sábado, 23 de mayo de 2015

Pensar lo indecible




Después de estar a vueltas con lo religioso, quisiéramos seguir ahora por un nuevo camino, el interrogante Dios, la gran pregunta. No podemos responder a ella, nos transciende y nos supera. Sólo queremos pensar en alto, crear un diálogo entre la razón y el corazón. Es un camino de búsqueda, es en parte cuestionar, en parte preguntar y preguntarse, nunca un monólogo. En esa posibilidad de la pregunta, del diálogo, se puede ir ascendiendo desde la doxa a la episteme, desde la mera opinión al conocimiento, desde la razón al corazón.

Debemos ser conscientes que, nuestras imágenes de Dios nacen de nuestras interpretaciones acerca de Él, frecuentemente interpretaciones de otros, o de otra época histórica, a veces las asumimos sin mucha o ninguna reflexión. Se nos olvida muy a menudo, que la Biblia, los Evangelios, el Corán, las Upanishads, etc., son libros donde Dios habla a los hombres con palabras humanas. Martín Velasco, se refiere a un rasgo constitutivo de ser persona, el encuentro del hombre con el Misterio. El encuentro interpersonal entre el tú humano, con el Tú absoluto, siendo el lugar donde se deja percibir y desvelar en esa realidad simbólica. J. M. Mardones, nos insiste que tenemos que esforzarnos por una buena representación de Dios, rechazar imágenes que desvirtúan, perversas e idólatras.

Debemos descartar el mal providencialismo, la de un Dios que dirige todo.  Es aquel que afirma que todo lo que ocurre en el mundo lo ha querido Dios, desde una enfermedad, hasta una catástrofe natural, ganar un partido de futbol o encontrar trabajo. En la mentalidad popular tenemos expresiones como “gracias a Dios”, “Dios mediante”, “Dios me lo arrebató”, etc. Así, nada se escapa al control o acción de Dios, interviene de manera directa, universal y total. Todo sucede porque Dios quiere, la consecuencia es el determinismo y el fatalismo. Esta visión  de Dios, educa en la resignación, y también, en la evasión de la realidad. El velo de Dios intervencionista, encubre no ver las realidades económicas, sociales y políticas de las enfermedades y muertes de nuestro mundo, como la pobreza y el hambre. Por otro lado, legitima estructuras de la realidad injustas, o al menos, profundamente desiguales. Así esta visión providencialista de Dios, es una visión injusta y arbitraria.

En el origen de esta visión de Dios, donde nada sucede sin que Dios lo permita, se saca fuera de contexto ciertos pasajes bíblicos, como “Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados” (Lc 12,7),  y también, en una visión de pensamiento de Occidente que absolutiza la razón. Ahí está la grandilocuente concepción de la historia hegeliana, para el hombre occidental, la historia es la historia del Espíritu. Una historia dialéctica, pero que camina hacia cotas de mayor realización, dirigido por la razón que domina al mundo. De alguna manera identifica la razón o el Espíritu, con la providencia divina, así el proceso histórico es concebido como la realización del reino de Dios. Compagina esas dos realidades, con lo que él llama,  la “astucia de la razón”, que actúa en las pasiones e intereses de los hombres. Siguiendo los instintos, los grandes hombres y los pueblos, son instrumentos del plan divino superior. Así el cristianismo para Hegel, es el punto culminante de la historia, donde convierte la filosofía de la historia en teodicea. Por eso afirma Hegel que “la historia del mundo era el juicio del mundo”.

Estas formas de entender a Dios y su providencia, fueron denunciadas por el filósofo francés Paul Ricoeur, que habló de los "maestros de la sospecha": Marx, Nietzsche y Freud. Encontrando en su pensamiento novedades que permitían "arrancar las máscaras", señalando su capacidad para revelar los significados ocultos tras la insuficiencia de la noción moderna de "sujeto". Se intenta sustituir a Dios por otras realidades, e intenta hacer de estas el tribunal supremo desde donde se juzga la vida del hombre. La religión es la alienación del hombre, la adormidera de la sociedad, un ideal creado para resolver los problemas de la sociedad, pero no los resuelve.  En palabras de Freud, es una alteración de la conciencia que desboca en una neurosis colectiva, que sirve a las sociedades para superar el terror de la historia, el destino y la muerte.

