Vivimos en un mundo secularizado que parece
querer desacralizar la sociedad, reducir lo religioso a lo privado, y presentar
un mundo completamente racional y tecnificado. La ilustración promovió una fe
en el progreso, en la libertad, en la igualdad y la fraternidad de todos los
seres humanos. Parece que hemos avanzado mucho en libertad, no tanto en
igualdad y queda pendiente la fraternidad. Más de doscientos años después nos
damos cuenta que los ideales de la modernidad no han llegado a su culminación y
han quedado inconclusos en lo fundamental.
Hoy parece que lo religioso pierde competencia en
la esfera de la ciudad secular, pero a su vez, se experimenta como un retorno
de lo sagrado. Este coincide con una disolución de los grandes sistemas que
acompañaron a la ciencia y la técnica, así como a la organización social del
mundo moderno. Los pensadores lo denominan la disolución los grandes relatos o
metarrelados del mundo. Ahora la modernidad tardía, un tanto cansada de
ideología, se vuelve hacia lo religioso, ya que no parece haber razones
filosóficas fuertes para rechazarlo. En el pensamiento se ha dado lo que se ha
llamado un “giro narrativo”, que rescata la poesía, la narración, el mito y la
religión.
Pero dejamos el pensamiento para otros artículos,
ahora quisiéramos constatar el fenómeno social. Parece que en Europa, no en
otros lugares del mundo que está creciendo, se percibe un importante descenso
numérico en las iglesias cristianas por este fenómeno de la secularización. Ese
vacío que deja el cristianismo es ocupado por una serie de espiritualidades
difusas, incluso hay un retorno al paganismo, entendido como formas primitivas
y regresivas de lo religioso.
Algunas son espiritualidades de la naturaleza, se
vuelven a celebrar con fuerza los solsticios de san Juan o de invierno, las
fiestas de la primavera, las marzas o las mayas, etc. Pero también proliferan
numerosos movimientos religiosos y sectas, Haré Krishna, Edelweiss, Secta del
Amor Libre, Nuevo Amanecer, Comunidad, Nueva Acrópolis, Misión de la Luz
Divina, Iglesia de la Unificación de Moon, Ceis, y otras. Incluso se constata
una preocupación por lo demoniaco, lo satánico, lo apocalíptico y cultos cósmicos.
Todo este fenómeno se conoce como la New Age, de claros tintes
panteístas, ya que se presenta una divinidad fuertemente identificada con el
mundo. Estas religiosidades incorporan toda una serie de elementos, como la
adivinación y el tarot, medicinas naturales, terapias alternativas o
espiritualidades de origen oriental. Toda una espiritualidad ecléctica, donde
muchas personas con poca fe, han ido transfiriendo sus anhelos de
trascendencia.
Tal vez vivamos en una época donde prolifera una
“religiosidad sin Dios”, no sólo por estos movimientos espirituales difusos,
también en nuestras sociedades del hiperconsumo, vivimos realidades fuertemente
sacralizadas como el dinero, el poder, la violencia, las estrellas del
celuloide o del futbol, la ciencia, la técnica o la pura ideología. Hoy todo
parece decir, religión sí, Dios no.
Ante esa realidad constatable, me viene a la
cabeza aquellas palabras de Ernesto Sábato que parece que le comentó Cioran: Todo
se puede sofocar en el hombre, salvo la necesidad de Absoluto, que sobrevivirá
a la destrucción de los templos, así como también a la desaparición de la
religión sobre la tierra.
Eran días del ángel.Las leyendas brotaban en las noches de agosto
y la tierra tenía el tamaño del mito.
Habitaban los dioses la extensión de las cosas
y todo era sagrado.
Y todo era sagrado.
El pan se compartía, rumor de la pobreza,comunión con la tierra, con la vida y sus frutos,
recitábamos juntos las salmodias benéficas
y todo era sagrado.
Y todo era sagrado.
Conventino. Granito. Anunciación del mundo.Castaños. Paredones. Casetinas. Espacios
que albergaban el ritmo de las horas sin límites
y todo era sagrado.
Y todo era sagrado.
José Luis Puerto, “Estela de lo
sagrado”, Estelas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario