domingo, 28 de junio de 2015

Recordando a Martín Buber en 50 aniversario de su fallecimiento





Donde no hay amor, no hay verdad

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Hace unos días se cumplió el cincuenta aniversario de uno de los grandes pensadores del siglo XX, el pensador y filósofo judío Martín Buber. Muere en Jerusalén el 13 de junio de 1965, a los ochenta y siete años, dedica toda su vida a pensar en la frontera del ser, intentando tocar esa realidad total, la realidad humana y la realidad de Dios vividas en relación.
http://salamancartvaldia.es/upload/img/periodico/img_334669.jpg Buber nació en Viena en el año 1878, vivirá hasta los catorce años con su abuelo Salomón Buber, a causa de la separación de sus padres. Su abuelo era uno  de los dirigentes más destacados del movimiento racionalista de las comunidades judías de la ciudad de Lemberg, el mayor centro intelectual del judaísmo oriental. Fue instruido por él en el pensamiento judío y en los grupos jasidistas de inspiración mística. El niño hablaba yiddish en casa, hebreo en la sinagoga, polaco en la escuela y alemán como lengua cotidiana, pero será también instruido en la lengua francesa. Estudiará en Viena, Berlín, Leipzig y Zurich, donde adquirirá una asombrosa formación filosófica, artística y literaria. En Berlín será alumno de Dilthey y Simmel, amigo de Marx Scheler, con los que vivirá de primera mano los grandes movimientos intelectuales de la Alemania de principio de siglo, como el historicismo y la fenomenología. Realizará su tesis doctoral sobre la mística del Maestro Eckkart y de Jacob Böhme, en el año 1904.
Una faceta importante de su biografía intelectual es el descubrimiento del sionismo, cuya fidelidad a dicho movimiento mantiene hasta el final de sus días. Colaborará y participará en los diferentes congresos de este movimiento pero desde posiciones críticas, distanciándose del subrayado político y cultivando los presupuestos culturales, históricos y religiosos de la identidad judía. Sus estudios sobre las tradiciones místicas judías, le llevan a publicar Cuentos jasídicos, más tarde publicará también sobre el misticismo occidental, judío, islámico, indio, chino. Su postura era dialógica y universalista, proponía un Estado binacional entre judíos y árabes en armonía y paz. También tenía una gran relación con pensadores cristianos, abriendo el estudio del evangelio a numerosos pensadores judíos y los estudios del hebreo a los pensadores cristianos, siendo un importante hito en este punto.
Además de haber publicado en la revista Der Jude, entre 1916 y 1924, traducirá al alemán la Biblia, en colaboración con Franz Rosenzweig. Esa traducción supuso un giro existencial, además de su belleza, intentaba que el lector, más que leer, pudiera escuchar la palabra como si fuera dicha hoy para él. Junto con Rosenzweig, creará también la Academia Judía Libre (Freies Jüdisches Lehrhaus), donde a partir del ascenso de Hitler al poder, se convirtió en el principal centro educativo para judíos adultos, debido a la prohibición que tenían los judíos de asistir a las escuelas públicas. Antes de la Guerra será profesor de Religión Comparada en la Universidad de Frankfort, ya que se vio obligado a abandonar Alemania en 1938. Al ser expulsado de la Universidad por las disposiciones establecidas por los nazis decide emigrar con su familia a Jerusalén, allí será profesor de Filosofía Social hasta su jubilación en el año 1951.
http://salamancartvaldia.es/upload/img/periodico/img_334670.jpgSerán un hito en su producción filosófica dos obras: Yo y tú (1923) y Diálogo (1932), en lo que se ha llamado la filosofía dialógica. Aunque el mismo comentaba que no poseía una doctrina o una concepción filosófica, aunque su producción liberaría conducía de la mano del autor al diálogo fluido,  queriendo mostrar algo de esa realidad, lo que no es visto de forma inmediata. Quiere trasmitir que la realidad humana, no se reduce al sujeto y al objeto, es diálogo con el otro. Para dominar toda la realidad el pensamiento necesita transcender las situaciones concretas realizando un acto elemental de abstracción. Este comienzo de todo pensamiento lo explica en una de sus obras cumbres Eclipse de Dios.
Esa relación con el otro y el Otro, es el que confiere todo sentido a la realidad humana. Buber interpretó muy bien, también nuestro Unamuno, la razón cordial. Para un nuevo comienzo del pensamiento se necesita el principio del corazón, junto con el de la razón. El amor se convertirá objetivamente en el criterio del ser y subjetivamente, en el criterio de la verdad, donde no hay amor, comentaba Buber, no ha verdad. La relación yo-tú es aplicable al ámbito religioso, en el cual Dios se convierte en el Tú del hombre. Dios es el tema de Buber, es el tema de todo el pensamiento universal y esta realidad transcendente se da en el ámbito del encuentro, no en el ámbito del pensamiento y será por lo tanto una realidad religiosa y no filosófica.
En nuestro mundo a Dios se le ha reducido a un mero objeto de discusión, de duda,  pero ese tratamiento impide su presencia real, una relación entre el yo y el Tú. El Ecipse de Dios es la ausencia de una relación con Él, de un hombre que vive absolutamente centrado en sí mismo y se vuelve incapaz de aprehender una realidad fuera de su propio yo. Ese fuerte narcisismo del hombre actual, replegado en sí mismo  recorta la posibilidad de relación, con el otro hombre y con el propio Dios. También al absolutizar en nuestra cultura el principio de inmanencia, se ha roto el principio de toda metafísica, Dios-hombre-mundo. Ahora se plantea sólo la relación hombre-mundo, ese eclipse hace que se pierda el contacto con la realidad en su plenitud. Los que sólo ven ese eclipse quedan abandonados a la muerte y domiciliados en la oscuridad, no hay un Dios del hombre, sin embargo, Aquel que se piensa con ese nombre vive en la luz de su eternidad.
El hombre segaba esperas cortando el césped maduro.
Subía un silencioso monje
  por los cipreses oscuros.
  Venía el alma a la boca.
  La tarde ganaba el muro.
  ¿Qué Dios es éste que muere,
  ausente que siempre busco,
  presente en aquel hondón
  donde mi yo es todo suyo,
  donde termina el vacío,
  de mi soledad y el mundo?

