sábado, 25 de junio de 2016

En el nombre de Dios…

En el nombre de Dios…

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Juan Antonio Mateos Pérez
SalamancaRTV al DÍA


Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán «los hijos de Dios».
Bienaventuranzas (Mt. 5)
 
Juntos digamos «no» al odio, a la venganza, a la violencia, en particular a la que se comete en nombre de una religión o de Dios. Dios es paz, salam”
Francisco, en la Mezquita Central de Bangui



La religión se encuentra afectada por nuevos los desafíos de nuestra época, vivimos en plena globalización, en una sociedad líquida y postmoderna. Los problemas son universales y las religiones se ven afectadas y condicionadas por lo que ocurren en otras partes. Este nuevo horizonte plantea nuevos retos y nuevas formas de vivir la fe, donde lo local y lo universal tienden a integrarse, al igual que el yo y el nosotros.  Vivimos en era de la ciencia y desde su razón científica prima los saberes fundamentados, la filosofía que antes era ancilla theologiae, ahora se ha puesto al servicio esta razón instrumental.  La primacía de la ciencia ha generado un “cierre categorial”, que afecta no sólo a la religión, también a la filosofía, a la ética, la metafísica legitimando sólo los hechos empíricos. Dios ha dejado de ser relevante en una sociedad fuertemente impregnada por la ciencia, lo sobrenatural se diluye en “el crepúsculo de los ídolos”, en el nihilismo y en el escepticismo que se han instalado como huéspedes privilegiados de nuestra cultura. Hoy Dios resulta menos creíble que la religión, vivimos sin noticias de Dios, aunque en muchos lugares se mata en nombre de Dios.
Aunque me sienta como un extranjero en esta nueva tierra del ideario post-religioso quisiera seguir a vueltas con Dios y desenmascarar las falsas imágenes que nos hacemos de la divinidad, a veces imágenes que justifican la violencia. No tenemos más que ver las noticias y comprobar abusos y violencias que se ejercen en el nombre de Dios, cada día asistimos a “inmolaciones” y atentados que remiten a Dios. Dios es usado para justificar la violencia y la muerte. La violencia vivida en estos días con la matanza de Orlando, donde el ISIS se adjudicó su la autoría, aunque no debemos olvidar los atentados de Túnez, Kuwait, Francia, Somalia y Siria.
Hay una gran facilidad para el uso de la religión como elemento legitimador por el poder de turno ya sea religioso o no. Ya hemos hablado del chivo expiatorio y la sacralización de la víctima, el mecanismo humano de imitación, competitividad y celos recíprocos que analizó profundamente R. Girard. Jesús y su muerte en cruz, víctima inocente, desvela y termina con todos los chivos expiatorios, primando el amor y la misericordia.
Por otro lado, ha estado siempre el recurso a Dios para legitimar o deslegitimar el poder: “Dios lo quiere”, por la “Gracia de Dios”, ha sido el uso del caudillo o del monarca. Este uso de lo religioso, ha sido muy atractivo para el poder y  se han legitimado a lo largo de la historia, cruzadas, guerras, conquistas, violencias, masacres, etc.  Menos veces se ha utilizado lo religioso para denunciar los abusos y atacar el poder, en nuestra mente está Antón de Montesino y su “grito contra los conquistadores”.
Ahí está la frontera sangrienta del Islam con todas las religiones, con la ortodoxa en los Balcanes, con el hinduismo en Cachemira, con el catolicismo en filipinas y en Irak, con el judaísmo en Palestina, con el animismo en África, podemos seguir… Después del 11-S, ha servido para lanzar “el choque de civilizaciones”, visión que ha ayudado para encubrir los grandes problemas de carácter político, nacional, social histórico, etc. El integrismo y fundamentalismo árabe manipula al Islam para justificar sus actos de violencia cada vez mayores. Esto está influyendo a los más conservadores de Occidente y América, donde aparece también un fundamentalismo religioso en defensa de la “civilización cristiana”. Estos lamentables espectáculos de sangre y de violencia cuestionan lo religioso y el monoteísmo.
¿No sería más lógico pensar que el monoteísmo conduce a la tolerancia, ya que del Absoluto no hay representación, ni mente que lo alcance, siendo un misterio? A Dios nadie lo posee, por lo que siempre debemos hacerlo con aproximaciones, siempre limitadas e inadecuadas. Dios siempre es un misterio que supera al hombre. La verdad de Dios, incluso en Jesús, se nos comunica de forma limitada y finita. Esa verdad está sólo en Dios, todos somos buscadores de la verdad, no poseedores de la misma. Todas las tradiciones religiosas son destellos de la Verdad, no debemos excluirlas, ya que sólo Dios es la verdad. El insondable misterio de Dios, siempre se ha sometido a mediaciones, unas afortunadas otras muy distorsionadas de la realidad, que han hecho sufrir. Alguna de ellas todavía queda viva en ciertos grupos religiosos que no han desenmascarado los falsos dioses, provocando ataduras, prácticas religiosas violentas, y figuras opresoras de Dios.
El Dios de Jesús es un Dios con nosotros, un Dios amor que ama la paz y la misericordia. Felices los mansos, los que vacían su corazón de violencia y agresividad. Son un regalo para nuestro mundo violento, y un proyecto para todos. Recordamos aquel mandato de Jesús, amar incluso a nuestros enemigos. El amor de Jesús está en la base de su actuación y de su imagen de Dios, un amor realmente universal que alcanza a todos los hombres. Es necesario amar a los enemigos, a pesar de su rostro desfigurado, este amor es imprescindible para no caer en la deshumanización que genera odio y violencia. Amar incluso al violento no quiere decir dar por buena y justa su actuación, incluso denunciarla de manera tajante, pero su violenta actuación no debe llevar al odio que genera más violencia. Como decía Martin Luther King, ”el último defecto de la violencia es que genera una espiral descendente que destruye todo lo que engendra. En vez de disminuir el mal, lo aumenta”.
No se puede utilizar una teología del terror, debemos ir elaborando una imagen que evite los fundamentalismos por otra fundamentada racionalmente y religiosamente. No se puede justificar las guerras, justas o injustas, ni cualquier matanza o atrocidad, ya que Dios es paz, es misericordia, es liberación de cualquier sufrimiento gratuito, es diálogo y tolerancia. Dios se comunica con el ser humana, respeta su libertad, no impone, se ofrece y escucha. Dios es verdad y ésta se busca, no se posee, hay numerosos caminos que por los que se puede llegar desde la pluralidad. El Dios de Jesús, llama a la vida fraterna y a la gratuidad, lo que salva es el amor no las religiones, ya que nos enseña buscar a Dios y a nuestros semejantes. El Dios de Jesús, es un Dios que se une a nuestra humanidad y a nuestra historia, que se manifiesta no por la vía del poder, sino por la debilidad y por la vida. Conocemos su revelación en las escrituras pero no su plenitud, Dios sigue siendo un misterio y desborda a todas las religiones, incluso a la cristiana. Ante su misterio somos buscadores y en esta búsqueda debemos estar abiertos, ser acogedores, respetuosos y dialogantes.

