martes, 22 de abril de 2014
miércoles, 19 de febrero de 2014
POR LOS CAMINOS DE PABLO DE TARSO: Neápolis de Filipos (Kavala)
Pablo desembarca en el año
50 en Neápolis en su segundo viaje, procedente de la isla de Samotracia,
rodeando la isla de Tasos, con suerte cuatro o cinco días. Es uno de los
principales puertos de Macedonia, su dársena y sus muelles se refugian bajo un
promontorio rocoso, en cuya cumbre se levantaba en esplendoroso templo del
siglo V a. de C. dedicado al culto de Atenea Parthemos. Sobre él el sultán
Mehmet Alí, construirá en el siglo XVIII d. de C. el Imaret, un convento con
apariencia de castillo fortificado.
Era una ciudad entre montañas con numerosas viñas, olivos y palmeras,
cultivos típicos de la agricultura mediterránea. Con el tiempo la ciudad
cambiará de nombre, pasando a denominarse Kavala, haciendo referencia a la
estación de postas (caballos) que estaba en el camino a Constantinopla; o bien
a la Cábala judía, por la existencia de una importante comunidad judía en la
Edad Media. La antigua ciudad no ha cambiado, pero pocos (o ninguno) restos
arqueológicos, ninguna inscripción que nos recuerde el paso de Pablo por la ciudad. De aquí por la vía
Ignatia directo hasta Filipos, de alguna manera Neópolis era el puerto de la
importante ciudad de esta importante ciudad, ya que apenas la separaban 15 a 20
kilómetros. Que no se quedara en
Neápolis, sino que siguiese derecho a Filipos, se debió probablemente a la
ausencia de una comunidad judía en ella, porque su costumbre era comenzar su
labor en una región nueva primero entre los judíos antes de ir a los gentiles.
La ciudad fue conquistada por los Turcos en 1387, formando parte del
Imperio Otomana hasta 1916. En el año 1391, se destruyó por completo, como
indican las crónicas recogidas en el monte Athos. Será Ibrahim Pasha , gran
visir de Solimán el Magnífico, quien en el siglo XVI renueve y contribuya a la
prosperidad de la ciudad, ampliando la fortaleza bizantina y construyendo un
acueducto.
En 1912, en las guerras de los Balcanes pasará a formar parte de
Bulgaria, pero será ocupada por Gracia en 1913. Después de la guerra entre
Grecia y Turquía, entre 1919 y 1922 se producirá un importante crecimiento de
la ciudad, debido a la llegada de miles refugiados, es el momento que tendrá un
importante crecimiento industrial y agrícola, relacionado con el almacenamiento
y procesamiento del tabaco.
Hoy es la segunda ciudad en importancia de Macedonia después de
Tesalónica, situada al pie del monte Símbolo, en la bahía de Kavala, frente a
ella se ubica la isla de Tasos. Su población alcanza unos 65000 habitantes, con
un clima mediterráneo con precipitaciones muy escasas, sobre 460 mm anuales. La
temperatura máximas en el mes de julio son de unos 30 ºC. Es un importante
centro turístico, con playas de primera calidad.
Como monumentos destacan: El viejo acueducto, el castillo de Kavala, el
Imaret (edificio musulmán, hoy hotel de lujo), la casa de Mehmet Ali, el
Ayuntamiento, y sobre todo el museo arqueológico de Kavala. Este último es
considerado el museo más importante de Macedonia oriental, incluyendo en sus
colecciones los hallazgos realizados en las excavaciones de Neápolis, Anfípolis y Tasos.
sábado, 8 de febrero de 2014
La mirada de Ulises: el estoicismo.