Pedro Casaldáliga, “Atardecer”

miércoles, 17 de junio de 2015

Laudato Sii (Alabado seas), nueva encíclica del Papa Francisco. Se publicará el 18 de junio



Una espiritualidad del cuidado

El próximo 18 de junio y no el 16 como se había anunciado, el papa publicará su segunda encíclica sobre la protección de la naturaleza y ecología humana. En realidad será su primera encíclica, ya que primera “La luz de la fe”, fue realizada a medias con Benedicto XVI. La ha estado gestando durante mucho tiempo, desde el otoño de 2013, muy meditada y trabajada y fue anunciada a la vuelta de su viaje a Corea, en agosto de 2014. En la rueda de prensa en el avión, anunció a los periodistas que estaba realizando consultas a diferentes expertos sobre el tema y había encargado al cardenal africano Peter Turkson, recoger todas las aportaciones que le habían llegado. Entre los expertos que han enviado materiales a Francisco está el teólogo de la liberación Leonardo Boff, uno de los grandes expertos en el tema, como declaró en una entrevista para la revista Vida Nueva. Francisco también se entrevistó con el obispo Erwin Kräutler, de la prelatura del Xingú y presidente del CIMI (Consejo Indigenista Misionero, siglas en portugués), un gran defensor de los pueblos de la Amazonía, tratados como extranjeros y casi como esclavos en su propio país. El obispo Kräutler, en muchas de sus declaraciones, sueña con una Tierra sin males, un mundo justo, fraterno y solidario donde todos los hombres puedan vivir en armonía con sus semejantes y con la creación.
Se acaba de anunciar en estos días el título de la encíclica, Laudato Sii (Alabado seas). Está inspirado en el inicio del Cántico de las criaturas de Francisco de Asís, uno de los primeros manifiestos sobre la belleza de la creación. En ese cántico  San Francisco no quiere reunir sólo a los hombres en la paz, sino a todos las criaturas, al hermano sol, la hermana luna, el hermano lobo. Sus predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI, ya habían tratado el tema de la ecología humana, estrechamente relacionada con la naturaleza y la creación. El medio ambiente y la naturaleza, ha estado desde el principio de su pontificado entre las preocupaciones más vivas. Ya en la misa de inauguración de su pontificado habló del cuidado de la naturaleza: Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos «custodios» de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro. Pero, para «custodiar», también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Tres meses después, en el “Día Mundial del Medio Ambiente”, un 5 de junio, volvió a repetir su preocupación por el cuidado de la naturaleza y del hombre, en una cultura del descarte.
En el horizonte de esta encíclica que trata del hombre, creación y medio ambiente, está la Cumbre sobre el Cambio Climático de París 2015, que se celebrará los primeros días de diciembre. Es una Cumbre que aplicará un programa de actuación que permita reducir al máximo el impacto sobre el consumo de recursos naturales (agua, residuos, energía) y las emisiones de gases de efecto invernadero, con acuerdos vinculantes para la comunidad internacional. Ya en octubre de 2014, el Consejo Europeo ha alcanzado un acuerdo sobre un nuevo marco político en materia de clima y de energía. Estos acuerdos serán un marco importante para la Cumbre, donde se reunirán personalidades de casi todos los países, encabezados con Obama que ya ha comentado estar en la línea de Francisco. Así lo declaró en la entrevista con el Papa en enero de 2015, intentando buscar aliados para impulsar el nuevo acuerdo internacional sobre cambio climático que culminará en la Cumbre de París.
Esa idea del cuidado de la naturaleza y la creación, está muy en la línea del filósofo y teólogo Leonardo Boff, muy preocupado por los temas de ecología, relacionándolos con la pobreza, materializando en obras como Brasas bajo las cenizas (1998); La dignidad de la Tierra. Ecología, mundialización y espiritualidad (2000); Ética planetaria desde el Gran Sur (2001); Ecología: grito de la Tierra, grito de los pobres (2002); El águila y la gallina, una metáfora de la condición humana (2002); La voz del arco iris (2003); Evangelio del Cristo cósmico. Hacia una nueva conciencia planetaria (2009); El cuidado necesario (2012); El cuidado esencial. Ética de lo humano, compasión por la Tierra (2002). En esta última obra, Leonardo Boff, nos propone un nuevo paradigma de lo humano y de su esencia, de la destrucción de la biosfera, de la injusticia social y de la pobreza. En elemento esencial de la obra es el cuidado, como una actitud fundamental para sí mismo, para los otros y para el mundo. Comenta en su obra que la sociedad del conocimiento y de la comunicación, nos permite interactuar en un mundo virtual, estamos más comunicados, pero nos desconectamos de la realidad concreta, de sus olores, colores, fríos, calores, sensaciones, contradicciones. El pie no siente la suavidad de la hierba verde y la mano no coge el puñado de la tierra. El mundo virtual encapsula al ser humano en uno mismo y no permite el contacto y el tacto con el otro. Ante esta realizad, cuidar es más que un acto, es una actitud, es necesario devolver al ser humano el sentimiento de pertenencia a la familia humana, a la Tierra, al universo y al propósito divino. El cuidado lo une a la sostenibilidad para la transformación del modo de habitar la Tierra, no podrán afirmarse si no van acompañados de una revolución espiritual. La espiritualidad no es un monopolio de las religiones es la dimensión más honda del ser humano que le hace sensible a solidaridad, la justicia y la fraternidad.

Cántico de las Criaturas de San Francisco de Asís
(Versión de León Felipe que se usa en la liturgia)
Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor,
tuyas son la alabanza, la gloria y el honor;
tan sólo tú eres digno de toda bendición,
y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.
Loado seas por toda criatura, mi Señor,
y en especial loado por el hermano sol,
que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor,
y lleva por los cielos noticia de su autor.
Y por la hermana luna, de blanca luz menor,
y las estrellas claras, que tu poder creó,
tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son,
y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!
Y por la hermana agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor!
Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol,
y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado mi Señor!
Y por la hermana tierra, que es toda bendición,
la hermana madre tierra, que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos y flores de color,
y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!
Y por los que perdonan y aguantan por tu amor
los males corporales y la tribulación:
¡felices los que sufren en paz con el dolor,
porque les llega el tiempo de la consolación!
Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor!
Ningún viviente escapa de su persecución;
¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!
¡No probarán la muerte de la condenación!
Servidle con ternura y humilde corazón.
Agradeced sus dones, cantad su creación.
Las criaturas todas, load a mi Señor. Amén.

martes, 9 de junio de 2015

La mística de la solidaridad




Comentábamos en otro de nuestros artículos que la misericordia era el nombre más bello de Dios, pero también,  la capacidad de identificarse con el otro y a la vez poder liberar al que sufre. Es un habitar el mundo de forma nueva, con nuevos ojos. Ya hablamos de la justicia, también de solidaridad, como un valor irrenunciable que hace posible la misericordia en nuestro mundo. Hoy queremos centrarnos en la solidaridad, como otra de las realidades de la  misericordia.
Todavía está reciente el terremoto de Nepal, donde en muchos pueblos y ciudades no queda piedra sobre piedra, muchos buscan con sus manos entre los escombros y las ruinas. También hace unos días volvieron a sonar las balas en Sudán del Sur, el país más joven del mundo y enfrentado al norte; la tensión ha ido aumentando en la capital y, mientas se llenaba de soldados, se vaciaba de personas que emigraban hacia el campo. En nuestra mente están las imágenes de los rescatados en alta mar, barcazas zarandeadas por el oleaje y sobre ellas amontonados inmigrantes muy mojados, tiritando sin parar, mareados, desorientados y con hipotermia; nos sobrecoge las soluciones de la Comunidad Económica Europea ante tantas muertes con su solemne hipocresía. Podemos continuar, personas que pasan hambre, campos de refugiados, guerras abiertas, etc. La solidaridad hoy se hace más necesaria que nunca, en una sociedad capitalista y globalizadora que la declaran como una “utopía” destructora. 

La Revolución Francesa abanderó la trilogía, libertad, igualdad y fraternidad, pero esta última, no ha tenido un desarrollo en nuestro mundo como las dos primeras, casi quedando en el olvido. El sentido de fraternidad de la revolución, es el común origen natural de todos los hombres y esa naturaleza nos hermana a todos, con un deseo de alcanzar la universal familia humana. Pero la fraternidad quedó reducida a dar motivación y espíritu a los dos principios prácticos, la libertad y la igualdad. La fraternidad siempre corre el peligro de quedar confinada dentro de las fronteras del egoísmo y actitudes excluyentes. El ideal fraterno de los revolucionarios se desmintió cuando separaron a los hermanos revolucionarios de la masa de los que no lo eran, condenándoles a la muerte y al ostracismo.
Ante este panorama la solidaridad tomó el relevo en la marcha revolucionaria, aunque ésta surge de los anhelos más profundos de la fraternidad humana, es el humus necesario para que este valor tomara forma. Fue utilizado por los socialistas utópicos y después por los marxistas, aunque tendrá un desarrollo desde la sociología con Augusto Comte, L. Bourgeois y E. Durkheim hasta la actualidad. Pero no todos utilizan el término en el mismo sentido. Para los pensadores liberales es un sentimiento moral, no exigible y gratuito, de los más favorecidos a los menos, con tintes fuertemente paternalistas  unilateralmente de arriba abajo. Es algo que sale de mí, si quiero, sobre alguna causa, pero sin espíritu de trasformación de la sociedad. Muchos incluso niegan la solidaridad e incluso el amor al prójimo, también la propia posibilidad de la solidaridad humana. Al negar la solidaridad, se niega la dignidad humana, la posibilidad de vivir dignamente, significa: Tener casa, trabajo, educación, salud, etc.

