jueves, 29 de octubre de 2015

Más allá de Ítaca


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SALAMANCArvt al DÍA
En la entrada del blog de la semana pasada hablamos de la muerte, de la muerte de los seres queridos, de la muerte cercana, de nuestra propia muerte y de nuestra temporalidad. Más allá del aspecto biológico, la muerte es la no respuesta, y se convierte en una realidad ontológica que reviste al hombre y lo desnuda más allá de toda desnudez. Se me da como un rostro diferente a mí, pero que no me es indiferente, es un ser querido que me afecta en el hondón de mi ser, hasta sentir la angustia de mi propia finitud y de mi propia muerte. Mi muerte es participación en la muerte de mis seres cercanos, del prójimo,  en su “estar ahí” me desvela un sentido global de la realidad, de mí mismo, del mundo, de Dios. El final es no el límite último, es una manera de asumir mi propio ser. La muerte es asumida desde que somos, es un modo de ser y así en su realización nos abre a la totalidad y nos la anticipa el “todavía no”.
No podemos hablar de la muerte, sin hablar por lo tanto de la esperanza, en un lenguaje filosófico, pero también religioso, son las dos caras de una misma realidad. El hombre se abre al sentido último y global, como Odiseo que apunta hacia Ítaca, soltando lastre y ligero de equipaje, como los hijos de la mar. La esperanza es un sentimiento muy humano, que no sólo opera en la esencia y la libertad, sino también en la relación hombre- mundo. Un mundo que se nos presenta abierto y no determinado, como un proceso, como una tendencia hacia algo inacabado e incompleto. Desde ese proceso o camino, el ser humano busca su verdadero ser, el camino a Ítaca, su lugar en el Cosmos en el pensamiento de Marx Scheler, o mejor “donde nadie ha estado todavía”, según Bloch.
En ese caminar, el hombre tiene la capacidad de proyectarse más allá, transcender el horizonte del mundo, a la espera de un futuro que no sólo puede ser realización suya. Es una esperanza en el perfeccionamiento de su ser, y en una transformación del mundo. Pero todavía puede proyectarse más, el hombre es llamado a la trascendencia, al misterio. Así pensaba K. Jasper, donde el mundo y el hombre se autofundamentan, la Transcendencia, se confiere en fundamento. La Transcendencia misma no se manifiesta nunca, sólo en el lenguaje de las cifras, en el lenguaje de los símbolos, como realidad espiritual que nos permiten un acceso a ella, intermediario entre la existencia y la Transcendencia.
El Dios que habla la teología cristiana, es el Dios de la esperanza (Rom 15, 13). Un Dios que no está encima o dentro de nosotros, va y ha ido delante con su propia muerte y su propia esperanza. Es un Dios que sale a nuestro encuentro en sus promesas de futuro, un Dios que tiene el futuro como carácter constitutivo. En todo el Nuevo Testamento, la esperanza se dirige a lo que todavía no se ve, es por ello, "esperar contra esperanza". Por esa razón, lo visible y lo ahora experimentable, es una realidad perecedera, como si fuera una realidad abandonada de Dios, que nosotros debemos dejar atrás. Es el crucificado el que tiene futuro, la cruz está preñada de vida, de esperanza, de resurrección: "Él es nuestra esperanza" (Col 1, 27). En la vida, la muerte y la resurrección de Jesús, queda patente el poder y la fidelidad de Dios como cumplimiento de una promesa. Una promesa que se ha anticipado en la resurrección de Jesús. Con ella ya no sólo se mira al pasado, sino al futuro. La esperanza no se refiere ahora a un Novum sin precedentes, sino que tiende a acentuar lo que falta en ese proceso abierto en y por Jesús (continuidad-novedad).
Es necesario recordar ahora, no sin rubor, las palabras de Adorno, donde Auschwitz había privado de su derecho a toda voz desde las alturas, las víctimas son normativas clamaba. Pero podemos esperar, porque las víctimas esperaron. Esperar a pesar de todo. J. B. Metz nos recuerda: “Los cristianos jamás podemos volver atrás de Auschwitz; y tampoco ir más allá de Auschwitz solos, sino solamente con las víctimas de Auschwitz”. Sólo hay una manera de encender la esperanza en las víctimas del pasado, es que ese pasado no esté del todo cerrado, que el verdugo no triunfe sobre las víctimas. Ahí está la resurrección de Jesús, una realidad que es sólo objeto de fe, pero como nos recuerda Moltmann, mientras la historia continúe, todo es posible. De momento, lo importante, es no olvidar, que es la única manera de mantener la chispa de la esperanza.
Por lo tanto, esperanza tiene que ver con la salvación, con esa iniciativa de Dios que da un sentido a la realidad personal, social y cósmica. Esta esperanza asociada a la salvación que abarca la totalidad de lo real. Estamos hablando de unos contenidos que son iniciativa de Dios, no del hombre, aunque en colaboración con el hombre, que ha recibido el orden del mundo. La esperanza, es esperar lo imposible, contra toda esperanza, esperar a pesar de todo. Esta esperanza, no sólo tiene una dimensión temporal y futura, es una esperanza hacia el otro y al Otro.  Apertura y desvelamiento de Dios, y apertura al hermano y sobre todo a los que más sufren o han sufrido. Desde aquí, se pone en marcha el dinamismo de la esperanza, que es fe y caridad. La esperanza impulsada por el amor y la caridad, que a pesar del dolor y del mal, asume y transciende la historia, el tiempo y la muerte.
San Agustín que quería ir siempre más allá de Ítaca, en los límites de la esperanza, nos  recordaba: Después de esta vida, Dios mismo será nuestro lugar.

Ítaca
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.
Konstantinos Kavafis
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miércoles, 21 de octubre de 2015

Ayuda para un comedor en Benín

Un clamor elemental

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Para Maite y Marce ejemplo de amor cristiano y lucha por un mundo más justo.
Todos sabemos la realidad de África, el continente más pobre del mundo, más de trescientos millones de  personas viven con menos de un dólar al día, treinta millones de niños menores de cinco años sufren desnutrición y el 43% de la población no tiene agua potable. Pero no podemos reducir la pobreza sólo a las cifras económicas, se debe subrayar la ausencia de educación, salud, nutrición y vivienda, carestías fundamentales y necesarias para cualquier desarrollo.  La gran mayoría de los mil millones de pobres que hay en el planeta viven en África, donde se encuentran los diez países más pobres del mundo: Níger, Etiopía, Mali, Burkina Faso, Burundi, Somalia, República Centroafricana, Liberia, Guinea, Sierra Leona, podíamos seguir. La pobreza es la verdadera “memoria de África”, todo un mundo hundido en la miseria y en la violencia, olvidado por todos, no es exagerado decir que es la imagen de la “humanidad rota”.
África es una realidad muy variada, multitud de culturas, etnias y voces, un mundo heterogéneo que cuenta con 55 países, entre ellos está Benín, será también uno de los más pobres del continente. Está situado en África Occidental, entre el Sahel y el Golfo de Guinea, con una superficie 112.622 km² y unos 9,3 millones de habitantes. La capital es Porto Novo, sede de la Asamblea Nacional con 267.000 habitantes, siendo Cotonou es la sede del Gobierno y la ciudad más poblada con 780.000 habitantes. Desde 1990 se constituye en una República parlamentaria presidencialista, se redacta una Constitución y se establece una democracia basada en la división de poderes y elecciones parlamentarias. Es un país en vías de desarrollo dependiente de la agricultura, sobre todo de la producción de algodón, pero no nos engañemos no es un país pobre, como muchos países africanos es un país empobrecido por los países más desarrollados. Posee yacimientos de petróleo, oro, mármol y piedra caliza explotados, principalmente, por empresas extranjeras pertenecientes a los países más ricos. La reducción de la pobreza es uno de los grandes desafíos del país, según el PNUD, se encontraba por debajo del umbral de la pobreza, pero debido naturaleza informal de las actividades económicas sobre todo del sector agrícola y con una falta de diversificación en la producción frenan su potencial de desarrollo. Presenta sólo un 33% de alfabetización, con una tasa de natalidad muy alta del 38,6 ‰, una tasa de fecundidad de 5,49 hijos por mujer en edad fértil, una esperanza de vida de 59 años y una desnutrición estimada del 23% de niños menores de cinco años. Sin rubor se puede decir que es uno de los países más pobres del mundo, un pobre entre los pobres.
Un grupo de matrimonios de la Parroquia de la Purísima de Salamanca viene trabajando durante este último año para ayudar a mejorar un poco la situación de unos cuantos niños de Benín. Es cierto que no tenemos en nuestras manos las soluciones del mundo y de la pobreza, pero ante los problemas del mundo y de la pobreza, tenemos nuestras manos. El objetivo principal del grupo es construir un comedor para 200 niños dentro de un complejo educativo desarrollado por la Fondation Vie Pour Tous, creada beninés Teodoro Soumé. Teodoro es un sacerdote que se formó en Salamanca y Bilbao y que