martes, 23 de diciembre de 2014
martes, 16 de diciembre de 2014
Mirando un cuadro de Giuseppe Ribera “El Españoleto”
Al mirar un
cuando, la primera impresión nos llega al corazón en forma de belleza. En un
segundo momento, se dirige a valorar la calidad pictórica en su conjunto, analizando
los elementos del cuadro, desde el tema a la composición, el color, la
técnica, el estilo. Todo ello en una armonía que hace del espíritu desvelar un
mundo, una realidad que se actualiza en la contemplación. Cada cuadro tiene su
propia esencia, pero también nos desvela una historia.
Juan Antonio Mateos Pérez |
Esa
historia, a veces difícil, la podemos observar en el cuadro de la Inmaculada
Concepción que preside el retablo de la Iglesia de la Purísima de
Salamanca. Aunque el retablo, en un principio fue concebido para el
convento de santa Úrsula, pues allí se pensaban enterrar los condes de
Monterrey. Pero don Manuel de Zúñiga y Fonseca, conde de Monterrey, virrey de
Nápoles, embajador y colaborador de la delegación mariana que pretendía el
dogma de la Inmaculada ante el Papa Gregorio XV, encargará a Giuseppe
Ribera el bellísimo cuadro de la Inmaculada Concepción. El encargo del cuadro y
como defensor del dogma, cambiará las intenciones del conde y, el cuadro de
Ribera se convertirá en el eje y centro fundamental para la construcción de una
nueva Iglesia, el convento de las Agustinas Descalzas. De su intención inicial
de enterrarse en las Úrsulas, cambió radicalmente y se construirá toda una
iglesia alrededor de un cuadro, eso sí, maravilloso.
El misterio
de la Inmaculada Concepción, es decir, que desde el instante de su concepción,
María fue preservada de toda huella del pecado original, fue declarado
dogma de fe en el año 1854, por el papa Pío IX. Posiblemente no supuso una gran
novedad, era una realidad aceptada unánimemente por todo el Catolicismo. Había
tenido una larga historia de elaboración sistemática y no pocos conflictos
entre teólogos y entre el propio pueblo creyente.
Cuando llega
el debate a la Edad Media, ya tenía un recorrido en los Santos Padres de
Oriente y de Occidente, hablaban de la “espada de la duda” en el momento de la
crucifixión. Sofronio de Jerusalén, en el siglo VII dará una nueva sensibilidad
al mundo bizantino, llamando a María la “toda pura e inmaculada” elevada por
encima de los ángeles, superior a la creación. Desechando la profecía de Simeón
sobre “la espada de la duda” en el momento de la muerte en cruz. En la iglesia
de Oriente, el debate se agotó en el siglo VII y lo que hacen los
teólogos medievales, es situar la santidad de María en el horizonte de la doctrina
agustiniana del pecado original.
Podemos
resumir la posición de los teólogos medievales en las posturas de Tomás de
Aquino y Duns Scoto. Ambas posturas eran defendidas en pueblos y ciudades por
dominicos y franciscanos. El punto clave del debate, no era la santidad de
María, que todos defendían, sino el pecado original. La pregunta es si
María como ser creado, contrajo el pecado de origen o no. Para santo Tomás,
afirmaba que contrajo el pecado original, pero será receptora de la Gracia y
redimida en el momento de su nacimiento. Duns Scoto, afirmará que María será
una persona verdaderamente redimida “por exención”, de manera excepcional y
única desde el momento de su existencia, con lo que no contrajo el pecado
original.
Juan Antonio Mateos Pérez |
Este debate,
llegará a su punto culminante en el siglo XVII, donde la monarquía española de
los Austrias, claros defensores de la Cristiandad en su política internacional,
incluirán como uno de sus objetivos primordiales, el dogma de la Inmaculada.