Para no caer en proyecciones del propio ser o en ídolos adquiridos, es importante referirnos a Dios desde el Misterio, con gestos de respeto y silencio, incluso de temor y temblor, de anonadamiento ante alguien que nos supera y que no se deja atrapar en nuestros esquemas. Esto no quiere decir que sea una realidad impenetrable, sino que supera todas nuestras expectativas. Es una realidad inagotable, nunca decible, ni explicable del todo, sino siempre nueva y por explorar.



Sagrario de mi mente, con la idea de Dios,

rodeada de un silencio

que ni aun ángeles turban,

ni siquiera una tenue oscilación de llama

votiva.

Oh mi idea

de Dios, inmensa soledad,

a solas con mi Dios, allá en las galerías,

en los oscuros arcos

del cerebro.



Dámaso Alonso “Creación tiene un polo: Hombre se llama II” de Hombre y silencio


viernes, 22 de mayo de 2015

Encuentro de Laicos con motivo de la Asamblea


Dentro de las actividades que tienen lugar con motivo de la Asamblea Diocesana, el próximo sábado 23 de Mayo, se va a celebrar un Encuentro de Laicos que tendrá lugar a las 10:15 h. en el Auditorio Calatrava.
El Encuentro se desarrollará en diferentes espacios de la Casa de la Iglesia y participan en su preparación las comisiones de la Asamblea Diocesana y las coordinadoras diocesanas de Movimientos y Asociaciones y de Cofradías y Hermandades.
Los interesados en participar en la comida deberán reservar antes del 20 de mayo en conserjería de Casa de la Iglesia, nº de tfno. 923 12 89 00 o
casadelaiglesia@diocesisdesalamanca.com. El precio de la comida es 8 euros.
Se recogerá el ticket al comienzo del Encuentro o días antes.
Se ofrece servicio de guardería, en los tramos horarios de: 10,30 a 14,30 y de 16,30 a 18,30, para aquellas familias que lo precisen. Las personas que necesiten este servicio deberán comunicarlo al teléfono o correo electrónico mencionado anteriormente.