realizó sus prácticas pastorales en la Iglesia de la Purísima con los párrocos Fructuoso Mangas y José Manuel Hernández, allí conoció a la Maite Romero, entonces presidenta provincial de Manos Unidas. Maite falleció hace cinco años, el 25 de noviembre de 2010, Teodoro para honrar su memoria, ha querido  poner su nombre al comedor de niños del complejo educativo. Además de su labor como sacerdote en su país, está realizando una excelente labor en lucha contra la pobreza y la exclusión social sobre todo en las zonas rurales. Su fundación, en las que colaboran muchas personas de Benín con absoluta solvencia, ofrece una formación integral a niños y jóvenes del campo, asiste a niños y mujeres en situación de vulnerabilidad y ofrece una amplia asistencia sanitaria en zonas rurales y en situaciones difíciles.
Este grupo de matrimonios en el marco de la Parroquia, viene descubriendo desde hace años,  que la pobreza no es un asunto de mala suerte, sino resultado de unas estructuras políticas y económicas injustas. Ante esta situación vienen colaborando en Manos Unidas y Cáritas, no sólo desde el ver y juzgar, sino actuando en acciones concretas. Descubrir los males de nuestro mundo nos hace mover el corazón, sobre todo si los oprimidos y pobres sufren por las injusticias de los grandes desequilibrios de nuestras sociedades. El grupo viene luchando por un mundo más justo y por un cambio de esas estructuras desiguales, también conscientes de que los pobres no son incapaces para actuar, ellos saben mejor que nosotros qué hacer y cómo hacerlo, por eso quieren apoyar un proyecto realizado en Benín, que busca personas de buena voluntad para ayudar en sus proyectos. Para ello, se han empeñado sacar adelante, no sin dificultades, el comedor de niños que ayudarán no sólo en el desarrollo personal, sino del grupo y de la región. Hace unos meses, un miembro de grupo, José Santos, participó en una maratón solidaria en Madrid. Pero se realizan otras actividades los fines de semana, o cuando se tiene un hueco en el trabajo o la familia,  principalmente vender en un rastrillo solidario en diferentes lugares Salamanca, Alba de Tormes, Carbajosa, San Miguel. En él se venden diferentes cosas personales o bien realizadas por las buenas manos de Susana Sáez. Ahora el grupo ha preparado un concierto folk para completar el proyecto, ya que necesita con urgencia completar los fondos necesarios que todavía son importantes. Para ello cuenta  con la ayuda desinteresada de “Rosa María Folk y la Contrarronda”, esperando contar también con ayuda de los vecinos de la ciudad de Salamanca, que tantas veces se han destacado por su solidaridad. El concierto se realizará este viertes, 16 de octubre a las 19:30 h, en el auditorio de Calatrava. Desde esta querida ciudad de Salamanca escuchamos el clamor de los necesitados como un imperativo elemental, desde estas páginas pedimos la ayuda y la solidaridad asistiendo al concierto o comprando una fila cero para ayudar a unos niños en su educación, víctimas de una situación injusta y así poder abrirles a la esperanza de un mundo con futuro y con más posibilidades dentro de su propio país. Gracias.
Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser
un instrumento de Dios para la liberación y promoción de los pobres…
atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo..
“He visto la aflicción de mi pueblo.., he escuchado el clamor ante sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para liberarlo…, ahora pues, ve, yo te envío” (Ex 3, 7-8, 10)
Francisco, Evangelii Gaudium: Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio”

