Miquel Sen,
sabio gastronómico y escritor de novela y ensayo, acaba de publicar Confieso
que he comido. Si Neruda confesó que había vivido, Sen confiesa en esta
obra que ha comido, mucho y bien.
Pues yo, sin
pretender ni de lejos equiparación alguna confieso las dos cosas: que he vivido
(ya muchos años y muy bien, sin queja posible) y que he comido (son las cinco
de la tarde y he comido a las 14´30 dos platos bien preparados y con
apetito). Y esto que parece tan normal, es en realidad un problema serio.
Francisco
Umbral, hablando, creo, de El Salvador, en sus tiempos, sacó su vena tierna
(Ay, mortal y rosa, digo yo) y escribió: Es responsable el mapa, la
cartografía de la miseria, el reparto del mundo en minas de oro y volcanes, en
arroyos líricos (propiedad privada) y ríos salvajes, hambrientos de geografía,
lobos de agua entre niños de corral. Los he visto de cerca y me dan miedo de
tan hermanos que son.
La última es
una frase amorosamente feliz y más difícil de lograr de lo que pueda parecer. Y
me la apropio al mirar el mapa de medio mundo, desde Níger (por recordar al
país con el más bajo Índice de Desarrollo Humano) a Nepal (por señalar al que
en estos días ha sufrido el dolor más grande). En Nepal han muerto miles de
personas y a miles y miles de vivos se les ha ido media vida. Y yo confieso que
he vivido… Y en Níger malviven y mueren sus dieciocho millones de habitantes
que son pobres en todo y ricos en desierto y miseria, mientras yo tengo que
confesar que he comido cada día y tengo que vigilar mi peso.
No es fácil
gestionar esta situación que además se extiende violentamente hasta Siria,
brutalmente hasta Libia, salvajemente hasta Kenia y dramáticamente por una
larga y penosa lista de países de todos los continentes. Cada
fugitivo/escapado/refugiado/huido sea de donde sea y por cualquier hueco que
escape –patera, frontera, valla, monte o río- y llegue a o no llegue, sea
devuelto o logre no tener nombre ni origen, cada uno está revestido de alta
humanidad y me recuerda esa confesión de que he vivido sin necesidad de escapar
de nada y que he comido sin tener que morir de no hacerlo. Cosa dura y sin
paliativos ni placebos, aunque se pueden buscar en el mercado negro del
occidente mejor acomodado y más ausente.
Tenía
previsto escribir este sábado una cosilla sobre los anglicismos, pero me
tropecé esta mañana de jueves con las palabras de B. Brecht y no tuve más
remedio que cambiar de tema:
Me dicen: «¡Come y bebe! ¡Goza de lo que tienes!»
Pero ¿cómo puedo comer y beber
si al hambriento le quito lo que como
y mi vaso de agua le hace falta al sediento?
Y, sin embargo, como y bebo. … verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.
Pero ¿cómo puedo comer y beber
si al hambriento le quito lo que como
y mi vaso de agua le hace falta al sediento?
Y, sin embargo, como y bebo. … verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario