domingo, 13 de septiembre de 2015

Hablar desde el silencio


SalamancaRTV al Día


En la anterior entrada nos acercamos al insondable misterio de Dios, quisimos desvelar las máscaras de miedo que oscurecen cualquier idea de un Dios misericordioso que busca al hombre en cualquier circunstancia. Recordábamos que la experiencia del misterio se realizaba con las tres ventanas o los tres ojos, el sensible, el intelectual y el místico. Es una realidad lejana, transcendente, pero también cercana como dijo San Agustín más interior que lo más íntimo de mí mismo. Cuando toco con todo mi ser la totalidad del Ser, estoy disfrutando de la experiencia de Dios. En esto queremos adentrarnos hoy, cómo experimentar desde el silencio, el verdadero lenguaje de los místicos, la experiencia de Dios.
Sólo desde el silencio puede tener sentido la palabra Dios. En el silencio de los sentidos, del intelecto, de la voluntad, puede abrirse esa dimensión silente que nos transciende, pero sin negar la razón y la sensibilidad. Desde aquí, puede surgir un discurso que es único y que sólo puede hacerse con todo nuestro ser. Todo discurso sobre Dios, es también un discurso sobre el hombre, éste epifanía de Dios, sólo él es el mediador entre Dios y la nada. La experiencia de todos los tiempos es expresar el misterio de Dios con todo lo que somos, al principio y al final de nuestro ser.
Pero no es posible hablar de la experiencia de Dios sin la mediación del lenguaje, que está vinculado a una cultura concreta en la que vivimos y nos movemos. Este se mueve desde alguna de las creencias o religiones que sirven de mediación, esto no quiere decir que alguna religión tenga el monopolio, ni se tenga que identificar el discurso de Dios con alguna de ellas. Hay una relación transcendental entre el Dios del que se habla y lo que se dice de Él, por eso muchos prefieren hablar de “Misterio” y,  otros ni siquiera llegan a nombrarlo.
Dios no es un objeto, ni un concepto, ni un conocimiento de una creencia, es un símbolo que se revela. El símbolo simboliza lo simbolizado en él y no otra cosa, no tiene intermediarios entre el sujeto y el objeto, es relación, es a la vez subjetivo y objetivo. El lenguaje sabemos que no sólo transmite información, también emociones, sentidos del ser, sentidos un mundo, sentidos de un universo que es inseparable de la palabra logos. El discurso sobre Dios es polisémico, tiene muchos sentidos, pero ninguno puede contenerlo. Dios es único, incomparable, no su puede limitar y definir. El pluralismo es propio del hombre, no se puede hablar de la realidad de Dios desde una sola perspectiva, ni desde un único principio de razón. Todo discurso de Dios es inefable, y ningún decir lo puede describe.

Pero el hombre, sabiéndose limitado temporalmente y constitutivamente, quiere transcender desde su corporeidad, desde el amor, el conocimiento o con la ventana de la fe. Es un discurso difícil, misterio indecible, pero ahí está el silencio, la encrucijada entre lo temporal y lo eterno. San Irineo recordaba, que del silencio primordial surgió el logos. La palabra Dios nos mueve al silencio, el silencio nos sensibiliza a la palabra Dios. El silencio despliega en nosotros el espacio en el cual puede percibirse la Palabra. La experiencia religiosa de la humanidad nos enseña, que cuando hemos conseguido el triple silencio es cuando se hace posible la experiencia de Dios.
Silencio de la mente, es darse cuenta de que no podemos entender todo, acallar respetuosamente los interrogantes de la nada que posiblemente son creación de la propia mente y pensar que ella no es la única guía del hombre. Silencio de la voluntad, se consigue cuando ésta no hace ruido, cuando se es libre, cuando en sentido religioso hablamos de pureza de corazón, o que otras religiones prefieren hablar de corazón vacío. Silencio de la acción, es la acción no violenta que dirige la vida, es ser sabio y pacífico, es la fuerza con la que se encauzan los acontecimientos de la vida, a nivel personal o cósmico, es la alegría que libera el corazón.
Permítanme terminar diciendo, que el hombre experimenta la infinitud, lo indecible y el misterio, a través el intelecto, el corazón y la acción. A través intelecto, por el conocimiento que no llegará nunca a su fin; a través del corazón, por un amor que nunca alcanzará su objeto amado; por la acción, que nunca llegará a completarse. Nuestro pensar, nuestro querer, nuestro hacer, no agotan ni su origen ni su fin. Ese darnos cuenta que nosotros mismos somos sin principio y sin fin, eso es la experiencia de la divinidad. Por eso el silencio se impone y es el lenguaje más propio, es el espacio y el tiempo para la experiencia de Dios.
Sin poder hablarte,
sin saber qué decirte,
me sitúo en tu memoria,
en el centro de tu vida,
al lado de tu isla abandonada,
en el alba de una página sin fecha.
Para reconocerme en ti,
luz hiriente.
Semilla del espacio en blanco.
Silencio del candor confuso
y primero de la vida.