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jueves, 15 de octubre de 2015

Sínodo de la familia, un tiempo para dejarse tocar el corazón.


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Este domingo arrancó la segunda parte del sínodo de la familia, numerosas voces se alzan estos días opinando desde las diferentes posiciones, incluso de habla de cismas, lo que nos indica el fuerte alejamiento de las diferentes posturas.  El propio cardenal Walter Kasper, muy cercano a Francisco, utiliza la palabra “cisma práctico”, haciendo referencia a muchos matrimonios cristianos muy comprometidos con la iglesia, no viven las enseñanzas de la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI sobre la vida matrimonial y la trasmisión de la vida. Comenta que es un problema que hay que pensar, ya que la única respuesta de la Iglesia ante muchos de estos problemas en el matrimonio y en la familia ha sido el silencio. Muchos piensan que en muchas situaciones de las familias cristianas que se dan en la actualidad, como los divorciados vueltos a casar, no se habló suficientemente en el anterior sínodo.
En el telón de fondo del sínodo de la familia, ya está ahí, comienza el día 4 de octubre, Francisco viene proclamando la misericordia en todas las direcciones, no como un sentimiento más, sino como del amor de Dios por el hombre, una fuerza que da vida y que levanta al hombre desde sus situaciones de miseria. El Sínodo no será fácil, pero en el telón de fondo está el jubileo de la Misericordia que comienza el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción. Piensa el cardenal Kasper, que la misericordia, es uno de los principales atributos de Dios que se ha relegado de la reflexión teológica y esto tiene sus repercusiones en la vida cristiana.  El propio cardenal comenta en su libro, La Misericordia. Clave del Evangelio y de la vida cristiana, que es el gran tema de la teología del siglo XXI, pero imperdonablemente olvidado, incluso habla de una situación catastrófica,  ocupando un lugar marginal en los diccionarios enciclopédicos teológicos y manuales de teología dogmática. Sin embargo, la misericordia divina es uno de los elementos centrales tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, debiendo debe ocupar el lugar central que le corresponde, ya que no se hace justicia a la importancia que ocupa en los textos bíblicos.

