20, julio, domingo: TARSO –CAPADOCIA
“Yo soy de Tarso en la
región de Cilicia, una ciudad bien conocida por todos” (Hch 21, 39)
Traslado a Tarso – Visita a la puerta de Cleopatra y Marco
Antonio, restos arqueológicos romanos, pozo de Pablo – Eucaristía en la iglesia
de san Pablo - Continuación por los desfiladeros de Cilicia – Llegada a
Capadocia – Visita a una ciudad subterránea (Derinkuyu o Kaymakli)
¡A las seis de la mañana arriba!
Salimos pronto para Tarso, a unos cuarenta kilómetros de
Adana. Allí fuimos primero a ver los restos arqueológicos romanos y lo que
llaman el pozo de Pablo (un pozo que se
remonta a la época romana), después al barrio Judío, estaba muy cerquita y de
allí a la Iglesia de San Pablo. Allí, en San Pablo celebramos la eucarística
con las hermanas italianas, que mantienen viva la presencia católica en ese
lugar remoto. Las hermanas María y Concheta, nos atendieron de maravilla, con un café y unas pastas al final de la Eucaristía.
En el perfil de una persona la pregunta por el origen es
imprescindible, ya que él pose el secreto de lo que somos. Conocer el lugar de
nacimiento, el mundo en que vivió y creció, su formación, por mis padres, de
mis abuelos, es necesario, ya que nacemos enraizados y condicionados por
nuestro mundo. De ahí la importancia de la ciudad que Pablo nació y el mundo en
que se formó.
Es la ciudad de Pablo (Hch 9,11; 21,39; 22,3), el lugar de
su nacimiento. Es una ciudad Helenística importante, en ella trascurre gran
parte de su juventud, antes de marchar a Jerusalén para estudiar en la escuela
de Gamaniel. "Yo soy judío, originario de Tarso, ciudadano de una
importante ciudad de Cilicia", declara ante el tribuno romano que le pide
información cuando lo arresta en Jerusalén (Hech 21,39). Desde el año 64 a. C.,
Tarso era la capital de la provincia romana de Cilicia, era un centro comercial
importante, ya que por la ciudad pasaba la vía que unía Siria con Anatolia.
Seguimos con el libro del peregrino, las lecturas de hoy en
la Eucaristía:
“Yo me creí en el deber de combatir con todas
mis energías la causa de Jesús de Nazaret. Y, efectivamente, así lo hice. Yo
encarcelé de muchos de sus discípulos en virtud de los poderes recibidos de los
jefes de los sumos sacerdotes y, cuando se les quitaban la vida, yo daba mi
aprobación. Recorrí muchas veces todas las sinagogas, obligándoles a renegar de
su fe a fuerza de torturas. Mi furor contra ellos llegó a tal extremo que los
perseguí en ciudades extranjeras”.
“Pero cuando Dios, que me eligió
desde el seno de mi madre y, me llamó por pura benevolencia, tuvo a bien
revelarme a su Hijo, me hizo su mensajero entre los paganos”
(Gál 2,15-16)
“Lo que hasta entonces había considerado
como una ganancia empecé a considerarlo como pérdida por amor a Cristo. Es más,
ahora pienso que nada vale la pena si se compara con el conocimiento de Cristo
Jesús, mi Señor. Por él he sacrificado todas las cosas y todo lo tengo por
basura con tal de ganar a Cristo.”
(Flp 3,7-9)
El tesoro y la perla
“En aquel tiempo, Jesús les exponía a
la gente el mensaje con muchas imágenes, acomodándose a su modo de entender, y
nada les decía sin parábolas…
Les decía: Sucede con el Reino de los
cielos lo que con un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo deja
oculto y, lleno de alegría, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo.
También sucede con el reino de los
cielos lo que con un mercader que busca perlas finas, y que al encontrar una de
inmenso valor, se fue y vendió todo lo que tenía para poder adquirir aquella
perla….
Cuando Jesús acabó de contar estas
parábolas, se marchó de allí. Fue a su pueblo y se puso a enseñarles en la
sinagoga. La gente, admirada, decía: ¿De dónde le viene a éste esa sabiduría?”
(Mt
13,35.44-46.53-54)
Era un gran centro cultural. Estrabón, en su Geografia, nos
comentaba que sus habitantes son tan apasionados por la filosofía y tienen un
espíritu tan enciclopédico que la ciudad llegó a eclipsar a Atenas, a
Alejandría y a otras ciudades que se podrían recordad, por ser la cuna de la
filosofía. En ella estaba asentada una
floreciente escuela estoica, rivalizando en época romana con Atenas y Alejandría.
Destacamos a filósofos como Posidonius, Aterodorus, Zenón de Tarso, Antipatro
de Tarso, este último no enseñó en un pórtico como era tradición en el
estoicismo, sino en su propia casa.
Su nombre aparece en la Odisea, y proviene de la palabra
griega tarsos, que designa un cedazo para escurrir los quesos. Fue fundada por
los hititas, sobre el 1400 a C., era una de las ciudades más importante de
Kizwatna, el nombre que entonces recibía Cilicia. Los pueblos del mar la
arrasaron en torno al 1200 a. de C., pero no tardó en ser reconstruida. Durante
los siglos siguientes continuó desempeñando un papel de primer orden aunque,
eventualmente, cayó bajo el dominio asirio en el 833 a. de C. con Salmanasar
III y en el 698 a. de C. con Senaquerib. Con posterioridad, y ya durante el
Imperio persa, Tarso fue, primero, la capital de un reino Cilente y, con posterioridad,
la de la satrapía de Cilicia.