domingo, 19 de junio de 2016

La mirada atenta



Juan Antonio Mateos Pérez  
SALAMANCArtv al DÍA



Lo que nos salva es la mirada
Simone Weil

La ética del respeto nos interpelaría para un único compromiso: Mirar con atención el mundo que nos rodea.
J. M. Esquirol
El mirar atento tiene que ver con los ojos abiertos, es fijarse bien para darse cuenta de algunos aspectos de la realidad y poder percibir las cosas de otra manera. El mundo en el que vivimos nos induce a la mirada fácil y poco profunda, se repiten siempre los mismos eslóganes, tal vez adornados por una retórica más refinada. La mirada atenta no sólo presta atención a mirar de los ojos, es una mirada de la mente y del corazón, es un mirar lento y reflexivo, atento de las cosas pequeñas, es la mirada que nos conecta con el mundo. Ese mirar de ojos abiertos, quiere hace visible los padecimientos invisibles, inoportunos y nos hace estar más atentos a la misericordia de Dios.
Una mirada atenta es necesaria en el mar de la indiferencia de nuestras sociedades, ricas en cosas materiales, muy consumistas y que se están volviendo tremendamente inhumanas. Frente a la cultura del yo y del egoísmo, del distanciamiento total, la mirada atenta propone la proximidad, la supresión de toda distancia. La pobreza, el miedo, el dolor, la incertidumbre, la exclusión social, los inmigrantes y refugiados políticos que gritan sin ser oídos por una sociedad que se ahoga en el mar de la indiferencia. No podemos entender los sucesos impactantes de muertos y abandonados en los campos de refugiados cada semana, cada día, en medio de una sociedad que celebra la banalidad y otras juergas, enferma e instalada en la indiferencia y en el consumo. El último informe FOESSA publicado por Cáritas, subraya que las desigualdades y la pobreza de muchos no es sólo consecuencia de la crisis, responde sobre todo al modelo social con el que construimos nuestra sociedad. El informe pide, sobre todo a nuestros políticos una mayor altura de miras y recuperar para la política de lo social a los ignorados y no visibles de nuestras sociedades.
Es necesario aprender a mirar, para ver claro nos decía Saint-Exupéry, basta con cambiar la dirección de la mirada. Aprender a mirar significa mirar de nuevo, como si las cosas  aparecieran por primera vez, centrarse en lo esencial, lo sencillo y lo más humano. Nuestra mirada atenta, requiere abrir la ventana del alma, reclama que todo lo humano no me debe resultar ajeno, nos situamos con la humanidad herida desde la sim-patía. La simpatía es detenerse ante el misterio del hombre y saber mirarlo con amor, significa ser solidario, mantenerse en onda, escuchar, entender, dialogar y discernir.
La desesperación de vivir sin rumbo y a la intemperie de tantos inmigrantes, las muertes en las playas del mar mediterráneo, la falta de eficacia en la gestión comunitaria y la vergüenza de sus medidas donde se prima la expulsión, nos interpela a una mirada crítica y atenta. Las personas que sufren se quedan sin voz. La desesperación y la injusticia las dejan sin palabras, no son capaces de gritar su protesta. El grito de la desesperación nos interpela a una mirada de la misericordia, más eficaz y comprometedora. Esta mirada atenta de la misericordia no nos deja indiferentes, sino inquietos y alterados ante las injusticias, es una mezcla de asombro y de indignación. Es una mirada a tantos sufrientes al borde del camino, su mirada es mi mirada, es una mirada prójima que apela a lo más profundo del corazón.
La mirada atenta y misericordiosa se inclina para acercarse al herido, al refugiado, se compromete con su situación, toca sus heridas. No es suficiente estar informados, hay que acercarse a la cuneta y palpar el dolor y los gemidos. La mirada atenta es una mirada llena de cariño, respeto y amor, es una mirada inclinada a aliviar el sufrimiento e infundir esperanza. Esa mirada atenta que sabe mirar la vida amorosamente hasta el fondo, puede  vislumbrar las huellas de Dios.
Tal vez en esta mirada está la esencia del Evangelio como nos comentó Jesús: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. Amar al prójimo es la clave de todo lo bueno y el signo distintivo del cristiano. Juan Crisóstomo comentaba que el amor al prójimo es mejor que cualquier otra práctica de virtud o de penitencia, mejor incluso que el martirio. La espiritualidad de la mirada atenta comienza por “abrir los ojos”, germina en un corazón educado en la misericordia y se hace realidad en abajarse socorrer al herido.

domingo, 5 de junio de 2016

Cultura y religión


Juan Antonio Mateos Pérez
SALAMANCArtv al DÍA

La religión implica que el orden humano sea proyectado en la totalidad del ser
Peter L. Berger

