Juan Antonio Mateos Pérez
SALAMAMCArtv al DÍA
El
que busca la verdad debe estar preparado para lo inesperado, pues la
verdad es difícil de encontrar y desconcertante cuando se da con ella.
Heráclito
El
transhumanismo o posthumanismo es la palabra de moda en la era de la
tecnología y de la neurociencia. Esta corriente cultural e intelectual
de fuerte arraigo en Estados Unidos, tiene como objetivo transformar la
condición humana mediante el desarrollo y fabricación de elementos
tecnológicos que mejoren las capacidades humanas, tanto físicamente como
psicológicamente o intelectualmente. Se habla de las mentes sin cuerpo,
sobre todo por la difusión que en los medios tiene Stephen Hawking, y
de poder trasladar los contenidos de su cerebro a una máquina. Nos
anuncian desde la neurociencia que dentro de poco no habrá ciegos o que
se eliminará la sordera, conectado nuestro cerebro a una serie de
periféricos, con lo aumentará nuestra interacción con el entorno. Esta
corriente promete al hombre una nueva era, donde la relación del cuerpo,
mente y la máquina nos hará más inteligentes, más longevos, más
perfectos y más felices. Se aprecia que mezclan contenidos científicos
con elementos casi de ciencia-ficción, aunque hay pensadores importantes
implicados en esta línea de pensamiento, como el ingeniero de Google
Ray Kurzweil, o el filósofo Peter Sloterdijk.
Este
importante filósofo en su debate con Habermas en torno al humanismo,
comenta que todo el pensamiento Occidental se ha enclaustrado sobre sí
mismo, con una metafísica que propone la sensación de vacío, pero al
mismo tiempo tiene la necesidad de la emergencia del sujeto. El pensador
aboga por descartar los fundamentos sólidos del pensamiento y centrarse
en las sensaciones y los sentidos del espacio como experiencia de la
vida humana. Ya no se puede distinguir el estado de vigilia, verdadero y
compartido por todos y el estado de sueño, falso y privado. En la era
de las comunicaciones, no está clara la frontera entra ambos mundos,
en el ciberespacio la vigilia se puebla de androides donde ya no se
puede saber a simple vista si son hombres o replicantes. Por otro lado,
Peter Sltordijk entiende el humanismo como un periodo de domesticación racional del hombre
y la expansión de su poder sobre todo los objetos, colocando al ser
humano en el centro del mundo, comprendiéndolo todo desde sí mismo.
Propone una realidad post-humanista que parte de la fascinación por todo
lo que nos rodea y un despojamiento de toda singularidad subjetiva. Un
mundo donde no es fácil distinguir entre lo natural y lo artificial, un mundo ecológico más amplio dónde se incorpore la tecnología y la máquina.
Lo cierto
es que las máquinas ya nos superan en muchos ámbitos, el último
prodigio de la inteligencia artificial es un algoritmo que aprende a
reconocer la escritura en 50 alfabetos, generando conceptos nuevos que
hasta ahora estaban reservados sólo al hombre. Hoy tenemos teléfonos
inteligentes, ordenadores inteligentes, tabletas, mañana otros cosas,
puede que artilugios tecnológicos impensables, prótesis para nuestros
órganos, o bien conexiones para nuestro cerebro que nos harán
interactuar con el entorno de forma más efectiva. La pregunta es si todo
esto nos hará más humanos, menos centrados en nosotros mismos, más
éticos, más preocupados por los grandes problemas y por nuestro propio
planeta.
La filósofa Rosi Braidotti, comenta que se están borrando las fronteras entre lo real y lo virtual, propone construir un futuro más humano transcendiendo la negatividad, aprovechando las ventajas de las nuevas tecnologías. Comenta esta pensadora, que no estamos en final de lo humano sino en otro nivel superior de consciencia, en un nuevo salto evolutivo. Albert Cortina y Miquel-Àngel Serra, comentan si ¿Humanos o posthumanos?, estamos
ante un gran debate sobre el futuro de la condición humana, la
organización social. Comentan los autores que necesitaremos un humanismo
fundado en la conciencia universal, abierto a la trascendencia, centrado en la libertad y la dignidad de la persona.
Siguiendo a Hannah Arent,
subraya que fue san Agustín el primero en suscitar la cuestión
antropológica en la filosófica, con las preguntas ¿quién soy? y ¿qué
soy?, la primera se dirige al hombre, la segunda a Dios. Insiste la
pensadora que la condición humana no es menos teológica que la cuestión
de Dios. El hombre está en perpetua búsqueda de su humanidad,
esta búsqueda es una realidad existencial que nos ayuda a vislumbrar el
sentido de nuestra vida. El hombre es también un enigma, hay algo en él
sin límites, sin comprensión posible. Esta parte enigmática e
incomprensible de nuestro ser no podrá ser abolida ni por la
racionalidad, la ciencia, la tecnología, ni por la fe. El hombre debe
convivir con lo “insoportable”, con lo indecible que hay en él, que no
puede llenar ni la ciencia, ni la técnica, que son simples medios a su
servicio. El hombre aun contrayéndose con la racionalidad, con el
sentido, con la afectividad, con Dios, se construye también con lo
indecible y lo indescifrable. Si no está preparado para esta realidad,
perderá su calidad de ser.
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