos separe
ya que sería inmortal por antonomasia
y en vez de transmitirnos SIDA o pánico
nos contagiaría su inmortalidad.

Si Dios fuera mujer no se instalaría
lejana en el reino de los cielos,
sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno,
con sus brazos no cerrados,
su rosa no de plástico
y su amor no de ángeles.

Ay Dios mío, Dios mío
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería,
qué venturosa, espléndida, imposible,
prodigiosa blasfemia.

Mario Benedetti: “¿Y si Dios fuera mujer?”,  El amor, las mujeres y la vida.
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martes, 10 de marzo de 2015

Va de abrazos




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De abrazos y sobre todo de su sentido. El próximo sábado, 14 de marzo, a las 12, tendrá lugar el Abrazo Solidario a la Plaza Mayor del Mundo al que invita Manos Unidas ya desde hace años por estas fechas.
Nuestra Plaza Mayor como imagen de encuentro y resumen del mundo es el espacio perfecto para un gesto como éste. ¡Si un día se abrazaran los cuatro lados del mundo y fueran capaces de hacer el camino compartiendo “en paz y compaña” pan y saberes, tierras y riquezas, ideas y creencias! Y es que la Plaza Mayor sugiere algo de todo eso; es una plaza bien encuadrada pero sin rigor excesivo, abrigada y abierta, quieta y ruidosa, acogedora y multitudinaria, irregular y medida, noble y popular, escueta y perfecta, cuadrada como una “cuadra” urbana y redonda como el mundo, extensa como las tierras del globo y cortada a la medida humana del ciudadano. En sus 6.400 m2 bien vivos está metida la humanidad toda… Y cien cosas más.
Por eso y aunque por ahora sólo sea por estas razones desde la Plaza, yo estaré allí el sábado día 14 a las 12, en el VI Abrazo Solidario que organiza Manos Unidas. Incluso por la tarde me iré de Concierto solidario al Juan del Enzina con la Big Band de la USAL para cerrar las ideas del día.
Pero es que, además y sobre todo, me acompaña una multitud de razones que irán conmigo. Conmigo van los millones de hambrientos y sedientos de la tierra, van mis cientos de experiencias personales de Amor y de Solidaridad, van millones de personas que piensan y sienten y van haciendo un mundo digno y justo, van docenas de amigos perdidos por los pueblos pobres del Sur, conmigo van (es el peso más grave) los 22.000 niños menores de 10 años que dice la FAO que mueren diariamente por desnutrición e insuficiencia sanitaria… No hace falta alargar la lista, es físicamente interminable… y casi inaguantable.
Por eso y por ellos, y ahora ya con razones mucho más fuertes que las que venían de la Plaza misma, yo estaré allí el próximo sábado, a las 12 en punto, en el arco que he elegido (¡se puede participar de forma especial eligiendo un arco en la Delegación de Manos Unidas!) o donde me parezca.
Y no me parece una cosa de tono menor (¡uno va siendo mayor y hasta algo más inteligente!), porque vale más una manifestación que un billete grande de banco; me parece más eficaz a medio plazo un abrazo verdadero que un donativo distraído. ¡Ay que ver lo que cuesta transmitir una idea! Bastante más que conseguir un donativo.

Por eso, y por más razones entre la solidaridad, la protesta y la impotencia, me voy a la Plaza Mayor el sábado que viene y la abrazo con otros muchos como si fuera la humanidad entera y hasta me parece que así empujo un poco la historia, aunque sea sólo un poco, un poco de casi nada… Pero yo empujo.

Nos vemos.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Vivir el desierto en la ciudad


La cuaresma es por excelencia un kairós, un tiempo oportuno, un tiempo para la conversión, intenso, creativo, caluroso, participado, orante, de salvación. Asistir a un evento aburrido durante una hora y estar con la persona amada durante ese mismo tiempo, podemos decir, que es el mimo tiempo cronológico, pero es muy diferente el kairós, el tiempo profundo y apasionado, personal e interior.
El tiempo cuaresmal va acompañado de un espacio, el desierto. Así lo expresa el evangelio de Marcos: En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días... La tentación es superada por Jesús mediante la entrega de sí mismo a Dios y a su palabra. Lo mismo que para Israel, también para Jesús el desierto, durante cuarenta días, es el lugar de la prueba. Para el hombre oriental y en la Biblia, el desierto es una realizad viva, una situación de la existencia, un tiempo oportuno, un Kairós.

