jueves, 24 de julio de 2014

“Soy testigo de que Epafras se preocupa mucho por los de Laodicea y Hierápolis…” (Col 4, 13)

23, julio, miércoles: ANTIOQUÍA DE PISIDIA - PAMUKALE
“Soy testigo de que Epafras se preocupa mucho por los de Laodicea y Hierápolis…” (Col 4, 13)
A primera hora, salida para Yalvac, es la antigua Antioquia de Pisidia – Visita al área arqueológica (templo de Augusto, iglesia de San Pablo) - Traslado a Pamukale (“castillo de algodón”): visita a los restos arqueológicos de Hierápolis (necrópolis, ágora, teatro, martirio de San Felipe) – Visita a las cascadas.

Ayer no pudimos hacer esta página del blog, aunque estamos en la edad de las comunicaciones y, fuimos a uno de los sitios más turísticos de Turquía, a un hotel grande, no pudimos conectarnos a la red. Después de un viaje largo, llegamos a los restos arqueológicos de Antioquía de Pisidia. Es  una de las primeras ciudades en albergar una comunidad cristiana durante el siglo I. Según ese texto (Hechos 13, 2), el apóstol san Pablo visitó esta ciudad en su primer viaje misionero, alrededor del año 44 d. C.  Fundada por los reyes seléucidas en el siglo III a.C, era una aglomeración muy pequeña cuando los ejércitos de Roma, en el año 25 a.C, la ocuparon. La decisión tomada por Augusto de establecer allí una colonia romana la transformó. Los veteranos desmovilizados después de Actium, obtuvieron allí tierras que ellos cultivaron. Con una condición: hacer reinar el orden en la población, para lo cual estaban perfectamente preparados. La colonia Caesarea, encrucijada de rutas, se convirtió en el motor de la romanización en Pisidia. Antioquía pasó a ser una réplica de la capital del Imperio: administración, tradiciones religiosas, división en barrios, cuerpos de ciudadanos. Se tomó la costumbre de llamarla: "la pequeña Roma".


Imaginemos a Pablo y a Bermabé atravesar las  murallas romanas. Después de haber atravesado la puerta, romana, claro está, se encuentran frente a dos avenidas perpendiculares bordeadas de pórticos: una -de sur a norte- que lleva el nombre del emperador Augusto: la otra -de oriente a occidente- erigida bajo el signo de Tiberio. Esta última los conducirá hasta una puerta monumental con tres arcos, decorada con emblemas que celebran la victoria de Actium. Estos propileos permiten acceder al centro de una vasta explanada rodeada de un pórtico de dos pisos, tallado en la roca: la plaza de Augusto. En la mitad de ésta, el templo principal de la ciudad, dedicado naturalmente al emperador-dios Augusto.

Leemos en Hechos de los Apóstoles que “la Palabra del Señor se difundió por toda aquella región”. Y esto, inicialmente, gracias al trabajo misionero de Bernabé y Pablo. En un segundo momento, Pablo acompañado de Silas volvió a las ciudades en las que habían anunciado la Palabra del Señor, para “fortalecer a estas Iglesias en la fe”.
Nos animamos, como peregrinos que van rastreando las huellas de Pablo, a completar con nuestra imaginación los restos que quedan de los pasos de Pablo y de otros misioneros cristianos por estos arduos caminos.
Libro del peregrino, pág 28
HIMNO de PEREGRINOS
Somos un pueblo que camina,
y juntos caminando podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba,
sin penas ni tristezas, ciudad de eternidad.
Somos un pueblo que camina,
que marcha por el mundo buscando otra ciudad.
Somos errantes peregrinos en busca de un destino,
destino de unidad.
Siempre seremos caminantes,
pues, sólo caminando podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba,
sin penas ni tristezas, ciudad de eternidad.
Libro del peregrino, p. 28 y 29


Después de comer, fuimos en auntobús a Pamukkale, donde está situada los restos arqueológicos de Hierápolis. Allí la mayor sorpresa fue visitar las avanzadas excavaciones de la tumba del Apóstol Felipe. uno de los discípulos de Jesús de Nazaret, nacido en Betsaida (Galilea) (Juan 1, 44), junto al Lago de Genesaret, y muerto según la tradición apostólica en Hierápolis (Turquía). Felipe estaba entre los que seguían a Juan el Bautista y contaba con él cuando Juan señaló por primera vez a Jesús como el Cordero de Dios. El Cuarto Evangelio registra tres episodios referentes a Felipe que ocurrieron durante la vida pública del Salvador:
-          Antes de la milagrosa alimentación de la multitud, Cristo se vuelve a Felipe con la pregunta: “¿Cómo vamos a comprar pan para que coman estos?” a lo que responde el Apóstol: “Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco” (6, 5-7).
-          Cuando algunos paganos en Jerusalén vienen a Felipe y le expresan su deseo de ver a Jesús, Felipe informa del hecho a Andrés y luego ambos llevan la noticia al Salvador (12, 21-23).
-          Cuando Felipe, después de que Cristo hubiera hablado a sus Apóstoles de conocer y ver al Padre, le dijo: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”, recibe la respuesta: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (14, 8-9).