Asunción Escribano, “Silencio”, La disolución

jueves, 23 de julio de 2015

Las máscaras de Dios



Intentar esclarecer el misterio, no significa dominarlo. Dios es misterio por mucho que se le quiera iluminar, nunca la razón lo podrá abarcar en su totalidad, todo misterio siempre será objeto de fe. Queremos caminar entre esas dos ciudades, entre la razón y la fe. Por eso, debemos caminar desde el silencio, del intelecto, de los sentidos y abrir lo que Ricardo de San Víctor llamaba el “tercer ojo” (oculus carnis, oculus rationis, oculus fidei). Con él podremos llegar a esa realidad que nos trasciende, sin negar lo que captan la inteligencia y los sentidos. 
El insondable misterio de Dios, siempre se ha sometido a mediaciones, unas afortunadas otras muy distorsionadas de la realidad, que han hecho sufrir. Alguna de ellas todavía queda viva en ciertos grupos religiosos que no han desenmascarado los falsos dioses, provocando ataduras, prácticas religiosas alienantes, y figuras opresoras de Dios. Esas imágenes de Dios, son creadas por el propio hombre, muchas de ellas se han creado en el pasado y formas desiguales y opresoras, que han sido trasmitidas de padres a hijos o por medio de ciertos ambientes culturales y religiosos. Seguimos aquí el camino abierto por J. Mª Mardones en su excelente obra Matar a nuestros dioses, nos da luz y pistas para no falsear nuestras creencias y encontrarnos con el verdadero Dios. Debemos cambiar esas imágenes falsas por otras de misericordia y de la vida, dejar a Dios ser Dios y respetar el misterio, sabiendo que todo lo que digamos son aproximaciones siempre limitadas.
Muchas veces se nos ha transmitido una imagen del Dios del miedo y del temor. Ahí está la inseguridad innata del hombre, o lo que los pensadores llaman el “terror cósmico”, esa mezcla de impotencia y horror que nace del corazón humano ante la desmesura del cosmos, de lo desconocido, de la falta de sentido, que los mitos y las religiones han intentado transformar esa angustia en confianza. Estas apelan a un Dios soberano para calmar el miedo que produce la vulnerabilidad y la incertidumbre.

