jueves, 15 de enero de 2015

El Respeto



SalamancaRTV al Día     
La palabra respeto proviene del latín respectus y significa “atención” o “consideración”. El diccionario de la RAE dice: 1. Veneración, acatamiento que se hace a alguien 2. Miramiento, consideración, deferencia.
Es una actitud básica que está en la base de toda la convivencia humana, de forma que cuando se pierde o se rebaja o se reparte según moda o prejuicio, la quiebra social puede acabar, a poco que se alimente, de mala manera. Nuestros días, como los días de todos años de todos los siglos que nos han precedido, lo demuestran en casi todos los espacios en los que unos y otros nos cruzamos.
La vida es quizás el primer valor que todos tenemos que respetar, la nuestra y la de los otros, hasta el punto de que discutimos si es lícita la pena de muerte o, por el otro lado, la eutanasia. Por eso no respetar la vida de otro, sean las circunstancias que sean (¿podemos aprobar fríamente que en tiempo de guerra es lícito y/o legal matar al enemigo? ¿Y quién decide desde el respeto quién es mi/nuestro enemigo?) es la peor maldad que una persona puede cometer. Es la violencia más horrorosa, más inhumana y más execrable. Y aquí no cabe excepción alguna en ningún caso en ninguna parte del mundo. Y ahí entra la justicia; y sólo ella, sin acompañantes.
Detrás vienen valores humanos importantes que todo ciudadano que se precie de ello, sea de andar por la calle como tú y yo o de andar por las cimas del control social, debe respetar en respetuoso juego de prioridades: ¿propiedad privada o bien común?, ¿ofensa de hecho, de palabra o libertad de acción?, ¿irrespetuosa irrisión de lo que para el otro es intocable o libre desenvoltura del que actúa o se manifiesta porque opina lo contrario?, ¿quién fija con suficiente autoridad moral que un juez pueda quitar la vida a un individuo y que, todos lo vemos claro, supongo, nadie pueda tomarse la justicia de ajusticiar a alguien por su mano?. Es un juego de respetos que hay que ejercer lúcidamente, con mucha honestidad, muy  democráticamente, en todas las direcciones.
Y desconcierta (y ya sé que esto es casi una trivialidad en un tema de tanto respeto) que mientras nos dolemos, con razón y con ira, de la violencia que trae muerte y venganza, asistamos si llega el caso a una muerte provocada en una cárcel de California; o por poner contradicciones más menudas, mientras en un campo de fútbol de castiga con dureza por un insulto, y con razón, luego en cambio ese mismo insulto multiplicado por mil y contra lo que sea, da igual, se pasea impertérrito e inocente por espectáculos, cadenas y publicaciones. Desconcierta esa irrespetuosa falta de lógica distributiva.
Duele ante todo la vida rota. Y duele el amor ridiculizado, duele la esperanza secuestrada y duele la fe despreciada; duele la trivialidad ante lo profundo; duele la ceguera ante lo que otros dicen ver y duele todo lo que se pisa (peor sería pisotear) sin respeto a los otros. Duele. Y que ningún dolor, por injusto que sea, nos lleve a la venganza, ni de palabra ni de obra.

sábado, 10 de enero de 2015

La Epifanía y los Reyes Magos



Juan Antonio Mateos Pérez
Partimos de un hecho innegable, que la religión está ahí desde los orígenes del hombre, el hecho religioso acompaña la historia humana en todas sus etapas e interviene en el desarrollo de esa historia humana. La religión es un fenómeno universal, pero en el hecho religioso, a pesar de la variedad, hay una cierta homogeneidad. Entre esos elementos comunes que forman el rostro del hecho religioso está, lo sagrado, el misterio, la actitud religiosa y las mediaciones que las que se hace presente el misterio. Estas se denominan hierofanías o teofanías, manifestaciones de lo sagrado.

En principio Epifanía hacía referencia a la llegada, con gran notoriedad de un rey o un emperador. El mismo concepto servía para indicar la aparición de una divinidad o una intervención prodigiosa de ella, una manifestación de Dios. Así en muchas zonas de las iglesias orientales, esta fiesta sería la misma que nuestra navidad. En el cristianismo, Jesús de Nazaret,  en su mensaje, en su vida, en la cruz y la resurrección, se produce la teofanía definitiva de Dios. Así Dios se nos manifiesta en un niño pequeño, en los Magos, en el Bautismo de Jesús, en sus palabras, en la resurrección, etc.
La historia es muy parecida a la Navidad, la cristianización de una fiesta pagana. Nace en Oriente, posiblemente en Egipto donde estaba extendida una fiesta dedicada al  nacimiento del dios Eón, propio de Alejandría que se celebraba entre el 5 y 6 de enero. O bien, con la fiesta de la epifanía de Dionisos o maduración del vino que la literatura relaciona con la vid que ha sido cocida o fermentada. Ya en el siglo II se tiene noticia de una fiesta cristiana, celebrada por las sectas gnósticas el 6 de enero, con la que se conmemoraba el bautismo de Jesús. En el siglo IV estará presente en todo el mediterráneo, desde Jerusalén hasta Hispania. Muy pronto se incluirá en esta fiesta el bautismo del Jesús, interpretado como manifestación solemne de su divinidad. En esta fiesta se centró en muchas iglesias de Oriente, cuando fueron aceptando la fiesta de la Navidad de Occidente. Lo cierto es que las liturgias occidentales han conmemorado en la Epifanía la manifestación de la divinidad en la adoración de los Magos, en el bautismo de Jesús y en las bodas de Caná, lo que se conoce como la tría mirácula.
De todas estas manifestaciones, en la teología popular se ha subrayado mucho la adoración de los magos. Pero los Reyes, que sólo aparecen en el evangelio de Mateo, cultivaron más la fantasía popular que los humildes pastores del evangelio de Lucas. En el protoevangelio de Santiago (siglo II), sólo los magos fueron a rendir homenaje a la cueva de Belén. En las catacumbas, aparecen representados los magos dos siglos antes que los pastores, que no aparecen hasta el siglo IV. Pero los evangelios de la infancia, no tenían una intención biográfica sino teológica, su propósito era presentar en profundidad, la identidad de aquel a quien sus respectivas comunidades reconocían como Mesías y Señor de sus vidas. En el evangelio de Mateo, pretende mostrar que el Antiguo Testamento se cumple en la palabra y obras de Jesús. Diferentes textos del profeta Isaías habla de los Reyes que se postrarán ante Jesús:
Reyes serán tus tutores,
y sus princesas, nodrizas tuyas.
Rostro en tierra se postrarán ante ti,
y el polvo de tus pies lamerán,
y sabrás que yo soy Yahvé;
no se avergonzarán los que en mí esperan (Is 49, 23).
En el capítulo 60 de Isaías encontramos:
…”y los reyes al resplandor de tu alborada.
Alza los ojos en torno y mira:
todos se reúnen y vienen a ti.
Tus hijos vienen de lejos,
y tus hijas son llevadas en brazos.
En la figura de los magos o mejor de los Reyes, Mateo prefiguraba a los cristianos gentiles de su propia comunidad. Estos cristianos, como cualquier cristiano de la actualidad, fueron atraídos a Jesús no desde el judaísmo, sino desde las naciones paganas. Quiere ser un anuncio al mundo entero, a todas las naciones y pueblos.
La imaginación popular y el culto a las reliquias los convirtió a los Magos o Reyes en personajes históricos.  En principio tres, debido a la mención de tres regalos (Mt 2, 11 - y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra...-). Pero aparecen otros números, dos en las catacumbas de los santos Pedro y Marcelino; cuatro en los frescos del siglo IV, en las catacumbas de santa Domitila; y hasta doce (¡con nombres!) en las listas medievales orientales. Incluso aparecieron su reliquias, hoy en la catedral de Colonia. Los cristianos occidentales los llamarán, Melchor, Gaspar y Baltasar, esta tradición se halla en los Excepta Latina Barbari. En el mosaico de la Iglesia de San Apolinar el nuevo en Rávena del siglo VI, aparecen también esos nombres y la alusión a que pertenecen a razas diferentes (representando a las naciones del mundo conocido). Aunque el rey negro tardó mucho en aparecer en el arte.


En San Ireneo en el siglo II y en un himno de san Prudencio  del sigo IV, sobre la Epifanía, se relacionan los regalos con diferentes aspectos de Jesús: El oro con la realeza, incienso con la divinidad, y mirra con el redentor sufriente. Más adelante, la piedad cristiana, los relacionó con la respuesta ante Jesús: El oro simboliza la virtud, el incienso la oración y la mirra el sufrimiento.
Para terminar, nos encontramos que cada cristiano es un Mago,  en busca de la Luz o de la estrella, y guiado por ella en su fe. Difícil tarea, buscar la estrella en medio del mundo y llegar hasta el misterio. Hacerse preguntas, aunque a veces tengan una difícil respuesta, que nos llevan más allá de nosotros mismos, primero al conocimiento y luego transcendiendo nuestro ser más allá. Como los magos, el cristiano se pone en camino y busca caminos, desde la pregunta y a razón, desde la poesía y el arte, desde el corazón y la solidaridad. Pero llegará un momento que en el encuentro con Dios, sobren las preguntas y los caminos, como nos dicen los místicos, sólo será el desprendimiento, la humildad y la adoración. Como esos buscadores de Dios, es posible que volvamos al nuestras tareas cotidianas de la vida a nuestra existencia, por otro camino diferente y más profundo.
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

Antonio Machado, Proverbios y Cantares






sábado, 3 de enero de 2015

Navidad, con matices





Navidad. Sólo la palabra es ya una cascada de imágenes, referencias y hasta contradicciones. Quienes fueron dando pasos hasta llegar a la fijación de la fecha allá por el siglo III no podían pensar en esta inundación total a la que hemos llegado, desde el Adeste fideles sonando en el Centro comercial hasta el Rey o el Papa o Presidentes de medio mundo con sus mensajes de navidad, sin olvidar los conciertos que en estos días se amontonan unos sobre otros o los grupos cristianos que intentan mantener el espíritu de lo que la Navidad era cuando fue.
La celebran por supuesto, aunque con algunas diferencias de fechas por culpa de la reforma gregoriana del calendario, todas las iglesias cristianas históricas con distintos aditivos y derivaciones. Y la celebran, también con variantes y a su modo, todos los países del mundo hasta el extremo más oriental con festejos, decoraciones y descansos laborales. Y es de justicia destacar la enorme riqueza artística, sobre todo en literatura, música y pintura, que la Navidad de Jesús ha inspirado.
Todo esto, y mucho más, debiera ser suficiente para que cada generación conozca los hechos y las tradiciones y tenga acceso a su sentido y a sus pretensiones desde la historia milenaria de occidente. Esto es ilustración y libertad. Tiene su ironía, por usar de benevolencia al elegir la palabra, que en los espacios estatales y/o públicos esté mal visto (por los veedores de oficio, que no por el pueblo) y en algunos prohibido (por los prohibidores de oficio, que no por la gente), todo acto o referencia a esos hechos que el mundo entero celebra aunque sea en modos tan diversos como por otra parte no puede ser de otra manera. Y sucede que mientras, un ejemplo entre dos mil, el Stadhuis de Amsterdam, aquí Ayuntamiento, coloca varios “belenes” en la ciudad junto otros adornos de otras procedencias, por aquí nos cuesta más cada año hacer con normalidad ese elemental homenaje a una historia tan de casi todos y cargada de la humanidad más limpia que se puede echar uno a la cara de la razón. Así estamos, en un extraño analfabetismo reaccionario que va y viene y que no acertamos a superar.
Y como cristiano no puedo menos de destacar, en primera línea aunque sea ya el final, lo que celebramos, con torpeza pero resistiendo, en estos días, cada uno a su medida y consigo mismo y junto a los demás en fiestas y celebraciones. Es Dios mismo que se abaja y se acomoda a nuestra medida, se achica hasta tomar nuestra pequeña estatura, increíblemente se humaniza hasta la última línea de la humanidad. Por eso lo del pesebre y de noche y en las afueras y en Belén y en Judea (¿se puede caer más bajo?) y en la medida de niño más bien pobre… son rasgos que nos revelan la grandeza de lo que celebramos: Dios con nosotros, en hebreo Inmanuel, en arameo Amanuel y en castellano Manuel, en catalán Manel, en asturiano Nel, en valenciano Nelo, en euskera Imanol, en gallego Manoel, etc…  En este nombre está la historia más bella jamás contada. Ah, aunque la celebremos una noche y un día, la extendemos como podemos por todos los días del año.
Por eso, aun sin conocer o aceptar los hechos, estamos todos de fiesta y también por eso no pocos, intentando celebrar lo que para nosotros significa, estamos también de fiesta por todo el mundo. Y Fiesta grande.
Y nos decimos con razón ¡Feliz Navidad!

viernes, 2 de enero de 2015

¡NAVIDAD!




En origen Navidad y Epifanía eran una sola fiesta, la Encarnación del Verbo según nos recuerda el evangelio de Juan. Pero, No asistimos pasivamente a la Encarnación, ésta es un fenómeno trastornador para la historia del mundo y para la historia personal de cualquier creyente. En la Navidad hay relación con la Pascua, pero es independiente de ella, como comentamos en otra entrada del blog. La Encarnación es  también la llegada de Jesús salvador y liberador, es  hacer presente la muerte y resurrección de Jesús. Por lo tanto, la Navidad es el punto de partida del sacramento de salvación que tiene su culminación en la Pascua.
Durante el siglo IV se organiza el ciclo litúrgico de la Navidad. En Occidente se crea la memoria del nacimiento de Jesús, la Navidad  el 25 de diciembre, que sustituía a la fiesta pagana del “sol naciente”. En Oriente, la Epifanía, sustituye a la fiesta que celebraban en esos lugares del dios “sol”. A principios del siglo V, se empiezan a distinguir las dos fiestas de contenido diverso. Frente a la fiesta del sol, muy extendida en el paganismo se propone a Cristo como verdadera luz que ilumina a todo hombre.
La fiesta surge en Roma, así lo reflejan en sus escritos tanto san Agustín, san Basilio, como san Juan Crisóstomo. En el siglo IV, ya estaba extendida por el norte de Italia, norte de África, España, se celebraba en Capadocia y en Antioquía como una fiesta diferente a la Epifanía, en todos los lugares como influencia de Roma. Las diferentes disputas sobre las dos naturalezas de Cristo, plasmadas en los diferentes concilios de la época: Nicea, Éfeso, Calcedonia y Constantinopla hicieron de la Navidad, sobre todo por obra de san León Magno, la ocasión para afirmar la auténtica fe en el misterio de la Encarnación.  Las antífonas de la fiesta de Navidad cantaban de forma poética la definición proclamada por el concilio de Calcedonia (451) y la liturgia proporcionaba ocasión de enseñar a los fieles cómo entender la Persona divina de Jesús y sus dos naturalezas completas, divina y humana.
La primitiva celebración de la Navidad solo incluía una misa que se celebraba en la basílica de San Pedro a la hora tercia (tercera hora después de salir el sol, sobre las 9 de la mañana), es curioso que en el evangelio de Marcos, la hora tercia fue el momento de la crucifixión de Jesús. En el siglo V, en el pontificado de Sixto III, se introdujo la costumbre de celebrar una misa “a medianoche” en Santa María la Mayor, Basílica del Pesebre. Más tarde se introduce otra misa “al amanecer” en la Iglesia de san Anastasia. La misa de media noche tiene un claro paralelo con la vigilia pascual, se centra en el allelluia que precede al evangelio: “Os traigo la Buena Noticia, os ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor”. La del amanecer se evoca la adoración de los pastores, pero se insiste en la alegría de la llegada de un salvador. La tercera misa, se centra en la palabra hecha carne, cuya venida ha traído la salvación y es la revelación de Dios a los hombres.
La Navidad, por lo tanto, no es sólo un recuerdo histórico del nacimiento de Jesús, es más. Es la actualización, en el misterio, de la salvación que se inicia en la Encarnación. Esa actualización requiere un encuentro personal con ese Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, que nos lleve a confrontar toda nuestra vida personal, social, eclesial, cultural con la realidad de Jesús. Este encuentro nos debe llevar a una decisión, ya que nos encontramos con un tipo de profundidad humana que nos cuestiona y nos pone ante Dios.
En la Navidad se celebra la alegría, también el dolor que llegará en el Viernes Santo,  y la alegría última de la resurrección. Celebrar la alegría con una comida es una realidad cultural y tiene una función central en todos los lugares del mundo. Comer es el alma de toda cultura, nos vincula al grupo y a nuestra propia historia. También ha tenido siempre una dimensión religiosa, dar gracias a Dios por sus dones. Los primeros, cristianos las comidas es el símbolo esencial de la fe, es un signo de comunión Cristo y de esperanza por la llegada del Reino. Este “comer con”, pone de relieve la iniciativa de Dios que invita a todos a la salvación y por otro, a un modo de ser diferente de la comunidad cristiana, mas reconciliadora y universal. Esperemos que en nuestras comidas, afiancemos lazos en la familia, seamos conscientes del amor de Dios y nos abramos a un sentido profundo de lo que celebramos de forma fraterna con todos. De nuevo ¡Feliz Navidad!
Y tú, señor, naciendo, inesperado,
en esta soledad del pecho mío.
Señor, mi corazón lleno de frío,
¿en qué tibio rincón lo has transformado?
¡Qué de repente, Dios, entró en tu arado
a romper el terrón de mi baldío!
Pude vivir estando tan vacío,
¡cómo no muero al verme tan colmado!
Lleno de ti, señor: aquí tu fuente
que vuelve a mí sus múltiples espejos
y abrillanta mis límites de hombre.
Y yo a tus pies, dejando humildemente
tres palabras traídas de muy lejos:
el oro, incienso y mirra de mi nombre
.
José García Nieto, “Nacimiento de Dios” Del campo y la soledad, 1946