En la anterior entrada del blog, hemos intentado subrayar,
humildemente, alguna información sobre el lugar de nacimiento de Pablo. Estas reflexiones del blog, no quieren ser un
discurso impositivo desde la seguridad del conocimiento, es más bien un saber
frágil. Es una búsqueda, no damos nada por concluido, somos conscientes que a
pesar de toda la información que tenemos, no es ésta el saber, sino lo que
podemos captar en nuestra consciencia individual. Es el diálogo con el mundo,
con el conocimiento, con la búsqueda interior de Dios, con el otro, es lo que
nos hace poner los pies en la tierra. Así nos lo recordaba Platón, que todo logos,
es diá-logos. Toda búsqueda del saber, es en parte cuestionar, es preguntar y
preguntarse, nunca un monólogo. En esa posibilidad de la pregunta, del diálogo,
se puede ir ascendiendo desde la doxa
a la episteme, desde la mera opinión
al conocimiento. Nuestro querido profesor de la Uned, Emilio Lledó nos hacía
leer con mucho acierto su obra la memoria
del Logos, en él nos hablaba del pensamiento de la memoria. Un pensamiento
contra la desmemoria, contra los hombres mudos o enmudecidos, posiblemente a
causa de la privatización del lenguaje. Muchos sólo saben recibir el
conocimiento, y a veces, aunque hablen, nada tienen que decirse. Llédó buscaba una paideía, que devolviera el lenguaje a
las personas y el significado de las palabras, de rescatar la memoria de los
que secuestran el lenguaje. Con la memoria, recuperamos el valor de las
palabras y saber así cual es nuestro lugar en el mundo, qué somos y adónde vamos.
Somos memoria, no como un almacén de datos, sino en diálogo con el mundo. Karl Rahner,
en sus escritos de Teología, nos
habla que la verdad del hombre sucede en el diálogo, en el encuentro colectivo
de la verdad. Entiende el diálogo, como el esfuerzo de reconocer como propio lo
que se presupone común tal y como está dado en el otro; y a la vez el esfuerzo
de dejar que el otro reconozca como suyo lo que es común en nosotros. En el
acuerdo colectivo del diálogo, se da una autocomprensión refleja, un momento en
el todo de la autoposesión personal-espiritual del hombre, desde cuya plenitud
histórica, podemos alcanzar, tal vez sólo con los dedos, casi rozando, esa
realidad que llamamos Dios. ¡Cuántos monólogos en nuestro mundo! ¡Nadie quiere
escuchar al otro! ¡Perdón! Permítanme unas palabras sobre esta mirada de
Ulises.
Séneca |
A pesar que el estoicismo era muy importante en Tarso, Pablo
no construye sobre el pensamiento estoico, su concepción es esencialmente
hebrea. Pero fue la corriente filosófica más importante y más activa. Si
queremos entender el mundo en el que Pablo vivió, debemos acercarnos a él, ya
que fue un hombre de su tiempo. No se apartó del mundo, se encontró de pleno en
esa realidad, a veces incluso, con violencia. Realizó numerosos viajes,
atravesó varias veces el Mediterráneo y en sus recorridos no sólo se encontró
con diferentes corrientes filosóficas, también con movimientos religiosos, como
los cultos de las ciudades griegas, o las religiones mistéricas y orientales.
Los estoicos, son los filósofos de la Stoa, es decir, del
Pórtico, son los discípulos y sucesores de Zenón de Citio, que enseñaba filosofía
en los primeros años del siglo III a.C., en el Pórtico Pintado (Poikilé Stoa) de
Atenas. Esté pasó a Roma, donde tendrá una importante acogida. Posidonio en el
siglo primero a. C., lo rehabilitará y le dará un impulso, con lo que supone un
renacer, siendo el pensamiento más significado de la intelectualidad romana.
Podemos encontrar ese pensamiento en el filósofo Séneca, contemporáneo de Pablo.
Séneca era cordobés, su padre era profesor de oratoria.
Séneca, nos recordaba Ángel Ganivet, es español por esencia. Séneca, según
María Zambrano, era un mediador entre la vida y el pensamiento, entre el alto
logos de la filosofía griega y la vida menesterosa y humilde. Los estoicos no
recurren a esa filosofía tan elaborada de Platón y Aristóteles, sino a otra más
reducida, más conveniente. Ellos vivían algo más parecido a una religión, que a
una corriente filosófica. Además de Séneca, tienen un lugar privilegiado en
esta corriente, junto con Cicerón y Marco Aurelio, siendo leídos y estudiados hasta el
siglo XVIII.