Carlos V, más preocupado por la reforma protestante deja el asunto en manos de
los teólogos, ya que las disputas entre maculistas (dominicos) e inmaculistas
(franciscanos), llegaban incluso de forma enconada a las calles de las
ciudades, ésto sólo ahondaría en la fisura entre católicos y reformados. El
propio Concilio de Trento, estuvo más cerca de negar la doctrina que de
aprobarla. Felipe II, defensor de la catolicidad, tenía por estandarte la
Eucaristía pero, una fuerte corriente inmaculista estalla en Andalucía, con
grandes ceremonias, procesiones y fiestas. Ante esta situación, junto a la
Eucaristía, Felipe II defenderá también la Inmaculada Concepción. Para los
siguientes monarcas, Felipe III, Felipe IV y Carlos II, la proclamación
como dogma de la doctrina, se va a convertir en la piedra angular de su
política exterior en Roma. La correspondencia de Sor María de Ágreda con
Felipe IV, hizo crecer en él la importancia de la María como intercesora y
abogada de los designios de la monarquía. Los esfuerzos de la diplomacia tendrán
su recompensa, cuando el 8 de diciembre de 1661, se consigue del papa
Alejandro VII a bula Sollicitudo Omnium Ecclesiarum, donde la fiesta de
María se refería al primer instante de su vida y por tanto preservada de la
mancha del pecado original.
Será en este
contexto de exaltaciones y disputas cuando se realice la Inmaculada de Ribera.
Y que se disparen los encargos de Inmaculadas en la ciudad de Sevilla y en toda
Andalucía, tomando como modelo la bellísima obra del “Españoleto”.
Es una de las obras culminantes en su género, para algunos, la Inmaculada
más bella jamás pintada. Pero también una de las obras maestras del propio
pintor, fue un momento de gran colorido, abandonando el tenebrismo gracias
a la influencia de la pintura italiana. Toma como modelo y referencia las
Inmaculadas de G. Reni y Lafranco, pero fundiendo visualmente la Inmaculada con
la Asunción, María asciende a los cielos rodeada de un coro de ángeles.
Representa esa hora dorada del mundo, según las visiones de Santa
Brígida, donde Dios muestra a los ángeles a esa mujer sin pecado,
reconociéndola como Reina del cielo.
De las
inmaculadas tradicionales, mantiene lo símbolos de las letanías, que en
el siglo XII, san Bernardo aplicó a la Madre de Dios unos versos del Cantar
de los Cantares para reafirmar su pureza virginal (Tota pulchra),
complementada con otros libros de la Biblia, como el de Eclesiástico, el
Génesis o los Salmos. El libro del Apocalipsis (2,1) nos recuerda “la mujer
vestida de sol suspendida sobre la luna y coronada por una constelación de
estrellas”.
Ribera
utiliza todos esos elementos iconográficos, representa a María con los cabellos
sueltos resbalando sobre sus hombros, va vestida da con una amplia túnica
blanca (elegida de Dios) cubierta con un manto azul (eternidad), con las manos
cruzadas sobre el pecho, en actitud devota, dando ese gesto una sensación de
quietud, de inmovilidad, que contrasta con los vuelos del manto. Aparecerá
sobre la luna (dominando el tiempo que está bajo sus pies), cercado de un color
dorado y coronada de doce estrellas. El Padre entre nubes y ángeles, con el
brazo derecho enérgicamente extendido en gesto de sumo beneplácito divino, y
debajo el Espíritu Santo en forma de paloma con las alas extendidas en acusado
movimiento ascensional. Entre las nubes, y alrededor de María, ángeles y
querubines, alguno de ellos rodeados de los símbolos marianos, otros aparecen
como suspendidos en el dorado del cielo. Qué símbolos nos propone Ribera: La Virginidad
de María (hermosa como la luna llena, espejo sin mancha, fuente sellada,
lirios blancos, ciudad amurallada, templo de Dios, huerto cerrado, ramo de
olivo –árbol que conserva todo su verdor-); Pureza Inmaculada (luminosa
como el sol, rosas, torre de David); intercesora de la humanidad (puerta
del cielo, lucero de la mañana).