La cultura es el modo que tiene el hombre para situarse en el mundo. El ser humano aprende en el seno de la sociedad para adaptarse al medio en el que vive, pero con su inteligencia lo transforma para hacerlo más habitable: caza para alimentarse, hace fuego para calentarse, desarrolla la agricultura, construye casas, vive en sociedad, etc. Para esa transformación pensada e inteligente de su entorno necesita la cultura: el lenguaje, la técnica, la moral, el derecho, la economía, el arte, la ciencia y la religión. La cultura no es accidental en el hombre, es un atributo esencial del ser humano, es fruto y vehículo de relación y convivencia.
Cada pueblo realiza todo ese proceso de forma particular, ya que la cultura no es individual es un proceso colectivo, tanto se trate de una tribu, una comunidad, una nación. El mero hecho de vivir juntos, cada generación transmite a la siguiente una serie de pautas de conducta, una formade ser en el mundo, cada individuo se socializa en el grupo al que pertenece. En nuestro mundo hay numerosas culturas diferentes, vivimos en el planeta multicultural, pero debemos subrayar que unas culturas son más humanizadoras que otras, hacen posible un espacio más habitable. El asunto no es fácil, por un lado nos movemos con culturas en sus contextos, con normatividades locales, pero por otro no podemos renunciar a establecer una serie de valores universales. Esto no quiere decir que ciertas culturas se conviertan en el patrón desde el cual se juzgue a las demás, el diálogo intercultural es la base para crear formas compartidas de deliberación y de convivencia ciudadana.
Nuestras sociedades complejas viven en una realidad que llamamos secularización, en la actualidad no es necesario acudir a lo religioso para legitimar el poder político, la ciencia y la medicina sustituye a las novenas y exorcismos, ahora basta con un contrato social. Esto no significa que lo religioso no tenga su importancia en la sociedad y esté presente bajo nuevas formas de espiritualidad. En una época dominada por la ciencia y la técnica, no se ha podido eliminar la angustia y  la pregunta por el sentido. La religión, ha sido el proyecto más amplio para reducir el temor básico, lo que Mircea Eliade llama el terror histórico, el aparente triunfo del mal. La religión es algo más que un autoengaño y una mera ilusión. Además de reducir el terror de la historia, el terror primigenio, es el ensayo más consistente para dar sentido a los anhelos humanos.
Es cierto que lo religioso ha servido a lo largo de la historia para legitimar y justificar formas de poder. Es la crítica que le hizo la Ilustración y los grandes maestros de la sospecha, separando las dos esferas: por un lado el poder y por otro la religión. Pero lo religioso transcendió pronto ese papel instrumental, y ha contribuido a mediar entre los intereses egoístas y el interés general, evitando serias perturbaciones sociales. La religión, engloba visiones y creencias compartidas por los más variados estratos sociales, pero transciende lo social y se proyecta hacia lo infinito. El hombre requiere del sentimiento religioso para hacerse un lugar en el cosmos y de su propia identidad. La ciencia no cubre todos los anhelos, la religiosidad puede dar un sentido, aunque sea débil, en un desierto ilimitado e indemostrable.
La religión, siguiendo a Talcott Parsons o Peter L. Berger, capacita al hombre para el obrar social, ayuda a mantener la sociedad. Por otra parte,  salvaguarda el proceso de la formación de la identidad, al  preservar al individuo de desaparecer por completo en la sociedad, le posibilita el poder preservarse a sí mismo frente a la pretensión social de totalidad. Esa identidad del yo, no es vivida como unidad constante de la persona, le pone en tela de juicio, ya que el curso de la vida le sobrevienen situaciones de crisis, algunas en parte previsibles (como llegaba a la edad adulta, ejercicio de una profesión, matrimonio, jubilación, etc.) o de forma más casual y menos previsibles (enfermedades, fracaso profesional, divorcio, guerras, destierros, catástrofes naturales...).
En las circunstancias críticas de la vida la religión acompaña al hombre con sus ritos, para salvaguardar el curso vital como un contexto rítmico. Y en las situaciones límites y menos previsibles, procura salvaguardar esa conexión de la línea de vida individual mediante una interpretación religiosa de las situaciones amenazadoras, como la “cura de almas” y el reforzamiento ritual, al tiempo que intenta conectarla con el objetivo de la vida.

martes, 31 de mayo de 2016

Antonio Colinas, "Los silencios de fuego"




Juan Antonio Mateos Pérez
 SALAMANCArtv al DÍA

El silencio no es diferente a la palabra interior
L. Lavelle.
Hace unos días conocimos la noticia, nuestro amigo, vecino y gran poeta Antonio Colinas, ganó el premio XXV Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el Cervantes de la poesía. Se premia una vida dedicada a la poesía, una vida y lírica que ahonda en una razón cordial, sentimiento y pensamiento se unen siguiendo las huellas marcadas por María Zambrano o San Juan de la Cruz. En su poesía lo religioso y existencial se toman de la mano como un estado de plenitud, el poeta y el místico dialogan con el misterio como algo consustancial en la vida. El pensamiento y la poesía son caminos diversos que nos llevan a la misma meta, ésta está más allá de la realidad aparente, una realidad que apunta al misterio de nuestra existencia, al misterio del ser.

Todo el espacio
para el silencio,
el silencio
es mi espacio

Comenta el poeta que cuando no sirven las palabras hay que buscar un reencuentro con el silencio. Es un riesgo, ya que el camino del silencio puede volverse extraño para los demás, para el entorno, pero la verdadera tragedia está en ser un extraño para uno mismo. En el silencio se habla desde una libertad sin límites, donde la palabra y el concepto ya no sirven, no son ciertos, son un gran espejismo. Una voz se agita en nuestro interior y nos llama a luchar contra ella misma, una voz que nos llama a luchar contra la voz.

En su poesía Antonio Colinas tiene una visión pacífica de la vida, son un auténtico tratado de la mansedumbre, pero no está ausente de los problemas de su tiempo como en su poemario Los silencios de fuego (1992). Esta obra es un tríptico escrito inmediatamente después de la guerra del Golfo, una poesía arraigada en la propia vida, más allá de la apariencia inmediata y literal. En el silencio, en el abismo del vacío, uno reconoce su propio ser como si viera en un espejo y tiene la sensación de habitar el mundo y volver al hogar. La primera hoja del tríptico de Los silencios de fuego son “Homenajes y presencias”, donde Colinas recoge con un cierto escepticismo el deterioro de la cultura Occidental y por lo tanto de la crisis del lenguaje. El poeta es el que guarda y multiplica la fuerza de la palabra y ha hecho del habla un dique contra el olvido.

He traído hasta este valle
mi cabeza sobrecargada de ideas,
mi corazón abrumado de sentimientos,
pero aquí, en su paz, he sabido
del silencio de la nada,
de la sublime purificación del vacío.

La segunda hoja de esta trilogía “Entre el bosque y el mar”, al poeta le inspira la naturaleza como un mundo que se escapa a la barbarie, el refugio para huir de la modernidad. La vida sigue latiendo en el silencio de la naturaleza. Cada vez que estamos absortos en la naturaleza, en una puesta de sol, en un amanecer, en un paisaje, en un día de lluvia sin intentar captúralo, estamos iluminados.

Se cuenta que una vez Buda sentado con sus discípulos le preguntaron por el sentido de la vida y la muerte, de la existencia, del ser. Buda tomó una flor entre sus dedos y la mostró, sólo uno comprendió que la vida es un misterio. Un misterio tan inexplicable como la maravilla de una flor que nace, como un atardecer o un bello paisaje que brilla un instante para alabar a su creador y muere. La esencia de la vida es un profundo misterio.

Alguna noche habremos de encontrarnos.
No sé si en éste o en otros mundos.
Tendrás la voz quebrada, el cuello blanco,
Olerá el mar a azahar en la penumbra.
Nos soñamos de lejos para amarnos
Y sólo nos amamos al soñarnos.
Alguna noche besaré el misterio.

Nuestro único viaje es un profundo silencio, desdichado el que no ha podido percibir el aroma de esa búsqueda, tal vez acosado por los afanes de la vida, por los sufrimientos, enfermedades, luchas, pérdidas, soledades o egoísmos. Vivir en el silencio es comprender que esos pensamientos son nuestra más horrible creación, que nos limita de toda libertad y de toda plenitud.

Se cierra el tríptico con “Tierra adentro”, es el tiempo de la esperanza, depara al hombre la posibilidad de superarse así mismo, de rescatar sus silenciosas cenizas y extraer la luz en una síntesis ideal. Allí donde cesan las palabras del poeta comienza una gran luz, la poesía se estira hasta el límite apuntando hacia lo sagrado. En ese límite experimentamos la certidumbre de un significado divino que nos supera y nos envuelve. Lo que está más allá de la palabra del hombre nos habla elocuentemente de Dios. El silencio envuelve y precede a la Palabra revelada. La palabra no puede “nacer” en el hombre ni en la humanidad no puede nacer sino a través de una larga, secreta y silenciosa maduración. El silencio es un regreso a las fuentes de la vida, a lo más bello y esencial de cuanto nos habita. Es un retorno a nuestro ser, al ser de Dios que se encarna en nosotros.

Cuando Todo es Uno
y cuando Uno es Todo,
cuando llega la hora interior,
se inspira la luz
y se espira una lumbre gozosa.

Entonces, amor se inflama
y oímos los silencios de fuego.

Gracias Antonio por este misterio armonioso de vida y poesía que nos ofreces. Un abrazo y enhorabuena.


martes, 24 de mayo de 2016

El silencio habitado



Juan Antonio Mateos Pérez
SALAMANCArtv al DÍA
Si yo fuera médico y me preguntaran que consejo dar, respondería: ¡Guardad silencio, haced callar a los hombres!
S. Kierkegaard

