Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos,
locura para los gentiles; más para los llamados, un Cristo, fuerza de Dios y
sabiduría de Dios (I Cor. 1, 23)
Ante le división de la comunidad de
Corinto por seguir a tantos misioneros y líderes, afirma que Cristo es el único
camino, el único maestro, el único Señor. Pablo argumenta que su fuerza radica en la “sabiduría de la cruz”.
En lo débil, en lo pequeño, en la sinrazón y en el escándalo, es como se expresa
Dios, sobrepasando las condiciones del pensar humano. Es en la cruz donde se
manifiesta el inmenso amor de Dios a los hombres.
Procedente de la sinagoga, pero
también de la cultura greco-romana, ambas con un fuerte sentido comunitario y
asociativo. El mundo judío de la diáspora era muy fuerte, pero más abierto y muy
receptivo de la filosofía y la cultura
helenista, Filón de Alejandría, Flavio Josefo o la traducción de Septuaginta,
muestran esa apertura. Pero dentro de los núcleos urbanos antiguos, debido a
las fuerzas disgregadoras y desarraigo propio cualquier ciudad, no sólo
económico y social, sino también religioso; había una mixtura de credos y
cultos, de oriente y de Egipto, con una clara decadencia de los dioses de la
mitología, que ni el culto al emperador, había podido mitigar. El helenismo
vivía también una época del vacío, el escepticismo se apoderó de la médula
cultural y filosófica, era un mundo a la espera. Las capas más cultas se
inclinaban fuertemente al monoteísmo o,
cuando menos, a una especie de universalismo religioso; y las inferiores, ponían su acento en los
cultos mistéricos con gestos y cultos exteriores, como el bautismo y el
alimento sagrado. Todo esto tendía hacia una interiorización que también había
contribuido el derecho romano. Aunque, de
forma aún más directa en la preparación al cristianismo influyó la superación
práctica de la diversidad de dioses, gracias a las ansias de unidad que se
manifestaban en todos los ámbitos culturales del Imperio romano.
Corinto fue destruida por los
romanos en el año 146 y se mantiene en ruinas hasta que fue reconstruida por
César como una colonia de itálicos. Será la capital de Acaya y sede del
procónsul romano. En este momento tendrá un papel importante en el comercio
Mediterráneo, ya que muchos comerciantes
intercambiaban sus productos, para evitar el rodeo en barco por el Peloponeso.
En época de Pablo, era una ciudad rica y
floreciente, en base a su mano de obra barata y esclavista y con sus dos
puertos y un canal que comenzó Nerón, pero que nuca se llega a concluir. Era
una ciudad de contrastes, con una población procedente de todos los rincones
del imperio, pero la desigualdad entre
las diferentes capas de ricos y pobres era escandalosa. En ella, celebraban los juegos Ísmicos, de los
más importantes de Grecia, en honor a Poseidón. La ciudad era también un
importante centro intelectual y religioso, destacaba por la adivinación y los
cultos mistéricos. También, el desenfreno, el placer y la buena vida, eran algo
cotidiano. El dinero y el placer privaban
por encima de todo. Todavía más, al residir allí el santuario de Afrodita,
con toda una prostitución sagrada a su servicio, la ciudad era una gran
“meretriz”, alabando en la antigüedad el “vivir a lo corintio”. La
religión popular del paganismo encontró cobijo en una mística extática de ritos
desenfrenados y orgiásticos que traducían su pretensión de comunicarse con lo
divino. Además circulaba una filosofía sofística y ecléctica, basada en el relativismo y en la
persuasión. Pero afloraba la primera pregunta por el sentido del más allá y el
destino, la búsqueda de lo divino era una constante y ésta, unía a griegos,
judíos y cristianos.
Cuando llega Pablo a Corinto se pone
en contacto con la sinagoga judía, en este ambiente se encuentra con Áquila y
Prisca, se hospeda en su casa y trabajará
en su taller de confección de tiendas. Parece que se hacen cristianos en Roma,
huidos de ella por el edicto de Claudio. Desde aquí debió acudir semanalmente a
la sinagoga a transmitir el mensaje cristiano a los judíos como a los paganos
iniciados y “temerosos de Dios”. Pero el anuncio del crucificado tuvo que ser
un escándalo para muchos judíos piadosos, un condenado a la muerte más infame
de la cruz, no puede ser el Mesías.
Esta oposición, le hace abandonar la
sinagoga, no sin algún resultado,
algunos se adhieren a Pablo. En esta
segunda fase, Pablo se dirige fundamentalmente al mundo pagano. En ésta
nueva iglesia local que se está iniciando, la mayoría de sus miembros
pertenecen al estrato más humilde de la sociedad, pero con una minoría de la
sociedad más acomodada de la ciudad. Era un grupo muy heterogéneo, muy
socializado en la ciudad y en los cultos, muchos
lazos les ataban a su antiguo paganismo…: las relaciones familiares, el trabajo
cotidiano, las amistades, el ambiente ciudadano mórbido y lascivo, el
politeísmo confuso de sus templos, el carácter emotivo de sus ritos, etc.
Las diferencias sociales y al apego al mundo ciudadano, fueron los problemas con
lo que se tiene que enfrentar Pablo, que amenazó seriamente con escindir la
comunidad. Era una comunidad que planteará muchos problemas a Pablo, una
comunidad poco preparada, con un cristianismo inmaduro y voluble, muy apegado
en las redes filosófico-religiosas de la ciudad. Pablo que no dispone de tiempo
para profundizar, va haciendo su teología al
filo del urgente cuestionario pastoral que le van formulando los
acontecimientos. Ante el aluvión de problemas y reacciones de muchos
miembros de la comunidad, Pablo vivirá momentos muy difíciles y complicados.
Donde la aflicción y amonestación, el cariño y las lágrimas, la cruz, la
esperanza, serán elementos que aparecen entreverados entre los problemas de la
comunidad que reflejan estas cartas.
Toda la teología que despliega en
esta comunidad aparece en las dos cartas, así como las noticias de Hechos, que
parece que aquí pisa en terreno firme. Parece que hacia finales del siglo I,
cuando se hace la colección ecuménica paulina, este va a unir varias cartas. Es
el caso de I Corintios, donde la carta
perdida según 5, 9 – 11, hay que buscarla y reconstruirla en esta primera (Cor.
A: 1 Cor. 6, 1 – 11; 10, 1 – 22; 11, 2 – 34; 15, 1 – 58; 16, 13 – 18) y el
resto de la carta sería tres cartas más, (Cor. B), (Cor. C) y (Cor. D). La
primera sería una seria advertencia a la comunidad; la segunda también, los
mismos problemas aunque en un estado más agudo. Esas primeras advertencias
podrían haber sido mal interpretadas, o no aceptadas. La tercera (Cor. C), es
la defensa de la misión de Pablo y su teología, frente a otros misioneros
llegados a Corinto. Por último la cuarta, sería la llamada “carta de las lágrimas2. En el contexto del
viaje para recoger la colecta, Pablo viaja a Corinto y se encuentra una
comunidad, contra él y la colecta, y desde Éfeso, les escribe esta cuarta
carta. Sin entrar en detalles la 2 Corinto, estaría también compuesta por
varias cartas, según Senén Vidal, al menos de cuatro.
En las cartas atisba que la
comunidad se ha apartado de una manera radical, de los principios que Pablo
había establecido. Aparecen divisiones, como la de los helenistas encabezados
por Apolo, y otros. Les censura de corazón y humildemente, que han abandonado
el mensaje de la cruz. Un Mesías crucificado, que actúa desde la
debilidad y el sufrimiento, con temor y temblor, pero que a la vez es fuente de
fortaleza y consuelo.