Una segunda forma de entender la solidaridad, se da en los grupos que entienden la sociedad de forma orgánica, como reunión de seres morales y libres. Es una concepción ontológica, donde todos los individuos participamos de los azares del todo y precisamos de la solidaridad como un principio ético y jurídico como ley básica que cohesiona la sociedad. Pero esta concepción, parece no tener en cuenta las consideraciones históricas concretas de la realidad social.
Nos sentimos mejor en una visión anamnética, como memoria passionis, donde entiende la solidaridad como memoria de los muertos, vencidos y víctimas de la historia. La teología política, no entiende sólo la solidaridad “hacia adelante”, de las generaciones futuras, sino también “hacia atrás”, hace memoria para subrayar lo específico de la dimensión humana. Es una concepción místico – política, ya que nace de la fe como memoria y narración de la vida de Jesús de Nazaret, pero tiene su praxis en la historia y en la sociedad, es compromiso con ser hombre con todo hombre, y que a éste se le reconozca su dignidad, la misma que Dios reconoce en cada ser humano.
En los textos bíblicos, Dios mismo se presenta como el Goel, el defensor y solidario del hombre, como un padre bueno, sobre todo con los más pobres y necesitados, el huérfano o la viuda (Dt 10, 18; Ps 146,9). Pero Jesús, se esfuerza en explicitar que el amor a Dios está relacionado con el amor al prójimo, son algo inseparable. La fraternidad y la solidaridad están en el corazón mismo de la existencia cristiana. El teólogo dominico Gustavo Gutiérrez, nos recordada haciendo hermanos a los demás, no de palabra, sino de corazón y en la práctica hacemos realidad el don gratuito de la misericordia. Eso es vivir el amor del Padre y dar testimonio de él. El anuncio de Dios que ama a todas las personas por igual, debe hacerse historia.
Para ello, se nos invita a “abajarnos”, a ponernos en el lugar de los más pequeños y pobres, a lavar los pies, a ser siervos con los siervos y compartir con ellos su existencia. El servicio es una actitud vital y  que nos conduce a una implicación solidaria con el mundo desde el amor,  y  así, poder dar respuesta a la realidad y que nos lleve a otra manera de solucionar los conflictos y poder construir una sociedad más fraterna. Esta visión de la solidaridad, se compromete contra la opresión y la injusticia, busca trasformar las estructuras sociales para el bien de sus víctimas. Critica la solidaridad liberal privatizada y considera que ésta es un compromiso sin cálculos con los oprimidos y desfavorecidos.

Dadme un espeso corazón de barro,
dadme unos ojos de diamante enjuto,
boca de amianto, congeladas venas,
duras espaldas que acaricie el aire.
Quiero dormir a gusto cada noche.
Quiero cantar a estilo de jilguero.
Quiero vivir y amar sin que me pese
ese saber y oír y darme cuenta;
este mirar a diario de hito en hito
todo el revés atroz de la medalla.
Quiero reír al sol sin que me asombre
que este existir de balde, sobreviva,
con tanta muerte suelta por las calles.

Quiero cruzar alegre entre la gente
sin que me cause miedo la mirada
de los que labran tierra golpe a golpe,
de los que roen tiempo palmo a palmo,
de los que llenan pozos gota a gota.

Porque es lo cierto que me da vergüenza,
que se me para el pulso y la sonrisa
cuando contemplo el rostro y el vestido
de tantos hombres con el mido al hombro,
de tantos hombres con el hambre a cuestas,
de tantas frentes con la piel quemada
por la escondida rabia de la sangre.

Porque es lo cierto que me asusta verme
las manos limpias persiguiendo a tontas
mis mariposas de papel o versos.
Porque es lo cierto que empecé cantando
para poner a salvo mis juguetes,
pero ahora estoy aquí mordiendo el polvo,
y me confieso y pido a los que pasan
que me perdonen pronto tantas cosas.
Ángela Figuera Aymerich, Belleza cruel




sábado, 30 de mayo de 2015

Heidegger y el retorno de lo sagrado






Desde sus orígenes el pensamiento se ocupa del fenómeno religioso, es un ámbito más de reflexión como lo es la razón y la existencia humana. Vivimos unos años de un retorno de lo religioso, después de vivir casi sin noticias de Dios. Esta vuelta de lo religioso, es propio de la modernidad tardía, fragmentada la razón y los grandes relatos de la modernidad, en lo que llamamos pensamiento débil o postmodernidad. Ahí están los límites de la realización humana, la posibilidad de darle un sentido a la existencia y volver al origen, al principio donde se hospedaba la razón y abrir desde aquí la esperanza.
En los últimos años se ha intensificado el interés por la figura de Pablo de Tarso, no tanto desde la teología que no llamaría la atención, sino desde la filosofía. Se han escrito libros y ha sido noticia en numerosas revistas especializadas. Pensadores actuales como A. Badiou, G. Agamben, S. Breton, J. Taubes, sin olvidar a los clásicos Agustín, Pascal, Kant, Hegel, Kierkegaard, Heidegger, Hannah Arendt. Pablo y Agustín fueron un referente para este último pensador, para desarrollar no tanto una fenomenología de la religión.
En 1916 Heidegger estaba en Friburgo como ayudante del profesor Husserl. Husserl se reservaba la ardua tarea de explicar, desarrollar y dar a conocer los principios de la fenomenología, como base de su ontología formal. Pero a su vez, repartía entre sus alumnos más aventajados la aplicación de la fenomenología a diferentes campos de la realidad. Así Edith Stein, se encarga de elaborar una fenomenología de las formas sociales y el propio Heidegger, se encargó de una fenomenología de la vida religiosa. Esta se compondrá de dos lecciones y un borrador de otra que jamás dictará, lo importante es que en ellas se aprecia ya una distancia con respecto a su maestro Husserl.
Será en 1921, cuando dicte la lección de Introducción a la Filosofía de la religión, donde en ella tendrá un subrayado especial Pablo de Tarso, también otros autores cristianos, como San Agustín, Teresa de Ávila o el maestro Eckhardt. En esta obra quiere analizar la experiencia religiosa genuina, acudiendo a los fenómenos, a la experiencia de la vida. Analiza la carta más antigua de Pablo, la primera carta a los Tesalonicenses, aunque también analiza otras cartas como la de los Gálatas o la carta a los Romanos, no sigue un orden cronológico. Estas cartas son tomadas no como documentos doctrinales, sino como documentos en la que se expresa la experiencia vital de Pablo.