Teatro de Hierápolis |
Estaban convencidos de que el universo puede ser reducido a
una explicación racional, y que él mismo es una estructura organizada. La
posibilidad que posibilita al hombre para hablar, pensar, proyectarse, que
denominaban logos, estaba integrado
en esa estructura del universo. Así, el individuo comparte en esencia esa
propiedad de la Naturaleza cósmica, que abraza todo lo existente. Todo está tan
relacionado, según los estoicos, que es posible establecer una racionalidad, un
logos que posibilite al hombre a vivir de forma plena en unidad con la
Naturaleza.
El hombre virtuoso, para Séneca es el que participa de la
vida política, pero en un imperio, en la tiranía del poder imperial, lo mejor
es retirarse a la vida privada (otium). El mayor de los bienes, según el
estoicismo, es vivir según la naturaleza. Pero para Séneca, en su obra De otio, la naturaleza nos engendró para la
contemplación y para la acción. Retirándose de la vida política se centra en la
ciudad común, se convierte en director espiritual y diseña estrategias para
dominar las pasiones.
Séneca fue un escritor extraordinariamente dotado, siempre me
gustó su obra De brevitae vita, una
meditación sobre la brevedad de la vida. Aunque el centro de la discusión no
trata de que la vida sea breve, sino qué hacer con ella y en ella. Se trata no
de vivir, sino de aprender a vivir, en ello hay que invertir tiempo y requiere
toda una vida. El hombre ocioso, emplea el tiempo en sí mismo, los “ocupados”
son los que invierten en la vida política. Pero el que emplea el tiempo en sí
mismo, el verdadero ocioso, está libre para la sabiduría. Ésta, no es una
erudición inútil, tiene una dimensión interior, privada, y pública, siempre que
sirva a los demás. Sólo el sabio se convierte en persona virtuosa, ya que se
crece en las adversidades, no importa el qué, sino como lo soportes. Superar
las pasiones, ahí está la virtud, se consigue con el autocontrol o “ataraxia”,
que da lugar a la serenidad del alma, interviniendo en ello la razón.
Boecio en el siglo VI, será realizará la síntesis entre
estoicismo y cristianismo. En prisión y entre torturas, escribió su consolación de la filosofía, donde
muestra que por medio de la razón, se puede alcanzar la paz del alma. En
Spinoza, Pascal, Kant, se pueden encontrar huellas de la moral estoica, con
vistas a la consecución de la sabiduría o de la felicidad.
“¿Vivimos una hora
semejante? Cuando Séneca vivía, el hombre era demasiado rico y demasiado pobre;
demasiado sabio, lo suficiente para andar perdido en sus saberes. Pero más que
perdido, diríamos que andaba despegado. Y más que despegado, desamparado.” Séneca
vuelve sencillamente porque le hemos buscado, y no por la genialidad de su
pensamiento, ni por nada que tenga que ofrecer al audaz conocimiento de hoy.
Vuelve porque le hemos descubierto como en un palimpsesto debajo de nuestra
angustia, vivo y entero bajo el olvido y el desdén.
Zambrano, María, “El pensamiento
vivo de Séneca”Mystrás, foto de Juan Carlos Velasco |
sábado, 1 de febrero de 2014
La mirada de Pablo: Tarso
Hasta ahora he intentado caminar con
Pablo siguiendo sus pasos por Europa, sobre todo por Grecia, resultado del
viaje que realizamos la comunidad de la Purísima de Salamanca, siguiendo sus
pasos por Acaya y Macedonia en el verano de 2013. Ahora estamos preparando,
junto con José Manuel el sacerdote y Párroco de la comunidad, un viaje
siguiendo los pasos de Pablo en Asia. No es la primera vez que la comunidad
realiza ese recorrido, pero para un grupo numeroso de unas cuarenta personas,
es la primera vez. Estas reflexiones son el resultado de la preparación de
dicho viaje. No es sólo un viaje de estudios, también una peregrinación por los
lugares que pisó Pablo y las primeras comunidades cristianas. Es un blog de
reflexión sobre Pablo, sobre la búsqueda de Dios y el sentido de la vida.
Volveremos sobre Grecia en otros artículos y seguiremos colocando las fotos del
viaje de la comunidad. Ahora queremos seguir a Pablo por Turquía.
En el perfil de una persona la
pregunta por el origen es imprescindible, ya que él pose el secreto de lo que
somos. Conocer el lugar de nacimiento, el mundo en que vivió y creció, su
formación, por mis padres, de mis abuelos, es necesario, ya que nacemos
enraizados y condicionados por nuestro mundo. De ahí la importancia de la
ciudad que Pablo nació y el mundo en que se formó.
Es la ciudad de Pablo (Hch 9,11;
21,39; 22,3), el lugar de su nacimiento. Es una ciudad Helenística importante,
en ella trascurre gran parte de su juventud, antes de marchar a Jerusalén para
estudiar en la escuela de Gamaniel. "Yo
soy judío, originario de Tarso, ciudadano de una importante ciudad de
Cilicia", declara ante el tribuno romano que le pide información cuando
lo arresta en Jerusalén (Hech 21,39). Desde el año 64 a. C., Tarso era la
capital de la provincia romana de Cilicia, era un centro comercial importante,
ya que por la ciudad pasaba la vía que unía Siria con Anatolia.
Iglesia de San Pablo en Tarso |
Era un gran centro cultural.
Estrabón, en su Geografia, nos
comentaba que sus habitantes son tan
apasionados por la filosofía y tienen un espíritu tan enciclopédico que la
ciudad llegó a eclipsar a Atenas, a
Alejandría y a otras ciudades que se podrían recordad, por ser la cuna de la filosofía. En ella estaba asentada una floreciente
escuela estoica, rivalizando en época romana con Atenas y Alejandría.
Destacamos a filósofos como Posidonius, Aterodorus, Zenón de Tarso, Antipatro
de Tarso, este último no enseñó en un pórtico como era tradición en el
estoicismo, sino en su propia casa.
Puerta de Cleopatra |
Su nombre aparece en la Odisea, y proviene de la palabra griega tarsos, que designa un cedazo para
escurrir los quesos. Fue fundada por los Hititas, sobre el 1400 a C., era una
de las ciudades más importante de Kizwatna, el nombre que entonces recibía
Cilicia. Los pueblos del mar la arrasaron en torno al 1200 a. de C., pero no
tardó en ser reconstruida. Durante los siglos siguientes continuó desempeñando
un papel de primer orden aunque, eventualmente, cayó bajo el dominio asirio en
el 833 a. de C. con Salmanasar III y en el 698 a. de C. con Senaquerib. Con
posterioridad, y ya durante el Imperio persa, Tarso fue, primero, la capital de
un reino Cilente y, con posterioridad, la de la satrapía de Cilicia.
Los armenios en el siglo I,
conducidos por su rey, Tigranes el Grande, arrasa la ciudad, poco después será
asociada al imperio romano. Desde al año 64 a. C, Tarso conocerá un periodo de
paz, no solo será la capital de Cilicia, los romanos la llenarán de monumentos
y será uno de los puertos importantes del Mediterráneo.
Calzada romana del siglo I. |
Estaba situada a los pies de los
motes Taurus, a 16 km del curso inferior del río Cydnus, a unos cuarenta
kilómetros de las Puertas Cilicias. La fértil llanura, tan bien regada, de los
alrededores albergaba cultivos de cereales, uva y, sobre todo, lino, materia prima
esencial para la principal industria de la región. Más típico de la región era
la tela de fieltro que se fabricaba con lana de las cabras negras que pastaban
por los alrededores de Tarso. Este tejido de pelo de cabra, los romanos lo
llamaron cilicium, material muy
resistente a la humedad y al frío.
En el año 51 antes de Cristo había
tenido como procónsul a Marco Tulio Cicerón. Julio César la visitó en el año 47
a. C., debió causar un fuerte impacto en la ciudad, ya que le dieron el nombre
de Juliópolis. Unos años después, en el año 41, Tarso había sido el lugar del
primer encuentro entre Marco Antonio y Cleopatra. Encuentro que debió ser
espectacular, ya que la reina de Egipto, se adentró navegando el río Cydnus,
ataviada como si fuera la diosa afrodita. Con Octavio, Tarso conservará sus
privilegios y quedó exenta de los impuestos imperiales y la administración fue
confiada al estoico Atenodoro.
Pozo de San Pablo |
Según una tradición citada por san
Jerónimo, la familia de Pablo era oriunda de Giscala, situada al norte de
Nazaret. Debido a la ocupación romana, la familia tuvo que trasladarse a Tarso.