La experiencia del desierto para los Israelitas fue dura, en silencio, libres de todo bienestar y alejados de las cosas, se encuentran con Dios y con la carga de su libertad. Allí la tentación es fácil, recordemos sus palabras,…¿No es mejor servir a los egipcios que morir en el desierto?... Allí emerge la rebelión interior, la falta de compromiso, es el lugar de la desobediencia y de la rebelión contra Dios. Es el lugar simbólico del pecado, del alejamiento de Dios.
Sin embargo, Marcos ve el desierto de otra forma, tomando la idea de los profetas, es el lugar de la intimidad, de la ternura, del noviazgo, …”He aquí la atraeré a mí, la llevaré al desierto y allí le hablaré a su corazón." (Os 2, 16). En el desierto Jesús elige la vía del Padre, y, como una nueva creación está en armonía con las fieras del campo. Como Jesús, el creyente sale de su desierto urbano, donde cada uno va a lo suyo, en falta de tiempo para las experiencias profundas, allí aflora la torpeza para la oración y la dedicación a Dios; y  quiere ir al desierto de la cuaresma, un tiempo oportuno para la contemplación, para el amor, la libertad, la reflexión, para la creación, para el encuentro con los amigos y el encuentro profundo con Dios.
La cuaresma dura cuarenta días, desde el primer domingo de este tiempo oportuno, hasta el jueves Santo, se incluye el miércoles de ceniza. Los primeros datos de la cuaresma se remontan al siglo II, aunque en el formato de los cuarenta días comenzará en el siglo IV. Será la confluencia de tres itinerarios, la preparación de los catecúmenos a los sacramentos de iniciación donde su celebración se hacía en la Pascua, las celebraciones penitenciales y la participación de la comunidad, acompañando a las dos anteriores como preparación a la Pascua.
Atravesar este desierto en cuaresma, nos prepara para celebrar el misterio Pascual, mediante una verdadera conversión interior, se recuerda en ella la celebración del bautismo y se participa en la reconciliación con Dios y con los hermanos. Es un momento para la lectura, la escucha, la meditación, el disfrute de la Palabra de Dios; de la oración personal y comunitaria; es tiempo de gracia.
Huyendo de la guerra
El desierto significa, además, preocuparnos de todos aquellos que en nuestra sociedad, están tirados en la cuneta: pobres, marginados, excluidos, gente que sufre, gente olvidada. Es un momento para el compromiso y la lucha por una sociedad digna de los seres humanos, una sociedad fraternal, solidaria, liberada de opresiones e injusticias. Un lugar habitable, en la que los últimos sean los primeros, es decir, en la que los privilegiados sean los más débiles, los que peor lo pasan en cualquier sociedad, los que más sufren, los pobres, los marginados y excluidos, los enfermos y, en general, todos los desgraciados de esta tierra. Una sociedad en la que todos seamos prójimos, hermanos y solidarios.
Para San Juan de la Cruz, el desierto es el lugar abierto donde se vive más intensamente el abismo que separa al hombre de Dios, un abismo que tan sólo el Amor puede colmar. Nos invita a aventurarnos en esa tierra desértica, sin agua, reseca y sin camino, pero nos ayuda a entrever a Dios: “Las dulzuras espirituales nos alejan de Dios, pero la sequía, personalizada por la tierra desértica nos conduce hacia Dios…”  Los místicos sienten el desierto como la noche oscura, pero es el lugar de la tranquilidad de la mente y la sencillez de corazón. Me gustaría terminar con este poema del Maestro Eckhart que nos invita al Silencio:
El desierto es el Bien
por ningún pie pisado
el sentido creado
Jamás allí ha ido:
Es eso, pero nadie sabe lo que es.
Está aquí y está allá
está lejos y está cerca
es profundo y es alto;
es pues así
que no es ni esto ni eso
luz y claridad
son las tinieblas,
es el innombrado,
es el ignorado,
liberado del principio y a la vez del
final...
Juan Antonio Mateos Pérez