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Ya en el siglo XX, el primero que acometió este desafío fue Juan XXIII, el papa bueno, hablando de en sus diarios, como el más bello nombre de Dios. Juan XXIII, en la apertura del Concilio Vaticano II, animó a agudizar los oídos y a emplear un nuevo tono con la medicina de la misericordia y no con el arma de la severidad. Francisco, pensamos, quiere recuperar ese tono y tomado la misericordia con una hondura profética, como un tiempo para dejarse tocar el corazón. Un tiempo para la misericordia en la familia que es crecer en el amor, donde es momento para agradecer, pedir perdón, para crecer en comunión y un antídoto contra los profetas de la ruptura.
Creemos que desde la misericordia, Francisco quiere abordar esta segunda parte del Sínodo de la familia, aunque no será nada fácil por las voces tan dispares que venimos escuchando. Se tratarán temas tan complicados como el divorcio, el matrimonio del mismo sexo, los divorciados y vueltos a casar, el modelo de familia que quiere la iglesia, la educación de los hijos, etc. Tal vez el asunto más complicado, como dice nuestro querido amigo Xavier Pikaza es el divorcio, algunos cardenales creen que cuestiona la ley divina de ley divina de la indisolubilidad del matrimonio. En el tema de la familia no estamos ante una cuestión de fe, no existe una resolución dogmática del magisterio sobre este asunto, ni sobre el modelo de la familia, ni sobre la indisolubilidad del matrimonio. También está el ejemplo de otras iglesias cristianas en este tema, pero debemos esperar al Sínodo y a sus conclusiones y propuestas.
 A pesar de las dificultades, ha despertado muchas expectativas y Francisco cuenta con el apoyo de muchos cristianos de base, incluso se han creado plataformas de apoyo en las redes y en los medios de comunicación. En nuestra lengua está la web “Pro Francisco”, que está presente también en las redes sociales, una iniciativa que pretende “remar con el Papa” con distintas herramientas a través de la red. Según sus palabras, un intento de aglutinar a personas, asociaciones, medios de comunicación, colectivos e instituciones del ámbito hispano, cuyo objetivo es apoyar al Papa y sus reformas en busca de una Iglesia más evangélica.
En el día que estoy escribiendo esta entrada del blog, el cardenal Lorenzo Baldisseri, Secretario general del Sínodo, acaba de presentar el Sínodo de la familia, de él extraemos algunas informaciones interesantes. Estará compuesto 270 Padres sinodales, cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos, pero lo más novedoso es que participación de otros invitados de diferentes culturas, 24 expertos o colaboradores del Secretario Especial, 51 auditores y auditoras, 14 delegados fraternos. Entre ellos cuentan con 18 matrimonios (17 entre los auditores y una entre los expertos) y un total de 31 mujeres de gran nivel profesional. Posiblemente por los temas a tratar será una de las convocatorias de mayor difusión informativa desde el Concilio Vaticano II. También presentó novedades metodológicas, una comisión de diez padres sinodales, guiados por el relator Peter Erdö, supervisará los trabajos y en las conferencias de prensa diarias participarán 50 padres sinodales. Es un momento para empujar y remar según el “signo de los tiempos” y situar en el centro del anuncio la pregunta por la misericordia.
Eres la blanca puerta del empíreo,
siempre abierta al que llama, y donde se abre
de las tinieblas—divinas entrañas—
el resplandor. De par en par sus hojas
—a la diestra justicia y a la izquierda
Misericordia…
Miguel Unamuno, “puerta” del Cristo de Velázquez

jueves, 1 de octubre de 2015

Hoy se está yendo sin parar un punto...