La obra
refleja el amor de Dios a María, abrazando toda su existencia desde el
comienzo. Este amor a María nos recuerda que cada hombre es también objeto de
ese amor. Dios ama así a María porque quería que su hijo fuera hombre en una
comunidad de humana a la que todos pertenecemos y, por la redención tenemos una
garantía que su gracia y su amor, es más grande que nuestras limitaciones y pecados.
Esto se refleja en María, una persona que no es Dios, pero a la que Dios se da
a sí mismo, para convertirla en madre suya y de todos. La Inmaculada
Concepción significa que Dios rodea esa vida humana con fidelidad amorosa. No
sólo significa un comienzo bienaventurado y puro, sino un final feliz y lleno
de gracia para todos.
Reina,
oliva, fuente, cedro,
azucena, ciudad, nave,
torre, paraíso, espejo,
trono, ventana, sol, Madre:
vos sois aquella niña
con que el Señor
el cielo y tierra mira.
azucena, ciudad, nave,
torre, paraíso, espejo,
trono, ventana, sol, Madre:
vos sois aquella niña
con que el Señor
el cielo y tierra mira.
(Lope de
Vega, El tirano castigado, 1599)
Juan Antonio Mateos Pérez |
jueves, 11 de diciembre de 2014
Entrevista a Fructuoso Mangas
PÁRROCO DE
LA PURÍSIMA DURANTE 40 AÑOS
Fructuoso Mangas: "Queda
mucho para que la Iglesia responda a las necesidades de la sociedad
actual"
Uno de los
sacerdotes más activos de la ciudad habla en SALAMANCArtv AL DÍA del
significado de la fiesta de la Inmaculada Concepción y de otros temas
relacionados con la institución eclesial como el papel de la mujer, el
celibato, el alejamiento de los jóvenes o la falta de vocaciones
Fructuoso
Mangas junto a una imagen de la iglesia de La Purísima, a la que ha estado
ligado como párroco durante 40 años
Durante 40
años ha sido uno de los párrocos de La Purísima y ahora, ya jubilado, mantiene
una incesante actividad social y cultural. Es Fructuoso Mangas, un
sacerdote salmantino ligado a Manos Unidas desde hace cinco décadas, pionero en
la defensa del derecho a la vivienda, ayudando a las familias más humildes de
la ciudad ya en la década de los 60, y defensor de la apertura de la institución
eclesial con el actual Papa, aunque reconoce que “queda mucho para que la
Iglesia responda a las necesidades de la sociedad actual”.
Del celibato
a la Purísima Concepción, pasando por el papel de la mujer en la institución
eclesial, el alejamiento de los jóvenes de las iglesias o la falta de
vocaciones, Mangas responde sin tapujos a todas estas cuestiones en la
siguiente entrevista que les ofrece SALAMANCArtv AL DÍA
¿Qué se
celebra el 8 de diciembre?
Se celebra
la memoria cristiana de la Concepción de María sin mancha de Pecado, por eso se
llama Fiesta de La Purísima o de la Inmaculada. La fiesta es antigua, pero su
sentido teológico fue una cuestión muy discutida, a veces con sorprendente
virulencia, durante siglos y a todos los niveles. Por ejemplo, el rey Felipe
III tuvo que obligar a los profesores de la Universidad a que afirmaran la
Inmaculada Concepción de María amenazándoles con no recibir la paga de su
cátedra y así lo firmaron casi todos al cabo de dos años de insistencias y
presiones el 28 de octubre de 1618 en solemne ceremonia en la iglesia de las
Úrsulas, porque el rector de la Capilla universitaria, dominico y lógicamente
“maculista”, no consintió que se hiciera allí, aunque hoy irónicamente se
recoge la escena en el cuadro que la preside. Finalmente fue proclamado este
dogma por la Iglesia en 1854. De hecho la iglesia de La Purísima, como reza la
lápida de dedicación en el presbiterio, fue construida para defender este dogma
contra los que lo negaban.