miércoles, 20 de mayo de 2015

En el nombre del padre y del hijo

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  El padre se llama Alí y el hijo Adou y supongo que son conocidos por todos. La anécdota de la maleta, detalle sin importancia real, los ha convertido en noticia de primera página. Como si la maleta tuviera más peso que un padre con tres hijos lejos, en el infierno de Costa de Marfil, y sin lograr la reagrupación familiar. Y lo de menos son, creo yo, los detalles que los medios de información, cada día más amarillos, han traído y llevado despertando la curiosidad, la indignación o el asombro. También me parecen irrelevantes en tantos casos como éste la imprudencia o la desesperación o el error o el excesivo riesgo que corren el niño, la portadora y el padre que la contrata. Hasta me parece irrelevante la ley que los juzga en nombre de la legalidad vigente. Yo quiero hablar de otra cosa.
En el nombre del padre
Soy Alí, el padre de cuatro hijos, sólo la niña está con nosotros y me quedan tres en Costa de Marfíl, uno de ellos, Adou, con paludismo desde hace tiempo y al cuidado de la abuela. Ese niño se nos va si no lo traemos aquí. Por eso voy a hacer una temeridad, porque no hay otra forma de traerlo acá; aunque me gaste parte de los ahorros, me voy a Costa de Marfíl, lo llevo a Marruecos y ya veré cómo lo paso por la frontera de Ceuta y luego lo traigo a Canarias. Se nos muere y aquí se curará. No tengo otro remedio y el que tenga un hijo en esas circunstancias haría lo mismo.  أسأل الله أن يساعدني. ¡Que Alá me ayude!
En el nombre del hijo
Yo soy  Adou y vivo con mi abuela en una aldea cerca de Divo en Costa de Marfil. Esto me lo escribe mi primo Abdul para mandárselo a una madame que ayuda a mis padres que están en una isla en el mar en Europa. Llevo mucho tiempo enfermo, lo llaman malarie o maleria o algo así, que mi primo tampoco lo sabe claro, y aquí hay muchos niños que lo tienen y tiene otro nombre más raro que no lo sé y que viene de los mosquitos que hay muchos. Y yo estoy bastante malade y peso poco kilo y dice mi grande madre que en la isla de mis padres me curo y que si no que mala cosa y morir. Y por eso quiero que venga mama o papa y me lleven a su isla.
Conclusión
El que tenga hijo que opine. Y el que tenga sentido común que levante la voz y proponga juicios y soluciones. Y el que tenga sentido de la equidad y de las demás cosas grandes del ser humano que promueva leyes y cautelas legales suficientes para que, en primer lugar, Abou no tenga que venir para curarse a esa isla de sus padres; y en segundo lugar, si sus padres quieren que venga a reunirse con ellos, pues que venga; y si lo necesita para curarse y no morir (como tantos miles de niños cada año en Costa de Marfil cada año), pues que venga como sea y ya.
Y para terminar, todo este suceso (uno más por cierto entre los miles de cada semana, ¡que lo de la maleta es recurso viejo y conocido!) y su tratamiento por los medios, la ciudadanía y las autoridades deja al descubierto unos niveles de inhumanidad que nos anuncian el naufragio de los mejores valores humanos (y cristianos, me digo yo en mi caso) en las aguas y fronteras del Estrecho.
“Que se me pegue la lengua al paladar, si no…”  (Salmo 136/7) si no me pongo en la piel, en la cabeza y en corazón de este niño, de este padre y de la madre que queda esperando en Fuerteventura.

