domingo, 27 de julio de 2014

“Pablo estuvo en Efeso dos años, de modo que todos los habitantes de Asia oyeron la Palabra del Señor” (Hch 19, 10)



25, julio, viernes: EFESO – MANISA
“Pablo estuvo en Efeso dos años, de modo que todos los habitantes de Asia oyeron la Palabra del Señor” (Hch 19, 10)
Eucaristía en Meryemana (casa de María) - Visita detenida a la ciudad romana de Efeso: odeón, templo de Domiciano, vía de los curetes, templo de Adriano, biblioteca de Celso, teatro, vía Arcadia, iglesia del concilio – Basílica de San Juan – Restos del templo de Afrodita – Traslado y alojamiento en Manisa.



Perdonad la tardanza, pero ayer llegué agotado al Hotel, no es que no hubiera wifi, es que imposible estar conectados, el cansancio acumulado, la falta de sueño, el calor, me quedaba dormido sobre el ordenador, literal. Todo bien, hemos acabado nuestra peregrinación por Asia menor y estamos en Estambul, dentro de un rato iremos a ver la ciudad Bizantina.
Al salir Pablo de Antioquía de Pisidia, Pablo duda: alternativa que debe comprenderse tanto en sentido espiritual como geográfico. Tiene que escoger entre el suroeste por la Via Sebaste que lo conduciría directamente a Efeso -perspectiva seductora a priori- y la ruta del norte que le permitiría llegar a la provincia romana de Bitinia. La lógica inclina a pensar que Pablo y los suyos atravesaron la actual Ankara, Midas Sehri -capital del rey Midas-, Gordio, donde Alejandro Magno cortó el nudo famoso, que se detuvieron en Pérgamo donde residía una comunidad judía. Ellos la arengaron sin resultado. Allí subsiste hoy en día, en la cima de una montaña, una acrópolis que guarda templos  magníficos.
En realidad, Pablo no figura en el origen de la comunidad de Éfeso y la continuación de los Hechos de los Apóstoles (18,24-26), que lo otorgan preferentemente a Apolo así como a Priscila y Áquila, lo dejan entender de manera suficiente. A fin de prevenir esta conclusión y dar la prioridad a Pablo, el autor inserta una pieza de su propia cosecha y con un contenido convencional (Hch 18,19b-21a).
Tomamos la ambientación del libro del peregrino:
La ciudad de Efeso era la capital de Asia Menor. Por eso, Pablo eligió este lugar como sede estratégica para su trabajo evangelizador. Aquí residió él, al menos, dos años, y desde aquí coordinó la tarea evangelizadora de toda la región. No es extraño, por tanto, que cuando en Apocalipsis se dirigen siete cartas a “las Iglesias de Asia”, la primera carta vaya dirigida a la Iglesia de Efeso y los otros seis nombres sean de ciudades cercanas.
Aquí estuvo Pablo encarcelado. Y desde Efeso Pablo siguió de cerca y con suma preocupación la evolución y el crecimiento de las diversas comunidades, particularmente la de Corinto y las de la región de Galacia. Desde aquí escribió Pablo las cartas respectivas. Estamos, pues, en un lugar muy importante en el que los recuerdos paulinos se intensifican.
La inquietud y la pasión que puso Pablo por dar a conocer a todos la Buena Noticia de Jesús, fue la que según una tradición venerable y secular, llevó también a Santiago Zebedeo hasta España. Lo recordamos agradecidos en este día, en el que la Iglesia celebra su memoria, al mismo tiempo que invocamos la protección de los primeros apóstoles sobre la Iglesia universal. (pág. 42)



Desde Corinto, Pablo debía dirigirse a Siria, donde se encuentra Antioquía. Los Hechos de los Apóstoles le conducen allí, aunque no sin hacerle dar un importante rodeo, puesto que antes de llegar a su destino Pablo desembarca en Cesarea, situada en la costa palestina y, desde allí, “sube” a Jerusalén para saludar a la comunidad de la ciudad.
La pequeña ciudad de Selçuk (11.000 habitantes), aparte de las ruinas que hay en sus proximidades, no brinda la menor idea de la prestigiosa ciudad de Éfeso tal como se presentaba a la mirada de Pablo5. Se encontraba entonces en la costa jonia, al sur de la desembocadura del Kaÿstros (en turco, Küçüc Menderes, “pequeño Meandro”) cuyos aluviones han alejado hoy el paraje unos 8 km del mar. La historia romana de Éfeso comienza el año 190 a. de Cristo cuando el rey Antíoco III de Siria fue derrotado por los romanos en Magnesia del Sypyle. Éfeso, que se había puesto de su lado, fue atribuida a Pérgamo por el vencedor.

