La responsabilidad es un
estilo profundo de vida
Comentábamos otro día al hablar de
la misericordia, las formas de hacerla realidad y presente en nuestra vida, en
nuestro mundo. Hemos hablado de la justicia y de la solidaridad,
hoy queremos centrar nuestra reflexión en la responsabilidad. Hablar de
la responsabilidad, es hablar de esas actitudes interiores que tenemos y
vivimos y que nos llevan al compromiso. En la bula sobre la misericordia,
Francisco afirmaba, que la misericordia de Dios es su responsabilidad por
nosotros. Él se siente responsable, es decir, desea nuestro bien y quiere
vernos felices, colmados de alegría y serenos. Es sobre esta misma amplitud de
onda que se debe orientar el amor misericordioso de los cristianos. Como ama el
Padre, así aman los hijos. Como Él es misericordioso, así estamos nosotros
llamados a ser misericordiosos los unos con los otros.Por un lado, quisiera tomar el concepto de la ética
de la responsabilidad, introducido por Max Weber en 1917, a partir
de las reflexiones sobre Kant y Hegel y formuladas como una dualidad: la ética
de la responsabilidad y la ética de las convicciones. No son, ni deben ser
contradictorias, sino complementarias, sólo desde la síntesis de ambas, tiene
sentido lanzarse a la Polis o a la rueda de la historia, o bien puede cobrar
también sentido en el ámbito de la acción personal. Este tema de las dos éticas
en tensión, Weber recurre a la literatura para dar más luz, invirtiendo la
famosa frase de Mefistófeles en el Fausto de Goethe y convirtiéndola en
“la fuerza que siempre quiere el bien y siempre crea el mal”. Weber
quería decir que el cristiano obra bien, pero deja el resultado en las manos de
Dios.
Cuando uno se manifiesta por el
hambre en el mundo, la deuda externa o las injusticias de las fronteras
cerradas, podemos acudir a la responsabilidad que nos aporta Weber. El mismo
argumento, puede ser utilizado por la policía que disuelve la manifestación, o
los gobiernos europeos profundamente insolidarios que defienden su concepto de
Estado. Paul Ricoeur nos apuntaba que se puede analizar la
responsabilidad desde dos enfoques. Al modo tradicional, la responsabilidad
consiste en poder designarse a uno mismo como el autor de los propios actos, o
bien al modo más actual, a partir del vínculo muy especial que la
responsabilidad tiene con lo frágil y lo vulnerable. Desde esta última
posición se sitúa el concepto de responsabilidad cristiano, surge del
compromiso del amor desinteresado, va más allá de la voluntad o la fuerza y se
centra en el amor que conmueve y lleva al prójimo.
Por otro lado quisiéramos traer el concepto de ágape,
distinguiéndolo del eros, este último, amor que ama por lo que recibe. Los
primeros cristianos, entendieron el amor como ágape, ese amor al otro
por él mismo y no por mí. Es un amor especial donde la persona sale de sí
misma, de su propia búsqueda primaria y quiere acoger y encontrarse con el
otro. Es un amor que reclama y exige la realización del otro aunque no saque
ningún provecho. El ágape es el Amor que nos introduce en el amor.
Es el amor de Dios que nos permite amar con misericordia y hacernos
responsables del otro.
La responsabilidad nace de ese amor que descubrimos
como misericordia. La acción
responsable es una respuesta de nuestra conciencia y de nuestro interior a la
realidad que se no impone como injusta y deficiente. La responsabilidad
nos ayuda a recuperar una caridad basada en la justicia, no en la limosna.
Una caridad que es el amor de Dios en el hombre y que no existe fuera de él
para realizar un mundo más justo y más fraterno.
La responsabilidad exige un compromiso, más que de
acciones concretas de actuación, es un estilo profundo de vida centrado
en el servicio con los más necesitados y a la construcción de otro mundo basado
en ese amor que procede de Dios y nos interpela. La misericordia no se ejercita
en acciones concretas, se vive en cada instante. El sufrimiento ajeno,
la necesidad ajena se interioriza en uno y es la vivencia del sufrimiento o de
la necesidad lo que nos lleva a la acción.
E. Levinas, en su obra De otro modo de ser (1987), nos hablaba
de la responsabilidad para el Otro, que llega antes de que el Otro puede exigir
nada, una responsabilidad ilimitada, que es una medida a priori, previa a
cualquier compromiso.
Se necesita salir de uno mismo y encontrar a Dios,
allí donde él quiere ser encontrado. El compromiso que surge de la
responsabilidad requiere una experiencia de Dios y una experiencia del prójimo
que está necesitado o sufre injusticias. Abandonando nuestro propio centro,
el compromiso y la responsabilidad no son objeto de la voluntad es respuesta
misericordiosa desde el hondón de uno mismo al Dios de la misericordia.
Mis ojos en
el espejo
son ojos ciegos que miran
los ojos con que los veo.
son ojos ciegos que miran
los ojos con que los veo.
Antonio Machado,
Cancionero apócrifo. Abel Martín.