Posiblemente fuero prisioneros de guerra y vendidos como esclavos, debido a la
sublevación surgida a la muerte de Herodes el Grande. Pablo, heredó la
ciudadanía romana de sus padres, por lo que debieron ser manumitidos por sus
antiguos dueños. En su carta a los filipenses nos comenta «Aunque yo sí podría
confiar en lo humano; pues si alguno cree poder confiar en lo humano, más
podría yo: Fui circuncidado al octavo día; soy del linaje de Israel; de la
tribu de Benjamín; hebreo, hijo de hebreos y, por lo que a la ley se refiere,
fariseo» (3,4-5). Seguiremos indagando en su vida en otra de las entradas.
La Tarso turca de hoy, es una ciudad
de unos tres millones habitantes, con sus mezquitas y minaretes nada poco
recuerda el esplendor de la antigua ciudad. En mitad de una glorieta, cerca de
la estación de autobuses, hay una puerta maciza que se le ha dado el nombre de
Cleopatra. No lejos de allí, en una pequeña colina, entre eucaliptos, aparecen
restos de un teatro, unas termas y una galería cubierta, así como una muralla y
columnas en el centro de la ciudad.
Mosaico de Orfeo en Tarso |
Podemos destacar la Iglesia de San
Pablo. Una iglesia que data de 1102, aunque la actual es una basílica
reconstruida en el año 1862. En el techo hay un fresco impresionante de Jesús,
rodeado de los cuatro evangelistas.
Cazada romana en Sağlıklı |
Podemos destacar también una calzada
romana en el pueblo de Sağlıklı, a 14
kilómetros de Tarso, con una puerta en la propia calzada. El camino empedrado
es de una anchura de unos tres metros, construida en el siglo III d. C, en
época del emperador Caracalla.
Pero hay otra vía en plena ciudad, de unos 6,5 metros de
ancha, posiblemente del siglo I d. C.
Fue descubierto accidentalmente en el año 1993, construida en basalto y piedra.
¿Fue pisada por Pablo? Es posible.
viernes, 3 de enero de 2014
La mirada de Ulises: Heidegger y Pablo de Tarso
En la mirada de Ulises anterior intentamos profundizar en el pensamiento de Hannah Arendt, en ese cruce de caminos que nos lleva a Pablo desde el pensamiento, nos lleva a Martin Heidegger. Son muchos los pensadores que se han interesado por nuestro querido Pablo y debemos ir abordándolos según se van cruzando en nuestro camino.
Hannah Arendt y Martin
Heidegger se conocieron en el año 1924, año en que Hannah, una joven judía se
matriculó en la Universidad de Marburgo, asistiendo a las clases de filosofía
de Heidegger. La relación entre ambos, durará medio siglo, como alumna, amante,
amiga y defensora del filósofo en sus años más oscuros.
Unos años antes, en 1916,
Heidegger estaba en Friburgo como ayudante del profesor Husserl. Aquí Husserl
se reservaba la ardua tarea de explicar, desarrollar y dar a conocer los
principios de la fenomenología, como base de su ontología formal. Pero a su
vez, repartía entre sus alumnos más aventajados la aplicación de la fenomenología
a diferentes campos de la realidad. Así Edith Stein, se encarga de elaborar una fenomenología de las
formas sociales y el propio Heidegger, se encargó de una fenomenología
de la vida religiosa. Esta se compondrá de dos lecciones y un borrador de otra
que jamás dictará, lo importante es que en ellas se aprecia ya una distancia
con respecto a su maestro Husserl.
Será en 1921, cuando dicte
la lección de Introducción a la Filosofía
de la religión, donde en ella tendrá un subrayado especial Pablo de Tarso,
también otros autores cristianos, como San Agustín, Teresa de Ávila o el
maestro Eckhardt. En esta obra quiere analizar la experiencia religiosa
genuina, acudiendo a los fenómenos, a la experiencia de la vida. Heidegger considera que una
experiencia religiosa genuina, la puede encontrar en el cristianismo primitivo y
ahí, entra la figura de Pablo y sus escritos. Analiza la carta más antigua de
Pablo, la primera carta a los Tesalonicenses, aunque también analiza otras
cartas como la de los Gálatas o la carta a los Romanos, no sigue un orden cronológico. Estas cartas son
tomadas no como documentos doctrinales, sino como documentos en la que se
expresa la experiencia vital de Pablo.
