lunes, 4 de mayo de 2015

Confieso que he comido



Miquel Sen, sabio gastronómico y escritor de novela y ensayo, acaba de publicar Confieso que he comido. Si Neruda confesó que había vivido, Sen confiesa en esta obra que ha comido, mucho y bien.
Pues yo, sin pretender ni de lejos equiparación alguna confieso las dos cosas: que he vivido (ya muchos años y muy bien, sin queja posible) y que he comido (son las cinco de la  tarde y he comido a las 14´30 dos platos bien preparados y con apetito). Y esto que parece tan normal, es en realidad un problema serio.
Francisco Umbral, hablando, creo, de El Salvador, en sus tiempos, sacó su vena tierna (Ay, mortal y rosa, digo yo) y escribió: Es responsable el mapa, la cartografía de la miseria, el reparto del mundo en minas de oro y volcanes, en arroyos líricos (propiedad privada) y ríos salvajes, ham­brientos de geografía, lobos de agua entre niños de corral. Los he visto de cerca y me dan miedo de tan hermanos que son.
La última es una frase amorosamente feliz y más difícil de lograr de lo que pueda parecer. Y me la apropio al mirar el mapa de medio mundo, desde Níger (por recordar al país con el más bajo Índice de Desarrollo Humano) a Nepal (por señalar al que en estos días ha sufrido el dolor más grande). En Nepal han muerto miles de personas y a miles y miles de vivos se les ha ido media vida. Y yo confieso que he vivido… Y en Níger malviven y mueren sus dieciocho millones de habitantes que son pobres en todo y ricos en desierto y miseria, mientras yo tengo que confesar que he comido cada día y tengo que vigilar mi peso.
No es fácil gestionar esta situación que además se extiende violentamente hasta Siria, brutalmente hasta Libia, salvajemente hasta Kenia y dramáticamente por una larga y penosa lista de países de todos los continentes. Cada fugitivo/escapado/refugiado/huido sea de donde sea y por cualquier hueco que escape –patera, frontera, valla, monte o río- y llegue a o no llegue, sea devuelto o logre no tener nombre ni origen, cada uno está revestido de alta humanidad y me recuerda esa confesión de que he vivido sin necesidad de escapar de nada y que he comido sin tener que morir de no hacerlo. Cosa dura y sin paliativos ni placebos, aunque se pueden buscar en el mercado negro del occidente mejor acomodado y más ausente.
Tenía previsto escribir este sábado una cosilla sobre los anglicismos, pero me tropecé esta mañana de jueves con las palabras de B. Brecht y no tuve más remedio que cambiar de tema:
Me dicen: «¡Come y bebe! ¡Goza de lo que tienes!»
Pero ¿cómo puedo comer y beber
si al hambriento le quito lo que como
y mi vaso de agua le hace falta al sediento?
Y, sin embargo, como y bebo.                                                                                                                      … verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.


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