Para otros pensadores de la religión, la experiencia religiosa no surge del terror cósmico, sino de una búsqueda profunda de sentido. El hombre tiene el deseo de transcender el tiempo y la historia y busca explicaciones y claves de sentido de la vida, del mundo, del propio hombre. En el fondo está lo fascinante y bello de una realidad que ilumina la vida en su profundidad y es digna de ser amada.
En la experiencia religiosa, nos movemos entre esas dos realidades, entre el miedo y el sentido. Entre la fascinación de lo máximamente atrayente y el miedo de lo misterioso y amenazador. El camino es la superación del miedo, el desgarro, la división y llegar a lo bueno, a la unidad, al bien, a Dios.
El problema es cuando las religiones, los poderes establecidos usan y han usado el miedo para someter a las personas o justificar ciertas posiciones de poder. Ahí están muchas teocracias y formas fundamentalistas de poder y religiosidad en la prensa diaria. Tampoco se libra la religión cristiana que ha utilizado en otras épocas, lo que el historiador francés y especialista en cristianismo llama la “pastoral del miedo”, utilizándolo para prevenir del pecado y llamar a la conversión. Todo se llenó de condenaciones, de castigos, de infierno y fuego, que buscaba aterrorizar al creyente, apelar al miedo, sobre todo los últimos acontecimientos de la vida, el límite de la existencia y la muerte. Todavía hoy, muchos creyentes de cierta edad,  su experiencia religiosa surge de ciertos miedos inculcados en su infancia o bien, de una religiosidad desviada en épocas no tan remotas, por miedo al juicio, al purgatorio o al infierno. De ahí surge una imagen de Dios tremenda y sádica, como un juez severo, castigador, que lleva cuenta de todos los deslices, que toma nota, para luego hacer cuentas y presentar la minuta a pagar con penas infinitas y de la que nadie parece escaparse. Un Dios que condena al infierno infinito a pesar de nuestra existencia finita, o un purgatorio, donde las almas tienen que purgar y depurar su mal hasta ascender cotas más espirituales más elevadas e indefinidas. Son visiones más platónicas que cristianas, de una división profunda entre el cuerpo y el alma, entre lo histórico del individuo y lo espiritual. En esta visión se nos presenta a un Dios sádico y terrible, que goza con las miserias humanas.
Estas malas imágenes todavía circulan por muchos lugares, no sólo hacen daño al alma y alejan a las personas de la búsqueda de sentido y de la religiosidad, son lenguajes insignificantes y poco humanizadores. Es cierto que siempre debemos hablar de Dios como balbuciendo, como nos recordaba Santo Tomás, pero siempre de forma luminosa y acudiendo al fundamento, que son los textos bíblicos.  El Dios cristiano que aparece en los Evangelios, es el Dios del amor y de la misericordia, es luz comenta el evangelista Juan. Todo lo que Dios es y hace está tocado por el amor y todo lo que tiene que ver con el amor, tiene que ver con Dios. Un amor activo, que no tiene reserva ni exclusiones, ni límites, ni fronteras. Jesús de Nazaret es la imagen del amor y la misericordia del Padre, con sus gestos y su persona revela el amor y la misericordia de Dios. En tres parábolas: El padre bueno, la oveja perdida y la moneda extraviada, Dios es presentado con misericordia, amor y alegría, ahí está el núcleo de todo el Evangelio. Debemos cambiar el imaginario de Dios y pasar del Dios terrible y tremendo al Dios es amor, su oficio es amar, siendo un amor gratuito, incondicional, desconcertante y sin límites. Esta imagen de Dios nos debe llevar a una “pastoral de la misericordia”, de anuncio del amor de Dios, pero con lenguajes y gestos vivos, de encuentro personal con ese Jesús, rostro del amor y misericordia de Dios.  Esa fe creíble, deberá posible en una Iglesia habitable y facilitadora, que haga realidad en el mundo ese amor sorprendente de un Dios que quiere ser Dios. La fe no sólo se transmite, se vive. De ahí que Francisco en sus últimos escritos nos propone cinco vías: El sentido, la belleza, la ciencia, la espiritualidad y el bien.
Dime que no te hago
a la medida
de mi desolación sin horizonte.
Dime que mi agonía
no te inventa,
cuando en su ahogo lento, pronunciado,
te siente por las venas
respirándote.
Dime que yo no sueño. Que es tu mano
la que temblando aprieto
entre las mías,
cuando la noche en mis pupilas crece.
Dime que cuando hablo –que sólo a Ti te hablo-
vas recogiendo mis palabras leves. Apretándolas
sobre tu corazón. Como presiento.
Dime que cuando lloro
alargas tu sonrisa –la que veo-
hasta lo más mojado de mi cara.