¿Tiene la
mujer el sitio adecuado en la Iglesia?
Es evidente
que tiene un sitio amplio y de mucha influencia concreta. Pero supongo que la
pregunta se refiere a su acceso al sacerdocio o al episcopado. En esto se
comprende la historia pasada, pero no es fácil entender la situación actual de
negarle el acceso al sacerdocio. Y sí, hoy la mujer tiene mucho sitio en
cualquier espacio de la Iglesia, pero no todo el que debiera tener, en mi
modesta opinión y en la de mucha gente.
¿Qué le
parece la actual etapa de la institución eclesial, con el Papa Francisco al
frente?
Hacía mucha
falta esta apertura y este nuevo modo de situarse ante el evangelio, ante la
gente y ante el mundo. Y me parece muy bien.
¿Da
respuesta la Iglesia a las necesidades de la sociedad actual?
Para eso queda mucho camino, porque no basta con que cambie el estilo de un
papa (no soy muy “papista” en estas cosas), tenemos que cambiar nosotros,
especialmente obispos y sacerdotes y religiosos, y nuestras estructuras y
nuestros objetivos y nuestros métodos y nuestros medios y hasta en parte
nuestro espíritu. Es un cambio total de época y no hay otra opción. Ahí es nada
lo que queda… Aunque por algo y por alguien se empieza, claro.
¿Se están vaciando las iglesias?
Sí, especialmente de jóvenes y de adultos jóvenes; las bajas mayores son
entre 15 y 40 años. Basta asomarse y se comprueba. El fenómeno, generalizado en
toda España, tiene muchas y muy diferentes causas, unas internas, las más
dolorosas para nosotros, y otras externas que además influyen en otros niveles
y prioridades de la gente de esas edades. Es lo que hay, pero hay que verlo,
entenderlo y buscar respuestas. Y esto tampoco lo acabamos de hacer con el
rigor que necesita. Es lo que intenta lo que llamamos en Salamanca la Asamblea
diocesana que está en sus primeros pasos y durará dos años.
¿Por qué no hay vocaciones?
Entiendo,
con desasosiego que así suceda, porque no responde la Iglesia y los que en ella
somos más visibles a las preguntas y valores de la gente joven, sin entrar
ahora en matices, y también porque la sociedad actual con toda su tramoya, no
retiro la palabra, hace muy difícil la simple pregunta por una misión así y
mucho más una respuesta positiva.
¿Qué habría
que hacer para cambiarlo?
En cada
diócesis se trabaja intensa y extensamente en esto, casi siempre con resultados
muy escasos; en Salamanca hay ahora dos seminaristas, dos jóvenes mayores
estudiando ya teología. Y no tengo soluciones ni recetas, ya hubo en el siglo
XIX algún año en el que sólo se contaba en Salamanca con un seminarista; en
esto influye mucho la misma sociedad, los valores inmediatos de cada generación
y muchas cosas más. Y por supuesto nuestro testimonio, el de los sacerdotes, y
el de la Iglesia. Lo he dicho públicamente muchas veces, mi mayor tristeza como
cristiano y como cura es que nadie haya querido seguir al menos en su mejor
parte mis pasos de sacerdote, aun habiendo acompañado a cientos y miles de jóvenes.
Es dura cosa.
¿El voto de castidad es un lastre?
Bueno los
curas no tenemos voto (los religiosos sí), sólo tenemos una promesa de celibato
hecha solemnemente ante nuestro obispo. Y estoy seguro de que normalmente no es
un lastre, aunque tenga su peso y aunque en la botica de la Iglesia haya casos
para todo. Es una fidelidad dura como otras fidelidades de importancia que
puede haber en la vida como la matrimonial o la de los hijos o los padres…
Quizás hoy, y digo quizás porque no estoy seguro, es más duro, pero te da una
libertad social y una desenvoltura cristiana que valen lo suyo.