Después de un largo recorrido en el blog de SalamancaRTV al Día, hoy publicamos el artículo cien, casi dos años de presencia,  donde hemos intentado recorrer los caminos del silencio. Meditar, transcender e intentar no ahogarnos en la espuma de las palabras de un mundo a veces vacío y zarandeado por los vientos mediáticos. Vivimos en una sociedad con demasiadas voces, hoy no se representa nada fuera de la escena, un flash de informaciones nos asaltan cada amanecer antes de ir al trabajo, el ruido de los coches, los timbres, las voces amplificadas cada vez con mayor intensidad, el desasosiego y el vacío están suprimiendo la esencia más profunda de lo que somos.
 Es necesario como nos aconseja Kierkegaard una cura de silencio para tomar altura y profundidad y poder ser uno mismo. Hoy más que nunca hay una necesidad de ahondar en un silencio, corporal, mental, afectivo, místico, para poder vivir habitados en nuestro ser más profundo en medio del torbellino de la vida. Elogiar las cosas cotidianas, refrenar el vuelo, saborear lo sencillo y ralentizar el tiempo para escuchar el sonido de las olas, oír el silencio de las montañas y caminar temprano por toda la belleza de la creación.
La verdad del silencio comienza por los caminos del asombro, dejándose sorprender por la existencia. Ese asombro se despierta desde la razón poética, una mirada honda y raíz de lo auténtico, cuna del arte, de la ciencia, de la religión, de la gratuidad y origen de la verdadera filosofía como nos desvelara Platón. El asombro se escapa a toda lógica, ha de relacionarse con lo excepcional, ir más allá y buscar caminos, una capacidad que nos permite desvelar el interés por lo que es, por la esencia más profunda. En esta capacidad de asombrarse, podemos articular una doble capacidad humana de conocimiento: Un conocimiento al servicio de la necesidad que se distancia de la realidad y la reconoce dibujándola y objetivándola; y en segundo lugar, un conocimiento gratuito, asombrado o silencioso, capaz de conducir al individuo más allá del conocer necesitado y de su mundo correlato. 
Por esta última senda hemos querido caminar en este blog, un navegar por los límites, asumir esa condición fronteriza entre el pensamiento y el sentimiento, desde la razón cordial, como nos decía nuestro Miguel Unamuno. Esta razón no desecha ningún planteamiento y ninguna pregunta no le es ajena, llegando hasta lo más transcendente de ser.  Sabemos que no basta sentir el Misterio, no es suficiente la contemplación, sino el esfuerzo conceptual. Husserl nos recordaba que el racionalismo es un error, pero la racionalidad es un imperativo ineludible. Atenas y Jerusalén son las dos posibilidades del existenciario humano, contemplando en tensión ambas posibilidades desde la razón y el corazón.
El silencio es un camino que conduce al corazón del hombre habitado por el Espíritu, desde esa Presencia inefable encuentra su verdadera presencia en sí, en el mundo y con los demás. Este “silencio habitado” es compatible con la estructura y vocación del hombre. Esa presencia de Dios, si es buscada, si es reconocida, la dimensión interior del hombre le posibilita para la transcendencia y para un amor más profundo que nos libera. Este encuentro con Alguien es necesario para un silencio fecundo, de lo contrario puede provocar un tremendo aburrimiento o un gran vacío que acaba por amenazar nuestro equilibrio. Esa pedagogía del silencio nos la abren los grandes místicos, donde el amor ya no plantea preguntas sino que se abre al misterio de Dios y Dios responde al hombre liberándolo de sus preguntas. No todos estamos llamados a vivir como místicos, pero todos tenemos la necesidad vital del silencio. Comentaba Julien Green en su Diario: El silencio de esta habitación donde escribo es una de las mayores riquezas de mi vida. Yo así lo siento, así lo pienso. Gracias.

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miércoles, 18 de mayo de 2016

La libertad y las redes sociales




 
Juan Antonio Mateos Pérez
La persona misma se positiviza en cosa, que es cuantificable, mensurable y controlable. Sin embargo, ninguna cosa  es libre. Sin duda alguna, la cosa es más transparente que la persona. El Big Data anuncia el fin de la persona y de la voluntad libre.
Byung-Chul Han, Psicopolítica

Las redes están que arden con la campaña política que se acerca, se oponen de forma rotunda la publicidad electoral, se proponen a personas sin recursos para las mesas, sobre todo que se recorte el gasto. El uso de las redes sociales fueron decisivas para movimientos como el 15 M, pero han tardado en movilizar el movimiento de Nuit Debout (noche en pie)  en Francia. Ahora están preparando un movimiento global para el 15 de mayo en todo el tablero europeo, esto puede favorecer a los partidos que han sacado ventaja en situaciones de movilización social.
Se aprecia ya un cierto cansancio político en nuestra “sociedad del trabajo y del rendimiento”, este uso cada vez mayor de las redes sociales parece que va tejiendo una membrana impermeable en el individuo que lo va aislando del entorno y lo que predomina es el “enjambre digital”. Toda una serie de individuos aislados que carece de un nosotros, es la nueva masa que interactúa en nuestra sociedad, pero los dominan la sociedad neoliberal saben que carecen de una acción común, de una sola voz que puede constituir un verdadero contrapoder que pudiera cuestionar de forma profunda el poder establecido. Sólo se percibe ruido, un hablar sin coherencia que no permite el auténtico silencio para reflexionar en profundidad.
No podemos por menos que recurrir nuevamente al filósofo coreano Byung-Chul Han, pensador que ha realizado toda carrera académica en Alemania en diálogo con importantes pensadores como Heidegger, Marx, Foucault, Agamben, Stiegler, Deleuze, Baudrillard y Benjamin. Ha escrito importantes obras se han traducido al castellano como La sociedad del cansancio, La sociedad de la transparencia, La agonía del Eros, En el enjambre y Psicopolítica. En esta última nos presenta al individuo propio de la sociedad del neoliberalismo, donde se cree liberado de todo tipo de coacciones externas, pero se somete a coacciones internas y coacciones propias en forma de una coacción de rendimiento y optimización. El poder del explotador se traslada al propio sujeto, el sujeto que se cree libre es un auténtico esclavo, la única realidad libre es el capital que explota la libertad del individuo. El capital como decía W. Benjamin es la nueva religión, el nuevo Dios, un culto que no libera sino que culpabiliza al individuo.