M. Elvira Lacaci, “Dime” Sonido de Dios (1962)

sábado, 11 de julio de 2015

Libro del filósofo checo Tomáš Halík



Paciencia con Dios

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http://salamancartvaldia.es/upload/img/periodico/img_348037.jpgHoy quisiéremos comentar un gran libro, Paciencia con Dios del filósofo y sacerdote Checo Tomáš Halík, que quisiéramos recomendar. No sólo nos tocó la hondura de sus páginas y su lectura fresca y actual para todo tipo de lectores, nos llamó la atención que  ha sido premiado como el mejor libro europeo de Teología. El subtítulo del libro es Cerca de los lejanos, siendo el hilo conductor del libro el personaje bíblico Zaqueo, un hombre que por su profesión y forma de vida, vivía al margen de la sociedad de su época. Un recaudador de impuestos que cobraba dinero para la potencia ocupante, manejaban monedas con la imagen del emperador y lo más probable es que se enriqueciese ilegalmente. A Zaqueo sus vecinos le despreciaban, quizá también lo enviasen, ya que es posible que fuera un hombre muy rico. El rabí de Nazaret, atribuyó valores positivos a muchos de los grupos sociales odiados y apartados del mundo religioso que el que vivió: Samaritanos, publicanos, prostitutas, pecadores, leprosos, discapacitados, sobre todo a los excluidos de la sociedad. El denominador común de todos ellos, es que por alguna razón, estaban al margen del mundo en que Jesús desarrollaba su actividad. A pesar de eso, pondrá en el centro del corazón a toda esa gente al margen, podíamos decir que su actuación y su enseñanza se podría caracterizar con la expresión actual de Nietzsche “subversión de todos los valores”
Dice el autor que a veces con su fe cristiana en este mundo que mercantiliza todo, bulliciosa feria de la mercancía religiosa, está más cerca de ateos, escépticos y agnósticos que de lo mucho de lo que allí se ofrece. Se refiere el autor a ciertas seguridades religiosas y ciertos triunfalismos de una fe poco madura y ligera, ya que Dios no vive en la superficie. La función de la fe es enseñarnos a vivir con el misterio, la fe está para los esos instantes de penumbra, de la noche oscura, del ocultamiento de Dios.
Tomáš Halík, dice compartir muchas cosas con cierto tipo de ateos, como la percepción de la ausencia de Dios, el silencio de Dios, el peso de la lejanía divina. Afirma también que hay muchas interpretaciones de Dios y de su ausencia, a veces muy apresuradas e impacientes, dando por resuelto el misterio de lo que llamamos Dios. Considera que es la paciencia lo que diferencia a la fe y al ateísmo. Ante el misterio, es preciso esperar en su umbral, en el límite pacientemente, permanecer en él y esperar que madure. Dice conocer tres tipos de paciencia: la fe, la esperanza y la caridad. La maduración de la fe es aceptar esa franja de inseguridad y oscuridad y aguantar los momentos de la ausencia de Dios. Lo evidente y demostrable no requiere de la fe, no se necesita en la luz de las seguridades, para eso tenemos la razón, la imaginación o la experiencia sensorial. La fe está ahí, en la noche del silencio de Dios. La fe y la esperanza son expresiones de nuestra paciencia, sobre todo en esos momentos límite que supone cruzar el desierto o bajar al valle de las sombras. Sin paciencia no hay amor, no hay fe, ni tampoco esperanza.
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Tomáš Halík en su despacho