Otra de las dificultades que el
grupo tenía eran las celebraciones y sobre todo, el bautismo y la eucaristía.
Una comunidad, muy apegada a la ciudad y al mundo Helenista, donde celebraban
la cena del Señor de forma separada y por grupos sociales. Les recuerda que así
no tiene sentido celebrar, y les invita a que se esperen unos a otros, y
argumenta, el carácter único y exclusivo de estas celebraciones.
Ante tantos carismas y experiencias
espirituales, han dejado de lado lo fundamental, Cristo, como fundamento y horizonte de su libertad, y con esto se han sometido
a la autoridad de los hombres (1 Cor 3, 21 -23). Los carismas de la cruz,
están al servicio de la comunidad y son un anticipo de la plenitud por venir,
muy diferentes a los fenómenos espirituales paganos.
Había también prácticas idolátricas
y desviaciones morales, que muchas veces justificaban desde una interpretación
intransigente o demasiado libre, parecía que todo estaba permitido, o que “todo
vale”, desde un acusado relativismo moral. Pablo aquí tiene que aclarar que la
libertad cristiana, afecta a la vida del cristiano en todas sus dimensiones,
hay unos principios universales, ante el mundo, ante el hombre y ante Dios, …Por tanto, ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier
otra cosa, hacerlo para la gloria de Dios….
Destacamos por último, dentro de los
múltiples problemas, la esperanza mesiánica. Algunos parecía que habían saltado
el tiempo y la historia con su iluminismo y parecían participar ya de la
plenitud, sin contar con los otros. La resurrección pertenece al mundo futuro.
Pero también algunos la negaban, en un mundo cultural y filosófico dualista. Era
más lógico la liberación del cuerpo, como cárcel del alma y la inmortalidad de
ésta, y no la resurrección de este
cuerpo. En este sentido les invita al pensar, que el cuerpo es también sagrado,
como templo del espíritu. Porque Cristo ha resucitado, como las primicias de
una nueva vida, así lo atestiguan muchos y con Él resucitaremos también
nosotros. Ese es el proyecto de Dios, que transforma y crea y recrea una tierra
nueva y un cielo nuevo. Así, el que está
en Cristo, es una nueva creación, pasó lo viejo, todo es nuevo. El
crucificado es “locura divina”, que
rompe cualquier razón y saber humano. En
Él se está manifestando la tensión entre el “ya” y el “todavía no”, en nuestra
vida hecha para la resurrección y la aún no resucitada. Es la auténtica libertad que, sólo en el amor, abre realmente al hombre
hacia el misterio del otro.
Así, igual que las comunidades de
Pablo, hasta hoy. Los creyentes damos
saltos hacia el Misterio, colgados de ese “Otro absoluto”, que camina junto a
nosotros. Como un hilo invisible, como una inteligencia subterránea, que es
como un ver sin ver, un sentir sin sentir, en palabras de San Juan de la Cruz.
En estos dos mil años, ese habitante del Misterio, humano y divino, ha sido
Cristo. El bullicio, noche, el vagabundeo incierto parece olvidarse de Él. Es
significativo que dentro de nuestra intelectualidad, pensadores y artistas,
pocos se digan cristianos en nuestro país. E. Bloch dirá que donde hay
esperanza, hay religión. Sin esa esperanza de un hombre libre como es Jesús, el
destino de los pobres, de los que sufren
de las víctimas, sería bastante cruel. Pero con Santo Tomás estamos, cuando
afirmaba, que la creencia o aceptación de Dios es un acto libre de la
conciencia, creyentes o no, el Otro del Misterio nos acompaña a todos. Al final
de la en la última curva de la existencia humana, se correrá el velo. Como no
recordar aquellas palabras de Antonio Machado en su Juan de Mairena, De uno a “lo otro”, es el gran tema de la
metafísica; todo el trabajo de la razón humana tiende a eliminar el segundo
término…Pero “lo otro” no se deja eliminar; subsiste y persiste…