viernes, 2 de enero de 2015

¡NAVIDAD!




En origen Navidad y Epifanía eran una sola fiesta, la Encarnación del Verbo según nos recuerda el evangelio de Juan. Pero, No asistimos pasivamente a la Encarnación, ésta es un fenómeno trastornador para la historia del mundo y para la historia personal de cualquier creyente. En la Navidad hay relación con la Pascua, pero es independiente de ella, como comentamos en otra entrada del blog. La Encarnación es  también la llegada de Jesús salvador y liberador, es  hacer presente la muerte y resurrección de Jesús. Por lo tanto, la Navidad es el punto de partida del sacramento de salvación que tiene su culminación en la Pascua.
Durante el siglo IV se organiza el ciclo litúrgico de la Navidad. En Occidente se crea la memoria del nacimiento de Jesús, la Navidad  el 25 de diciembre, que sustituía a la fiesta pagana del “sol naciente”. En Oriente, la Epifanía, sustituye a la fiesta que celebraban en esos lugares del dios “sol”. A principios del siglo V, se empiezan a distinguir las dos fiestas de contenido diverso. Frente a la fiesta del sol, muy extendida en el paganismo se propone a Cristo como verdadera luz que ilumina a todo hombre.
La fiesta surge en Roma, así lo reflejan en sus escritos tanto san Agustín, san Basilio, como san Juan Crisóstomo. En el siglo IV, ya estaba extendida por el norte de Italia, norte de África, España, se celebraba en Capadocia y en Antioquía como una fiesta diferente a la Epifanía, en todos los lugares como influencia de Roma. Las diferentes disputas sobre las dos naturalezas de Cristo, plasmadas en los diferentes concilios de la época: Nicea, Éfeso, Calcedonia y Constantinopla hicieron de la Navidad, sobre todo por obra de san León Magno, la ocasión para afirmar la auténtica fe en el misterio de la Encarnación.  Las antífonas de la fiesta de Navidad cantaban de forma poética la definición proclamada por el concilio de Calcedonia (451) y la liturgia proporcionaba ocasión de enseñar a los fieles cómo entender la Persona divina de Jesús y sus dos naturalezas completas, divina y humana.
La primitiva celebración de la Navidad solo incluía una misa que se celebraba en la basílica de San Pedro a la hora tercia (tercera hora después de salir el sol, sobre las 9 de la mañana), es curioso que en el evangelio de Marcos, la hora tercia fue el momento de la crucifixión de Jesús. En el siglo V, en el pontificado de Sixto III, se introdujo la costumbre de celebrar una misa “a medianoche” en Santa María la Mayor, Basílica del Pesebre. Más tarde se introduce otra misa “al amanecer” en la Iglesia de san Anastasia. La misa de media noche tiene un claro paralelo con la vigilia pascual, se centra en el allelluia que precede al evangelio: “Os traigo la Buena Noticia, os ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor”. La del amanecer se evoca la adoración de los pastores, pero se insiste en la alegría de la llegada de un salvador. La tercera misa, se centra en la palabra hecha carne, cuya venida ha traído la salvación y es la revelación de Dios a los hombres.
La Navidad, por lo tanto, no es sólo un recuerdo histórico del nacimiento de Jesús, es más. Es la actualización, en el misterio, de la salvación que se inicia en la Encarnación. Esa actualización requiere un encuentro personal con ese Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, que nos lleve a confrontar toda nuestra vida personal, social, eclesial, cultural con la realidad de Jesús. Este encuentro nos debe llevar a una decisión, ya que nos encontramos con un tipo de profundidad humana que nos cuestiona y nos pone ante Dios.
En la Navidad se celebra la alegría, también el dolor que llegará en el Viernes Santo,  y la alegría última de la resurrección. Celebrar la alegría con una comida es una realidad cultural y tiene una función central en todos los lugares del mundo. Comer es el alma de toda cultura, nos vincula al grupo y a nuestra propia historia. También ha tenido siempre una dimensión religiosa, dar gracias a Dios por sus dones. Los primeros, cristianos las comidas es el símbolo esencial de la fe, es un signo de comunión Cristo y de esperanza por la llegada del Reino. Este “comer con”, pone de relieve la iniciativa de Dios que invita a todos a la salvación y por otro, a un modo de ser diferente de la comunidad cristiana, mas reconciliadora y universal. Esperemos que en nuestras comidas, afiancemos lazos en la familia, seamos conscientes del amor de Dios y nos abramos a un sentido profundo de lo que celebramos de forma fraterna con todos. De nuevo ¡Feliz Navidad!
Y tú, señor, naciendo, inesperado,
en esta soledad del pecho mío.
Señor, mi corazón lleno de frío,
¿en qué tibio rincón lo has transformado?
¡Qué de repente, Dios, entró en tu arado
a romper el terrón de mi baldío!
Pude vivir estando tan vacío,
¡cómo no muero al verme tan colmado!
Lleno de ti, señor: aquí tu fuente
que vuelve a mí sus múltiples espejos
y abrillanta mis límites de hombre.
Y yo a tus pies, dejando humildemente
tres palabras traídas de muy lejos:
el oro, incienso y mirra de mi nombre
.
José García Nieto, “Nacimiento de Dios” Del campo y la soledad, 1946


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