“Profesionalmente” me parece bien.
¿Usted, porqué decidió dedicar su vida a la Iglesia?
No sabría
decirlo así, en palabras concretas, aclarando que la vida yo no se la dedico a
la Iglesia sino a la gente y a Dios, otra cosa es que eso lo hago en un espacio
humano concreto que es la Iglesia. No es lo mismo aunque lo parezca. Y en la
decisión anduvieron siempre las dos cosas juntas, tanto Dios como la gente. ¡Y
no por falta de que no pudiera elegir otros caminos más “productivos”!, que
conste.
Repasando su trayectoria, ¿cuál cree
que ha sido su principal aportación a Salamanca? Ah, poca cosa, soy un simple cura
diocesano. Si tuviera que recordar algunos detalles, pondría mi acompañamiento
largo y variado en tantos años a miles de salmantinos en muchos pasos de su
vida, como persona y como cura. Y la verdad es que no conozco profesión más
agradable que ésa. Suerte mía. Y necesariamente añadiría, con humildad si hace
falta, el servicio social prestado a muchas familias pobres en dificultades de
vivienda, en aquellos años negros de los 60, 70 y 80, cuando esas cosas ni
salían en los papeles. Fueron muchos millones de pesetas sacados con esfuerzo y
empleados con dolor y dedicación en la ayuda y en la defensa de cientos de
familias salmantinas que se iban asentando en San José, Ciudad Jardín, Tejares
o Pizarrales. Acabé siendo especialista en viviendas, en financiación bancaria
y en desahucios. Incluso me queda todavía en ese campo cierta capacidad
especial.
¿Cuánto
tiempo ejerció como párroco de La Purísima?
José Manuel
y yo, porque éramos los dos párrocos a la vez, hemos estado en La Purísima más
de 40 años; es quizás un caso único en medio mundo, por la duración y por estar
dos sacerdotes a la vez como párrocos en la misma parroquia.
¿Qué tiene
de particular esta parroquia?
No sé bien a
qué se refiere la pregunta; es una parroquia de tantas. Quizás se podrían poner
algunos matices: la iglesia es de lo más hermoso que se puede ver y con una
colección de pintura que la hacen única, sorprendente e inagotable. Lo digo
después de estar en ella todos los días durante cuarenta y pico de años; por
otro lado al estar a cargo de dos sacerdotes, al menos trabajadores y
entusiasmados, durante tantos años ha hecho que acabe siendo una parroquia con
perfiles especiales, con un laicado poderoso y abundante… y muchos detalles más
que no soy yo el indicado para decirlos.
Y ahora, ¿cómo es la vida de un párroco jubilado?
Bueno, hay muchas cosas que hacer. Tengo dos campos de amplio trabajo a los
que espero dedicarme más en cuanto pueda, y son Manos Unidas, la ONGd a la que
pertenezco muy activamente desde hace 50 años, y la Residencia de San Rafael
pues soy presidente de la Fundación de la que depende. Y además escribo, leo,
pienso, me dedico a la foto digital y… en cuanto pueda vuelvo a pintar. Y
además espero, ¡por fin!, asistir a conferencias, no perderme ninguna
exposición y pasear sin prisa por la ciudad saludando a los amigos o a quien se
tercie. ¡Que Dios me dé salud para disfrutar de tanta cosa buena!
Y no puedo menos de decir en alto mi agradecimiento a tantas personas, de
toda clase, edad, cultura y condición, que he conocido y que me han ayudado a
ser lo que hoy humildemente soy. Por ellos me siento afortunado y puedo estar
hoy y aquí respondiendo a esta entrevista.
Interior de
La Purísima en una de las muchas celebraciones oficiadas por Fructuoso Mangas
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