Heidegger quiere analizar la experiencia originaria de Pablo de la vida fáctica, poniendo en relación su mundo propio, con el mundo circundante. Según el pensador, el sentido referencial de la vida fáctica cristiana, está en la parusía, en la esperanza de la venida de Cristo. Toda la vida cristiana está atravesada por esta expectativa del final de los tiempos. El estar ante Dios, es estar a la expectativa de su venida, no de su eternidad. Esa temporalidad, es lo que llamó la atención a Heidegger, es un “tiempo oportuno”, un Kairós. Eso es la esencia de la vida cristiana, estar volcado a un futuro no determinado. Sólo el ser de Dios puede entenderse desde la temporalidad, en la expectativa de su venida.
Dios, la verdad, no se muestra de golpe, como un misterio tremendo entre lo racional o irracional (R. Otto), sino en el tiempo, en la revelación a lo largo de la historia. En obras posteriores, tendrá su culminación en el concepto hegeliano de Ereignis.  Es un concepto clave en todo el pensamiento de Heidegger. No sólo significa el acaecer o el acontecer, siempre recurre a juegos de palabras para explicarlo,  es apropiarse o construir en lo propio, aunque podemos darle el significado de evento. Es algo que viene, que llega, es cualquier cosa que llega y es reconducida a lo que es propio, a su verdadera identidad. El Ereignis es lo propio del ser, este se espera como acontecimiento que resuena en el lenguaje o en la poesía, que vibra como época y que toma al final el  tono de lo sagrado.
Podemos concluir diciendo, que la experiencia de Dios o la experiencia religiosa, tiene que ver con la búsqueda del sentido global de la vida humana.
En el amable azul florece con el metálico techo el campanil.
Lo circundan los chillidos de golondrinas en vuelo,
lo envuelve el más conmovedor azul.
El sol lo domina e ilumina las láminas,
pero en lo alto la bandera quieta canta en el viento.
Y si alguno desciende esas escalinatas bajo la campana,
hay una vida en la quietud, pues cuando la figura está tan aislada,
entonces la ductilidad del hombre emerge.
Las ventanas desde donde resuenan las campanas
son como puertas ante el umbral de la belleza.
Es decir, puesto que las puertas son ahora como la naturaleza,
semejan los árboles del bosque.
Pero pureza es también belleza.
Un grave espíritu surge al interior de lo diverso.
Y tan simple y sagradas son las imágenes
que uno teme describirlas.
Los Celestes, empero, siempre benignos,
tienen todo a la vez, como quien es rico, virtud y felicidad.
Es válido que el hombre los imite.
¿Es lícito, si la vida es puro cansancio, que un hombre se asome a mirar y diga:
así quiero ser también?
Sí. Hasta que la gentileza, pura, se conserve en su corazón,
el hombre no se mide infelizmente con la divinidad.
¿Es desconocido Dios?
¿Es manifiesto como el cielo? Esto creo, más bien.
Del hombre es la medida.
Colmado de méritos, pero poéticamente, reside el hombre sobre esta tierra.
Pero la sombra de la noche con las estrellas no es más pura,
si me es dado decirlo, que el hombre, que imagen de la divinidad es llamado. (…)
F. Hölderlin, En el amable azul