Es un gran libro, donde la paciencia con Dios es nuestra mayor lucha de la fe, una buena recomendación para su lectura y para ahondar en nuestro corazón. Entre sus páginas se deslizan las búsquedas de los Zaqueos de hoy, subir a lo alto de las higueras y los sicomoros y ver, que a veces se ponen al descubierto apariencias de fe y no la fe verdadera. También, en su tipología del ateísmo, resalta que ciertas formas del mismo, tiene sus propios ídolos psudo-religiosos que necesitan purificación. En nuestras sociedades, muchas de estas formas de ateísmos no está fuera de la verdad y se puede compartir muchas cosas con ellos, pero Halík afirma que viven una verdad incompleta y les falta mucha paciencia de Dios. Acompañando la figura de Zaqueo, a lo largo del libro podemos encontrar oportunas referencias a Friedrich Nietzsche, Dostoievski, Simone Weil, William James, Teresa de Lisieux, Heidegger, Franz Kafka, Slavoj Zizek, Enmanuel Levinas,  Gianni Vattimo y otros pensadores y místicos.
Todo tiene su tiempo, tiempo para nacer, tiempo para plantar, tiempo para la paciencia. El Kairós de los Zaqueos, es el tiempo de la cercanía. La cercanía es el tiempo de apartar las piedras, ya que se han tirado ya bastantes. Las viejas rencillas, los malentendidos no aclarados, la frustración, las culpas no perdonadas, todo ello se pueden convertir en piedra, en roca de prejuicios y rencores.  Ahí están las violencias de nuestro mundo levantando barreras y barricadas, muros y fronteras, donde las formas iracundas de religión no debería llevar a nuestras sociedades a un radical secularismo, ni a intentos de malemplear de forma furibunda la religión. Los grandes valores de la modernidad y los grandes valores de la fe religiosa pueden complementarse y fortalecerse mutuamente. Dice Tomáš Halík, que no hay nada más importante en nuestro mundo que encontrar un camino entre la Escila del fundamentalismo religioso y el Caribdis del secularismo fanático.
Tomáš Halík, es filósofo, profesor universitario y sacerdote católico, ganador del premio Templenton en el año 2014. Tan prestigioso como el Nobel, es un premio otorgado desde 1972 por la Fundación John Templeton a las personalidades que contribuyen a la investigación o los descubrimientos de realidades espirituales.  Ha recibido abundantes premios literarios y ha sido reconocido por sus méritos en el diálogo intercultural e interreligioso, tanto en su país como en el extranjero. En 1997 recibió el Premio de las Artes de la Academia de Masaryk por sus actividades creativas, en el 2002 el Premio de Tolerancia Humana de Andrew Elias por “el servicio destacado de propagación de los valores de tolerancia y libertad espiritual e intelectual”, en 2003 el Premio de Cardinal König, en 2009 el Premio de Romano Guardini.
Nació en Praga, el 1 de junio de 1948, se graduó en sociología, filosofía y psicología por la Facultad de Letras de la Universidad Carolina de Praga, obteniendo el título de Doctor en Filosofía. Estudió teología en cursos extra oficiales en Praga, la presencia de comunismo perseguía ese tipo de estudios. Obtuvo los títulos de postgrado como Master en Teología y Estudios Religiosos en la Universidad Pontificia del Laterano en Roma. En 1992 fue habilitado para el departamento de sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Carolina y en 1997 profesor de la Universidad de Carolina. Sufrirá persecución política durante la época comunista, no podía enseñar, pero no fue impedimento para que enseñara en la “universidad subterránea y publicara en revistas para los disidentes. Ha trabajado también como psicoterapeuta en el Hospital de Praga con drogadictos, alcohólicos
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La noche del confesor, otro de los grandes éxitos de Tomáš Halík

En 1978 será ordenado sacerdote en secreto y trabajará en la “iglesia subterránea” de Checoslovaquia, colaborando de una manera muy cercana con el cardenal Tomášek. Entre los años 1990-93 se convirtió en Secretario General de la Conferencia Episcopal Checa y profesor en la Escuela Católica Romana de Teología de la Universidad Carolina. Además Juan Pablo II le nombró Consultor del Consejo Pontificio para el Diálogo con los No-Creyentes en Roma. Sus actividades no se han limitado sólo a la Iglesia Católica, ha participado en diálogos con las Iglesias cristianas protestantes, judías, islámica, budista e hinduista.
Es miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes y de muchas sociedades científicas checas y extranjeras. Publicó más que 200 trabajos – libros y artículos – en la República Checa y en el extranjero. Sus libros han sido traducidos a once lenguas. Libros suyos han sido elegidos como “libro del mes” en EE.UU. y en Alemania. En castellano ha publicado algunos de sus éxitos: Un proyecto de renovación espiritual. (1996) y Paciencia con Dios. Cerca de los lejanos. (2014). Pero podemos destacar dentro de sus muchas obras,  Drzewo ma jeszcze nadzieje (2009) Geduld mit Gott (2010), Teatr dla aniolow (2011) Night of the Confessor: Christian Faith in an Age of Uncertainty (2012), Berühre die Wunden: Über Leid, Vertrauen und die Kunst der Verwandlung (2013),  Ich will, dass du bist: Über den Gott der Liebe (2015)

Una de las más preciosas alegrías del amor terreno, servir al
  amado sin que este lo sepa, solo es posible en el caso de Dios   
                                                                   mediante el ateísmo
SIMONE WEIL

La paciencia con los demás es amor, la paciencia con uno mismo
es esperanza, la paciencia con Dios es fe
ADEL BESTAVROS
Citas tomadas del libro de Tomáš Halík
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