Heidegger quiere analizar la
experiencia originaria de Pablo de la vida fáctica, poniendo en relación su
mundo propio, con el mundo circundante. En la primera carta a los
Tesalonicenses, descubre lo peculiar de la vida la vida fáctica, el haber
llegado a ser en Cristo, que quedaría co-experimentado con el haber llegado a
ser cristiano. Para Heidegger la comunidad de Tesalónica, no lo vive como una
alegría, sino como una tribulación. La tribulación forma parte de la
proclamación evangélica y del ser cristiano. Esa factilidad atribulada, es por
un lado ser aceptado, y por otro, aceptar. Junto a esto se produce también una
especie de movimiento, un giro hacia Dios y a su vez, un giro que se aparta de
los ídolos o dioses del paganismo.
Para Heidegger, el sentido
referencial de la vida fáctica cristiana, está en la parusía, en la esperanza de la venida de Cristo. Toda la vida
cristiana está atravesada por esta expectativa del final de los tiempos. El
estar ante Dios, es estar a la expectativa de su venida, no de su eternidad.
Esa temporalidad, es lo que llamó la atención a Heidegger, es un “tiempo
oportuno”, un Kairós. Eso es la
esencia de la vida cristiana, estar volcado a un futuro no determinado. Porque
Cristo viene “por la noche, como un
ladrón” (l. Tes.). Sólo el ser de Dios puede entenderse desde la
temporalidad, en la expectativa de su venida.
Así, Dios, la verdad, no se
muestra de golpe, como un misterio tremendo entre lo racional o irracional (R.
Otto), sino en el tiempo, en la revelación a lo largo de la historia. Dicha
revelación está muy vinculada con el devenir del pueblo al que se le ha
manifestado el misterio divino. Ese pueblo manifiesta su apertura en el
desvelamiento del misterio. Luego en obras posteriores, desde Identidad y diferencia o Tiempo y ser,
ya desvinculado de las raíces paulinas y bíblicas, tendrá su culminación en el
concepto hegeliano de Ereignis.
Es un concepto, como nos
dice el profesor Modesto Berciano (Superación
de la metafísica en Heidegger), clave en todo el pensamiento de Heidegger.
No sólo tiene su origen en la lectura de San Pablo, sino en la obra de
Aristóteles. No sólo significa el acaecer o el acontecer, Heidegger recurre
siempre a juegos de palabras para explicarlo, como apropiarse o construir en lo
propio, aunque podemos darle el significado de evento. Es relacionado por Heidegger con el silencio o la
calma, también con el acaecer histórico contingente, no calculado, imprevisto,
y al fin con un acaecer-destino. Es algo que viene, que llega, es lo eventual.
Siguiendo la obra de Moreno
Claros, Martin Heidegger: el filósofo del
ser, que cita la obra de Michael Inwood, el filósofo tenía en mente a
figuras como Pablo de Tarso, Agustín de Tagaste o a Martín Lutero, al pensar en
el Dasein resuelto. Es un estar ahí,
que de un sólo golpe vista y en ello afianza su resolución, lo torna consciente
de su ser y de sus posibilidades. Todos ellos se resolvieron a seguir unos
pasos determinados en su vida tras haber “visto la luz”, tras ese momento de
lucidez y resolverse en una determinada manera de ser.
Bueno, por aquí van las
cosas, no sé si mi lenguaje ha dejado algo claro o ha sido más oscuro, al menos
lo he intentado. Creo va quedando un poco más claro la importancia de Pablo
en la construcción de Occidente y en nuestra cultura. A lo largo de la
historia, se han realizado numerosas exégesis de sus epístolas, la primera
documentada es la de Orígenes y ha sido centro de estudios, no sólo teológicos,
sino filosóficos en el siglo XX. Hemos alalizado a Hannah Arendt o Heidegger, pero,
subrayamos algunos más: Karl Schmitt, Walter Benjamin y Ernst Bloch, Alain Badiou, Giorgio
Agamben, Jacob Taubes, Franz Hinkelammert, Dussel, etc.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)