Hoy no es fácil hablar de la muerte, pero de alguna manera nos toca y nos roza a lo largo de nuestra existencia, el miedo a la desvinculación, el miedo a perder a los seres queridos que van envejeciendo, ya forma parte de esa realidad límite de nuestra existencia. La muerte es una realidad que nos acompaña desde el nacimiento, así nos lo recordaba Quevedo: Ayer se fue, mañana no ha llegado./ Hoy se está yendo sin parar un punto;/ soy un fue y un será y un es cansado./ En el hoy  y mañana y ayer junto/ a pañales y mortaja, y ha quedado/ presentes sucesiones de difunto. Otros pensadores como Heidegger prefieren situarla en la cotidianidad humana, un ser abocado a la muerte y desde la misma, se puede comprender así mismo como totalidad. Pero no podemos asistir a nuestra propia muerte, sino la de los seres cercanos. Estos, en realidad no se mueren, se nos mueren. Y en la muerte de los otros, nos decía Heidegger, se reemplaza un dasein por otro. Así la muerte no es sólo un fenómeno biológico, también ontológico, un modo de ser y poder ser.
Que la primera muerte sea un hallazgo del gran pensador alemán, no es nuevo en el pensamiento, ya Platón nos había puesto en el camino, con su gran descripción de la muerte de Sócrates en el Fedon: "Y hasta entonces la mayoría de nosotros, por guardar las conveniencias, había sido capaz de contenerse para no llorar, pero cuando le vimos beber y haber bebido, ya no; sino que, a mí al menos, con violencia y en tromba se me salían las lágrimas, de manera que cubriéndome comencé a sollozar, por mí, porque no era por él, sino por mi propia desdicha: ¡de qué compañero quedaría privado! (...) Y Apolodoro no había dejado de llorar en todo el tiempo anterior, pero entonces rompiendo a gritar y a lamentarse conmovió a todos los presentes a excepción del mismo Sócrates. Él dijo: -¿Qué hacéis, sorprendentes amigos? Ciertamente por ese motivo despedí a las mujeres, para que no desentonaran. Porque he oído decir que hay que morir en un silencio ritual. Con que tened valor y mantened la calma. Y nosotros al escucharlo nos avergonzamos y contuvimos el llanto”.
Jesús murió de otra forma, todos los suyos le habían abandonado, habían huido o lo habían negado. Jesús sufrió la muerte, no la afrontó dueño de sí y sin temor como Sócrates desde la inmortalidad del alma. Experimenta en sí todo lo que es la muerte, la noche oscura y terrible del espíritu, el desgarramiento del corazón, la duda más profunda y la tremenda tentación de la desesperación. En ella, un grito terrible: “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”(Salmo 22). Para San Agustín, ese grito al que se refieren los evangelistas, era tan insoportable que se negó a reconocerlo.
Este asumir la muerte desde el pensamiento, privilegia un cierto sentido positivo, pero para muchas personas es ruptura y desgarramiento. El hombre siempre al cuidado de sí mismo, es un ser inacabado. Se pregunta por su totalidad, por ese “plus” que no es, ya que la muerte le desplaza de su ser en el mundo En ella sólo habla el dolor y el sinsentido. Así, a los humanos nos da miedo la muerte y como no podemos evitarla, se olvida, e incluso se esconde. El miedo es el mejor medio para desviar al hombre de sí mismo, para doblarlo y curvarlo, y nunca está más referido a sí mismo que en el miedo a la muerte. En esta referencia a sí tan fuerte, no logra salir y se olvida de Dios. Los místicos nos enseñan que el camino de Dios, es el camino de liberarnos de nosotros mismos. La persona que está referida a Dios, se mantiene a distancia de sí mismo y puede escapar de su condición de moribundo, es un camino privilegiado para escapar del terror mortis.