Las redes sociales que se nos presentan como la libertad y comunicación ilimitadas como proponía Microsoft, se convierten en una forma de control y vigilancia. Las grandes multinacionales de las redes sociales (Facebook, Google, Twitter, etc) trabajan manejando nuestra información y nuestros datos, como si fueran servicios secretos para extraer beneficios de nuestros comportamientos en ellas. Hoy nos estamos dirigiendo hacia una psicopolítica digital que controla a los individuos desde dentro, desde su propio ser.
La política neoliberal busca formas refinadas de explotación, seminarios y talleres de management, jornadas de coaching empresarial, liderazgo, etc., el objetivo es conseguir una producción ilimitada. Esta dinámica de autoexploración genera enfermedades como la depresión y ansiedad, haciendo culpable al individuo no al sistema. Es una forma silenciosa de ajuste interior del individuo, sustituyendo la libertad por la libre elección y consigue implantar una dependencia tecnológica por medio del placer. El primer síntoma de lo que Han denomina el síndrome de burnout o agotamiento es la euforia. Eso hace que el individuo se vuelque en el trabajo hasta quedar rendido.
En esta sociedad, se reclama transparencia en nombre de la libertad de comunicación, pero es en realidad un dispositivo neoliberal. Esto empobrece porque a través de la comunicación y la información se impone un lenguaje carente de misterio y ambigüedad perdiendo su relevancia cultural como elemento de vida. En palabras de Han, estamos ante una sociedad pornográfica, una tiranía de lo luminoso y la visibilidad, al estar todo al descubierto, lo no visible se vuelve sospechoso. La transparencia que hoy se exige a los políticos es todo menos una reivindicación política, no se exige transparencia sobre los procesos políticos de decisión, solo al consumidor interesan como objeto de escándalo. Esto no es la reivindicación de un ciudadano, sino de un espectador pasivo. Se funda una democracia de espectadores pasivos produciendo la pérdida de lo político, una masa de individuos aislados, se va constituyendo un espacio público digitalizado y con un discurso tremendamente empobrecido.
La tesis de Han, es que hoy no se consumen objetos, lo que realmente consumimos son emociones, un mercado en el que se exponen, venden y consumen intimidades, el vehículo perfecto para su control son las nuevas tecnologías. La inmensa cantidad de datos que se manejan en los servidores, lo que el pensador llama Big Data hacen que el futuro sea algo predecible y controlable, ciego ante el acontecimiento. Esta herramienta permite hacer pronósticos sobre el comportamiento de las personas, sobre sus tendencias políticas y de consumo y permite reducirlas a un nivel prerreflexivo, dando lugar a un fuerte idiotismo. Es una forma de control y vigilancia total de los individuos en nuestras sociedades globalizadas y que está suponiendo una auténtica crisis de la libertad.

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martes, 10 de mayo de 2016

Etsi Deus no daretur (como si Dios no existiera)



 

Juan Antonio Mateos Pérez
"Me gustaría hablar de Dios, no en los límites, sino en el centro, no en la debilidad, sino en la fuerza, no a propósito de la muerte y de la falta, sino en la vida y la bondad del ser humano. En los límites, me parece preferible callarse y dejar sin resolver lo que no tiene solución (...). Dios está en el centro de nuestra vida, estando más allá de ella".
Dietrich Bonhoeffer

