Juan Antonio Mateos Pérez
El mundo está lleno de libros preciosos que nadie lee
Umberto Eco
Columna de opinión de SALAMANCArtv al DÍA
La semana pasada fallecía Umberto
Eco, uno de los intelectuales más reconocidos y globalizados de nuestro tiempo
junto con Noam Chomski. Saltó a la fama no tanto como filósofo o semiólogo,
sino como literato con sus dos grandes best sellers, El nombre
de la rosa o El péndulo de Foucault. Para los jóvenes universitarios
de los años 80, leímos más que sus obras filosóficas un libro sencillo y
práctico, Cómo se hace una Tesis. Técnicas y procedimientos de estudio,
investigación y escritura, donde intentaba orientar a los alumnos en la
investigación científica y sobre todo en la Tesis doctoral, un libro de
primeros auxilios. Luego llegaron otros libros, La estrategia de la ilusión
(1986); Los límites de la interpretación (1990); El superhombre de masas
(1995) ¿En qué creen los que no creen? (1996), diálogo epistolar
sobre la ética con el cardenal Carlo Maria Martini; Kant y el ornitorrinco (1999);
La historia de la belleza (2005), La nueva Edad Media (2010),
etc. Su último libro es una novela periodística, Número
cero (2015), es una reflexión y una fuerte crítica contra el
periodismo, internet y la mentira, la corrupción y la lucha por el poder.
Nació el 5 de enero de 1932 en la ciudad del Piamonte
de Alessandria, se educará en los Salesianos, realizando su carrera
universitaria en la Universidad de Turín. Su Tesis doctoral la realiza sobre el
problema estético de Santo Tomás de Aquino, un tema fecundo en su obra
que irá desarrollando en otros escritos estéticos y de filosofía del lenguaje.
Trabajará como profesor en las Universidades de Turín, Florencia, Milán,
acabando siendo catedrático de semiología en Bolonia. En 1999 es nombrado
presidente de la Escuela Superior de Estudios Humanísticos de Bolonia y en
2002, presidente del Consejo Científico del Instituto Italiano de Estudios
Humanísticos. A lo largo de su carrera mantiene una sorprendente capacidad
de innovación como pensador y como novelista. Las líneas de su
investigación y pensamiento son la semiótica, la estética, el lenguaje del arte
y la literatura, la lógica y la teoría de la interpretación.
Numerosos Universidades del mundo concedieron a
Umberto Eco el doctorado honoris causa, ha ganado importantes premios en
los que destaca en España el premio Príncipe de Asturias de Comunicación,
era uno de los 17 sabios del Foro de la Unesco. En el 2015, cuando recoge uno
de sus últimos premios, el título honorífico de “Comunicación y Cultura” en
Turín, aparece uno de los últimos titulares del escritor: Estamos asistiendo a la
invasión de los idiotas. Las redes sociales dan derecho hablar a legiones
de idiotas, promoviendo al tonto del pueblo a ser portavoces de la verdad. Es
una llamada de atención a filtrar las informaciones de internet, dándose por
válido muchas informaciones que no se saben su origen y procedencia. Internet
es el lugar donde se están disputando las noticias, las ideas, la verdad.
Para los que andamos detrás de la
filosofía y la religión, seguimos muy de cerca el diálogo epistolar entre
Eco y el Cardenal Martini, promovido por la revista Liberal, que más
tarde se editaría en forma de libro, ¿En qué creen los que no creen?.
Los dos interlocutores se intercambiaron ocho cartas, donde los temas tratados
fueron de tal envergadura y de tanto éxito en Italia, que atrajeron al debate
otros pensadores como Enmanuel Severino, Claudio Martelli, Eugenio Scalfari,
Indro Montanelli, Vittorio Foa y Claudio Martelli. En el diálogo entre
Umberto Eco y el Cardenal Martini, se trataron numerosos cuestiones de interés:
El fin del mundo y la esperanza en el futuro, la vida humana y el aborto, el
sacerdocio de las mujeres, los laicos en la Iglesia, la falta de fe, la base de
la ética. Umberto Eco, comentaba que le parecía evidente que la persona que no
ha tenido la evidencia de la transcendencia, o la haya perdido, lo único que
puede dar sentido a su propia vida y a su propia muerte, es el amor hacia los
demás, el intento de garantizar en cualquier otro semejante una vida visible incluso
después de haber desaparecido. El libro se cierra con la intervención del
Cardenal Martini, donde comenta que la ética precisa de la verdad, alabando el
debate y el estímulo para una reflexión común sobre el sentido del deber, de
los ideales éticos que todos sentimos o nos inspiramos independiente de las
posiciones que tomemos. La ética, sea laica o trascendente, en ella emerge una
esfera del significado fundamental de la vida que patentiza el sentido del
límite, de la esperanza, del bien, más allá de cuál sea el fundamento en
que basemos tal creencias.
Desde aquí queremos recordar ese anhelo de Umberto
Eco, hacia la vida, la verdad, la ética y sobre todo el diálogo fructífero con
la cultura. Un adiós con retorno. Gracias.