Hoy aparecen nuevos temores que los progresos de medicina han hecho surgir, es un temor a la tecnocracia. En nuestras sociedades tecnificadas, nuestros seres queridos mueren a una edad muy avanzada, apenas en casa. La necesidad de tratamiento prolongado, las unidades de reanimación, etc., hace que el hospital sea el nuevo escenario del último adiós. Es una muerte que se disuelve en el devenir de la vida, en el grupo, en el silencio y en el fondo se superficializa, como si fuera una huida, un detener el tiempo. Nuestros cementerios están situados en las afueras de las grandes ciudades y la realidad última de la muerte, no forma parte del paisaje en el que vivimos, lleno de triunfadores y con una exaltación de lo joven, fuerte y bello. Los débiles, los moribundos, los ancianos, los que se mueren no cuentan, son también los nadies. Es difícil morir en paisaje urbano de triunfadores, que se las arreglan sin recuerdos y ocultando esa realidad del hombre, como nos recordaba tan lúcidamente Dorothee Sölle.
Debemos de superar esos miedos y enfrentar la muerte. La medicina paliativa tiene medios suficientes para aliviar el sufrimiento en su agonía, pero las familias necesitan explicación, que se les informe de todas las posibilidades. También tener en cuenta que no todos los miembros de la familia o todas las familias,  están en el mismo lugar para enfrentar la realidad última y anticipar las situaciones. Intentar hablar entre todos, una defensa ante la muerte es no comunicarse y no hablar en la familia y evadir al moribundo de la realidad, nos cuesta encontrar las palabras, pero ahí están incluso para hablar del dolor. Miedo a no hablar con el enfermo o la persona que se está muriendo, querer protegerle ocultando la realidad no ayuda, ya que es el propio enfermo sabe mejor que nadie como se siente y como está, muchas veces necesita hablar de ello con naturalidad. Es necesario compartir el afecto y el cariño con la persona que muere, actuar con naturalidad y amorosamente, sin sobreprotecciones, saber cuidar, repartirse las responsabilidades, despedirse del ser querido.
El camino de la fe y del amor creyente, no es el de ocultar la muerte sino desvelarla. Es una realidad que forma parte de nuestro ser persona desde el nacimiento, la muerte está incluida. En nuestra cultura queremos tener felicidad sin dolor y amor sin duelo. La muerte no es el último acto de la existencia. Es un proceso que se realiza a lo largo de toda existencia. Un proceso donde la libertad toma partido, si aceptar o protestar contra ella. No es la muerte la que está en juego, es la aceptación o no, del amor de Dios que se nos ofrece. Decidirse por el amor de Dios, no es a vida o muerte, pero sí de vida o muerte, es un proceso paciente, libre, tal vez en pequeños momentos y lugares, sin grandes intensidades, ni arrebatos místicos, con pequeños gestos donde se va confirmando la gracia y el amor.
Esta parábola última quisiera dedicarla a mis hermanas y  a mi padre:
Una noche soñé que caminaba por la playa con Dios. Durante la caminata, muchas escenas de mi
vida se iban proyectando en la pantalla del cielo.
Con cada escena que pasaba notaba que unas huellas de pies se formaban en la arena: unas eran las mías y las otras eran de Dios.
A veces aparecían dos pares de huellas y a veces un solo par. Esto me preocupó mucho porque pude notar que, durante las escenas que reflejaban las etapas más tristes de mi vida, cuando me sentía apenado, angustiado y derrotado, solamente había un par de huellas en la arena. Entonces, le dije a Dios:
“Señor, Tú me prometiste que si te seguía siempre caminarías a mi lado. Sin embargo, he notado que en los momentos más difíciles de mi vida, había sólo un par de huellas en la arena. ¿Por qué, cuándo más te necesité, no caminaste a mi lado?.
Entonces Él me respondió:
“Querido hijo. Yo te amo infinitamente y jamás te abandonaría en los momentos difíciles. Cuando viste en la arena sólo un par de pisadas es porque yo te cargaba en mis brazos…”.
Anónimo, Las huellas en la arena