sábado, 16 de mayo de 2015

A vueltas con lo religioso



Vivimos en un mundo secularizado que parece querer desacralizar la sociedad, reducir lo religioso a lo privado, y presentar un mundo completamente racional y tecnificado. La ilustración promovió una fe en el progreso, en la libertad, en la igualdad y la fraternidad de todos los seres humanos. Parece que hemos avanzado mucho en libertad, no tanto en igualdad y queda pendiente la fraternidad. Más de doscientos años después nos damos cuenta que los ideales de la modernidad no han llegado a su culminación y han quedado inconclusos en lo fundamental.
Hoy parece que lo religioso pierde competencia en la esfera de la ciudad secular, pero a su vez, se experimenta como un retorno de lo sagrado. Este coincide con una disolución de los grandes sistemas que acompañaron a la ciencia y la técnica, así como a la organización social del mundo moderno. Los pensadores lo denominan la disolución los grandes relatos o metarrelados del mundo. Ahora la modernidad tardía, un tanto cansada de ideología, se vuelve hacia lo religioso, ya que no parece haber razones filosóficas fuertes para rechazarlo. En el pensamiento se ha dado lo que se ha llamado un “giro narrativo”, que rescata la poesía, la narración, el mito y la religión.
Pero dejamos el pensamiento para otros artículos, ahora quisiéramos constatar el fenómeno social. Parece que en Europa, no en otros lugares del mundo que está creciendo, se percibe un importante descenso numérico en las iglesias cristianas por este fenómeno de la secularización. Ese vacío que deja el cristianismo es ocupado por una serie de espiritualidades difusas, incluso hay un retorno al paganismo, entendido como formas primitivas y regresivas de lo religioso.
Algunas son espiritualidades de la naturaleza, se vuelven a celebrar con fuerza los solsticios de san Juan o de invierno, las fiestas de la primavera, las marzas o las mayas, etc. Pero también proliferan numerosos movimientos religiosos y sectas, Haré Krishna, Edelweiss, Secta del Amor Libre, Nuevo Amanecer, Comunidad, Nueva Acrópolis,  Misión de la Luz Divina, Iglesia de la Unificación de Moon, Ceis, y otras. Incluso se constata una preocupación por lo demoniaco, lo satánico, lo apocalíptico y cultos cósmicos. Todo este fenómeno se conoce como la New Age, de claros tintes panteístas, ya que se presenta una divinidad fuertemente identificada con el mundo. Estas religiosidades incorporan toda una serie de elementos, como la adivinación y el tarot, medicinas naturales, terapias alternativas o espiritualidades de origen oriental. Toda una espiritualidad ecléctica, donde muchas personas con poca fe, han ido transfiriendo sus anhelos de trascendencia.
Tal vez vivamos en una época donde prolifera una “religiosidad sin Dios”, no sólo por estos movimientos espirituales difusos, también en nuestras sociedades del hiperconsumo, vivimos realidades fuertemente sacralizadas como el dinero, el poder, la violencia, las estrellas del celuloide o del futbol, la ciencia, la técnica o la pura ideología. Hoy todo parece decir, religión sí, Dios no.
Ante esa realidad constatable, me viene a la cabeza aquellas palabras de Ernesto Sábato que parece que le comentó Cioran: Todo se puede sofocar en el hombre, salvo la necesidad de Absoluto, que sobrevivirá a la destrucción de los templos, así como también a la desaparición de la religión sobre la tierra.
Eran días del ángel.
Las leyendas brotaban en las noches de agosto
y la tierra tenía el tamaño del mito.
Habitaban los dioses la extensión de las cosas
y todo era sagrado.
Y todo era sagrado.
El pan se compartía, rumor de la pobreza,
comunión con la tierra, con la vida y sus frutos,
recitábamos juntos las salmodias benéficas
y todo era sagrado.
Y todo era sagrado.
Conventino. Granito. Anunciación del mundo.
Castaños. Paredones. Casetinas. Espacios
que albergaban el ritmo de las horas sin límites
y todo era sagrado.
Y todo era sagrado.

José Luis Puerto, “Estela de lo sagrado”, Estelas.


viernes, 8 de mayo de 2015

La justicia no parte de la equidad sino del clamor de los pobres



Foto: Antena Misionera
Hace unas semanas escribíamos un artículo sobre el “Principio misericordia” y, terminábamos el artículo, con algunos de los frutos de la misericordia. Hacer presente la misericordia en el mundo actual, no es sólo amar y preocuparse por el otro, es habitar el mundo desde al amor de Dios, es hacer presente la justicia, la solidaridad, la responsabilidad, la inclusión y la resiliencia.
Queríamos decir unas palabras sobre  la justicia, en un mundo marcado por la agresión terrorista, el abuso de los niños, la violencia contra muchas mujeres, las muertes de muchos inmigrantes en mares cercanos, el hambre y necesidad de millones de personas, las catástrofes y terremotos, persecución y asesinatos de cristianos, numerosas guerras abiertas y casi silenciadas. Cuando estoy escribiendo este pequeño artículo leo en la prensa, que mueren 52 civiles que un ataque antiyihadista en Siria, o las declaraciones de unas de las niñas que se escapó de Boko Haram, que degollaron a su padre delante de ella. Podíamos seguir y no parar hablando de una realidad que nos conmueve, nos desborda y nos horroriza. En medio de este sufrimiento no es fácil hablar de un Dios misericordioso, todo nos invita a enmudecer y al silencio.
Pero no queremos caer en la desesperación, tampoco en el sinsentido y seguir buscado, seguir planteando preguntas, aunque a veces no tengan fácil respuesta, mantener abierta la esperanza. Mantener vivo el recuerdo presente y pasado de todo este drama, ya que el precio del olvido es insolidario y no nos hará más felices. De ahí el esfuerzo de W. Benjamin, que supo ver que el pasado no está clausurado y quería encender en el pasado la chispa de la esperanza,  traer al presente a las víctimas de la historia contra el olvido. M. Horckheimer le hizo saber que era una afirmación teológica, no filosófica. Así como ellos y otros pensadores queremos mantener abierta la historia, ya que mientras continúe la historia todo es posible. Mantener viva la esperanza es no renunciar a que un día reinará la justicia, si esto es teología, bienvenida sea.