Los armenios en el siglo I, conducidos por su rey, Tigranes
el Grande, arrasa la ciudad, poco después será asociada al imperio romano.
Desde al año 64 a. C, Tarso conocerá un periodo de paz, no solo será la capital
de Cilicia, los romanos la llenarán de monumentos y será uno de los puertos
importantes del Mediterráneo.
Estaba situada a los pies de los motes Taurus, a 16 km del
curso inferior del río Cydnus, a unos cuarenta kilómetros de las Puertas
Cilicias. La fértil llanura, tan bien regada, de los alrededores albergaba
cultivos de cereales, uva y, sobre todo, lino, materia prima esencial para la
principal industria de la región. Más típico de la región era la tela de
fieltro que se fabricaba con lana de las cabras negras que pastaban por los
alrededores de Tarso. Este tejido de pelo de cabra, los romanos lo llamaron
cilicium, material muy resistente a la humedad y al frío.
En el año 51 antes de Cristo había tenido como procónsul a
Marco Tulio Cicerón. Julio César la visitó en el año 47 a. C., debió causar un
fuerte impacto en la ciudad, ya que le dieron el nombre de Juliópolis. Unos
años después, en el año 41, Tarso había sido el lugar del primer encuentro
entre Marco Antonio y Cleopatra. Encuentro que debió ser espectacular, ya que
la reina de Egipto, se adentró navegando el río Cydnus, ataviada como si fuera
la diosa afrodita. Con Octavio, Tarso conservará sus privilegios y quedó exenta
de los impuestos imperiales y la administración fue confiada al estoico
Atenodoro.
Según una tradición citada por san Jerónimo, la familia de
Pablo era oriunda de Giscala, situada al norte de Nazaret. Debido a la
ocupación romana, la familia tuvo que trasladarse a Tarso. Posiblemente fuero
prisioneros de guerra y vendidos como esclavos, debido a la sublevación surgida
a la muerte de Herodes el Grande. Pablo, heredó la ciudadanía romana de sus
padres, por lo que debieron ser manumitidos por sus antiguos dueños. En su
carta a los filipenses nos comenta «Aunque yo sí podría confiar en lo humano;
pues si alguno cree poder confiar en lo humano, más podría yo: Fui circuncidado
al octavo día; soy del linaje de Israel; de la tribu de Benjamín; hebreo, hijo
de hebreos y, por lo que a la ley se refiere, fariseo» (3,4-5). Seguiremos
indagando en su vida en otra de las entradas.
La Tarso turca de hoy, es una ciudad de unos tres millones
habitantes, con sus mezquitas y minaretes nada poco recuerda el esplendor de la
antigua ciudad. En mitad de una glorieta, cerca de la estación de autobuses,
hay una puerta maciza que se le ha dado el nombre de Cleopatra. No lejos de
allí, en una pequeña colina, entre eucaliptos, aparecen restos de un teatro,
unas termas y una galería cubierta, así como una muralla y columnas en el
centro de la ciudad.
Podemos destacar la Iglesia de San Pablo. Una iglesia que
data de 1102, aunque la actual es una basílica reconstruida en el año 1862. En
el techo hay un fresco impresionante de Jesús, rodeado de los cuatro
evangelistas.
Podemos destacar también una calzada romana en el pueblo de
Sağlıklı, a 14 kilómetros de Tarso, con una puerta en la propia calzada. El
camino empedrado es de una anchura de unos tres metros, construida en el siglo
III d. C, en época del emperador Caracalla.
Pero hay otra vía en plena ciudad, de unos 6,5 metros de
ancha, posiblemente del siglo I d. C.
Fue descubierto accidentalmente en el año 1993, construida en basalto y piedra.
¿Fue pisada por Pablo? Es posible.
Estas dos señoras, se colaron en las excavaciones sin ser vistas |
Por la tarde nos dirigimos a la Capadocia y fuimos a visitar
una de las ciudades subterráneas, Derinkuyu. De las ciudades subterráneas de
esta zona hablaba el historiador griego Jenofonte. En su obra Anábasis
explicaba que las personas que vivían en Anatolia habían excavado sus casas
bajo tierra y vivían en alojamientos lo suficientemente grandes como para
albergar una familia, sus animales domésticos y los suministros de alimentos
que éstos almacenaban.
Bar en la ciudad subterránea.
La facilidad de excavar el suelo volcánico de la zona, llevó
a los moradores de Derinkuyu a crear una ciudad de varios niveles subterráneos,
que fue utilizada como refugio de las frecuentes invasiones a Capadocia, en las
diversas épocas de su ocupación.
Por lo que veo, el viaje va estupendamente.
ResponderEliminarOs tengo localizados entre las fotos del blog y el mapa de Turquia. Sé perfectamente en que punto os encontrais y cómo estais de sonrientes. ¡Cuidado los altos con los subterraneos de la Capadocia! no os deis un "coscorrón".
Muchos besos desde Salamanca de Fonsy.
Al ver vuestro viaje recordamos el nuestro. Que el Espíritu de Pablo os ilumine, guie y conforte.
ResponderEliminarUn abrazo
Pedro y Sara