Así, cuando, el año 133 a. de Cristo, Atalo III, último rey de Pérgamo, legó sus Estados a Roma, Éfeso se volvió romana y, dejando aparte un concurso pronto abandonado a la revuelta de Mitrídates, lo siguió siendo a continuación. La ciudad se levantaba en la depresión situada entre el Pion y el Koressos (hoy Bülbül Dagh), protegida por una poderosa muralla de unos 9 km, construida antaño a iniciativa de Lisímaco, rey de Macedonia. Éfeso, capital de la provincia de Asia y sede del procónsul, puerto con dos cuencas y centro de comunicación entre Oriente y Occidente, que contaba entonces con unos 225.000 habitantes, se señalaba tanto por su intensa actividad comercial como por sus fastuosas construcciones. Entre ellas figuraba un teatro, reedificado en la época romana, que podía albergar a 24.000 espectadores, y el célebre Artemisión, del que volveremos a hablar, contribuía no poco a la prosperidad de la ciudad gracias a los peregrinos que atraía.

Dirigiéndose a Éfeso, Pablo no efectuaba una elección arbitraria. A la importancia de la ciudad se asociaba aquí el hecho de que Éfeso ocupaba una posición central respecto a las Iglesias que Pablo había fundado antes: “en línea recta, Éfeso estaba situada a igual distancia de Galacia que de Tesalónica (a unos 480 km). Corinto (a unos 400 km), Filipos (a unos 445 km) y Antioquía de Pisidia (a unos 330 km) entraban fácilmente en el mismo círculo”.
Pasamos a la ambientación del libro del peregrino en la pág. 92:
“En Asia Menor se entrecruzaron varias líneas misionales cristianas y judías. Pablo, en su trabajo misionero, hizo de Efeso una de sus bases estratégicas. Pero él no fue el único misionero aquí: en la capital de la provincia de Asia confluyeron también una misión pre-paulina y el paulinismo posterior del libro Hechos de los Apóstoles.
A éstos hay que añadir diversos misioneros, como los discípulos del Bautista, la presencia de Juan el Presbítero (al que se nombra en el Apocalipsis), los judeocristianos itinerantes. Aquí parece que recibieron también su configuración definitiva las tradiciones joánicas, así como la reacción contra las primeras desviaciones gnósticas…
Se puede afirmar, por tanto, que Efeso, donde confluyeron líneas diversas de la primitiva expansión cristiana, fue el crisol del catolicismo.”
(Ramón Trevijano, Univ. Pont. de Salamanca)



Recodando la tradición que vincula
a María con Efeso
Esta oración fue encontrada en un papiro en Egipto, al lado de la antigua ciudad de Oxirrinco. Ha sido repetida en las diferentes liturgias cristianas, de Oriente y de Occidente, al menos, a lo largo de dieciséis siglos. Probablemente es la oración mariana más antigua en la historia de nuestra fe:
Bajo tu amparo nos acogemos,
Santa Madre de Dios.
No desoigas la oración
de tus hijos necesitados.
¡Líbranos de todo peligro,
oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!

Libro del peregrino, págs. 97 – 98




Nos podía extender mucho en la historia y monumentos de Éfeso, nos hemos centrado sobre todo en Pablo. Pero no me resisto a citar a uno de los Efesianos más ilustres: Heráclito. Heráclito de Éfeso, conocido también como «El Oscuro de Éfeso», fue un filósofo griego. Nació hacia el año 535 a. C. y falleció hacia el 484 a. C. Es común incluir a Heráclito entre los primeros filósofos físicos (φυσικοί, como los llamó Aristóteles), que pensaban que el mundo procedía de un principio natural (como el agua para Tales, el aire para Anaxímenes y el Ápeiron para Anaximandro), y este error de clasificación se debe a que, para Heráclito, este principio es el fuego, lo cual no debe leerse en un sentido literal, pues es una metáfora como, a su vez, lo eran para Tales y Anaxímenes. El principio del fuego refiere al movimiento y cambio constante en el que se encuentra el mundo. Esta permanente movilidad se fundamenta en una estructura de contrarios. La contradicción está en el origen de todas las cosas.
Tampoco hemos hablado de la Basílica de San Juan y  Biblioteca de Celso o de una de las siete maravillas del mundo antiguo, el tempo de Artemisa Lo haremos otro día. Son muchas cosas, en Salamanca con más reposo repasaremos todo.


Por la tarde, adelantamos una visita del día siguiente SARDES, conserva posiblemente el mejor gimnasio del mundo antiguo. Pero ahí lo dejamos de momento.

Un abrazo a todos del grupo.

Evocación en Sardes
Foto de grupo con el gimnasio de Sardes al fondo

2 comentarios:

  1. Muchísimas gracias querido José Antonio por tu esfuerzo diario y tu entrega. Gracias a tu buen hacer, al Libro del Peregrino y a nuestras vivencias, caminamos cada día con vosotros tras los pasos de Pablo. Contad también con nuestra Oración.
    Un gran abrazo fraterno para cada uno de nuestros hermanos peregrinos.
    Justo y María de la Cruz

    ResponderEliminar
  2. Muchísimas gracias querido Juan Antonio por tu esfuerzo y entrega diaria. Gracias a tu buen hacer, al Libro del Peregrino y a nuestras vivencias, caminamos todos los días tras los pasos de Pablo a vuestro lado. ¡Qué guapos estáis todos!
    Contad con nuestra oración.
    Un apretado abrazo fraterno para cada uno de vosotros.
    Justo y María de la Cruz

    ResponderEliminar