Nuestra cultura parece que quiere vivir sin Dios, el nihilismo, el pluralismo social y la relativización posmoderna de las creencias inciden también en el propio cristianismo. Nuestro mundo se ha instalado en la indiferencia de lo religioso, o bien en un ateísmo práctico donde numerosas personas viven “como si Dios no existiera”. Este ateísmo tiene como mejor argumento el sufrimiento de los inocentes, como insinuaba Dostoievski, donde quería devolver su entrada para el cielo. Las respuestas buscadas por el excelente escritor ni la sagrada escritura, ni la filosofía pueden responder. Otros argumentos que el ateísmo añade son la incompatibilidad de la imagen cristiana con el mundo científico, o bien que sólo sin Dios el hombre puede llegar a la madurez. La pregunta por Dios es en nuestra cultura irrelevante, parece que al no plantearse la pregunta lo más inteligente es un largo silencio. Este ateísmo práctico no tiende a demostrar que Dios no existe, lo que se busca es crear un mundo donde Dios no sea necesario.
Podemos destacar otra línea de reflexión en nuestra sociedad, donde es difícil clarificar que se entiende por Dios, admitiendo una pluralidad de significados. La presencia de otras religiones en nuestra cultura europea y en nuestra sociedad, han contribuido a la vaguedad, tomando conciencia que hay muchas maneras de hablar de lo divino y lo sagrado, incluso hay religiones sin Dios como el budismo. La fe cristiana está hoy confrontada a otras cosmovisiones, esta pluralidad erosiona su pretensión de universalidad y hegemonía, provocando en nuestra sociedad que las ideas cristianas sean difusas y equívocas, incluso para los propios cristianos. Muchas personas, sobre todo de clases medias, aunque se casen por la Iglesia o tenga una cierta religiosidad difusa, lo cierto es que viven como si Dios no existiera, en sus vidas se ve la inexistencia de Dios, como si Dios para ellos en su realidad cotidiana o en sus aspiraciones de sentido la realidad Dios no es necesaria o es superflua.
El teólogo y pastor protestante Dietrich Bonhoeffer (1906-1945), introduce hace ya 70 años la expresión “Vivir como si Dios no existiera…” en nuestra cultura y en la literatura teológica. Aunque la frase puede remontarse al siglo XVII con el cristiano Hugo Crocio, había sostenido que el Estado debía legislar como si Dios no existiera, y que el derecho natural sería válido etiansi daremus non ese Deum. Bonhoeffer escribe desde la prisión, por el delirio destructivo de Hitler, su testamento teológico Resistencia y sumisión, afirmaría que no existe un Dios cuya existencia se pueda demostrar. Es decir, no existe un Dios objeto, manipulable, no niega su omnipotencia, solo lo considera como a Dios mismo, no visible, misterioso. El pastor protestante pensaba en una sociedad donde el Evangelio pudiera ser lo que es, buena noticia. El hombre es un ser autónomo en el campo de la ciencia, de la técnica, del arte, de la política y todo lo que hay y se hace sobre el mundo es como si Dios no existiera. Esta realidad quiere significar que el mundo es mundo y el y hombre es mera criatura. Aceptando esta realidad asistiendo a la mayoría de edad del hombre, es cuando pueden tener sentido las palabras de Jesús como fuente de vida, de sentido y de salvación, no como una mera superestructura religiosa.
Los primeros cristianos eran tildados de ateos por la cultura griega, no estaban vinculados a ningún templo ni exterioridad religiosa, sus signos como el bautismo o la eucaristía querían ser expresión de la vida en plenitud, ya que Dios estaba en todo y en todos. Bonhoeffer defendía que el cristianismo deberá situarse en la vida real de los hombres y no fuera de ella, la misma vida es el verdadero signo de Dios. Lo determinante en la fe en Dios es el proyecto de vida, el sentido que se le da a la existencia y las metas y valores que movilizan.
En nuestra cultura contemporánea que parece no necesitar a Dios, también se habla de la muerte del hombre, será que esa indiferencia y la muerte de Dios anunciada arrastra también al hombre. Al expulsar a Dios de nuestras vidas vivimos en un mundo creado por nosotros mismos que a veces refleja nuestras propias miserias. Necesitamos alumbrar nuevas luces en nuestras conciencias que nos abra el camino en medio de nuestros conflictos y contradicciones. Necesitamos que nazca de nuevo en nosotros el Dios de la vida, basta ahondar en nuestros interrogantes y en nuestros anhelos más profundos. La salvación no afecta al hombre desde fuera, sino que lo alcanza en lo más profundo de su ser, una semilla de resurrección se halla ya en nosotros. Sólo debemos salir, incluso en la noche como Nicodemo y nacer de nuevo, llamar a la puerta de Jesús y preguntar ¿Qué soy yo para Dios? ¿Es cierto que soy querido y esperado? ¿Es posible que esa realidad transcendente que soy se defina desde Dios? Estamos habitados por el Dios de la vida, cada hombre posee un atlas del cielo que el propio Dios abrió en su humanidad.