Foto: Justicia y Paz
La justicia es el primer fruto de la misericordia, quiere concretar sus  exigencias, apareciendo de manera inseparablemente enlazadas en el Antiguo y Nuevo Testamento. En estos textos, la supremacía del amor respecto a la justicia, se manifiesta en la misericordia. El sentido de justicia no parte de la equidad sino del clamor de los pobres y de profundas situaciones de sufrimiento, es dar lo suyo al que carece de lo necesario. Más allá de que sea una ganancia o una aportación por el trabajo realizado, nos sitúa en el derecho por amor, justicia por amor, se da independientemente de las virtudes y características de las personas. La justicia de Dios es parcial, no da a cada uno lo suyo, da al que más lo necesita.
 Los profetas como Amós o Isaías, insistían que había que conocer a Dios por la práctica, eliminar del propio corazón la injusticia, la ambición, la violencia, el deseo de poder. Jeremías afirmaba que no se puede creer en un Dios liberador, sino se da la praxis de la justicia y la ayuda al desvalido. La justicia en los textos bíblicos no es neutra, no puede serlo si es fruto de la misericordia, es parcial y nos obliga con la cabeza y el corazón al clamor de los oprimidos. Así es Dios, escucha el clamor de su pueblo, les acompaña y hace justicia. Que bellos textos los del profeta Oseas, “Te desposaré conmigo en la justicia y en el juicio, en la gracia y en la ternura; te desposaré conmigo en la fidelidad” (Os 2,21). Los profetas llegan a identificar el conocimiento, de Dios, con la práctica de la justicia. Conocer a Dios, es lo mismo que amar a Dios, es hacer justicia al pobre.
En el Nuevo Testamento leemos la justicia como una Buena Noticia, como un don y un regalo que nos viene de Dios. La acogida del reinado de Dios, es acoger la justicia, los pobres y oprimidos son los destinatarios de la justicia de Dios. Así nos lo recordaba Lucas «enviado para anunciar el mensaje gozoso a los desventurados, para predicar a los cautivos la libertad y a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor» (Lc  4, 18s). Esa realidad profética, se ha cumplido en Jesús de Nazaret, que no sólo anuncia la Buena Nueva a los pobres, él ha sido uno de ellos. Recordemos que el mayor acto de misericordia de Dios se revela en la cruz y la resurrección. «…, a quien no conoció el pecado, Dios le hizo pecado por nosotros», (2 Cor 5, 21) escribía Pablo, resumiendo toda la profundidad del misterio.
Foto: Justicia y Paz
La misericordia debe ser entendida, como nos subraya W. Kasper, como la justicia propia de Dios, como su santidad. Solo así puede resplandecer la imagen del Padre bondadoso y compasivo que Jesús anunció con sus palabras y su vida. Pero no queremos subrayar ningún esquema de comprensión, Dios no se deja encerrar en palabras o ideas, es sólo una forma de aproximarnos. La misericordia es la revelación de la transcendencia de Dios respecto de todo lo humano, en ella se muestra como lo totalmente Otro y al mismo tiempo, paradójicamente, como lo totalmente cercano. La justicia es respuesta y es esperanza porque ella es la concreción del Amor.
La respuesta a este Dios, supone para el hombre creyente un cambio de vida y de mentalidad. Este cambio, no es sólo un cambio interior, es también cambio del lugar social en que habitamos, del lugar de la dureza y la injusticia, y pasar a caminar al lado de los sectores más sociales oprimidos. El compromiso por la justicia busca humanizar, dar vida y darla en plenitud con los más necesitados. Es hacerse pobre e identificarse con el proyecto de los pobres, es hacerse inmigrante e identificarse con su situación de necesidad y vulnerabilidad, es hacerse víctima e identificarse con el clamor de las víctimas.
Y exijo el sagrado
derecho al fulgor de la Zarza
antigua en el Horeb y a la luz
iniciática del Sermón de la Montaña:
ciervos de túnicas de seda
y manos blancas, resucitados
de sus viejos despojos, escriben
en las reverdecidas catacumbas
el nuevo abecedario
de la misericordia.
Meten
la mano en la hura del áspid
coros de niños refugiados
hasta entonces en los búnkeres.
Y con los dientes vaciados de la sierpe
esculpen sobre los montes heridos
los colores de un intenso
arcoiris.
Quintín García, dálet, “¿Dónde la luz?” nº 3, Elegías para un tiempo de víctimas

