La cuaresma es por excelencia un kairós, un tiempo oportuno,
un tiempo para la conversión, intenso, creativo, caluroso, participado, orante,
de salvación. Asistir a un evento aburrido durante una hora y estar con la
persona amada durante ese mismo tiempo, podemos decir, que es el mimo tiempo
cronológico, pero es muy diferente el kairós, el tiempo profundo y apasionado,
personal e interior.
El tiempo cuaresmal va acompañado de un espacio, el
desierto. Así lo expresa el evangelio de Marcos: En aquel tiempo, el
Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días... La
tentación es superada por Jesús mediante la entrega de sí mismo a
Dios y a su palabra. Lo mismo que para Israel, también para Jesús el
desierto, durante cuarenta días, es el lugar de la prueba. Para el hombre
oriental y en la Biblia, el desierto es una realizad viva, una situación
de la existencia, un tiempo oportuno, un Kairós.
La experiencia del desierto para los Israelitas fue
dura, en silencio, libres de todo bienestar y alejados de las cosas, se
encuentran con Dios y con la carga de su libertad. Allí la tentación es fácil,
recordemos sus palabras,…¿No es mejor servir a los egipcios que morir en el
desierto?... Allí emerge la rebelión interior, la falta de compromiso, es
el lugar de la desobediencia y de la rebelión contra Dios. Es el lugar
simbólico del pecado, del alejamiento de Dios.
Sin embargo, Marcos ve el desierto de otra forma,
tomando la idea de los profetas, es el lugar de la intimidad, de la ternura,
del noviazgo, …”He aquí la atraeré a mí, la llevaré al desierto y allí le
hablaré a su corazón." (Os 2, 16). En el desierto Jesús elige la vía
del Padre, y, como una nueva creación está en armonía con las fieras del campo.
Como Jesús, el creyente sale de su desierto urbano, donde cada uno va a lo
suyo, en falta de tiempo para las experiencias profundas, allí aflora la
torpeza para la oración y la dedicación a Dios; y quiere ir al desierto
de la cuaresma, un tiempo oportuno para la contemplación, para el amor, la
libertad, la reflexión, para la creación, para el encuentro con los amigos y el
encuentro profundo con Dios.
La cuaresma dura cuarenta días, desde el primer
domingo de este tiempo oportuno, hasta el jueves Santo, se incluye el miércoles
de ceniza. Los primeros datos de la cuaresma se remontan al siglo II, aunque en
el formato de los cuarenta días comenzará en el siglo IV. Será la confluencia
de tres itinerarios, la preparación de los catecúmenos a los sacramentos de
iniciación donde su celebración se hacía en la Pascua, las celebraciones
penitenciales y la participación de la comunidad, acompañando a las dos
anteriores como preparación a la Pascua.
Atravesar este desierto en cuaresma, nos prepara para
celebrar el misterio Pascual, mediante una verdadera conversión interior, se
recuerda en ella la celebración del bautismo y se participa en la reconciliación
con Dios y con los hermanos. Es un momento para la lectura, la escucha, la
meditación, el disfrute de la Palabra de Dios; de la oración personal y
comunitaria; es tiempo de gracia.
Huyendo de la guerra |
El desierto
significa, además, preocuparnos de todos aquellos que en nuestra sociedad,
están tirados en la cuneta: pobres, marginados, excluidos, gente que sufre,
gente olvidada. Es un momento para el compromiso y la lucha por una sociedad
digna de los seres humanos, una sociedad fraternal, solidaria, liberada de
opresiones e injusticias. Un lugar habitable, en la que los últimos sean los
primeros, es decir, en la que los privilegiados sean los más débiles, los que
peor lo pasan en cualquier sociedad, los que más sufren, los pobres, los
marginados y excluidos, los enfermos y, en general, todos los desgraciados de
esta tierra. Una sociedad en la que todos seamos prójimos, hermanos y
solidarios.
Para San Juan de la Cruz, el desierto es el lugar
abierto donde se vive más intensamente el abismo que separa al hombre de Dios, un
abismo que tan sólo el Amor puede colmar. Nos invita a aventurarnos en esa
tierra desértica, sin agua, reseca y sin camino, pero nos ayuda a entrever a
Dios: “Las dulzuras espirituales nos alejan de Dios, pero la sequía,
personalizada por la tierra desértica nos conduce hacia Dios…” Los
místicos sienten el desierto como la noche oscura, pero es el lugar de la
tranquilidad de la mente y la sencillez de corazón. Me gustaría terminar con
este poema del Maestro Eckhart que nos invita al Silencio:
El desierto
es el Bien
por ningún
pie pisado
el sentido
creado
Jamás allí
ha ido:
Es eso, pero
nadie sabe lo que es.
Está aquí y
está allá
está lejos y
está cerca
es profundo
y es alto;
es pues así
que no es ni
esto ni eso
luz y
claridad
son las
tinieblas,
es el
innombrado,
es el
ignorado,
liberado del
principio y a la vez del
final...
Juan Antonio Mateos Pérez
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