domingo, 13 de septiembre de 2015

Hablar desde el silencio


SalamancaRTV al Día


En la anterior entrada nos acercamos al insondable misterio de Dios, quisimos desvelar las máscaras de miedo que oscurecen cualquier idea de un Dios misericordioso que busca al hombre en cualquier circunstancia. Recordábamos que la experiencia del misterio se realizaba con las tres ventanas o los tres ojos, el sensible, el intelectual y el místico. Es una realidad lejana, transcendente, pero también cercana como dijo San Agustín más interior que lo más íntimo de mí mismo. Cuando toco con todo mi ser la totalidad del Ser, estoy disfrutando de la experiencia de Dios. En esto queremos adentrarnos hoy, cómo experimentar desde el silencio, el verdadero lenguaje de los místicos, la experiencia de Dios.
Sólo desde el silencio puede tener sentido la palabra Dios. En el silencio de los sentidos, del intelecto, de la voluntad, puede abrirse esa dimensión silente que nos transciende, pero sin negar la razón y la sensibilidad. Desde aquí, puede surgir un discurso que es único y que sólo puede hacerse con todo nuestro ser. Todo discurso sobre Dios, es también un discurso sobre el hombre, éste epifanía de Dios, sólo él es el mediador entre Dios y la nada. La experiencia de todos los tiempos es expresar el misterio de Dios con todo lo que somos, al principio y al final de nuestro ser.
Pero no es posible hablar de la experiencia de Dios sin la mediación del lenguaje, que está vinculado a una cultura concreta en la que vivimos y nos movemos. Este se mueve desde alguna de las creencias o religiones que sirven de mediación, esto no quiere decir que alguna religión tenga el monopolio, ni se tenga que identificar el discurso de Dios con alguna de ellas. Hay una relación transcendental entre el Dios del que se habla y lo que se dice de Él, por eso muchos prefieren hablar de “Misterio” y,  otros ni siquiera llegan a nombrarlo.
Dios no es un objeto, ni un concepto, ni un conocimiento de una creencia, es un símbolo que se revela. El símbolo simboliza lo simbolizado en él y no otra cosa, no tiene intermediarios entre el sujeto y el objeto, es relación, es a la vez subjetivo y objetivo. El lenguaje sabemos que no sólo transmite información, también emociones, sentidos del ser, sentidos un mundo, sentidos de un universo que es inseparable de la palabra logos. El discurso sobre Dios es polisémico, tiene muchos sentidos, pero ninguno puede contenerlo. Dios es único, incomparable, no su puede limitar y definir. El pluralismo es propio del hombre, no se puede hablar de la realidad de Dios desde una sola perspectiva, ni desde un único principio de razón. Todo discurso de Dios es inefable, y ningún decir lo puede describe.

Pero el hombre, sabiéndose limitado temporalmente y constitutivamente, quiere transcender desde su corporeidad, desde el amor, el conocimiento o con la ventana de la fe. Es un discurso difícil, misterio indecible, pero ahí está el silencio, la encrucijada entre lo temporal y lo eterno. San Irineo recordaba, que del silencio primordial surgió el logos. La palabra Dios nos mueve al silencio, el silencio nos sensibiliza a la palabra Dios. El silencio despliega en nosotros el espacio en el cual puede percibirse la Palabra. La experiencia religiosa de la humanidad nos enseña, que cuando hemos conseguido el triple silencio es cuando se hace posible la experiencia de Dios.
Silencio de la mente, es darse cuenta de que no podemos entender todo, acallar respetuosamente los interrogantes de la nada que posiblemente son creación de la propia mente y pensar que ella no es la única guía del hombre. Silencio de la voluntad, se consigue cuando ésta no hace ruido, cuando se es libre, cuando en sentido religioso hablamos de pureza de corazón, o que otras religiones prefieren hablar de corazón vacío. Silencio de la acción, es la acción no violenta que dirige la vida, es ser sabio y pacífico, es la fuerza con la que se encauzan los acontecimientos de la vida, a nivel personal o cósmico, es la alegría que libera el corazón.
Permítanme terminar diciendo, que el hombre experimenta la infinitud, lo indecible y el misterio, a través el intelecto, el corazón y la acción. A través intelecto, por el conocimiento que no llegará nunca a su fin; a través del corazón, por un amor que nunca alcanzará su objeto amado; por la acción, que nunca llegará a completarse. Nuestro pensar, nuestro querer, nuestro hacer, no agotan ni su origen ni su fin. Ese darnos cuenta que nosotros mismos somos sin principio y sin fin, eso es la experiencia de la divinidad. Por eso el silencio se impone y es el lenguaje más propio, es el espacio y el tiempo para la experiencia de Dios.
Sin poder hablarte,
sin saber qué decirte,
me sitúo en tu memoria,
en el centro de tu vida,
al lado de tu isla abandonada,
en el alba de una página sin fecha.
Para reconocerme en ti,
luz hiriente.
Semilla del espacio en blanco.
Silencio del candor confuso
y primero de la vida.

Asunción Escribano, “Silencio”, La disolución