lunes, 4 de mayo de 2015

Confieso que he comido



Miquel Sen, sabio gastronómico y escritor de novela y ensayo, acaba de publicar Confieso que he comido. Si Neruda confesó que había vivido, Sen confiesa en esta obra que ha comido, mucho y bien.
Pues yo, sin pretender ni de lejos equiparación alguna confieso las dos cosas: que he vivido (ya muchos años y muy bien, sin queja posible) y que he comido (son las cinco de la  tarde y he comido a las 14´30 dos platos bien preparados y con apetito). Y esto que parece tan normal, es en realidad un problema serio.
Francisco Umbral, hablando, creo, de El Salvador, en sus tiempos, sacó su vena tierna (Ay, mortal y rosa, digo yo) y escribió: Es responsable el mapa, la cartografía de la miseria, el reparto del mundo en minas de oro y volcanes, en arroyos líricos (propiedad privada) y ríos salvajes, ham­brientos de geografía, lobos de agua entre niños de corral. Los he visto de cerca y me dan miedo de tan hermanos que son.
La última es una frase amorosamente feliz y más difícil de lograr de lo que pueda parecer. Y me la apropio al mirar el mapa de medio mundo, desde Níger (por recordar al país con el más bajo Índice de Desarrollo Humano) a Nepal (por señalar al que en estos días ha sufrido el dolor más grande). En Nepal han muerto miles de personas y a miles y miles de vivos se les ha ido media vida. Y yo confieso que he vivido… Y en Níger malviven y mueren sus dieciocho millones de habitantes que son pobres en todo y ricos en desierto y miseria, mientras yo tengo que confesar que he comido cada día y tengo que vigilar mi peso.
No es fácil gestionar esta situación que además se extiende violentamente hasta Siria, brutalmente hasta Libia, salvajemente hasta Kenia y dramáticamente por una larga y penosa lista de países de todos los continentes. Cada fugitivo/escapado/refugiado/huido sea de donde sea y por cualquier hueco que escape –patera, frontera, valla, monte o río- y llegue a o no llegue, sea devuelto o logre no tener nombre ni origen, cada uno está revestido de alta humanidad y me recuerda esa confesión de que he vivido sin necesidad de escapar de nada y que he comido sin tener que morir de no hacerlo. Cosa dura y sin paliativos ni placebos, aunque se pueden buscar en el mercado negro del occidente mejor acomodado y más ausente.
Tenía previsto escribir este sábado una cosilla sobre los anglicismos, pero me tropecé esta mañana de jueves con las palabras de B. Brecht y no tuve más remedio que cambiar de tema:
Me dicen: «¡Come y bebe! ¡Goza de lo que tienes!»
Pero ¿cómo puedo comer y beber
si al hambriento le quito lo que como
y mi vaso de agua le hace falta al sediento?
Y, sin embargo, como y bebo.                                                                                                                      … verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.