La tumba del Apóstol fue descubierta por Francesco D’Andria en el año 2011. En 1957, se permitía al equipo de arqueólogos hacer búsquedas en Hierapolis. El profesor Paolo Verzone fue el primer director de aquella misión. Empezó enseguida naturalmente a buscar la tumba del apóstol Felipe. Concentró las excavaciones en un monumento que era ya en parte visible y conocido como la iglesia de San Felipe, y descubrió una extraordinaria iglesia octogonal. Una auténtica obra maestra de la arquitectura bizantina del siglo V, con arcos maravillosos en travertino. Todo este conjunto de construccionesm realizadas con tanto cuidado y detalle, hacía pensar que eaquella era una gran iglesia de peregrinación, un santuario muy importante, y el profesor Verzone lo identificó como el Martyrion, es decir la iglesia martirial de san Felipe y por tanto pensaba que hubiera sido construida sobre la tumba del santo.

Excavando en y limpiando en el año 2011, vino a la luz la planta de una gran iglesia. Mientras que el Martyrion era de planta octogonal, esta era de planta basilical, con tres naves. Iglesia estupenda, con capiteles en mármol, refinadas decoraciones, cruces, frisos, ramas vegetales, palmas estilizadas dentro de nichos y un pavimento central con teselas de mármol con motivos geométricos de colores: todo referible al siglo V, es decir la edad de la otra iglesia, el Martyrion. En el centro de la iglesia, una tumba romana que se remontaba al siglo I después de Cristo. La iglesia, en el siglo V, había sido construída justo en torno a aquella tumba romana pagana, para protegerla, porque aquella tumba era evidentemente importantísima. Y los arqueólogos pensamos que quizá
aquella podía ser la tumba donde se depositó el cuerpo de san Felipe tras su muerte. Un sello en bronce de cerca de diez centímetros de diámetro, encontrado en Estados Unidos, que servía para autentificar el pan de san Felipe a distribuir a los peregrinos. Se han encontrado iconos que representan a san Felipe con un gran pan en la mano. Y este pan, para distinguirlo del pan común era marcado con aquél sello de modo que los peregrinos supieran que se trataba de un pan especial, a conservar con devoción.


La ciudad de Hierápolis,  fue establecida por Eumenes II, rey de Pérgamo, alrededor de 180 a. C. Colapsó luego de un terremoto durante el reinado de Tiberio en el año 17. La ciudad fue reconstruida, y tuvo significativas transformaciones en los siglos II y III que le hicieron perder todo su antiguo carácter helenístico para convertirse en una urbe típicamente romana. En ese período, se convirtió en importante centro de descanso veraniego para los nobles de todo el Imperio, que acudían a ella atraídos por las aguas termales. Posteriormente bajo dominio bizantino, cayó en poder de los selyúcidas en 1210 bajo Giyasettin Keyhusrev. Fue destruida completamente por un terremoto en 1354. Otros restos arqueológicos encontrados en Hierápolis, son el templo de Apolo, el Plutonio o puerta de acceso al inframundo, un teatro, unos baños romanos, y una amplísima necrópolis, etc

El epitafio de Abercio

“Yo, ciudadano de una ciudad distinguida,
hice este monumento en vida,
para tener aquí a tiempo un lugar para mi cuerpo.
Me llamo Abercio, soy discípulo del pastor casto
que apacienta sus rebaños de ovejas
por montes y campos, que tiene los ojos grandes
que miran a todas partes.
Este es el que me enseñó… escrituras fieles.
El que me envió a Roma a contemplar
la majestad soberana y a ver a una reina
de áurea veste y sandalias de oro.
Allí vi a un pueblo que tenía un sello resplandeciente.
Y vi la llanura de Siria y todas las ciudades,
y Nísibe después de atravesar el Eufrates;
en todas partes hallé colegas,
teniendo por compañero a Pablo.
En todas partes me guiaba la fe
y en todas partes me servía en comida
el pez del manantial, muy grande, puro,
que cogía una virgen casta.
Y lo daba siempre a comer a los amigos,
teniendo un vino delicioso
y dando mezcla de vino y agua con pan.
Yo, Abercio. Estando presente,
dicté estas cosas para que aquí se escribiesen,
a los setenta y dos años de edad.
Quien entienda estas cosas
y sienta de la misma manera, ruegue por Abercio.
Nadie ponga otro túmulo sobre el mío.
De lo contrario pagará dos mil monedas de oro
al tesoro romano
y mil a mi querida patria Hierápolis.”
Inscripción del siglo II
Libro del peregrino pp. 133 - 134

Esto por hoy. Un abrazo

No hay comentarios:

Publicar un comentario